A Oscar Olivo, para alimentar la memoria de familia ¿Dónde - TopicsExpress



          

A Oscar Olivo, para alimentar la memoria de familia ¿Dónde está esa memoria de los días que fueron tuyos en la tierra y tejieron dicha y dolor y fueron para ti el universo? Jorge Luis Borges. El recuerdo mas temprano que tengo de la visita a un Museo fue al del Chopo en la ciudad de México: una gran nave art deco cruciforme construida en hierro y vidrios emplomados que desde 1913 y hasta 1964 albergo al Museo Nacional de Historia Natural. El esqueleto de un dinosaurio - cuyas dimensiones la memoria seguramente amplia- ocupaba la parte central de la nave. Había de todo, aves disecadas resguardadas en vitrinas, fósiles, cráneos, fetos en formol, piedritas y piedrotas, una ternera de dos cabezas -que viva debió servir de diversión en algún circo- y lo particularmente significativo para mi: una colección de pulgas vestidas. Se trataba de conchas vacías de nuez, coco, o de algún otro fruto seco en cuyo interior había minúsculas estenografías que presentaban escenas familiares. Todos los detalles estaban cuidados hasta el extremo: las diminutas teclas del piano de cola, el diseño del tapiz de las paredes, el bejucos del sillón austriaco y -lo mas sorprendente- las pulgas vestidas que representaban a los distintos personajes. Esas piezas, que en el Museo estaba prohibido tocar, habían sido elaboradas por una tía, por lo que yo las conocía bien e incluso había tocado -para poder mirar de cerca - las que mi abuela conservaba un tanto avergonzada por la extraña afición de su hermana. La visita al Museo me cambio. Sin darme cuenta las pequeñas conchas que guardaban mundos imaginario si ingenuamente realizados, adquirieron un significado distinto, convirtiéndose en una especie de Alhep como lo describiera Borges “unos de los puntos del espacio que contiene todos los puntos” con la capacidad para guardar y develar todos los objetos conocidos y los universos inagotables. Al mismo tiempo la idea del Museo se había salido de las paredes del Chopo. Si un objeto cualquiera puede albergar mundos inimaginables habría que abordarlo en donde esta, en su hábitat natural. Pero si los objetos requieren del espacio ritual y lúdico del museo para descubrirnos su magia, habría que recluirlos en el o, mejor aun, llevar a su hábitat natural la esencia del museo, esa que nos revela la realidad como un mundo imaginado que nos vive. En este ámbito de reflexiones fue concebido el ensayo de CURANDO AMNESIAS, hilando una suerte de monologo que desarrolla un discurso paralelo de imágenes y semejanzas. No habría museo- ni convirtiéndolo en parque diversiones- que pudiera albergar todas las historia personales, todas las obras de arte y todos los objetos que de una u otra forma han estado ligados a las mismas y significan nuestra memoria. Lo que si podríamos hacer es imaginar cada habitación, cada casa, cada calle, cada ciudad, tejiéndose a si misma, dibujando hilos de relaciones a la manera de Calvino en Las ciudades invisibles “desplazándose para arriba y para abajo en su tablero vacío “o al modo de Borges mundos duplicados, hasta el infinito, en lo que “todos los actos desleíbles o atroces ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia”. “Es en lo imaginario donde el infinito como una extraña forma de vida crece sin fin de si mismo, donde cualquier obra de arte (y yo agregaría cualquier objeto) es solo como un actor o como una acción de ficción”. Lo curioso es que la ficción de nuestro momento, acaba siendo elaborada, al cabo del tiempo, por un tercero o un cuarto -antropólogo, arqueólogo o historiador- totalmente ajeno. Así, como señala Susan Pearce en sus ensayos Los objetos como significado, un cierto objeto puede tener una amplia gama de significados implícito. Ella analiza el caso de una chaqueta con un hoyo de bala que usara un soldado en la batalla de Waterloo y que actualmente forma parte del Nacional Army Museum en Londres. Los significados de esta prenda aparentemente simple “forman parte de una compleja telaraña de relaciones en las que las percepciones del individuo que observa, la memoria o conciencia del grupo, e incluso el paso del tiempo participan”, de tal suerte que la forma en que se presenta el objeto es “un acto retórico de persuasión”. Para ahorrarle trabajo a los antropólogos del futuro y como un ejercicio de nuestras capacidades auto interpretativas, podríamos procurar hacer un registro de todos y cada uno de los objetos que cotidianamente usamos y nos rodean. Particularmente, de aquellos que poseemos -o creemos- nos pertenecen: cámaras, rollos y fotografías; sacapuntas, lápices y puntas; sacacorchos, corchos y botellas... Podríamos