CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE LEÓN A los Sacerdotes, Religiosos, - TopicsExpress



          

CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE LEÓN A los Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y Laicos de la Diócesis ACERCA DE LA PIEDAD CATÓLICA CON MOTIVO DE LA CLAUSURA DEL AÑO DE LA FE (León 21 de Noviembre del 2013) Introducción Hermanos y Hermanas: al clausurarse el año de la fe en la solemnidad de Cristo Rey y a pocos días de conmemorar el primer centenario de la Provincia Eclesiástica Managüense realizada por el Papa San Pio X, el 2 de Dic. 1913, me ha parecido bien escribirles para invitarles a celebrar con gozo nuestra pertenencia a la Iglesia Católica y para unirnos en alabanza a Dios por estos acontecimientos eclesiales tan llenos de bendición para todos. Nuestra Diócesis celebra pues estas efemérides con sentimiento de gratitud al Señor nuestro Dios y con honda satisfacción al verificar que el trabajo misionero y evangelizador de la Diócesis de León llevado a cabo por obispos, sacerdotes, religiosos y laicos durante varios siglos y gracias a la acción del Espíritu Santo y a la asistencia maternal de la Virgen María la Madre de Jesús, fue tan fructífero hasta engendrar nuevas Iglesias particulares. Iglesias que desde la Catedral de León en Nicaragua recibieron el don de la proclamación del Evangelio de Cristo y viven de esta fe católica y apostólica en sus respectivos territorios Diocesanos actuales. Entre tantas cosas que quiero decirles a ustedes, hermanos y hermanas de León y Chinandega me ha parecido, en esta ocasión celebrativa, referirme a la piedad popular católica tan presente en Nicaragua desde el inicio de nuestra primera evangelización. I. La Piedad Católica es Don de Dios Me impulsa a hablarles de este tema no solo la obligación que tengo de cumplir la misión de velar para que los dones que el Señor Jesucristo ha dado a su Iglesia -dones entre los que está la piedad- sean apreciados y salvaguardados de todo error, sino que también me impulsa la necesidad que tengo de compartir con ustedes mi propia experiencia de haber recibido las primeras caricias del Espíritu Divino y de la Virgen María precisamente a través de los signos e imágenes religiosas, por medio de las oraciones y de las catequesis sencillas en el hogar, en la Parroquia, en una palabra en las practicas religiosas con las que generalmente los católicos viven su fe y mantienen – débil o fuertemente – la comunión eclesial y se ejercitan en las prácticas de penitencia y de caridad. A esta atmosfera de sencilla piedad es posible que muchos de ustedes deban el primer descubrimiento del valor y de la alegría de la fe; el contacto personal con Dios en la oración y el intimo gozo de pertenecer a la familia eclesial, el maravilloso impulso de amor filial a la Madre de Jesucristo y el natural recurso a los santos y santas rogándoles que pidan a Dios por nosotros y nuestras necesidades. Por lo demás el ministerio sacerdotal que el Padre del cielo me ha concedido ejercer durante muchos años me ha permitido vivir con la feligresía católica un bellísimo intercambio: mientras he tratado – con todas las fallas propias de mi condición pecadora – llevarles el Mensaje del Evangelio de Cristo que nos hace llamar “Padre” a Dios y “Madre” a la Virgen Santísima, la sencilla piedad de esa feligresía me levanta el animo, me rejuvenece en el Señor y me compromete más con la misión evangelizadora. Y esto es así porque la piedad del pueblo católico cuando es legitima y despojada de errores, supersticiones y de practicas desviadas de la doctrina y de la moral de la Iglesia es un autentico regalo divino a la Iglesia. Es intención mía al escribirles esta carta; rendir honor a un pueblo que da gloria a Dios, honra a la Virgen y alegra a la Iglesia con su piedad sencilla y valiente. Esta piedad heredada de nuestros antepasados ha llegado a ser algo profundamente propio de la cultura y de la identidad del católico nicaragüense. En ocasiones de escasez de clero o a causa de convulsiones bélicas y del asedio ideológico-religioso al que han sido sometidos los católicos en el campo y en las ciudades, la piedad popular mediante imágenes sagradas o de oraciones como el Rosario y la Vía Sacra, la Señal de la Cruz, los objetos Sagrados como la Medalla y Escapularios, el uso del agua bendita, ha mantenido la adhesión a la Iglesia Católica de muchísimas personas. Y esto es tanto más importante de tenerse en cuenta