Bueno chicos con esta larga creepy despido la noche que esten bien buenas noches!! si qieren mas like y comenten!!! by:Spectro DULCES SUEÑOS —¿Lo escucha, verdad? —pregunté sonriente, mientras veÃa la ventana detrás de ella, donde las cortinas tapaban cualquier entrada de luz, u oscuridad. —¿Escuchar qué? —preguntó con una expresión entre dudosa e irritada, mientras lentamente giraba su rostro hacia la ventana. —La lluvia. Pronto lloverá —terminé con una sonrisa en mis labios. Dejé de mirar a la ventana y la miré a ella. Su rostro ya viejo no la dejaba apreciar muchas de las cosas que daba la vida; la seriedad en sus ojos mostraba indicios de que le importaba poco lo que decÃa. Meneó la cabeza y acomodó de nuevo los papeles en la mesa. Suspiró agobiada y el teléfono de su escritorio comenzó a sonar. Contestó a la llamada y como si fuese natural, me miró frustrada y salió de la habitación con el teléfono aún posado en su mejilla. Me quedé en la habitación al menos más tiempo del que creà que la llamada durarÃa, y el silencio comenzó a invadir el cuarto. El «tic-tac» del reloj pasó a ser lo único que escuchaba y su voz, su chillada voz se empezó a escuchar en mi cabeza. Meneé la cabeza y respiré hondo. Me enrosqué en el asiento dejando mis rodillas alrededor de mis brazos y comencé a tararear. ¿La luz de la habitación siempre habÃa sido tan oscura? En este momento no lo recordaba. Su voz, de nuevo, me hablaba. Lo único que lograba mantenerme calmada era los latidos de mi corazón que cada vez parecÃan acelerarse más. Comencé a respirar entrecortadamente y cerré mi ojos. —Bien, ¿en qué estábamos? —Su voz me despertó de mis pensamientos y abrà los ojos con sobresalto. Miré a mi alrededor y el foco del techo iluminaba toda la sala. Saqué un suspiro de satisfacción y me reincorporé en la silla, quitándome el sudor de mi frente con el dorso. Se sentó y entrelazó sus dedos dejándolos sobre los papeles y frente a ella. —Cuéntame Alice, ¿volviste a tener pesadillas? —Supongo que ya son parte de mis recuerdos, Meredith. Aunque… irónicamente no recuerdo mucho lo que soñé. —MentÃ, sonriente, mientras seguÃa mi vista a la nada. —Tu mamá dijo que estuviste gritando por horas, y que rasguñaste tus propios brazos; ¿me dejarÃas ver? —Sus ojos se posaron en mis brazos y yo tan sólo alargué la manga de mi blusa para que no se viesen mis muñecas. Me paré de donde estaba sentada y caminé hacia la ventana, abrà una de las cortinas para ver el cielo, aparentando no escuchar lo siguiente que venÃa—. Al menos cuéntame cómo empezó todo. Al final supongo que todo empezó por jugar de más, como siempre sucede. Era uno de esos dÃas en los que la curiosidad osa por matar al gato, en un decir, por supuesto. Mi amiga Danielle habÃa visto en lÃnea un nuevo juego del que conocÃamos poco, pero que las pelÃculas americanas —según ella— lo volvÃan una cosa asombrosa. Las reglas pedÃan más de dos personas, asà que Danielle insistió en invitar a otra chica, de la cual, su nombre hasta la fecha desconozco. Las tres nos reunimos un viernes en la noche si puedo recordar. La chica de la que el nombre, e incluso voz, desconocÃa querÃa comunicarse con una amiga suya que habÃa fallecido, y como nosotras no tuvimos objeción, asà fue. Era uno de esos juegos espiritistas de magia negra, al final no pensé que nada extraño fuese a suceder. HabÃa sido en mi casa, en mi cuarto para ser más precisa. Mis padres se habÃan divorciado desde hace meses asà que mi padre ya no vivÃa con nosotras, y mi madre se la pasaba todas las noches en los bares, en busca de «su nuevo amor». HabÃamos apagado las luces y tres velas estaban en el centro en forma triangular. Nos habÃamos sentado en cÃrculo cruzando nuestras piernas. Cerramos nuestros ojos y agarramos nuestras manos, nos balanceamos de un lado al otro lentamente como en las pelÃculas. Danielle