Al lado nuestro La noche estaba oscura como pocas, y la única - TopicsExpress



          

Al lado nuestro La noche estaba oscura como pocas, y la única linterna que teníamos funcionaba mal. Éramos tres, y cada uno cargaba un pesado fardo de mercancía contrabandeada. Alguien nos previno de una emboscada de la policía, por eso nuestro transporte nos dejó en el costado de un oscuro camino rural; desde ahí nos dirigimos a un pueblo donde teníamos un conocido que nos podía ayudar. La linterna que empuñaba uno de mis compañeros se apagaba constantemente. Sólo teníamos indicios del paisaje que atravesábamos, que era una alternancia de monte, campo y pajonales. Cuando se apagaba la luz no veíamos nada, y nos manteníamos juntos al escuchar los pasos de los otros, porque marchábamos en silencio. Como no calzábamos botas, las víboras eran una constante preocupación, y, a los tres, en algún momento de la caminata, nos pareció pisar algo resbaloso que se movió bajo nuestros pies. Atravesábamos un pajonal, cuando algo que estaba quieto en la oscuridad, a pocos metros de nosotros, se lanzó a correr de repente y cruzó a toda prisa delante nuestro, y lo oímos alejarse agitando las matas de paja a su paso. Probablemente era un jabalí, pero como nos sorprendió y no vimos qué era nos dio terrible susto. Después de cruzar una franja de monte, vimos unas luces; era el pueblo. Caminando hacia las luces, casi chocamos con un alambrado. Lo cruzamos, y al avanzar un poco más nos detuvimos en seco. Los tres nos dimos cuenta de algo en el mismo momento: estábamos en el cementerio. La noche era tan oscura, que incluso las losas blancas del campo santo apenas se distinguían entre aquellas tinieblas. Escuché que el que llevaba la linterna le dio unos golpecitos, y por un instante el rayo de luz recorrió varias lápidas, y al apagarse la oscuridad se cerró más sobre nosotros. - ¿Qué hacemos? - les pregunté - ¿Seguimos hasta el pueblo o damos vuelta y rodeamos el cementerio? - Yo digo que demos vuelta - opinó uno de ellos. - Sí, mejor damos vuelta - dijo mi otro compañero. - No, no se vayan - dijo una voz desconocida - Quédense aquí para siempre. Aquella voz era por demás terrorífica, ningún humano podría producirla, y la escuchamos a nuestro lado. Con el súbito impulso de energía que da el terror, corrimos hacia el alambrado, arrojando por el aire los fardos con el contrabando. Alcanzamos a distinguir el alambrado y saltamos hacia el otro lado. Dando un gran rodeo al cementerio, llegamos al pueblo, y esperamos el amanecer en la casa del conocido que teníamos allí. Por la mañana visitamos el cementerio. Disimuladamente buscamos nuestra mercancía. Los fardos estaban intactos. Cuando conseguimos transporte nos largamos de allí. Y es fue la última vez que contrabandeamos. BY la terrorificca.
Posted on: Sat, 21 Sep 2013 21:53:23 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015