cuando católicos supuestamente mejor formados son vencidos por el respeto humano, ocultan su fe o caen en la tibieza espiritual y en acomodamiento de la vida a la corriente antievangélica del mundo. II Fe y obras Sabemos que nuestra respuesta al don de la fe que hemos recibido de Dios no permanece oculta en lo intimo de nuestro ser, sino que se manifiesta al exterior mediante el testimonio de una vida coherente con el Evangelio, e incluso con actitudes y acciones corporales o sensibles que nos dan a conocer como discípulos de Jesucristo y como miembros de su Iglesia Católica. a) Jesucristo es Evangelio del Padre La Encarnación del Hijo de Dios en el seno Virginal de María Santísima y la Redención del género humano realizada por el mismo Verbo Encarnado en presencia de su Madre en el Monte Calvario nos hacen conocer el excesivo Amor de Dios por nosotros. El Verbo de Dios al Encarnarse se ha puesto a nuestro alcance y ha enseñado su doctrina haciéndola comprensible a nuestra naturaleza humana que es corporal y espiritual. Es más, siendo Jesucristo Dios y Hombre verdadero y por ello nuestro Mediador quiso darnos el perdón de nuestros pecados y la gracia por medio de su muerte y resurrección. La Iglesia, Asamblea de todos los que creen en Cristo está llamada a anunciar a todos los hombres y mujeres de la tierra la salvación precisamente por medio del mismo Cristo y enseña que en comunión con la Virgen María y los Santos mediante la catequesis, la oración, los sacramentos y el ejercicio de la caridad vivificada por la esperanza y la fe, es como se consigue dicha salvación. No debemos pues separar la fe de las obras, ni a Cristo de su Iglesia. El Espíritu Santo es quien da unidad a las obras de Jesucristo y a su Iglesia. No está de más recordar que el mismo Maestro no solo predicaba y anunciaba la llegada del Reino de Dios a la tierra sino que daba signos por medio de los cuales hacía más comprensible su Mensaje de Vida y Salvación: Curó enfermos, realizó prodigios hasta resucitar muertos para que vieran que el Hijo del Hombre tenía poder Divino y era el Camino, la Verdad y era el Enviado del Padre. b) La Iglesia es Sacramento de Cristo En nuestro segundo sínodo diocesano la Piedad Popular motivó un gran interés entre los sinodales y se legisló con mucho aprecio y con respeto acerca de la religiosidad de los católicos de la Diócesis del campo y de las ciudades. Desde la Exhortación Apostólica sobre el Anuncio del Evangelio del Papa Pablo VI, pasando por el riquísimo Magisterio del venerado Juan Pablo II y de Benedicto XVI hasta las enseñanzas del actual pontífice Francisco, sin olvidar el Magisterio de los Obispos de América Latina y el Caribe en Puebla y en Aparecida, la piedad popular católica ha sido reconocida como un autentico valor religioso e incluso como un don del Espíritu Santo y ha sido defendido de los injustos ataques que ha recibido de parte de quienes – dentro o fuera de la Iglesia - se fijan en aspectos negativos que no provienen de la misma piedad , sino más bien son fruto de la ignorancia por la falta de una adecuada catequesis, de la que son más culpables no los fieles, sino los que teniendo el encargo de cuidar y alimentar doctrinalmente a los más sencillos y a los pequeños los hemos marginado en gran parte de nuestros planes pastorales. Debo aclarar que la genuina piedad católica llega en no pocos casos a ser tan digna que no está ausente de quienes han sido llevados por Dios a subida contemplación como lo prueba la vida de santos y doctores de la Iglesia (Sta. Teresa, S. Francisco de Asís, S. Alfonso, Sta. Gertrudis, Don Bosco, San Juan María Vianney, la Beata Sor María Romero, los Beatos Isidoro Bakanja Mártir del Escapulario y Ceferino Jiménez mártir del Rosario, etc.). Por eso repito, que esta piedad necesita ser protegida y cuidada con cariño por quienes tenemos esta obligación para preservarla de quedar reducida a sensiblería, manifestaciones meramente folclóricas, a acciones y actitudes extravagantes y hasta dañinas como sucede cuando se junta lo religioso con los vicios de los carnavales, orgias y embriagueces o cuando se aleja de la sana doctrina cayendo en el error. Pero dejando aparte todo esto que no representa la verdadera piedad católica, debe reconocerse con satisfacción la capacidad que tiene esta piedad para desafiar el que dirán y dar ejemplo de penitencia, de oración y de acción de gracias. Muchas veces son los que viven esta religiosidad sencilla quienes dan ejemplo heroicos