Artículo publicado en la Republica Argentina, "Revista Politica", - TopicsExpress



          

Artículo publicado en la Republica Argentina, "Revista Politica", en diario 170 de la Secretaria de Asuntos Sociales del Partido Nacional. Tambien en Brasil. Para que seamos dignos de su pensamiento y acción, y no nos quedemos solamente en lo folcklorico y electoralista. Saravia vive en las ideas! HUELGA ARMADA DE LAS MASAS CAMPESINAS REVOLUCIÓN SOCIAL SARAVISTA " ES NECESARIO UNIFICAR ESAS PARTIDAS Y CONVERTIRLAS EN UN GRAN EJÉRCITO, QUE NO ESTARÁ COMPUESTO SÓLO POR BRASILEÑOS, SINO POR ARGENTINOS, URUGUAYOS Y DE OTROS PAÍSES. Y PODREMOS FORMAR UN GRAN EJÉRCITO AMERICANO". APARICIO SARAVIA - 1895 Por Luis Vignolo ¡Ahura si que via a comer! "Mirá hermanito, allá por 1904, una miseria espantosa, yo trabajaba de peón alambrador con el comandante Lolo Saracho. Cuatro reales al día, de sol a sol y, a mediodía, una lata de querosén llena de fideos y un poco de carne de oveja. Y una tarde que el sol hacía palomitas sobre las cuchillas, veo venir al Sordo Robustiano Mundo, en pelo de una petisa al galope y que pega el grito: ¡Comandante Lolo! ¡Comandante Lolo! Paré la oreja y sentí clarito cuando le dijo: -Manda decir Basilio que reúna a la gente porque estalló la revolución. ¡Qué alegría! Agarré la pala de hacer agujeros, la venté como a cuarenta metros y pegué el grito ¡Ahura si que via a comer!". [i] El alambramiento de los campos y el pobrerío Desde 1870 el progresivo alambramiento de los campos fue engendrando una importante población rural marginada. Con esa masa de desocupados sumidos en la miseria proliferaron los "pueblos de las ratas" así como la concentración del "pobrerío rural" en los ejidos de las ciudades del interior. Eran los descendientes de los gauchos, expropiados de la libertad y los recursos económicos que les había proporcionado el medio rural anterior al alambramiento. La poeta Juana de Ibarbourou da un testimonio desgarrador a la vez que entrañable de la pobreza extrema campesina y la cuestión social: "Feliciana, mi negra aya, con su querida habla, mezcla de portugués y castellano... Venía de las Sierras de Aceguá… Hasta la gran mayoría de las flores y las frutas le era desconocida. Un jazmín le produjo tal asombro de adoración que casi no se atrevía a tocarlo... es la rigurosa verdad y siempre se narra en mi familia este caso... que da una idea de lo que era, hace algunos años, la condición social de los pobres del campo y aun mismo de los ricos propietarios que vivían casi tan miserablemente como ellos. Feliciana nació…en la frontera del departamento de Cerro Largo con el Brasil. Su padre era domador. En la miseria más grande, subsistían alimentándose de mate, galleta dura y huevos silvestres. Alguna vez una sandía o entrañas frescas...". [ii] El proceso del alambramiento llegó más tardiamente a la zona este y norte del país. Como dice José de Torres Wilson: "En las décadas del 80 y del 90 (del siglo XIX)... muchos de los que vivían en las estancias o habían construido sus ranchos dentro de sus límites imprecisos terminaban su existencia en los caminos que era lo único que seguía siendo de todos. Allí -literalmente en la calle, en donde habían quedado- construirán sus rancheríos al margen de una economía que los iba desplazando cada vez más atenta a los mercados europeos ...". [iii] Es precisamente ese "pobrerío rural" fronterizo el que protagonizó las Revoluciones Saravistas de 1897 y 1904. Mongrell las describió como "una huelga armada de protesta de los desgraciados". Los pobres eran marginados por la Constitución del derecho al voto, marginados políticamente por el gobierno si eran de otro "pelo", marginados económica y socialmente por el alambramiento y la desocupación, marginados culturalmente por el analfabetismo