Aparición del 27 de noviembre de 1830 Haz que se acuñe una - TopicsExpress



          

Aparición del 27 de noviembre de 1830 Haz que se acuñe una medalla según este modelo... He aquí el texto de la Santa: 27 de noviembre de 1830. ¡Oh reina, que os sentáis al lado de Dios, escuchad favorablemente mis ruegos! Por Vos y por vuestra mayor gloria os ruego me iluminéis y deis fuerzas y valor para obrar por vuestra mayor gloria...! Me parece estar en aquel momento tan deseable para mí, el sábado vigilia del primer domingo de Adviento, día en el que nuestra buena madre Marta nos hizo una plática tan hermosa sobre la devoción a los santos y a la Virgen Santa. Eso me dio un deseo tan grande de ver a la Santa Virgen, que pensé me sería concedida esta gracia. Era tan grande mi deseo que me convencí de que la vería en su mayor hermosura. Ese mismo día, a las cinco y media de la tarde, durante la hora de la oración, después de (la lectura) del punto de la meditación, o sea, unos minutos después, en medio de un profundo silencio, me pareció oír un rumor, como el roce de un vestido de seda que venía del lado de la tribuna, junto al cuadro de San José. Dirigí la mirada a aquella parte y vi a la Virgen Santa próxima al cuadro de San José. Tenía un globo blanco bajo los pies. Estaba de pie, vestida de blanco, de estatura media, de un aspecto tan bello, que no podría decir su hermosura. Tema un vestido blanco-aurora intenso, del corte llamado a la virgen, con mangas lisas. Cubríale la cabeza un velo blanco que le caía alrededor hasta los pies; debajo tenía los cabellos partidos, y por encima una especie de cofia con una pequeña franja, como de dos dedos de ancha, ligeramente apoyada sobre los cabellos. Tenía los pies apoyados sobre un globo, o mejor medio globo, al menos yo no vi más que la mitad. Entre las manos tenía asimismo un globo que representaba el mundo. Tenía las manos a la altura del talle, en actitud muy natural. Sus ojos estaban vueltos hacia el cielo. En aquel momento su rostro era extraordinariamente hermoso, no lo podría describir... Luego, de improviso, noté cómo sus dedos se llenaban de anillos con piedras preciosas, a cual más bella. Unas mayores, otras menores, todas emitían rayos a cual más bello. Estos rayos salían de las perlas mayores en haces más y más grandes, y se extendían cada vez más. De las más pequeñas salían rayos más finos que se extendían más y más hacia abajo. Los rayos que salían de estas joyas me rodeaban con su resplandor por todos lados, y recubrían la parte inferior (de la figura), de suerte que ya no se podían ver los pies. No me sería posible deciros lo que sentí, o sea, los pensamientos y todo lo que entendí en tan breve tiempo: no lograría decirlo. Justo cuando la estaba contemplando, la Santa Virgen bajó los ojos, me miró y oí en el fondo del corazón una voz que me dijo estas palabras: —Este globo que ves representa el mundo entero, especialmente Francia y cada alma particular. Aquí me es imposible describir lo que sentí y vi: hermosura, esplendor, rayos tan bellos... —Los rayos que ves son símbolo de la gracias que derramo sobre quienes me la piden. Estas piedras preciosas de las que no salen rayos son las gracias que algunos olvidan pedirme. (Así) me dio a entender que la Santa Virgen gusta de que se la invoque, y que es generosa con quienes la invocan, y lo abundante que eran las gracias que concedía a quienes se las pedían, y la gran alegría que siente concediéndolas... Dónde estaba yo en aquel momento... no lo sé: estaba repleta de alegría. Alrededor de la Santa Virgen se había formado un marco algo ovalado, en cuya parte superior (se leían) estas palabras, escritas en letras de oro: ¡OH, MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A TI! Entonces oí una voz que me decía: —Haz que se acuñe una medalla según este modelo; todos los que la lleven, recibirán grandes gracias. Tendrán gracias abundantes todos cuantos la lleven al cuello con confianza. Cuando hube visto esta representación, parecióme que girase, y entonces vi su reverso. Había estado (después de lo anterior) preocupada por no saber lo que debía ir al reverso de la medalla. Al cabo de muchas oraciones, un día, durante la meditación, creí oír una voz que me decía: —La M y los dos corazones son lo bastante elocuentes. Todo desapareció como si se apagara, y yo quedé repleta, no sé... no sé de qué, de gozo, de consuelo.
Posted on: Wed, 19 Jun 2013 09:38:26 +0000

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