ARTE Y EGO La principal característica de un artista es su capacidad para captar lo invisible más allá de lo visible. Esa capacidad es directamente proporcional a la de apartar su ego lo más posible para dejar que el universo se exprese a través de él. Cuanto más espacio ocupe dentro de sí el ego, menos espacio quedará para el arte. El artista es el traductor, el interprete, el canal por el cual el universo, el alma del mundo, se comunica con el mundo humano. Y cuanto menos ego, más fluidamente circulará la información a través de ese canal. El artista ha de tener, por tanto, un ego lo más trascendido posible. Pero al lado de ese ego trascendido, debe haber una personalidad y un yo fuertes. Porque la obra de arte nace para el mundo, y el mundo ha de tener noticia de ella, abrirse a ella e impregnarse de ella. Pero el mundo vive habitualmente amodorrado, sin el menor interés en salir de sus entretenimientos y su cómoda inercia, y menos aún para dejarse impregnar por algo cuyo contenido con toda seguridad le será muy incómodo digerir. Lo más probable es, pues, que el mundo, sobre todo al principio, pero tal vez durante mucho tiempo, haga caso omiso del artista, ya sea ignorándolo, ya sea rechazándolo, ya sea tildándolo de loco y aislándolo. Y es sólo una personalidad y un yo fuertes lo que le permitirá al artista en una situación así sobrevivir y perseverar en sus creaciones a pesar de todo. Y lo que le permitirá, si es necesario y a la menor oportunidad que se le presente, coger al mundo por el pescuezo y obligarle a que deje sus entretenimientos, a que salga del pan y circo, y mire hacia donde debe mirar. Desgraciadamente, gran parte de los que en la actualidad se llaman artistas tienen justo lo contrario de lo que deberían tener: un ego inmenso y un yo diminuto. Y eso sólo puede llevarles a la degradación de amoldarse a los gustos de la mayoría, con la consiguiente abdicación de su cometido dentro de la sociedad. Como afirma Joseph Campbell, el gran mitólogo norteamericano, los artistas son los creadores de mitos de nuestro tiempo. Y esto dice mucho sobre la alta función y la responsabilidad de los artistas en nuestra cultura, aunque la cultura los maltrate. Todo individuo, todo grupo, toda sociedad, toda civilización, se mueve única y exclusivamente por medio de mitos. Pero los grandes mitos que en el pasado guiaron nuestra cultura: el del jardín del Edén y la caída, el de la redención por medio de la cruz, el del progreso indefinido o el de la fe ciega en la ciencia y la tecnología, están hoy ya muertos u obsoletos. Y hace falta el advenimiento de otros nuevos que reorienten nuestro caminar sobre el planeta y eviten, entre otras cosas, que acabemos destruyéndolo, y a nosotros con él. © Antón Rodicio 2013. (antonrodicio.blogspot.es/2013/09/arte-y-ego.html)
Posted on: Fri, 13 Sep 2013 06:39:53 +0000
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