y por pertenecer a una sociedad fronteriza en la que predominaban el portugués y el portuñol, y marginados por el color de su piel ya que constituían la "indiada" de la frontera. La "indiada" fronteriza: pardos, mestizos, negros e indios Hasta el presente, como lo evidencian los estudios antropológicos, la población de departamentos como Cerro Largo y Tacuarembó muestra rasgos genéticos de ascendencia negra e indígena en un porcentaje apreciablemente superior al de otras zonas del país. Esta característica era bien conocida en tiempos de Aparicio Saravia. Chasteen dice refiriéndose a los combatientes que acompañaron a Gumersindo Saravia hacia el Brasil: "Muchos de los agregados y jornaleros eran negros y mulatos…había vagabundos harapientos –negros, indígenas, blancos y mestizos provenientes de mezclas varias-: la última generación de gauchos verdaderos… algunos todavía sabían la lengua indígena, el guaraní". Y agrega sobre la gente de Cerro Largo: "su fondo común genético y su cultura eran profundamente mestizos… las mezclas de sangre se habían vuelto tan corrientes que los censistas no tenían una categoría específica para mestizos de blanco e indio". [iv] Un diario brasileño llamó a Gumersindo "jefe de las tribus negras de las pampas". Entre los jefes revolucionarios había mestizos y mulatos como el comandante "Cano Negro". No es raro el desprecio con que el oficialismo y "las clases conservadoras" se referían a "las turbas" revolucionarias de 1897 y 1904, anticipándose a la descalificación de los trabajadores que empleó la oligarquía porteña cuarenta años después: el "aluvión zoológico". Las expresiones "la indiada" y "los indios" con las que los revolucionarios se referían a si mismos, si bien en parte aludían al coraje, eran a la vez una manifestación de autoconciencia acerca de la singularidad étnica de buena parte de los combatientes, los cabecitas negras de la frontera. No por azar Paseyro, hijo de uno de los protagonistas del 97, la llamó, inspirado en Haya de la Torre, revolución indoamericana. Merecería un artículo aparte la destacada participación de los jóvenes (de los que se burlaba "El Día") y las mujeres en las revoluciones del 900. Colonización agrícola: el reformismo social blanco En 1894, mientras los Saravia peleaban en Brasil, durante una asamblea de emigrados blancos en Buenos Aires, a la que adhirió Gumersindo mediante un telegrama -en presencia de Leandro Alem, el líder radical argentino, protagonista junto a Diego Lamas de la Revolución del Parque, de 1890- Abdón Arósteguy dijo lo siguiente: "Nuestros conciudadanos… tienen que huir de su patria… porque materialmente no encuentran el sustento honrado… el obrero sin trabajo, y en más de un hogar ha hecho estragos la miseria". La Proclama revolucionaria de 1897 junto a los reclamos de democratización política hace expresa mención de las duras condiciones sociales que agobian a los paisanos y: "han producido la ruina y la miseria del pueblo que, en su inmensa mayoría, por miles de compatriotas han tenido que emigrar para las repúblicas Argentina y del Brasil" Estas expresiones, como la célebre frase de Aparicio Saravia en 1897 -"La Patria es la dignidad arriba y el regocijo abajo"- revelan la preocupación saravista por los de "abajo" y la conciencia acerca de la explosiva tensión social que se canalizó en las revoluciones, expresada en el lema "aire libre y carne gorda". Una novela de Francisco Piria, escrita entre 1896 y 1898, testimonia un temprano utopismo social blanco que defiende con energía la redistribución de la tierra. Recordando a Aristóteles decía: “Haced de manera que cada pobre tenga un campo pues aún así mismo no basta que los hombres sean iguales desde un punto de vista, sino que es su deseo serlo de todas maneras y en todo”. Esa conciencia