de defensa de la fe y son de aquellos que no se avergüenzan de Cristo en los ambientes más adversos y violentos contra la Iglesia y su doctrina. III La Liturgia y la Piedad Católica Debo aclarar, hermanos y hermanas, que no se identifica la acción y oración litúrgicas con la piedad popular; sin embargo, no hay entre una y otra contradicción, sino más bien de alguna manera se complementan y acompañan en el crecimiento de los fieles. a) La Liturgia La liturgia es la oración más perfecta de la Iglesia y la celebración oficial del más puro amor a Dios realizada por el Pueblo de la Nueva Alianza, que ofrece al Padre, por los méritos infinitos de Jesucristo y en el fuego divino del Espíritu Santo, honor y gloria en unión de la Virgen y de todos los bienaventurados del cielo. La acción litúrgica es no solo manifestación de la presencia del Hijo de Dios, en el mundo sino que es también actividad de Cristo que pasa realmente entre nosotros hablándonos, haciendo el bien, consolando y sanando a los enfermos y destruyendo la acción del demonio en el mundo y en cada hombre y mujer de la tierra sobre todo por medio de los Sacramentos y de la oración. En la celebración litúrgica, además, hablamos al Padre celestial y El nos responde con su Santa Palabra haciendo que ya desde ahora en la tierra experimentemos por el Espíritu Santo la intima unión con El hasta vivir de su misma vida trinitaria, Vida que gozaremos en plenitud en la eternidad. Por otra parte es la liturgia, conveniente y dignamente celebrada, camino seguro para lograr unir espíritu y materia, contemplación y actividad, tiempo y eternidad. En fin la participación en la Liturgia de la Iglesia nos capacita para hacer de nuestra vida, uniéndola a la del Señor, una ofrenda agradable a la Santísima Trinidad. La Virgen, nuestra Señora, celebraba también ella en la liturgia por su dignidad de Madre de Dios, es también para nosotros modelo de oración y como nosotros adoradora de Dios y para dicha nuestra medianera maternal ante El. b) La Piedad Católica La piedad católica de la que he venido escribiéndoles, hermanos y hermana es atmósfera que nos asegura que espiritualmente estamos vivos en el pensamiento divino o que estamos aun a tiempo de revivir si hemos muerto por el pecado. La Piedad católica es signo vital si se alimenta con la instrucción de la Biblia y de la catequesis eclesial y la caridad. La Piedad del Pueblo Católico en su pequeñez y a pesar de sus posibles deficiencias es una señal externa de renovación de las promesas del Bautismo y una sincera suplica a la misericordia de Dios y una actitud humilde que recuerda la del publicano, es una manera de exorcizar la acción maligna. Se reconoce la piedad de la Iglesia sobre todo a través del respeto y veneración a Jesús Sacramentado, por la contemplación de la Pasión de Jesucristo, de la devoción amorosa y permanente a la Madre Santísima de Cristo y nuestra Madre, en el recurso los santos, en el interés de lograr las indulgencias a favor de nuestros difuntos, en el uso del agua bendita y en el aprecio a los sacramentales. La piedad popular es una ayuda que la Iglesia asistida por el Espíritu Santo ofrece principalmente a los pequeños y sencillos de corazón que habiendo sido bautizados necesitan ser fortalecidos contra los ataques del demonio y de los enemigos de su fe. La piedad popular pues, nos prepara de manera provechosa para la liturgia y nos da oraciones y actitudes adecuadas para prolongarla (la liturgia) en la vida diaria. Es también en casos extremos una chispa de fe, esperanza y caridad. Y bien viene aquí el dicho de Jesús de que no vino a apagar la mecha humeante ni a romper totalmente la caña resquebrajada”. No despreciemos hermanos y hermanas, lo que Dios valora, ni censuremos a quienes viven de la piedad popular. Cuidemos mucho de no escandalizar con actitudes de pretendida sabiduría humana a los pequeños del Señor, sino más bien tratemos de darles asideros que aunque a nosotros nos parezcan de poco valor para la salvación pueden ser - y lo son de hecho para muchos - ocasiones para que se demuestre que Dios puede dar vida a partir de una sencilla fe, porque El no solo es Poderoso sino también rico en Piedad y en misericordia. Recordemos que la regla suprema de la ley es la caridad que nos impide humillar o marginar a los enfermos que Cristo vino a sanar y a los pecadores a quienes el Redentor quiere perdonar. IV Pastoral de la Piedad Católica Conscientes de que la piedad popular debe ser