Antes de empezar mi historia, me gustaría ponerlos en el contexto - TopicsExpress



          

Antes de empezar mi historia, me gustaría ponerlos en el contexto de la época en la que sucedió. Corría el ciclo escolar tendría yo unos siete años y cursaba el segundo grado de primaria. Como algunos de ustedes (o todos) recordaran, en esos tiempos existía una promoción en la que salían tazos de los personajes de la serie de moda (Pokémon, primera generación obvio) en las papas de una marca a la que no mencionaré. Lo normal en los recreos era llevar acabo las apuestas de tazos, ya sea de a devis o de a mentis, lo importante en estas competencias era demostrar tu habilidad y poner en alto tu nombre como el máximo maestro de los tazos. No recuerdo a un solo niño al que no le gustara jugar con tazos, si no tenías tazos eras un rechazado más, un raro, un fenómeno. Y como yo no quería que mis compañeros me vieran así, me encargaba de pedir a todos mis familiares que me guardaran sus tazos y me los regalaran. El furor era tanto que recuerdo a un niño que se dedicaba a comprar muchas bolsas de papitas solo para retirarles el premio, por cierto, este niño era tan envidioso que tiraba las bolsas de papitas en vez de regalarlas y después nos presumía sus tazos (ni creas que te recuerdo con odio Javier Valdes) En fin, después de esa breve introducción, procedo a contarles mi anécdota. Un día de esos, después del recreo. Procedimos a pasar a nuestros respectivos salones. Y yo como casi no era necio ni problemático, me puse a jugar con mis tazos en plena clase. La maestra (una maldita amargada) me retiró mis distracciones con la promesa de que al final de la clase me los devolvería. Una vez dicho esto, seguimos con la clase y cuando llegó el momento de que me regresaran mis pertenencias, nos topamos con la sorpresa de que alguien había "tomado" mi colección de tazos de la mesa de la maestra. La maestra, desconcertada, preguntó quién los había tomado. Nadie respondió, era obvio que el autor de este despiadado crimen jamás iba a confesar y que mi colección nunca iba a regresar a mis manos, todos tenían tazos y no había manera de encontrar al culpable. Entre en pánico, desconcertado, miré a la maestra como nunca había mirado a alguien, sentía por primera vez el odio por alguien en mi pequeño y joven corazón roto. Empecé a llorar, la maestra arrepentida por no haber tenido precaución y por haber roto mi promesa, convocó a una colecta de tazos en el salón. Mis compañeros (algunos más de mala gana que de buena) empezaron a darme algunos de sus tazos (repetidos) resultando en una colección más grande que la que tenía. Limpié las lágrimas de mis ojos y sentí una felicidad inmensa al recibir mi nueva colección de tazos, armada por mis compañeros de clase. Perdoné a la maestra pero nunca podré olvidar una experiencia tan traumática como esa. El día en el que me destazaron.
Posted on: Sat, 03 Aug 2013 05:10:23 +0000

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