comenzó a musitar palabras que tenÃa escritas en un papel y que sencillamente carecÃan de algún sentido lógico. —Sé que estás ahÃ, espÃritu. Nosotras somos esclavas de la oscuridad, vÃrgenes de la luz. Invade nuestras almas más no nuestras mentes. No dejes que la locura nos asesine. PermÃtenos ser testigos de tu poder, oh Gran Señor. Ella continuó hablando y de pronto la otra chica comenzó a gritar, horrorizada. Quitó la mano con agresividad de la mÃa y de la de Danielle y se echó a llorar. Las velas se apagaron al unÃsono y de la ventana un aire furioso sopló contra nosotras. —¡Idiota! ¡No puedes cerrar el ritual tan abruptamente! —gritó Danielle mientras azotaba el papel que tenÃa contra el piso. La chica desconocida salió corriendo de mi cuarto, Danielle la siguió y se despidió de mà con un «luego te llamo» después de un guiño. Yo me quedé ahÃ, sentada. El aire comenzó a soplar entre mi cuello y me quedé atónita, mirando a la nada. No recuerdo cómo dormà esa noche, y ciertamente, no recuerdo si dormà esa noche. Los siguientes dÃas pasaron fuera de lo normal. Escuchaba voces donde no las habÃa. Pensamientos escalofriantes se cruzaban por mi mente y no podÃa negar que comenzaban a incitarme. Las pesadillas fueron la gota que derramó el vaso; cada vez, cada dÃa, eran más atroces y demostraban lo que las voces en el dÃa me impulsaban a hacer. En uno de mis sueños me encontraba parada frente a mi habitación, habÃa alguien frente a mÃ, de espaldas, hincado de rodillas y llorando. Era mi madre, Carolina. Le preguntaba por qué lloraba, ella sólo negaba con la cabeza. Con duda me le acerqué y toqué con mi mano su hombro, diciéndole que no tenÃa por qué llorar. No veÃa su rostro, seguÃa encorvada. TenÃa algo entre sus manos que no lograba divisar. —Mamá, ¿qué traes…? —Solté su hombro para acercarme y ella volteó hacia mÃ, furiosa. Su rostro se encontraba demacrado y aparentaba tener al menos setenta años de edad. Se paró de donde estaba y sin soltar su objeto, retrocedió varios pasos hasta encontrarse con la pared de mi habitación. —No… lo toques… —musitó, entrecortadamente—. Ahora tu padre no podrá estar con nadie más que conmigo —dijo riendo, mientras apretaba el objeto de sus manos con más presión—. ¿Querido?, tu hija quiere verte. Mi madre con sus manos temblorosas lentamente descubrió con la sábana lo que cubrÃa el objeto de su deseo. Era la cabeza de mi padre, la cual parecÃa haber sido vilmente mutilada. El verla causó un impacto inmediato en mi estómago, provocando que vomitase. Los ojos de mi padre seguÃan abiertos, sus párpados parecÃan estar unidos a sus cejas con una especie de pinza y de igual manera las comisuras de sus labios unidas a las mejillas formando una sonrisa, una gran sonrisa. —¿Ves? Tu papi está feliz de verte, cariño. Antes siempre estaba serio —dijo mirando fijamente hacia abajo, pensativa. De pronto volteó hacia mÃ, con una sonrisa tan exagerada y escalofriante que no me permitÃa seguir mirándola—. Quizás también deba hacer algo contigo para que estés siempre feliz… Se acercó lentamente a mÃ, aún con mi padre entre sus dedos. QuerÃa gritar, pero algo me lo impedÃa. QuerÃa salir corriendo de allà pero no podÃa moverme. Siempre que se encontraba la persona de mis sueños a centÃmetros de mÃ, siempre y sólo en ese instante, despertaba. Los escenarios y las personas en mis pesadillas cambiaban frecuentemente. Como la vez que soñé que mi vecina dividÃa en dos a su perro con sus propias manos, o cuando la llorona amiga estrangulaba a Danielle. Todas las personas que conocÃa aparecÃan haciendo cosas a las que en la vida real nunca se atreverÃan, para luego acercarse a mà y querer hacer lo mismo conmigo. Y sin importar los escenarios, las personas o las situaciones en las que me encontrase, siempre despertaba con las uñas manchadas de sangre. Las voces