social fue acompañada de proyectos de ley y programas blancos, anteriores a 1904, impulsando la colonización agrícola, que preveían la expropiación y adjudicación de tierras como respuesta a la desocupación y la cuestión social. El diputado Manuel Herrero y Espinosa presentó el 17 de mayo de1902 un proyecto de colonización: "Proponía que los propietarios de tierras ubicadas dentro de los 25 kms. a cada lado de las vías férreas dedicaran el 10% de su área a la industria agrícola ; y a quien no lo hiciera se le recargara un 3% de la Contribución Inmobiliaria. Con similar recargo a los propietarios ausentistas y otro del 2% a los herederos que estuvieran fuera del país, se formaría un fondo que el Estado dedicaría a la colonización bajo estas modalidades: pagando $2 por há. al propietario que subdividiera un área de 2.000 hás. en lotes de 100, como premio, aparte del precio de venta del lote; y expropiando y adjudicando tierras...". [v] Posteriormente en noviembre del mismo año 1902 los 37 Senadores y Diputados blancos firman una Manifestación de Propósitos anticipando su posición con motivo de la elección presidencial de 1903, en la que mencionan expresamente la cuestión social y la huelga forzosa de los desocupados, y reclaman "…una gestión acertada de los intereses materiales y económicos… Entre ellos el más grave, a la vez que el más complicado y difícil, es el alivio de la suerte precaria de una buena parte de la población urbana y rural, que carece de medios estables y seguros de ganar el propio sustento ; lo que en verdad constituye cuando menos los pródromos de una cuestión social latente". Y se señala que "… puede desde luego avanzarse en una transformación de nuestras industrias, que de ocupación provechosa a todos los obreros en forzosa huelga…". A la vez se sugiere "…un régimen inteligente de recaudación e inversión de la renta mejor distribuida...". [vi] En este contexto de ideas, proyectos de ley y programas nacionalistas deben interpretarse las declaraciones de Aparicio Saravia sobre la necesidad de crear colonias rurales: "Se deberían crear colonias para enseñar el trabajo a la gente del campo". Y al oponerse a la adquisición de cruceros que "serán propiedad exclusiva de la oligarquía" defendió Aparicio "la fundación de colonias agrícolas". Las 8 horas y el derecho de huelga Apenas cinco meses tras el fin de la revolución de 1904, protagonizada por las muchedumbres del pobrerío rural alzado que Aparicio Saravia acaudillaba, dos diputados nacionalistas, veteranos de las revoluciones saravistas, presentaron un proyecto de ley de regulación del trabajo precursor de la legislación laboral y la modernización social en el Uruguay. Con el proyecto de "ley del trabajo", del 23 de febrero de 1905, Carlos Roxlo y Luis Alberto de Herrera, apoyados por Vicente Ponce de León, comenzaban a dar cumplimiento al compromiso que se habían impuesto durante la revolución, en favor de sus compañeros de armas, los desheredados del pobrerío. Una fría noche de 1904, bajo la lluvia inclemente que azotaba el campamento revolucionario, Roxlo, el poeta combatiente, le dijo a Herrera: "hay quienes tienen que trabajar todos los días largas jornadas, mojados e incómodos. No debemos olvidarnos de ellos". Herrera a su vez, le refirió a Haedo lo siguiente: "Con Roxlo y Ponce de León en las carpas del campamento (en la revolución de 1904) mirando el ejército del pueblo, silencioso, sin poder encender fuego –ni fumar siquiera- para no delatarse al enemigo, nos habíamos juramentado si vencíamos a entronizar de una vez y para ellos, sin distinción de clases, la justicia y la igualdad de derechos". Cuenta Roxlo que: "vibraba aún... el toque marcial de los clarines de nuestro Aparicio, cuando me apersoné al Dr. Aureliano Rodríguez Larreta ... Le dije... que las