manifestación de lo que el catolicismo tiene de más profundo, de más normativo, de más edificante, de más santamente consolador y recordando que “la piedad es útil para todo ya que está llena de promesas para esta vida y la futura” ( 1 Tm. 4, , tenemos que reconocer, sin embargo, que por ser precisamente algo valioso y santo la piedad popular ha sido golpeada duramente hasta necesitar urgentemente una atención y un cuidado especial en nuestra pastoral. a) Catequesis, oración y penitencia Este cuidado se refiere sobre todo al interés con el que debemos enseñar y explicar el catecismo católico en los hogares y en los colegios, en las instituciones de la Iglesia y en las Parroquias y Capellanías. De importancia fundamental es enseñar a orar diariamente sobre todo en familia. Es este un momento para recomendar vivamente el rezo del Santo Rosario, la consagración de las familias a los Sagrados Corazones de Jesús y María Santísima, y la lectura de la Palabra de Dios en todos las casas. Vigilemos para que las oraciones sean rectas en doctrina y hasta donde sea posible se inspiren en la oración litúrgica y bíblica, rechazando todo aquello que contenga ideas supersticiosas o sentimientos opuestos a la caridad con intención de hacer daño al prójimo. Que en nuestras visitas misioneras a los hogares invitemos fraternalmente a la asistencia a las actividades y celebraciones de la Iglesia no solo con motivo de aniversarios de difuntos, de acción de gracias por cumplimiento de quince años o por otro motivo familiar, sino también en las misas del día domingo y de las solemnidades del Señor –como Navidad y Pascua- y de la Virgen Santísima –como su Inmaculada Concepción y su Asunción. Recomendemos que las promesas que se hagan y las penitencias estén revestidas de caridad, ya que el amor es lo que hace valiosa ante Dios la mortificación y que no sean dañinas para el bienestar económico de la persona o de su familia, ni sean perjudiciales a la salud mental o física. Y siempre es preferible que la penitencia lleve a cooperar con la gracia de Dios para superar vicios y apegos pecaminosos. Una piedad así está lejos de toda superstición. De todo desvío religioso y de todo exceso, extravagancia o pecado que la contamine y la destruya. b) Caridad y Misión La Piedad popular no solo es útil para vencer el pecado mediante al recurso constante de la oración de petición, sino que tiene virtud para conducir a los fieles a una vida cristiana extraordinaria, es decir a una subida contemplación y hasta a la unión con el Señor en el puro amor. De esta manera se hará realidad el ejercicio de la caridad hacia el prójimo y será posible para el discípulo de Cristo vivir el espíritu de las Bienaventuranzas y en consecuencia, cumplir el mandato misionero que nos dio el Señor: Vayan al mundo entero anunciando el Evangelio. Trabajen pues, hermanos y hermanas, para que la Misión de la Iglesia en nuestra Diócesis sea una realidad gozosa. No olvidemos que en el mundo entero se conoce el catolicismo y se sabe que vive por los signos sencillos y humildes de la piedad popular. Basta pensar en el rezo del Rosario, en el Escapulario del Carmen, en la meditación del camino de la cruz (Vía Crucis), en la dedicación de los primeros viernes de cada mes al Sagrado Corazón de Jesús y de los primeros sábados al Corazón Inmaculado de María, en el culto amoroso a Jesús Sacramentado, la piedad con los difuntos, las imágenes, etc. Me atrevería a decir que en la piedad popular bien practicada y acorde con la doctrina de la Iglesia se manifiesta uno de los más grandes valores de la espiritualidad cristiana que es la infancia espiritual (la humildad y la sencillez del corazón) que es fuerza y valor para enfrentar la “sabiduría” del mundo y autentica caridad ya que el amor verdadero no está exento de cierta locura y escándalo para el mundo en sus expresiones de amor y amor tan grande que desafía al que dirán. Esto debe de lograrse en la vida familiar y en la Iglesia en general. Ocasiones tenemos y muy buenas para lograrlo en nuestra Diócesis. Pensemos en el Adviento buscando la unión con el Señor y con la presencia en este Sagrado tiempo de la Virgen Inmaculada con su novena, sus altares, sus cantos, la gritería, pensemos en Navidad con sus “nacimientos” y villancicos y pastorelas con la presencia de la Virgen y San José. (Sagrada Familia). Pensemos en Cuaresma con sus Vía Crucis y el recuerdo de la Dolorosa. Pensemos en Pascua de Resurrección y en las alegres fiestas