en mi cabeza también comenzaban a dominar la situación. HabÃa varias, y siempre me decÃan que hiciese cosas, que de esa manera «todo acabarÃa». Pero habÃa una voz, una de todas las que escuchaba, que parecÃa la dominante. ParecÃa conocer mis debilidades, aquello que me hacÃa daño, aquello que me molestaba escuchar. Siempre lograba salir en los momentos en que menos la necesitaba. Su voz tan irritante me hacÃa gritar para que cesase. Aunque también sabÃa cuándo cerrar la boca: sabÃa que cuando la oscuridad se apoderaba de mà alrededor, era cuando no debÃa ser escuchada. Porque en ese momento en el que el temor entraba por voluntad propia, ella no debÃa ni intervenir. «Todo estará bien. Sólo hazlo». Ahà estaba de nuevo. —¿Alice, me escuchas? ¿Alice? ¡Alice! —sentà una huesuda mano en mi hombro y, por reflejo, volteé asustada, despertando de mis pensamientos—. Llevo media hora parada a un lado tuyo. ¿Estás bien? —Estoy… bien… —musité mientras seguÃa pasmada en mis pensamientos. Miré con el rabillo de mi ojo a Meredith, la cual seguÃa detrás de mÃ, parada con las manos unidas frente a ella. Su mirada juzgadora parecÃa leer cada parte de mi cuerpo, y eso me aterraba. ¿Habrá descubierto todo lo que he soñado? No, imposible. Sólo es una psicóloga novata. Ni siquiera ellos pueden leer la mente de las personas, incluso aunque se hayan especializado para creer lograrlo. Lo único que parecÃan hacer sus consultas era recordarme aquellos sueños, en lugar de hacerme olvidarlos. Miré atentamente cómo levantó una ceja, intentando leer mis acciones. «Esto es un sueño, ¿no lo comprendes? Mira su rostro, pronto; cuando te descuides, intentará matarte». ¿Un sueño? Ahora que lo pensaba no recordaba haberme levantado, pero me parecÃa poco probable que todo esto lo hubiese imaginado. Comencé a temblar. Mis manos se volvieron torpes y desde el reflejo de la ventana, su rostro aparentaba conocer lo que pasaba. —Alice, ¿te encuentras…? Antes de que pudiese terminar la frase, esquivé su cuerpo, me situé tras el sillón donde antes estaba y dejé mi cabeza visible para ver qué intentarÃa hacer. Curvó sus cejas y meneó la cabeza. Quizás esto realmente era un sueño… o mejor dicho, una pesadilla. ¿Despertaré cuando ella se encuentre a centÃmetros de mÃ, intentando asesinarme? Mi respiración se hizo acelerada y una risa se liberó en mi cabeza; se divertÃa, parecÃa disfrutar mi sufrimiento. Me encontraba confundida y ella ignoraba mis gritos ahogados de ayuda. El «tic-tac» del reloj pasó a primer plano y la voz de Meredith se escuchaba poco a poco menos. «Intentará matarte, tú lo sabes, ¿dejarás que esta vez logre su cometido?». —No… —pude lograr musitar. Respiré entrecortado y la miré a los ojos, desconfiada. —¿No, qué? —preguntó. Comencé a morder mi labio inferior con desesperación. Aun cuando comencé a sentir el sabor metálico en mi garganta por tal acción, no me detuve. ¿Esto era realmente un sueño? ¿Por qué aparentaba ser tan real entonces? Tragué la sangre que sentÃa en mi boca y me puse en pie, decidida. —Alice, parece que la muerte de Danielle empezó a afectarte de una manera no pronosticada, déjame ayudarte a… —¡Ella no está muerta! —grité horrorizada, mientras comenzaba a apretar la parte de arriba del sillón que se encontraba en mis manos. Comencé a escuchar los «tic-tac» del reloj más acelerados de lo que normalmente se escuchaban e invadieron por completo mi cabeza. Me hinqué ante tal acción y con desesperación cubrà mis orejas con mis manos, intentando pararlos. —No —empecé a musitar—… esto es sólo un sueño… Ella no… «¿Es realmente un sueño, Alice?». Su risa chillona se escuchaba en mi cabeza haciendo eco con las otras voces. Todas parecÃan unirse como si de una fiesta se tratase; una fiesta donde mi cordura estaba en juego. Comencé a respirar mucho más aceleradamente de lo que, incluso en mis