Al encuentro de su padre - Mami, voy a pasar las vacaciones a - TopicsExpress



          

Al encuentro de su padre - Mami, voy a pasar las vacaciones a Guayaquil. - ¿Qué piensa hacer allí? - Ando con la inquietud de conocer a mi padre. - Mi hijito, puede ganarse una decepción y sentirse hundido. ¿Cree que le hace falta pasar por eso? - Estoy dispuesto. Si como dice usted, era una buena persona, no me cerrará su puerta. - Era buena persona. Sólo irresponsable o tal vez demasiado joven. - ¿Todavía le quiere? - Podría decir que ha sido mi único amor. - Entonces le traeré noticias. Se presentó ante sus abuelos, vestido de terno aunque el calor era sofocante. Estaba decidido a causar buena impresión. - Danilo, ¿qué le trae por aquí tan arreglado? ¿Y Zulaida? - ¿Habla conmigo? - Perdone. Lo había confundido con otra persona, aunque usted es mucho más joven. - Tal vez me confunda con Danilo Ajoy. - Déjeme ver… Usted es… - El Doctor Danilo Ajoy Suárez, Economista y Programador Informático del Banco de Machala. A Lucía le palpitaba el corazón más de lo normal. Sospechaba quien era y no podía dar crédito a que un hijo de Mariana tuviera ese porte y esa situación social. - Roberto, atienda por favor a este señor. Estarán más cómodos en la vivienda. Mientras Danilo y el abuelo subían las escaleras, Lucía colgó en la puerta el cartel de cerrado. Aunque había congelado mentalmente la imagen de ese niño de cinco años, a base de contemplarlo en la foto una y otra vez, estaba segura de que el joven que tenía delante era su nieto. - Usted dirá. - Ya me había dado un magnífico pálpito al ver el comercio desde fuera y ahora al entrar en la vivienda, tengo la impresión de que pertenezco a este mundo. - No le entiendo. - Mi madre, sin ninguna duda, vivió aquí. Con sus descripciones formó en mí, una imagen perfecta del lugar donde estamos, que veo que ha cambiado poco. Sólo falta una mesa con las fotografías familiares y un jarrón con motivos incas que había junto a ella. - Desaparecieron casi todas. - ¿Pueden ser éstas? - ¿Quién es usted? - Según mi madre, soy su nieto. - ¡Lucía, la necesito! - Dígame, Señor. Quiero saber qué anda buscando. – dijo Lucía, entrando en la sala y deseando que fueran confirmadas sus sospechas. - Creo que la Madre Ascensión les dejó hace unos años una fotografía como esta. Aquí tenía yo cinco años. Lucía se echó en sus brazos sin poder contener las lágrimas. - ¡Danilo, hijo mío! ¡He esperado tanto que llegara este día! El abuelo se quedó, fríamente, de observador. Tal vez la ansiedad de su esposa por verse prolongada en sus propios nietos, le pusiera en una situación de debilidad ante un experto timador. - Quería conocerla. Sólo he oído cosas buenas de usted. También me gustaría conocer a mi padre. - Vive en Salinas. Es ingeniero y está al cargo de unos pozos petroleros. Quédese con nosotros. Hasta mañana no habrá autobús. - Tengo mis propios medios. – Y abriendo la ventana les mostró un Zuzuki descapotable, sólo con la intención de que fueran intuyendo que no se había presentado allí con ninguna pretensión económica. - Le pueden desguazar ese carro en dos minutos. Roberto, ocúpese no más de guardarlo en la lonja. Merendaremos tranquilamente para que podamos hablar largo y tendido. Pase a su habitación si quiere tomar un baño. Es la misma que usó su padre y no la hemos cambiado desde que se fue de la casa. La mesa del comedor estaba puesta con gusto exquisito. La mantelería blanca y la porcelana reservada a los días de fiestas dejaban al descubierto una vez más la alegría de la abuela por el añorado encuentro. A Danilo no le costó nada explayarse en la conversación. Tenía una visión positiva de la vida que hizo las delicias de su abuela y a su vez a él le gustó su abuela. Era dulce, culta para haberse pasado la vida detrás de un mostrador, y de una conversación fluida y agradable. Por el contrario, el impacto que le causó el abuelo era casi de temor. Hubo momentos que creyó estar ante el “Convidado de Piedra” y decidió prescindir de él para no ver abortada la misión que le había llevado hasta allí. En la conversación quedaba claro que Danilo