ir mas lejos- o mas cerca - e inventariar nuestro propio cuerpo: conservar las radiografías de la fractura sufrida a los siete años, restaurar los dientes caídos (y, cuando menos, un par de cabello de los diariamente perdidos). Curar uñas, sangre, sudor y lagrimas. Catalogar, por supuesto, las imágenes de nuestros hijos todavía no nacidos captadas por ultrasonido y de nuestros clones ni siquiera concebidos. Acompañar con fichas técnicas, perfectamente detalladas, electrocardiograma, encefalograma, tomografías... un registro -datado- de la música escuchada, de las películas vista, de los libros repasados, de las drogas ingeridas, de aquella palabras escritas en cartas de amor, de las pronunciadas recio y en voz baja, de las intromisiones involuntarias en los sueños ajenos, de los deseos manifiesto y de los secretos, de los crímenes perpetrados y de los observados. Llevar un registro visual, auditivo, digital, olfativo (multimedia, pues) de los sabores degustados, los olores percibidos, los intentos de suicidios, los temores acallados, los insomnios padecidos, los deseos no realizados, las pieles acariciadas, las amnesias asumidas... Del láser que -con pequeños cortes- curo la miopía, de los anteojos de avispa que aconsejan usar para atacar la presbicia, de los números telefónicos memorizados, de los domicilios visitado por el Internet, de los faxes trasmitidos y de los recibidos... en fin, como por algún lado y con algún método hay que empezar, al despertar, ella inicia el juego de estar en si y estar afuera, de ser protagonista del sueño soñado por otro, de ser un objeto inventado por otro mas, de ser parte y creador de un museo imaginario, inagotable e infinito donde los elementos se articulan de modos distintos reinventándose, trastocando su forma original (suponiendo que hubiera un origen). Un día cualquiera- el 22 de abril - se propone seguir los siguientes pasos: Fotografiar el Angulo visual de aquello que mira primero al despertar: el techo o la mesa de noche con el “Peletier” de pulso marcado las siete punto. También es probable que lo primero que vea sea la puerta del closet o la luz que se filtra a través de la rendija de la persiana y asocie esa imagen con sus más remotos temores infantiles cuando, volviendo del sueño, se supo sola. Esa mañana, lo mas cercano a su mirada es la piel su hombro todavía con las huellas que los dobleces de la sabana dejaron, el resto del brazo se oculta en el montículo irregular formado por la almohada, la vieja almohada de plumas ¿de pato? Que ha acompañado sus vigilias y sus dueños. Sobre el muro de su habitación un cuadro de Jan Hendrix, cuyo tonos parecen prolongación de su propia piel. Anotar las características del primer objeto que se manipula al dejar la cama. Como se trata del cepillo de dientes, llena su ficha técnica. (es conveniente colocar la ficha. A manera de rotulo, en la pared a un lado del objeto descrito. Lo que -lenta pero inexorablemente- ira convirtiendo, en este caso al baño, en una especie de “galería de curiosidades” y, de paso, la auxiliaría se el mal de Alzheimer la alcanzara). Reconstruir aquello elementos que forman parte de su cotidianidad en un contexto distinto al habitual dándole otro uso. Si deja secar las bolsita de te que diariamente toma, en lugar de tirarlas al bote de basura, podría unirlas con pequeñas puntadas y hacer con ellas un vestido-o una mortaja-. Decide iniciar esa noche la confección del atuendo. Anotar el mayor numero posible de texto dibujos anecdóticos y de autorreflexión que sirvan de soporte documental a sus biógrafos,-o así misma si tuviera el arrojo de poner en escena, su propia vida-.Puesta en escena que no seria , mas que un trozote tela arrancando del lápiz de un sillón o de un viejo-o nuevo-vestido. Pero que el recuerdo no puede, por mas que intentes, abarcar totalmente ¿o podrá?. ¿dónde encontrar el hueco que permita a la memoria llegar al primer objeto, a la primera sensación que hilvane-de ahí en adelante- un discurso personal, que nada excluya y nada seleccione? Se mira fijamente al espejo hasta sentir un dolor de agua en cada pupila. El lado izquierdo de su rostro es el derecho, lo sabe, pero el reflejo de la imagen en el espejo la confunde. Relacionar los objetos con vivencias afectivas o con acontecimientos socialmente significativos. Desde hace varios años-por alguna extraña razón -en uno de esos cajones que guardan en desorden un sin numero de cosas inútiles, conserva un pequeñísimo espejo inútiles, conservar un pequeñísimo espejo que perteneció a un estuche de Predictor, que dio resultado positivo de un embarazo no deseado. El espejo convive en el cajón con un frasquito, por supuesto vació, de un perfume llamado