Aqui estan los dos siguientes capitulos de Escribiendo un Pasado - TopicsExpress



          

Aqui estan los dos siguientes capitulos de Escribiendo un Pasado chicas :) El 15 y el 16. By: Silvia Nos quedamos en... Allí, sentada en el suelo, dejó que un par de lágrimas rodaran por sus mejillas mientras la rabia crecía en su interior. No podía quitarse de la cabeza lo que acaba de suceder. Aún horas después... cada parte de su anatomía lo revivía como si fuese ahora. Por eso la rabia y las lágrimas. Porque odiaba a Federico, y sobre todo... a sí misma. Porque aquella noche debía ser sólo el precio por su libertad. Un momento que desear olvidar y no uno que recordar. Y porque aún no lograba entender, que aquel despreciable hombre... se estuviera haciendo con su corazón. Continuará... CAPÍTULO XV Hubiera dado cualquier cosa por evitar ese momento. Ese en el que tenía que volver a encontrarse con su esposo tras lo sucedido la noche anterior. Después de escaparse de la habitación de él, se había refugiado en la suya propia, sin molestarse si quiera en echar el cerrojo a la puerta. En aquel punto... no tenía sentido. Más tarde había tratado por todos los medios posibles dormir, pero a penas sí había logrado descansar un par de horas. Y ahora, ya al filo del mediodía, se había reconocido a sí misma que esconderse en un cuarto era absurdo. Porque ni serviría de nada, ni tenía lógica. Así que bajó las escaleras en dirección al despacho, donde sabía que él estaba. Entró, y antes de que pudiera decir nada, Federico se adelantó. - Buenos días, Cristina. ¿Cómo amaneciste? Una sutil sonrisa apareció en su rostro al tiempo que preguntó. Y no fue lo único. Ella pudo percibir un cierto tono de suficiencia en su voz, que despertaba las ganas de abofetearle. Se le notaba satisfecho y contento con la situación. Cristina se acercó al escritorio reuniendo el mayor valor posible, y se sentó frente a él. - No sé cómo prefieres hacer esto... - ¿A qué te refieres? - Me refiero a mi salida de esta casa. ¿Cuándo podré irme? Ella esperaba que tocar aquella cuestión provocaría que la sonrisa se borrase de su rostro. Pero no, ni siquiera parecía haberle importado. - Prefieres que me vaya sin... - No vas a marcharte –sentenció él interrumpiéndola. - ¡Lo prometiste! - La única promesa que voy a cumplir, es la que hice cuando dije... que sólo la muerte nos separaría. Cristina se levantó como si llevara un resorte, y se aproximó al otro lado del escritorio quedando junto a su silla. - Pero... hicimos un trato... - ¿Y me creíste? ¿Así? ¿Sin más? – se puso en pie. – Tú me conoces, Cristina. Estás al tanto de lo que soy capaz de hacer por conseguir lo que quiero – continuó con calma. – Que miento y engaño sin ningún tipo de escrúpulo. ¿Y aún así me creíste? –repitió. - Yo... - ¿Sabes qué pienso? Que aunque fuese muy en el fondo... te convenía creerme. Digamos... para tener una excusa... Ambos se miraron durante unos segundos, hasta que el llanto de un bebé atrajo la atención de ella. En cuanto lo escuchó salió buscando de dónde provenía, hasta que en la sala, encontró a Raquela con Maria del Carmen. Estaba confusa. Aún no era la hora de verla. Federico se dirigió hacia la mujer, y en cuanto tuvo a la pequeña en brazos la mandó salir. - La cría puede quedarse, si tú quieres... Una vez que la dejó junto a su madre, se fue sin darla tiempo a reaccionar. Se quedó sorprendida. Esos eran los típicos detalles que conseguían descolocarla. Lo que hacía tan complicado odiarle a pesar de intentarlo. Aquellos destellos de humanidad, que sospechaba ella inspiraba, eran lo que la mantenían en la línea que recorría el amor y el odio. Continuará... CAPÍTULO XVI Les espiaba a través de la ventana. Era consciente de que aquello no era precisamente lo más apropiado, pero a esas alturas pocas cosas lo eran ya. Raquela y Federico llevaban unos diez