grandes cuestiones del futuro serían las cuestiones sociales... las nuevas doctrinas jurídicas y económicas... no tardarían en agitar el ambiente de las naciones más avanzadas en Sudamérica". Con ese propósito de "preparar el tiempo que viene" -en palabras de Roxlo- elaboraron junto a Herrera un proyecto muy amplio que pretendía abarcar la totalidad de la problemática laboral y la cuestión obrera. De aquél compromiso nacen en 1905, además del proyecto de Ley del Trabajo de Roxlo y Herrera, una decena de otros proyectos como el que reconocía el derecho de huelga, así como el Programa de Principios de 1906 que entre sus iniciativas sociales proponía la jornada laboral de 8 horas, antes de que existiera el primer proyecto de ley batllista sobre el tema y diez años antes de que se aprobara. El Programa del año 6 sostenía: "siendo el mejoramiento de las clases pobres uno de los deberes que el porvenir impone al presente, la realización de estas reformas sociales constituye uno de los anhelos del Partido Nacional". Simultáneamente continuaron presentándose sucesivos proyectos de ley nacionalistas sobre la colonización agrícola, que culminarán más de medio siglo después con el gran proyecto de Reforma Agraria de Wilson Ferreira. La frontera federal La frontera no es frontera sino vínculo. "Sólo o homen da fronteira sabe que a fronteira nao esiste". Los Saravia y sus desheredados eran federales de un modo natural en su vida familiar, cultural y económica. Eran federales de la Patria Vieja precursores del futuro, de un modo que no podían comprender ni los letrados secretarios del mismo Saravia, ni menos los del gobierno. Pero los Saravia eran además políticamente federales. Participaron como líderes en la Revolución Federalista que conmovió al Brasil y Aparicio siguió alentando ideas federales en el gran espacio sudamericano, como lo sostuvo Haedo en su libro sobre Herrera: "El vecino estado de Rio Grande componía con los departamentos orientales situados al norte del Río Negro un estado de hecho... En el pensamiento recóndito de Saravia estuvo la correspondencia lógica con el plan de Gumersindo...". [vii] Manuel Gálvez afirma que Aparicio "trabaja por la unión de Rio Grande con el Uruguay". [viii] Las palabras que Aparicio Saravia dirige a sus compañeros riograndenses en 1895, en las que declara su propósito de conformar un gran ejercito integrado por brasileños, argentinos, uruguayos y oriundos de otros países de la región, son ejemplares: "La revolución está en pie y la lucha continúa. Pero no es sólo para decir que la revolución continúa, sino para demostrar que no es tan fácil derrotar a un pueblo a quien lo guía la justicia de una causa y el derecho de vivir en paz. Ahora veo claramente todo: los rebeldes son tantos y van y vienen a lugares tan diferentes, que es imposible atraparlos. Pero siento la necesidad de unificar todas estas partidas que andan huyendo de la persecución gubernista, saltando de un lado a otro, en pequeños grupos. Es necesario unificar esas partidas y convertirlas en un gran ejercito, que no estará compuesto solo por brasileños, argentinos, uruguayos y de otros países y podremos formar un gran ejercito americano". (ix) La tradición federalista no desapareció entre los Saravia, ni con la muerte de Gumercindo en Brasil, ni con la de Aparicio en 1904. Nepomuceno Saravia, hijo de Aparicio, ira a pelear en 1923 al Brasil, acompañado por 33 uruguayos, junto a Getulio Vargas, y se convertirá en el primer político uruguayo amigo del que luego sería el gran líder populista brasileño, precursor junto a Perón del Mercosur. Nepomuceno intentará posteriormente anudar una alianza entre los republicanos brasileños, entre ellos Getulio Vargas, y los blancos del Uruguay. Aun hoy la tradición oral de la familia Saravia mantiene viva