Vivara- que nunca volvió a usar-y junto a un trozo de carey que todavía confía poder pegar al broche de un bolso que Romel regalo después de un viaje a Dominicana. Un boleto de una función de Pina Bausch en el Palacio de Bellas Artes de ciudad de México y otro mas de Carbono 14 en el teatro Julio Castillo de la misma ciudad. Una credencial de la secretaria de relaciones Exteriores; una foto, de cuando era adolescente saliendo del hotel Nacional de la Habana; un abrecartas que debió abrir la correspondencia de una tía-abuela de mi ex marido; una cuenta de plata que se resiste a tirar... Una paloma de papel que agita las alas y que la Alcadia de Chacao obsequio, con la intención de que los vecinos aplaudieran el paso de Juan Pablo II en su papamóvil, al lado de los dientes de vampiro con los que su hijo menor se disfrazo el último carnaval. Anotar en un mapa de la cuidad, con una línea de color, la ruta que transita ese día. Seria conveniente diferenciar los tramos recorridos en vehiculo y caminando. De igual forma seria aconsejable señalar la hora en que arranca y la hora en que arriba a cada destino. Elegirá entre las imágenes, sonido, sabores... el emblemático del día. Manipulara, acariciara, estrujara y trastocara objetos que signifiquen- no que representen- el emblema del día: Ojos que no ven... corazón sangrante. Fotografiar -mentalmente- las imágenes que la realidad inmediata, es decir Caracas, le ofrece a las 4:41 cuando transita por la autopista Francisco Fajardo, con las que el reportero que transmite por la radio la toma de la embajada de Japón, describe desde Lima y que- automáticamente- se convierten en una edición de las archivadas en su memoria: el taxi destartalado que lentamente circula delante rumbo a la avenida México y la libertador, la placa diplomática, que trae en el tablero y se proyecta al revés en el parabrisa, el jardín que rodea la casa de La Embajada, el techo y ventanas con consignas- ahora en medio de explosiones y humo-. Visiones, las de Lima que ella nunca ha mirado presencialmente si no a través de la prensa o la televisión y que fueron captadas por un tercero al que nunca ha visto, del que solo conoce imágenes que el archivo de su memoria guarda. Se da cuenta que esta fotografía mental viene a ser una especie de cadáver exquisito -al estilo surrealista- en cuya creación interviene el reportero al que escucha transmitiendo desde Lima, el fotógrafo y el camarógrafo que hicieron las fotos y videos que su memoria evoca, el jefe de redacción que selecciono esas - y no otras- imágenes para su publicación en el diario, el tupacamarú que pinto la manta que pende de una ventanas, el que redacto el texto, el que selecciono esa -y no otra- ventana... Entre ellos, y todos los que se le escapan, ¿cuánto serian los autores de este cadáver exquisito? Reconstruir su cuerpo a través de la propia historia clínica por que todos tenemos una historia clínica aunque nos creamos sanos- podría ser revelador. Dar lectura a ese cuerpo -el suyo- tal como lo describe objetivamente la ciencia. ¿Qué huesos, que carne, que piel?, ¿dónde queda la memoria del tacto si cada veintitantos días cambiamos de piel?, ¿será que las cosas tienen un equivalente en nuestro cuerpo, y como señala Merleau Ponty despiertan en nosotros “una formula carnal de su presencia”?, ¿y la memoria visual?. Días antes leyó uno de los últimos numero de la revista “ Luna cornea” que dedicaba un articulo a la creencia, comúnmente aceptada en el siglo XIX, de que la ultima imagen vista por los ojos de un moribundo quedaba “fijada” en la retina por un lapso de tiempo considerable ¿ y con los miopes y astigmatas que pasaría? ¿quedaría “fijada” una imagen borrosa y desafocada.? Borrosa y mal afocada fueron las imágenes que durante años tuvo todas las mañanas, previo al ritual de colocarse los lentes de contacto. Ahora que gracias al láser -y a dos o tres sesiones de hipnosis- logro curar la miopía, guarda el registro de visiones matutinas, sin embargo el recuerdo conceptual es nítido. Relacionar la realidad con los sueños. Sumergirse en ellos, abrir compuertas, navegar en el inconciente. Si las actividades en las que interviene la imaginación -como la creación- guardan parentesco con los sueños, en la medida en que tanto en la creación como en el sueño se lleva a cabo un proceso de transformación simbólica, condensación e incluso abstracción de los elementos que están en la realidad, valdría la pena devolverla la vigilia -es decir a la realidad- las imágenes y sensaciones producidas durante el sueño.rasgadodeboca2.blogspot/2007/09/curando-amnesias.html
Posted on: Sat, 08 Jun 2013 14:22:52 +0000

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