sueños, sucedÃa. Si esto en realidad era uno de mis sueños, podÃa jurar que era el peor de todos, y todavÃa no sucedÃa la parte donde intentaban asesinarme. Corrà hacia la ventana y miré hacia Meredith, furiosa. —¿Pero qué estás…? El dolor punzante que sentà al romper el vidrio era peor de lo que hubiese imaginado. La sangre comenzó a recorrer de mi mano a mi brazo izquierdo lentamente mientras manchaba parte de la manga de mi blusa, la cual, ahora con el pulso un poco tembloroso, remangué. Alcé la mirada lentamente y Meredith comenzó a buscar frenéticamente algo entre los cajones de su escritorio, mientras sacaba con desesperación algo de su bolsa. No captaba del todo lo que estaba diciendo, pero lucÃa asustada. Quité mi puño de la ventana y pequeños, pero diminutos trozos de vidrio se quedaron. Al parecer no habÃa sido lo suficientemente doloroso como para despertarme, pero el ardor no cesaba. Busqué con la mirada el sujeto de mi alucinación, pero la sala se encontraba de nuevo vacÃa; caminé lentamente hacia la puerta, pero unas huesudas y ya conocidas manos cubrieron mi cuello. Tal acción me sobresaltó, y tragué saliva lentamente, intentando no alterarme. ¿Dónde estaba aquella voz de mi cabeza? La necesitaba ahora más que nunca, tenÃa que haber algo que me dijese que esto era un sueño. Giré mi cabeza lo más que pude y se me permitÃa y su rostro se encontró con el mÃo, sonriendo exageradamente, y más de lo que hubiese imaginado. La observé atentamente y su rostro comenzó a lucir familiar en mi mente. Sus ojos, sin pestañas, estaban irritados. Aquellas facciones estaba segura de haberlas visto en otro lado, pero sus dedos comenzaron a encajar tanto en mi cuello que llegué a creer que todo era coincidencia. Soltó mi cuello y rápidamente me alejé de ella. LucÃa diez años más vieja que antes, su ropa y su cabello lucÃan desgastados, frágiles e incluso parecÃa que se podÃan romper al tacto. A cada paso que me alejaba, ella se acercaba uno a mÃ. ¿Qué habÃa sucedido con ella? —Estoy soñando —respondÃ, poco convencida, pero su rostro no se habÃa inmutado ante tal respuesta. —¿Es realmente un sueño, Alice? —Esa voz, aquella chillona voz que sólo escuchaba en mi cabeza, ahora era emitida por Meredith. Sonrió mirándome a los ojos, deseosa de que fallase, deseosa de ganar. Su sonrisa era brillante, pero en las puntas de sus afilados dientes habÃa manchas oscuras color carmesÃ. Intenté ignorarlas. —Siempre sucede lo mismo; en cuanto estés a centÃmetros de mÃ, intentando matarme, despertaré, ¿no es cierto? —respondÃ, con la respiración un poco acelerada, tratando de convencerme más a mà misma que a ella. —¿Es realmente un sueño, Alice? —volvió a preguntar. Sin darme cuenta, ahora se encontraba más cerca de mÃ. Comencé a gritar. Grité tan fuerte como me era posible, pero ningún sonido se emitió de mi boca. Mis pies tampoco se movÃan; parecÃan estáticos y sin vida. En mis ojos se reproducÃan aquellas pesadillas que tanto odiaba, y todo el dolor que se habÃa propagado en tales sueños se redirigÃa a mi cuerpo. Sentà lágrimas recorriendo lentamente mis mejillas. Escuché atentamente cómo los latidos de mi corazón aceleraron una vez más su ritmo y cerré los ojos. Las comisuras de mis labios se elevaban, como si lo disfrutase, mientras el dolor se incrementaba en mi cuerpo. Ya no controlaba mis propios movimientos corporales y el dolor parecÃa inaguantable. Tallé mis ojos y respiré hondo. Los abrà de nuevo y la sala se encontraba completamente vacÃa. Miré mis manos y ambas estaban manchadas de sangre. Redirigà mi vista, ya cansada, hacia la esquina de la habitación, y mi cuerpo se heló por completo. —Dulces sueños —susurró, y mi vista se apagó dejando todo a mi alrededor negro y con olor a sangre. —Danielle…
Posted on: Sat, 10 Aug 2013 03:18:49 +0000
Trending Topics
Recently Viewed Topics
© 2015