la memoria de los dichos de José Francisco Saravia, hijo de Gumercindo, que les trasmitió a sus propios hijos, Esther y Horacio Saravia, la versión -recogida y grabada por Marcelo Saravia, tataranieto de Aparicio- de que faltaban unos pocos días, apenas 4 o 5, en el momento de la muerte de Gumercindo, para que se firmara un Tratado con el que finalizaba la revolución y se constituía la confederación uruguayo-riograndense. Naturalmente puede dudarse de la fiabilidad de este testimonio oral. Es legítimo poner en duda si algo hubiera cambiado realmente en el caso de que Gumercindo no muriese durante la revolución federalista. Sin embargo la supervivencia durante mas de cien años, desde fines del siglo XIX hasta comienzos del siglo XXI, de esta tradición oral familiar, testimonia de modo inequívoco la autoconciencia que los Saravia tenían acerca de la trascendencia continental sudamericana de sus luchas. Ese recuerdo debió ser borrado absolutamente del imaginario colectivo del Uruguay solitario, escindido de su destino federal sudamericano. Para que la conciencia aldeana no fuera perturbada, ni incomodase la transición del Gibraltar inglés al norteamericano. Porque los Saravia fueron a la vez los últimos federales de la Patria Vieja, y los precursores de una unidad sudamericana asentada en la conciencia y las luchas populares, y no solamente en el latinoamericanismo de los movimientos estudiantiles, universitarios e intelectuales del 900, de una importancia fundamental en nuestra historia, pero en alguna manera todavía elitistas. La intervención norteamericana en 1904 A la luz del federalismo saravista se comprende claramente que no fue casual la intervención de la flota de guerra norteamericana enviada por Theodor Roosevelt (el del "gran garrote") en 1904, a pedido de Batlle y Ordóñez. La encabezaba el crucero Brooklyn, famoso por la guerra de Cuba. Como afirma Jorge Pelfort: "Puede que la nave capitana del contralmirante Chadwick, el crucero "Brooklyn" ( 9.915 ton., 618 hombres y 20 cañones) no hubiese podido por entonces internarse por aguas jurisdiccionales uruguayas mas allá de Nueva Palmira o Fray Bentos; no así el "Atlanta" (3.000 ton., 300 hombres y 8 cañones), el "Castine"(1.117 ton.,158 hombres y 8 cañones) y el "Marietta" (1.000 ton., 150 hombres y 6 cañones). ¿En qué grado estos ansiosos aprendices de potencia mundial naval, reclamados desde estas tierras vía El Cabo, Santa Elena, Santos, para cumplir con su tarea represiva del contrabando iban a ser respetuosos de la soberanía fluvial argentina?" Por su parte José Claudio Williman sostuvo en el semanario Marcha, del 17 de setiembre de 1965, refiriéndose al pedido de apoyo de Batlle a Roosevelt, que "Vanger tiene razón cuando relacionas estas gestiones con la aparición de barcos norteamericanos en nuestras costas...". Y agrega: "En efecto, el acorazado "Iowa" nos visitó en setiembre". De confirmarse esta última afirmación la magnitud de la intervención norteamericana sería mucho mayor. Los marines desembarcaron en Montevideo el 23 de setiembre, "casualmente" un día antes de que se firmara la Paz de Aceguá con la que finalizó la revolución. Cabe sin embargo preguntarse desde cuando las naves de la flota de guerra norteamericana estaban en las aguas del Plata. Este tremendo episodio histórico evidencia la importancia estratégica de Montevideo en el Atlántico Sur y la ruta bioceánica, antes de la apertura del Canal de Panamá, y marca el giro de los gobiernos uruguayos del 900 desde la hegemonía del Imperio Británico a la órbita militar de la "Nueva Roma", como le llamó Herrera a Estados Unidos (esperemos que ese giro no esté culminando ahora, cuando reiteradas versiones periodísticas hacen referencia al "desembarco del Comando Sur en el Uruguay", a través de los acuerdos firmados