era una persona feliz, dicharachera como su padre, muy realizado y con una gran capacidad de querer a todo el mundo. Solamente cuando la abuela sacaba detalles de la vida de su padre, adoptaba un aire sombrío de extrema atención. - Se le ve cansado. Vaya no más a dormir. Tenemos todas las oportunidades que desee para hablar, de aquí en adelante. - Haberles conocido me ha devuelto una parte importante de mi vida. ¡Gracias! - ¿Hay que llamarle? - Preguntó el abuelo con voz calmada, casi amistosa. - No se moleste, tengo costumbre de madrugar. Danilo puso en marcha el ventilador y se acostó encima de la cama para descansar. Paseó su mirada lentamente por cada detalle de la habitación: Aquella mesa donde su madre colocaba con cariño el desayuno de su padre, las fotografías que colgaban de la pared, decoradas por Mariana, con las que estaba tan familiarizado, la cama confortable donde seguramente él mismo había sido engendrado, el título de Ingeniero de su padre y una foto de una joven desconocida encima de la mesilla. Era bonita, pero más era su madre. Parecía buena, pero seguro, que no podría igualar a Mariana. - ¿Tendré hermanos? - Se preguntaba tratando de ponerles cara. – Estoy a punto de hacer los descubrimientos más grandes de mi vida. El abuelo me ha parecido distante ¿qué hubiera hecho yo en su lugar? Poco a poco, a sus cábalas les iba faltando las fuerzas, hasta que entró en ese sueño reparador que tanto necesitaba después de un día de emociones profundas. Danilo padre había sido avisado de la visita de su hijo desconocido. Estaba descolocado. En el fondo deseaba encontrarse con él. Aquella imagen de la foto de Danilo a los cinco años, la había hecho progresar paralelamente al desarrollo de sus dos hijos. Mariela era una joven inteligente y pizpireta que más valía no enfrentarte a ella. Su voluntad era inquebrantable y su belleza y dulzura no dejaban prever lo que uno se podía encontrar si se trataba de llevarle la contraria. Le había costado trabajo encontrarle las vueltas para lograr una convivencia pacífica. Gracias a que su esposa, en el tema educativo era una artista, estaba controlada la situación. Alfredo, el menor, era mucho más reposado. Pasaba olímpicamente de los malos rollos de su hermana y sabía sacarle lo que quería en los momentos de bonanza. Aún no había entrado en las desagradables complicaciones de la adolescencia. ¿Y su primogénito, cómo sería? A Zulima no le había hablado de su existencia. Andaba en la casa tenso y huidizo, evitando su mirada. Le tranquilizaba pensar que no le habían dado a Danilo, por precaución, más que su teléfono móvil. ¿Acaso pensaba que no se le iba alcanzar hacer pesquisas por su cuenta? Cuando salió de la casa de los abuelos, había conseguido multitud de datos registrando los cajones del dormitorio. - Gracias por la acogida.- Dijo Danilo despidiéndose - Espero que no sea la última vez que nos veamos. Y Danilo sintió la mano ruda de su abuelo estrechándose cálidamente contra la suya. Notó un gran cambio de actitud con respecto a la noche anterior. En este momento fue consciente de que se ampliaba su reducida familia. Y por primera vez sintió el placer que proporcionaba la referencia masculina de la que había carecido toda su vida y que ahora encontraba en la firmeza de la mano de su abuelo. En Esmeraldas entró a almorzar en una Chifa situada justamente frente a la casa de su padre. Esta, era un chalet sencillo, rodeado de un pequeño jardín con un cenador cubierto de veraneras rojas y un prolongado huerto, bien cuidado, en las traseras de la casa. Mientras degustaba su gran fuente de chaúl afán, una señora, relativamente joven, salió a podar el seto que delimitaba el camino de la entrada principal. La fotografía del dormitorio de su padre no le hacía justicia. Con los años se le habían pegado unas arrugas en los ojos a base de reír y la bondad asomaba a su cara. Tenía una belleza especial aunque el tiempo hubiera hecho su trabajo obligado en el físico. La secreta esperanza de que se dieran las condiciones propicias para unir a su padre y a su madre, se vinieron abajo. - Alfredo, tráigame las tenazas grandes, estas