del mes de Mayo en honor a la Reina del Cielo. Pensemos también en nuestra Gritería de penitencia que prepara a la Solemnidad de la Asunción de la Virgen. Pensemos en las fiestas patronales y en las peregrinaciones a los Santuarios en honor del Señor y de la Virgen. Pensemos en nuestros jueves Eucarísticos y en las visitas a Jesús Sacramentado. Pensemos en las celebraciones familiares como son los nacimientos, y las alegrías que acompaña a las celebraciones de los sacramentos, así como también en el acompañamiento que debe dárseles en situaciones de duelo o de especiales problemas en el hogar. Pensemos en fin en tantas devociones que enriquecen la vida diaria del católico nicaragüense. Conclusión Para terminar esta carta deseo para todos ustedes sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos de León y Chinandega especiales bendiciones de Dios nuestro Señor y que a todos nos sea concedida la gracia de vivir con alegría nuestra fe católica celebrándola dignamente en la liturgia y manifestándola valientemente con una piedad sin hipocresía. Quisiera que todos, hermanos y hermanas, pudiéramos entrar en esta corriente de espiritualidad que sabe celebrar y vivir la liturgia y que, con la mayor naturalidad, ora, hace penitencia y se goza en el Señor prodigiosamente. Que Nuestra Señora, la siempre Virgen María, cuya presencia es tan importante y significativa en la liturgia de la Iglesia Católica y en el corazón de los verdaderos discípulos de Jesucristo nos acerque cada vez más a su Divino Hijo. Que el manto maternal de María Santísima sea defensa para todos y garantía de la consecución de la paz en esta Navidad y en el próximo año que será dedicado a la familia. + Mons. César Bosco María Vivas Robelo Obispo de León y Chinandega CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE LEÓN A los Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y Laicos de la Diócesis ACERCA DE LA PIEDAD CATÓLICA CON MOTIVO DE LA CLAUSURA DEL AÑO DE LA FE (León 21 de Noviembre del 2013) Introducción Hermanos y Hermanas: al clausurarse el año de la fe en la solemnidad de Cristo Rey y a pocos días de conmemorar el primer centenario de la Provincia Eclesiástica Managüense realizada por el Papa San Pio X, el 2 de Dic. 1913, me ha parecido bien escribirles para invitarles a celebrar con gozo nuestra pertenencia a la Iglesia Católica y para unirnos en alabanza a Dios por estos acontecimientos eclesiales tan llenos de bendición para todos. Nuestra Diócesis celebra pues estas efemérides con sentimiento de gratitud al Señor nuestro Dios y con honda satisfacción al verificar que el trabajo misionero y evangelizador de la Diócesis de León llevado a cabo por obispos, sacerdotes, religiosos y laicos durante varios siglos y gracias a la acción del Espíritu Santo y a la asistencia maternal de la Virgen María la Madre de Jesús, fue tan fructífero hasta engendrar nuevas Iglesias particulares. Iglesias que desde la Catedral de León en Nicaragua recibieron el don de la proclamación del Evangelio de Cristo y viven de esta fe católica y apostólica en sus respectivos territorios Diocesanos actuales. Entre tantas cosas que quiero decirles a ustedes, hermanos y hermanas de León y Chinandega me ha parecido, en esta ocasión celebrativa, referirme a la piedad popular católica tan presente en Nicaragua desde el inicio de nuestra primera evangelización. I. La Piedad Católica es Don de Dios Me impulsa a hablarles de este tema no solo la obligación que tengo de cumplir la misión de velar para que los dones que el Señor Jesucristo ha dado a su Iglesia -dones entre los que está la piedad- sean apreciados y salvaguardados de todo error, sino que también me impulsa la necesidad que tengo de compartir con ustedes mi propia experiencia de haber recibido las primeras caricias del Espíritu Divino y de la Virgen María precisamente a través de los signos e imágenes religiosas, por medio de las oraciones y de las catequesis sencillas en el hogar, en la Parroquia, en una palabra en las practicas religiosas con las que generalmente los católicos viven su fe y mantienen – débil o fuertemente – la comunión eclesial y se ejercitan en las prácticas de penitencia y de caridad. A esta atmosfera de sencilla piedad es posible que muchos de ustedes deban el primer descubrimiento del valor y de la alegría de la fe; el contacto personal con Dios en la oración y el intimo gozo de pertenecer a la familia eclesial, el maravilloso impulso de amor filial a la Madre de Jesucristo