por el gobierno y la negociación de "una Base norteamericana" destinada al "entrenamiento de tropas multilaterales"). En cierto sentido todas las potencias marítimas mundiales, desde España y Portugal, hasta Gran Bretaña y Francia y por supuesto Estados Unidos, nos han mirado decisivamente a los sudamericanos desde el extremo sur, es decir desde la estratégica ruta bioceánica del cabo de Hornos y el estrecho de Magallanes. Algo que no se piensa habitualmente con la suficiente radicalidad. Esto es cierto particularmente respecto de los Estados Unidos. Sería necesario enumerar extensamente las numerosas acciones navales decimonónicas, la célebre diplomacia de las cañoneras yanqui, en Sudamérica. Fueron múltiples las acciones militares norteamericanas durante el siglo XIX, en Colombia, Paraguay, Uruguay, Argentina, Chile, Perú, etcétera, que por lo general nunca son mencionadas, ni siquiera mínimamente, en la inmensa mayoría de los libros. Comenzando con el precursor conflicto entre Estados Unidos y Argentina por las Malvinas, anterior a la ocupación militar inglesa. Desde que Estados Unidos se convierte en potencia naval mundial en 1898 -y sigue las directrices estratégicas del almirante Mahan, quien tuvo uno de sus primeros destinos navales precisamente en la flota norteamericana del Atlántico Sur, desplazándose habitualmente entre Río de Janeiro y Montevideo- y hasta la apertura del Canal de Panamá en 1914, la importancia estratégica del Cabo de Hornos y el Estrecho de Magallanes se vuelve máxima. Y es precisamente entonces que el puerto de Montevideo, siempre vinculado a las Malvinas y la ruta bioceánica, adquiere su mayor interés para los norteamericanos. Es en ese período que ocurre la intervención de 1904. Al año siguiente, a mediados de 1905, un informe diplomático alemán asevera que los Estados Unidos intentaron simultáneamente -sin éxito- adquirir las islas Malvinas a los ingleses y la isla de Flores al gobierno uruguayo. Conviene recordar lo que ha dicho Alberto Methol Ferré: "El Uruguay aseguraba el desmembramiento de la zona óptima de América del Sur. Como reaseguro, las Malvinas custodiaban discretamente. No olvidemos que es la operación complementaria que sigue a poco la independencia del Uruguay".(x) La lógica inglesa era seguida por sus sucesores norteamericanos. Correlativamente, con el gobierno de Batlle y Ordóñez y la intervención de la flota estadounidense en 1904 -como señaló Carlos Quijano en un editorial de Marcha de 1965- comienza la expansión de las inversiones norteamericanas en el Uruguay, con la asistencia para la construcción de carreteras, las inversiones industriales, el aumento de las ventas al mercado uruguayo, y el endeudamiento con la banca neoyorquina. Según Carlos Machado:”Durante el segundo gobierno de Batlle la penetración se produjo en cuatro direcciones: combustibles, industria frigorífica, construcción y banca”. (xi) No es extraño que Theodor Roosevelt al visitar el Uruguay en 1913, le declarase al presidente Batlle y Ordóñez, respondiendo públicamente a un brindis en su honor, en la Casa de Gobierno: "Usted y yo somos del mismo partido. Usted hace lo que yo digo que debe hacerse". Sin embargo ni la historiografía revisionista ha acertado a comprender plenamente la honda trascendencia geopolítica y social de las revoluciones saravistas y la intervención estadounidense en 1904. Ha predominado una visión meramente folclórica, particularmente adecuada para mantener la falsa conciencia de nuestras aldeas balcanizadas. Saravia ya era un líder continental desde 1893, el brasileño Dourado lo llamó "el caudillo más grande de América del Sur", pero la intervención norteamericana señaló su ingreso en la Historia Universal, convirtiéndolo en un Sandino del 900. La difusa memoria de aquél episodio, aunque