ramas se han hecho demasiado duras. Apareció en la puerta un niño descamisado, con los pies descalzos, extendiéndoselas, distraídamente, a su madre con una mano, mientras manejaba una Play con la otra. Enseguida abandonó la consola para perseguir a un colibrí que se afanaba en libar la flor de pascua, cuajada de brotes en esa época. La madre soltó una carcajada. - ¡Apúrese, apúrese! Este niño siempre detrás de lo imposible. – Pensó llena de felicidad, viendo que la vida no daba al traste con la candidez de su hijo. - Tengo que llevar uno a clase. Es más bonito de verdad que en los dibujos. – La madre no paraba de reír. - Si lo consigue se gana una gominola. - Ya mismo, si está totalmente parado. - Pues a ver como se las arregla porque son más ligeros y más listos que las mariposas. - Lo conseguiré. Danilo también reía viendo la escena. Recordaba las carreras que había dado en el parque de Machala detrás de unas bobaliconas palomas, al alcance de su mano, que con lentos movimientos y vuelos a ras de su cabeza, lograban escapársele siempre. Simpatizó con el niño. Lo que hubieran jugado de haber andado juntos. - Si ya está mejor póngase a hacer los deberes. Mañana volverá a la escuela. - No controlo unos problemas de fracciones. - Ya mismo estoy con usted. Aquel hogar parecía tranquilo y confortable. No haría él, nada que lo pudiera alterar. Hablaría con su padre. Lo vería, sí, pero no allí. - ¿Aaló? - ¿El Señor Danilo Ajoy? - Sí, ¿Con quién Hablo? - Yo también me llamo Danilo. Tengo entendido que le han avisado de mi llegada. - Verá, hoy estoy demasiado ocupado. ¿Puede esperar hasta mañana? - No hay ningún inconveniente. - Estaríamos bien en la cafetería de la central petrolera que hay antes de llegar a las salinas. A las cuatro tengo un receso. - Okay, hasta mañana. Aprovechó la tarde para visitar la pequeña ciudad. Las cercanías de la playa estaban pobladas de casas señoriales y pequeños chales, segunda residencia de los ricos de Guayaquil. Le extrañó que a poca distancia hubieran consentido la construcción de torres que superaban los treinta pisos. Habían querido darle a la ciudad un toque de Nueva York y solo habían conseguido masificar las playas. Ya no era fácil disponer de parcelas de playas particulares, adosadas a las casas como si de un patio trasero se tratara y la protesta estaba continuamente en el aire. - Ya no se respeta a quien da de comer al pueblo. - A este paso todos terminaremos bañándonos en la misma agua. - ¿Cómo va a ser igual el Señor que el empleado? Danilo aprovechó para divertirse con unas cuantas zambullidas en el agua caliente del Pacífico y volvió al hotel por las calles comerciales, descubriendo el gran potencial económico del lugar, a juzgar por la cantidad de bancos que había, por lo menos, en esa calle principal que tuvo que recorrer hasta llegar al hotel. Esa noche durmió mal. La acogida de su padre la había sentido demasiado fría. Estaba seguro de haberle importunado. En su sueño aparecía como tantas veces en su vida, con la cara borrosa y cuando estaba a punto de abrazarle se iba diluyendo, llegando a formar parte de una negra y esponjosa nube. Desesperado intentaba agarrarse a él y lo único que sacaba era las manos vacías y mojadas, no tanto por el agua de la nube sino por el sudor que le había proporcionado la pesadilla. Pero en esta ocasión algo llegaba a consolarle: Una señora dulce vestida de un blanco vaporoso le tendía sus manos, sonriente y le atraía hacia ella. Se despertó de buen humor y una vez hubo desayunado siguió con sus correrías turísticas. Llegó en su carro hasta lo que parecía el fin de la tierra firme y comenzó un paseo a pie por una zona que le pareció sorprendente y bellísima. Era una estrecha y larga lengua de terreno, golpeada por los dos flancos por un oleaje inusual en el Pacífico. A medida que avanzaba por ella, se sentía cada vez más en el centro del océano, hasta tal punto que llegaba a tenerle no solo respeto sino hasta miedo. Pensaba regresar cuando vio una hilera de grandes bombas que sin prisa pero sin pausa iban extrayéndole a la tierra su oro negro, y por voluminosas tuberías