Ayer quemé la carta, la última carta que me quedaba de ti. Y, - TopicsExpress



          

Ayer quemé la carta, la última carta que me quedaba de ti. Y, sin embargo, yo te he estado escribiendo (sin que tú lo sepas) día tras día. A veces con amor, a veces con desolación y a veces con rencor. Tu carta la conozco de memoria: 1127 palabras, 122 líneas, 82 comas, 55 puntos seguidos, 13 puntos ortográficos, un punto final y ni una sola verdad. Una simple carta que estaba desgastada de tanto abrirla y leerla cada noche, una y otra vez hasta quedarme dormida; y entonces pretendía soñar con lo que me habías escrito...pero nunca lo conseguí. Quizá mi corazón me advertía de ante mano que eso no era amor, era otra cosa; que de todo lo vivido no quedaría absolutamente nada. Quizá sólo las ruinas de un dolor que con el tempo se iría. Pero, la verdad, sé que fui una inconsciente, obsesiva. Me gustaba leer entre líneas; leer cada frase y soñar. Cinco minutos bastaban para soñar una vida...así de relativo era el tiempo cada vez que leía tu carta: esa última carta que me escribiste. Esa que cada vez que la leía, me seguía llenando los minutos de razones para respirar. Me la sabía desde la primera letra por la cual empezaba, hasta el último punto y final. La recitaba de memoria. Me imaginaba tus palabras saliendo de tu boca como una dulce melodía de piano. Pero poco a poco esas dulces palabras se convirtieron en mentiras amargas, en veneno letal. En angustias que acabaron finalmente en lágrimas. Ésas lágrimas que cada noche mojaban el papel y corrían la tinta negra del bolígrafo, haciendo cada vez más difícil ver las palabras que estaban escritas. La única palabra que aún se podía leer con toda claridad era insoportable. Insoportable era el dolor que tus palabras habían causado. Eran como una basura gigante que se me había metido en los ojos y hacía que mis lágrimas se derramaran por mis mejillas. En un intento de sacarla, cerraba los ojos fuertemente para que saliera, pero en cuanto los volvía a abrir: seguía ahí. INAMOVIBLE. ¿Sabes? Tengo horribles pesadillas. Pero mis pesadillas no tienen monstruos. Tan sólo consisten en soñar que estoy sola, sin ti. Y cuando me despierto y ahuyento la pesadilla; resulta que efectivamente estoy sola y sin ti. La única diferencia es que en el sueño no puedo llorar y, en cambio, cuando me despierto lloro. Y el llanto es más frustrante al ver la carta. Esa carta que llegó a mí una mañana al despertar. La carta que marcó tu ausencia y tu engaño. La carta que cada vez se volvía más blanca, sus palabras se estaban borrando, teniendo en cuenta que llorar cada noche las mismas ilusiones rotas, escritas en cursivas, pasan factura al alma. Y es entonces cuando las lágrimas caen directas sobre el papel, que las absorbe sin desprecio y corren la tinta. Pero ayer ya no hice lo mismo de cada noche. Ya no la leí. Ayer sólo la estreché contra mi pecho, la abrí y aspiré su aroma (tú aroma) por última vez. Comprendí que estaba a punto de llorar por lo que iba a hacer. Me di cuenta entonces de que yo sólo quería confianza, intimidad, ternura y sobre todas estas cosas, te quería a ti. Cogí la carta y un cerillo. La carta empezó a quemarse lentamente. Mientras se quemaba, pensaba que te borraría de mi mente, pero a mitad del proceso, veía de uno en uno todos los recuerdos que tuvimos; todos esos que harán que mientras te quiera olvidar, más querré que te quedes en mi mente, porque ahí es a donde perteneces. Mi alma gritó de dolor, de pérdida. Grito para hacer que volvieras. Nada de todo sigue igual. Nada es igual sin ti. Mi alma te odia con ahínco. Mi alma te echa de menos; hay un agujero enorme en ella. Siento que mi vida es como los libros que dejo de leer por aburrimiento, porque cada capítulo es lo mismo que los anteriores. Sin variación, sin cambios. Mismos hechos, mismos sentimientos, misma soledad… Y es que el amor es un sentimiento contra natura, que condena a dos desconocidos a una dependencia mezquina e insalubre; tanto más efímera, cuanto más intensa. No sé sí quemé la carta para transformar la tristeza en pura nostalgia o la soledad en simples recuerdos. Yo sólo sé decirte que las espinas están ahí por una razón, y no son solamente pura maldad de las flores. Ayer quemé la última carta que me escribiste. Esa que cada vez que la leía, sentía que nunca había sido tan feliz como en los momentos que pasé junto a ti. Pero también me daba la hiriente sensación de que nunca más volvería a serlo; por lo menos no en ese grado ni con esa intensidad. Pero hoy escribo para que la espera no desgaste mis sueños. Estos sueños que tengo de olvidar la carta que se ha quedado grabada en mi mente como un tatuaje. Y la verdad no sé por qué, pero me da por extrañarte, por echar de menos tu presencia. ¿Será tal vez porque el primer amor le deja a uno más huella que ningún otro?” —José Emilio Pacheco
Posted on: Tue, 12 Nov 2013 21:26:56 +0000

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