sistemáticamente ocultado por décadas, alimentó la oposición de Luis A. de Herrera y Washington Beltrán, entre otros diputados blancos, a las intervenciones norteamericanas en América Latina, desde la ocurrida en México en 1914. En esa ocasión se produjo la primera manifestación contra el imperialismo norteamericano, realizada en Montevideo, convocada por el poeta Fernán Silva Valdéz, y un grupo de escritores, con la adhesión de José Enrique Rodó, la Federación de Estudiantes, el Partido Nacional -los blancos- y los anarquistas. El gobierno batllista la reprimió con dureza y los diputados nacionalistas, en sintonía con el movimiento estudiantil universitario, condenaron la acción gubernamental, así como rechazaron enérgicamente la defensa del derecho de intervención de los países poderosos que hizo el diario oficialista “El Día”. En el mismo debate parlamentario, de 1914, tanto Herrera como Beltrán recordaron el pedido de intervención norteamericana de Batlle y Ordóñez en 1904. Así, alentada por la memoria de las luchas saravistas, nace la tradición que conduce décadas después al rechazo de la instalación de Bases militares norteamericanas en el Uruguay, en los años 40 del siglo XX. Adelantados a su tiempo Saravia y sus desheredados no fueron la manifestación accidental de un tiempo pasado, sino adelantados a su época y la nuestra. Avanzados y audaces fueron los pobres que proclamaron "aire libre y carne gorda", la forma de reclamar tierras que se ajustaba a las tradiciones y el lenguaje rioplatense. Adelantados en el orden político, social y geopolítico. Vivieron la llamada "era del Imperio", desde 1870 a 1914, de una intensa expansión del comercio mundial, época que no careció de brillos pero desencadenó, en el centro industrial del mundo, la Primera Guerra Mundial, y en las periferias no industrializadas, las grandes revueltas campesinas con su doble reclamo de democratización política y justicia social. La primera triunfante fue la Revolución Mexicana de 1910, de la que fueron precursoras las revoluciones saravistas. La Revolución Mexicana resonó a su vez en el alzamiento saravista de 1910. Desde el fin de la Guerra Fría, vivimos otra vez una época de intensa globalización descontrolada, que en palabras del Premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz, ha provocado el "malestar en la globalización", al marginar de sus beneficios a millones de personas. Este rasgo de nuestro tiempo junto al unilateralismo norteamericano ha engendrado en los primeros años del nuevo milenio convulsiones sociales y conflictos bélicos mayores que los alumbrados a comienzos del 900. La humanización de la globalización que reclama Stiglitz es urgente, así como la opción preferencial por los pobres y una geopolítica de la solidaridad que defienda la unidad sudamericana. Son enseñanzas que la gesta saravista nos ha legado. De lo contrario no habrá esperanza de un mundo humanizado en lugar de una sociedad del desamparo global y nihilista, ni habrá Patria verdadera -Patria Grande-, ni dignidad arriba, ni regocijo abajo. ________________________________ [i] Aparicio, F., "Basilio Muñoz. Caudillo entre dos siglos". [ii] de Ibarbourou, J., "Chico Carlo". [iii] de Torres Wilson, J., en Payró, Roberto J., "Crónica de la revolución oriental de 1903" [iv] Chasteen, J. Ch., "Héroes a caballo" [v] Barrán y Nahum, "Batlle, los estancieros y el imperio británico". Tomo 2 [vi] Ardao, M. J., "Alfredo Vázquez Acevedo" [vii] Haedo, E. V., "Herrera caudillo oriental" [viii] Gálvez, M., "Vida de Aparicio Saravia" (ix) Reyes Abadie, W., “Crónica de Aparicio Saravia” (x) Methol Ferré, A., “El Uruguay como problema” (xi) Machado, C., “Historia de los orientales”
Posted on: Sat, 06 Jul 2013 14:06:27 +0000

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