CACIQUE SIEMPRE DE PIE! ¿Cómo se escribe una columna cuando acabas de vivir la derrota más dolorosa en tu vida de hincha? Eso no está en ningún manual, en ningún curso, nunca me lo enseñaron… Después de lo vivido anoche hay mucho por decir, ideas que disparar, pero sobre todo sentimientos confusos, que pese a todo pueden reunirse en uno desgraciadamente claro ante la falta de respeto vivida: desazón. No fue el cabezazo de Lalinde tras la mala marca de un reaparecido Sebastián Toro, ni la poca reacción del novel Salazar ante esa misma acción que sería una dolorosa estocada. No fue el resultado, no fue sumar otra eliminación en un torneo internacional (porque para ser justos y racionales finalmente se cumplió con la escueta meta propuesta, pasar una ronda), ni siquiera el cúmulo de errores dirigenciales de los que ya estamos cansados, ni el ninguneo, ni el desalojo de hinchas por parte de carabineros; no, no fue nada de eso. Fue la mancha innegable que grabaron en nuestra historia, en nuestra identidad, no sólo de equipo, sino mucho más: de institución. Ayer perdimos la dignidad, tal vez lo último que le quedaba a este equipo, lo último que nos quedaba a nosotros los que día a día vivimos a Colo-Colo, los hinchas. ¿Dónde quedó la garra? ¿La mística? ¿El amor propio? El famoso pundonor que se nos inculcó. Ayer no se vio nada de eso, por contrapartida observamos atónitos y desesperados cómo los once jugadores que vestían la blanca, eran incapaces de mostrar una gota de sangre, trotaban la cancha con una falta de ubicuidad tremenda, como si no se diesen cuenta de la camiseta que vestían ni el escenario que pisaban. Tanto así que en un hecho insólito, algo que en mis 27 años nunca vi, Deportivo Pasto celebró en el entretiempo la victoria “parcial”, mostrando inequívocamente que teníamos la lápida puesta. Y es justamente eso lo que provoca desazón, la falta de respuesta y ganas, de ser lo suficientemente fuerte mental y emocionalmente para levantarse después de un golpe, y si viene otro, pegar dos o tres en cuanto tengas la oportunidad, pero nunca bajar la cabeza y aceptar las caídas como algo natural. Colo-Colo nunca fue eso, el dicho de atrás pica el indio no es antojadizo, o las palabras de Pelé describiendo al Cacique luego del amistoso disputado con Santos “Un equipo que crece tanto según sea la magnitud de su rival”. Al interior del club se dijo que el camarín era ayer un velorio, que los jugadores estaban muy afectados, insisto sobre el punto ¿Y la emoción en la cancha por qué no se vio? No sacas nada con patear la puerta de un camarín o con llorar a solas, si en el campo de juego no fuiste capaz de dejar el alma en cada pelota, si no sudaste sangre, si no te paraste a pintarle la cara al rival tras una patada. Estamos cansados, no de las derrotas, estamos cansados de la forma, de las faltas inútiles, de los reclamos ridículos al árbitro, de la falta de amor al fútbol, y ya para ser menos románticos, de la carencia de amor propio de este plantel. En la vida y en el fútbol se puede perder, es más, se pierde muchas veces, se llora otras tantas, pero hay que tratar que sea de pie, con la frente en alto y la tranquilidad de haberlo dejado todo, o para decirlo más coloquialmente, de haberse roto el lomo; no les pedimos más que eso. No pedimos más que recuperar el respeto perdido, el respeto que siempre nos caracterizó, el que nos hizo grandes, y no sólo depende de los que salten a la cancha recuperarlo, depende también de aquellos que toman las decisiones, y de los que acompañan al equipo, muchos de ellos, mal llamados hinchas, manifestaron su ira con burlas al equipo, eso es una muestra de falta de corazón tanto o más grande que la de un trotón en el campo de juego, y por suerte otros más conscientes de la identidad del club les hicieron callar. Despertemos de una vez y volvamos a ser ese equipo al que no le importa cuántos goles haga el rival, porque siempre, siempre haremos uno más.
Posted on: Fri, 30 Aug 2013 04:31:38 +0000
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