3500 Millones Ideas irreverentes contra la pobreza 3500 millones - TopicsExpress



          

3500 Millones Ideas irreverentes contra la pobreza 3500 millones es la mitad de la población mundial. 3500 millones de personas condenadas cada día a la pobreza. ¿O no? Este blog es el relato de la contra-crisis y de sus protagonistas. Vivencias e iniciativas desde cada rincón del planeta que demuestran que lo más correcto es también lo más inteligente. Tres años en Sahel Por: Autor invitado | 13 de junio de 2013 Irina Fuhrmann ha sido responsable de Comunicación de Intermón Oxfam para África del Oeste y ha estado trabajando en Chad, Burkina Faso, Mauritania y Kenia durante los últimos tres años. Suzanne Ouedrago, campesina del Sahel burkinabes, durante la distribución de semillas, muestra las hojas de los árboles con las que se alimentó el año pasado durante la sequía y falta de alimentos. Foto: Pablo Tosco. Despedida Me voy y no voy a poder despedirme ni de Susanne, ni de Awa. Tampoco de Fatimata ni de Ali, ni del pequeño Ousmane. Ni de muchos otros que, lejos, desde sus campos, sus casas, sus pueblos o al lado de sus rebaños me han hecho comprender lo que ocurre en esta zona del planeta azotada por la sequía, las inundaciones, las guerras… la pobreza. Ellos se quedan. Se quedan ahí mismo donde nos encontramos y cruzamos pocas palabras y muchas imágenes, ya que a veces no hace falta conversar largo, sino mirar y ver el granero vacío, el pozo seco y el ganado que se muere para entender la vulnerabilidad de estas vidas. Han sido casi tres años en esta región del continente donde la dureza de las estaciones no da tregua. Cuentan que antes no era así, y que los rebaños pastaban donde ahora sólo crecen secos matojos indigeribles hasta para las cabras. Cuentan que antes la lluvia permitía una cosecha tan abundante que con los excedentes pagaban la escuela de los niños. Y uno podía vivir sin pasar hambre. Ahora, cada dos o tres temporadas una u otra desgracia castiga la zona. Lo que, traducido bajo nuestros conceptos más racionales, significa que el Sahel y sus habitantes están viviendo los efectos del cambio climático y de la sobrepoblación del planeta: recursos cada vez más escaso para alimentar a un número cada vez mayor de habitantes. Significa también el abandono de la zona por parte de aquellos que tienen la responsabilidad de proporcionar soluciones a largo plazo a las carencias en infraestructuras y muchas caras giradas, que dan la espalda a la implementación efectiva de políticas de desarrollo. Susanne, Awa y Alí y miles de otros hombres y mujeres que viven en la región atraviesan estas desgracias como pueden, a veces exprimiendo hasta el último recurso que es emigrar a las saturadas ciudades o a países lejanos para tratar de sobrevivir. Pero cada año, cada desgracia, se lleva algo en el camino. O la venta de una vaca, o el abandono del campo por falta de semillas o la vida de un niño - anualmente cerca de 300.000 niños mueren en la región a causa de la malnutrición. Y siempre, las deudas, eso que no se ve, pero que cualquiera comprende que resta. En Chad, en Mauritania, en Burkina Faso, en Mali o en Níger muchos no están a salvo. Me preguntan a veces como se vive la inseguridad creciente en la zona, y yo me cuestiono ¿de qué inseguridad hablamos? ¿De la que te impide poder alimentar a tu familia? ¿De la que te obliga a beber agua insalubre? ¿De la que te imposibilita ahorrar para pagar los medicamentos? Creo que no hablamos de la misma, pues a la que yo me refiero sólo hay un arma que la combata: la ayuda al desarrollo. Una ayuda que permita la adaptación de las cosechas a una tierra cada vez más empobrecida, que promulgue la gestión del agua para el consumo y para el impulso de las cosechas, que facilite la comercialización y transformación de los alimentos. Una ayuda sostenida en el tiempo, que promueva la recuperación de las personas afectadas por los choques climáticos y les permita cruzar el umbral de pobreza crónica en el que se encuentran. Una ayuda que salve vidas. Pero la decisión del Gobierno español de reducir el presupuesto de cooperación en un 70%, y el consecuente desplome de un 90% de los fondos destinados a ayuda humanitaria, lo que hará es recortar la vida de millones de personas. Me gustaría poder ir a despedirme de Susanne, a la que la última vez encontré con media sonrisa dibujada en su rostro gracias a las buenas lluvias recién caídas sobre su campo, para decirle que aunque el próximo año no sea bueno, ni el que viene ni el otro, no tendrá que volver a comer hierbas silvestres para engañar su estómago. Que si la lluvia no llega, habrá un sistema de regadío que le permitirá cosechar. Que el precio del mijo, con el que ella prepara su rico tô (1) no aumentará bajo las presiones especulativas del mercado mundial. Que los jóvenes de la familia no tendrán que bajar a las minas nunca más para extraer de la tierra algo con lo que pagar su escolaridad. En fin, que podrá contar con nuestra ayuda, una ayuda capaz de impulsarla a salir de este ciclo de hambre y pobreza. Si no se lo puedo decir yo, por favor, que otros lo hagan pronto. (1) Masa hecha a partir de cereales, base de la alimentación en el Sahel
Posted on: Thu, 13 Jun 2013 07:38:44 +0000

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