minutos discutiendo a unos metros de la casa, y aunque no tenía la certeza, sospechaba que la cuestión giraba en torno a María del Carmen. Se alegraba. Más allá de haber recuperado a su hija, se alegraba también ante el hecho de que eso fuese motivo de conflicto entre ellos. Aún así, borró la sonrisa que se había formado en su rostro y se centró de nuevo en la pequeña. Subió a su habitación, se sentó en la cama, y la acunó en sus brazos sin percatarse del paso del tiempo. Y allí se quedó hasta que Federico fue a buscarla, entrando con paso tranquilo. - ¿Satisfecha? –preguntó él. Cristina no sabía qué responder. Era evidente que aquello la hacía feliz, pero sentía que reconocérselo era acortar las distancias. Cosa que al menos en teoría, ella no deseaba hacer. - Gracias – se limitó a decir. Después, tras unos segundos en los cuales ninguno dijo nada, no pudo evitar hacer un comentario. - Te he visto hablar con Raquela –dejó caer. - ¿Y qué? - Nada. Sólo... que no parecía muy contenta con tu decisión... - ¡Raquela hará lo que yo diga! –atajó rápidamente. – Esté o no de acuerdo... - Claro... para eso... es tu amante... – sin pretenderlo, aquello había sonado a reproche. - Así que te molesta – él parecía sorprendido, aunque desde luego de un modo agradable. – Imagino que si de ti dependiera, ella no estaría aquí. - Después de lo sucedido con mi hija, posiblemente no – trató de justificarse. – En todo caso... es igual. También es verdad que en cierta manera casi debería estarle agradecida. De no haber sido por Raquela, quién sabe durante cuánto más me hubieras seguido engañado –continuó explicando. - ¿Qué quieres decir? - ¿No te lo ha contado? – sonrió. Le gustaba que por fin algo se le escapase al gran Federico Rivero. – ¿Sabes? Llevaba días preguntándome a qué habría venido eso. Dónde encajaba que Raquela se hiciera la encontradiza conmigo, me dejase con Maria del Carmen, o incluso... que me hablara de Diego. El rostro de Federico cambió de repente. Y un instante más tarde, estaba saliendo a toda prisa de la habitación. Cristina se quedó pensativa. Tenía casi la certeza absoluta de que su esposo se dirigía a casa de Raquela. Y la cara de pocos amigos, sumado a lo mucho que comenzaba a conocerle, la provocaba una sensación de intranquilidad. Pero sin embargo, aunque fuera en silencio, una pequeña parte en su interior... volvía a alegrarse. --- Unos fuertes golpes en la puerta, junto con los gritos de Federico reclamándola desde fuera que abriera, anunciaban que algo no iba bien para sus intereses. Raquela se apresuró a dejarle entrar, y enseguida se encontró la mano del hacendado contra su cuello. - ¡Explícame qué buscabas! –exigió él. - No sé de qué hablas –pudo vocalizar con un hilo de voz. - ¡Explícamelo! –repitió. Dándose cuenta que la presión que ejercía sobre su cuello la empezaba a impedir respirar, no le quedó otro remedio que soltarla. - ¡Lo sé todo! ¡Sé de tus conversaciones con Cristina a mis espaladas! ¡¿Por qué?! - Ella era la que venía y me preguntaba – se excusó. – Nunca quise que descubriera... - ¡Y para qué demonios le hablaste de Diego! Raquela no supo cómo justificar aquello. Federico sería muchas cosas, pero no un estúpido. - ¡Vuelve a hacer algo similar, y terminarás en la calle! –amenazó el hacendado. - No puedes hacerme eso. Se supone que María del Carmen es mi hija y... - ¡Ya veré yo cómo soluciono eso! - Pero... ¡tú no puedes...! –se desesperó ella, que no había previsto semejante reacción. - ¡No puedes echarme! - No me pongas a prueba... –terminó Federico mientras se marchaba. – Ya no te necesito... “Maldita Cristina”, pensó apoyada en la mesa. Y al tiempo que se acariciaba la zona de la garganta, también pensaba que tarde o temprano... se cobraría esa humillación. Continuará... ;)
Posted on: Sat, 26 Oct 2013 23:20:32 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015