29 de jun, 2008 | Por Rocío Faúndez | 3 Comentarios El gran - TopicsExpress



          

29 de jun, 2008 | Por Rocío Faúndez | 3 Comentarios El gran Albert O. Hirschman (economista en particular, pensador de lo social en general) publicó en 1991 un libro que es una pequeña gran joyita: “Retóricas de la Intransigencia”. Ahí se dedica –motivado como él dice por la “una preocupación por la masiva, obstinada y exasperante otredad de los otros”- a analizar cuáles han sido los argumentos que los sectores reaccionarios han ocupado, durante los últimos 300 años, para resistir las olas de cambio social que representaron en su momento la introducción de derechos civiles (S. XVIII), políticos (S. XIX) y económicos, sociales y culturales (S. XX). Tratando de entender un poco cómo piensan esos “otros”. Desde dónde. No tanto en cuanto a contenidos (los ejes del pensamiento conservador más menos ya se conocen) sino sobre todo a los tipos formales de argumentación. Cómo discuten, con qué armas. A partir de un apasionante recorrido histórico por la chimuchina de cada uno de los debates y luchas fundamentales que han convulsionado las sociedades occidentales modernas, él llega a la conclusión de que hay básicamente tres grandes “tesis” que se reeditan cada vez que llega el momento de resistir una arremetida progresista. Lo más interesante es darse cuenta de lo familiares que resultan hoy, de cómo a fin de cuentas son las mismas andanadas que venimos escuchando desde quién sabe cuándo. Pueden aplicarse a una infinidad de cuestiones, haga usted el ejercicio. Piense en cualquier agenda de reforma en nuestro país en los últimos años y en las reacciones desatadas, y seguro que le calzan bonitamente. Aquí le voy a contar cuáles son estas tres tesis, y cómo coinciden con las críticas que se alzan frente a una clase específica de reformas: las que tienen que ver con participación ciudadana . Ojo que ninguna de las tesis ataca frontalmente el cambio (el reaccionario se sabe en un ambiente hostil donde el progresismo hace tiempo le gana en prensa al menos); siempre señala amablemente que éste sería bueno, deseable, ¿quién podría oponerse? …si no fuera por… a) Tesis del riesgo: el cambio pinta bien… si no fuera porque amenaza de muerte una ganancia anterior, muy valiosa para todos. Distintos grupos, tanto de la Alianza como de la Concertación, recurrentemente llaman la atención sobre una contradicción irresoluble entre los principios democráticos de participación y de representación. A la base de este tipo de razonamiento está una “mentalidad suma cero”, una difusa creencia de que toda ganancia en una dirección, está condenada a ser equilibrada, y por tanto de hecho borrada por una pérdida equivalente en otra dirección. Más aún, no es raro que se tienda a augurar un resultado negativo más que de suma cero: lo que perdemos (la legitimidad de la representación y la gobernabilidad, tan caramente recuperada después de 17 años de dictadura y de un trágico quiebre de la democracia) es mucho más preciado que lo que ganamos (la satisfacción del capricho de algunos voceros de la sociedad civil, que ingenua o ideológicamente propugnan la incorporación de las masas ignorantes y volubles a la toma de decisiones). Apocalipsis ahora. b) Tesis de la perversidad: la reforma “buena en teoría” tendrá un pésimo efecto indeseado; pero no uno cualquiera, sino que precisamente acabará reforzando el problema que se pretendía atacar. Es el argumento clásicamente usado para decir que un Estado de Bienestar fomentaría la flojera y al final generaría más pobres. Pues bien, en el tema de la participación, tenemos una cepa mutante, una combinación particularmente potente de la tesis de la perversidad y la tesis del riesgo. La desconfianza en las capacidades de la ciudadanía para involucrarse activamente en la gestión de políticas públicas no será planteada como tal sino por medio de la fórmula de los efectos indeseados y los peligros que acarrea. “Quisiéramos que las personas tomen parte en estas definiciones, pero si lo que necesitamos es garantizar la mejora en la calidad del servicio como un deber prioritario de la autoridad electa hacia la comunidad, ¿no será mejor confiar en los cuadros tecnocráticos altamente preparados, para no poner en riesgo este objetivo mayor y más alto en el que todos estamos de acuerdo?” (incompatibilidad + perversidad). El carácter encubierto lo vuelve particularmente atractivo para que grupos dentro del mismo bloque político del gobierno que pretende implementar un cambio puedan “descolgarse” sin ser acusados de boicot. c) Tesis de la futilidad: el cambio propuesto no hará mella, no tendrá impacto real en la sociedad. En su momento fue la afirmación de que el voto universal era irrelevante porque al final serían las elites las que, como siempre, seguirían mandando. Hoy, es decir que podemos abrir todos los canales de participación que queramos, pero la ciudadanía no los empleará, porque nuestra cultura política de siglos refuerza la pasividad, la atomización, el inmovilismo. Curiosamente, la cultura suele metamorfosearse aquí en esencia natural, en ADN que no puede ser cambiado –menos por medio de la acción social concertada. ¿Será que por repetidas estas líneas de razonamiento son necesariamente falsas? No a priori. Pero es innegable que su reiteración, su sobresimplificación, y su aplicación a una variedad tan amplia de temas en distintos contextos y a lo largo de más de 300 años, permiten por lo menos sembrar la duda sobre su verosimilitud. - See more at: blog.delarepublica.cl/2008/06/29/el-pensamiento-reaccionario-y-la-participacion-ciudadana/#sthash.X2Xp2zD4.dpuf
Posted on: Wed, 12 Jun 2013 15:03:54 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015