era conducido hasta unas naves algo más lejanas. - A las cuatro volveré. – Pensó después de comprobar que era el lugar de la cita largamente esperada. Siguió adentrándose por la estrechísima península y comprendió enseguida de donde le venía el nombre al lugar. Enormes piscinas de sal aparecían ante sus ojos. Su brillante blanco rojizo llegaba a deslumbrar, y como ahí no había alambradas se acercó para ver de cerca las máquinas extractoras, las cintas transportadoras, los grandes molinos y la planta de purificación del producto, de envase y de etiquetado. Le quedó el tiempo corto. De vuelta al hotel, almorzó rápidamente y después de un baño prolongado, fue sacando y probándose uno a uno sus ternos hasta dar con el que consideraba que iba a causar mejor impresión. No tuvo que hacer muchas pesquisas para saber quién era su padre. Él era su versión joven. - ¿El señor Danilo Ajoy? Danilo padre se le quedó mirando, con sorpresa primero, complacido después. - ¡Dios mío! Tengo fotos mías idénticas a usted. - Es un descanso no tener que dar explicaciones. Se fueron metiendo poco a poco en una conversación llena de expectativas por las dos partes. El padre gozaba viendo a su retoño listo y decidido ante la vida. Había logrado construirse un gran porvenir y no había llegado a ser criado de nadie, como la idea que le asaltaba en algunas noches de insomnio. A Mariana parecía que la vida le había recompensado por tantas injusticias que le había tocado pasar, en las que él había tomado parte. Se alegraba de que el panorama no fuera negro para ellos. Estaba empezando a esponjar esa conciencia atenazada, que nunca había conseguido liberar. A Danilo le encantaba verse reflejado en su padre. Ahí estaba su auténtico referente masculino. En la emoción y desbordada alegría que sintió al encontrarse con él vio con claridad que lo necesitaba más de lo que había imaginado. No pudo disimular bien las lágrimas que se le escapaban, sobre todo, en ese punto de la conversación en el que su padre le confesaba la emoción que había sentido al verlo en una fotografía que siempre llevaba consigo. Un silencio prolongado precedió a un estrechísimo abrazo en el que el llanto mutuo no se privó de convulsiones de lágrimas ni del hipo correspondiente. - Estoy en una situación embarazosa. Me siento culpable de no haberme hecho cargo de usted. - Lo comprendo, pero mi madre nunca hubiera consentido que me separaran de ella. - Era una buena mujer y la quise mucho. Usted fue fruto de nuestro amor. - Lo sé. Yo creo que ella nunca ha dejado de quererle. - Me alegro mucho de haberle visto. Era una asignatura pendiente en mi vida y por fin he llegado a conocerle. - y tomándolo de la mano lo estrechó de nuevo entre sus brazos. – Mi problema es que no he preparado a mi esposa para que pueda venir conmigo a la casa. - Es una situación delicada y no quiero estropear nada. - Pero me doy cuenta de que solo se me cicatrizará esta herida cuando haya asumido mis responsabilidades como padre. Déme un tiempito. Yo lo arreglaré. Hablaron largo. Danilo pidió permiso para dar por terminada su jornada de trabajo y permanecieron juntos hasta bien entrada la noche. - ¿Cómo llega tan tarde? ¿Se le olvidó que había reunión de padres en el colegio? - Totalmente. Fue tan especial lo que me sucedió hoy que no he tenido pensamiento para otra cosa. - Estoy intrigada. - Me va a perdonar, pero tengo que contarle algo que sucedió antes de conocerla a usted y que yo mismo quise convencerme de que no había pasado. Aunque no sabía como reaccionaría su esposa, si iba a ser el final de su matrimonio, o si iba a dar muestras de la bondad que le caracterizaba, empezó a soltar su historia, dejando bien claro su arrepentimiento, por lo que de falta de confianza hacia ella suponía y por la inmadurez que había demostrado al no hacerse cargo de su hijo. - ¿Sabe una cosa? Un hermano mayor les vendrá bien a nuestros hijos. Estoy deseando conocerlo. Preparó para recibirlo un gran banquete y las puertas de esa casa le quedaron abiertas para siempre.
Posted on: Fri, 12 Jul 2013 06:31:38 +0000

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