y el natural recurso a los santos y santas rogándoles que pidan a Dios por nosotros y nuestras necesidades. Por lo demás el ministerio sacerdotal que el Padre del cielo me ha concedido ejercer durante muchos años me ha permitido vivir con la feligresía católica un bellísimo intercambio: mientras he tratado – con todas las fallas propias de mi condición pecadora – llevarles el Mensaje del Evangelio de Cristo que nos hace llamar “Padre” a Dios y “Madre” a la Virgen Santísima, la sencilla piedad de esa feligresía me levanta el animo, me rejuvenece en el Señor y me compromete más con la misión evangelizadora. Y esto es así porque la piedad del pueblo católico cuando es legitima y despojada de errores, supersticiones y de practicas desviadas de la doctrina y de la moral de la Iglesia es un autentico regalo divino a la Iglesia. Es intención mía al escribirles esta carta; rendir honor a un pueblo que da gloria a Dios, honra a la Virgen y alegra a la Iglesia con su piedad sencilla y valiente. Esta piedad heredada de nuestros antepasados ha llegado a ser algo profundamente propio de la cultura y de la identidad del católico nicaragüense. En ocasiones de escasez de clero o a causa de convulsiones bélicas y del asedio ideológico-religioso al que han sido sometidos los católicos en el campo y en las ciudades, la piedad popular mediante imágenes sagradas o de oraciones como el Rosario y la Vía Sacra, la Señal de la Cruz, los objetos Sagrados como la Medalla y Escapularios, el uso del agua bendita, ha mantenido la adhesión a la Iglesia Católica de muchísimas personas. Y esto es tanto más importante de tenerse en cuenta cuando católicos supuestamente mejor formados son vencidos por el respeto humano, ocultan su fe o caen en la tibieza espiritual y en acomodamiento de la vida a la corriente antievangélica del mundo. II Fe y obras Sabemos que nuestra respuesta al don de la fe que hemos recibido de Dios no permanece oculta en lo intimo de nuestro ser, sino que se manifiesta al exterior mediante el testimonio de una vida coherente con el Evangelio, e incluso con actitudes y acciones corporales o sensibles que nos dan a conocer como discípulos de Jesucristo y como miembros de su Iglesia Católica. a) Jesucristo es Evangelio del Padre La Encarnación del Hijo de Dios en el seno Virginal de María Santísima y la Redención del género humano realizada por el mismo Verbo Encarnado en presencia de su Madre en el Monte Calvario nos hacen conocer el excesivo Amor de Dios por nosotros. El Verbo de Dios al Encarnarse se ha puesto a nuestro alcance y ha enseñado su doctrina haciéndola comprensible a nuestra naturaleza humana que es corporal y espiritual. Es más, siendo Jesucristo Dios y Hombre verdadero y por ello nuestro Mediador quiso darnos el perdón de nuestros pecados y la gracia por medio de su muerte y resurrección. La Iglesia, Asamblea de todos los que creen en Cristo está llamada a anunciar a todos los hombres y mujeres de la tierra la salvación precisamente por medio del mismo Cristo y enseña que en comunión con la Virgen María y los Santos mediante la catequesis, la oración, los sacramentos y el ejercicio de la caridad vivificada por la esperanza y la fe, es como se consigue dicha salvación. No debemos pues separar la fe de las obras, ni a Cristo de su Iglesia. El Espíritu Santo es quien da unidad a las obras de Jesucristo y a su Iglesia. No está de más recordar que el mismo Maestro no solo predicaba y anunciaba la llegada del Reino de Dios a la tierra sino que daba signos por medio de los cuales hacía más comprensible su Mensaje de Vida y Salvación: Curó enfermos, realizó prodigios hasta resucitar muertos para que vieran que el Hijo del Hombre tenía poder Divino y era el Camino, la Verdad y era el Enviado del Padre. b) La Iglesia es Sacramento de Cristo En nuestro segundo sínodo diocesano la Piedad Popular motivó un gran interés entre los sinodales y se legisló con mucho aprecio y con respeto acerca de la religiosidad de los católicos de la Diócesis del campo y de las ciudades. Desde la Exhortación Apostólica sobre el Anuncio del Evangelio del Papa Pablo VI, pasando por el riquísimo Magisterio del venerado Juan Pablo II y de Benedicto XVI hasta las enseñanzas del actual pontífice Francisco, sin olvidar el Magisterio de los Obispos de América Latina y el Caribe en Puebla y en Aparecida, la piedad popular católica ha sido reconocida como un autentico valor religioso e incluso como un don del Espíritu Santo y ha sido defendido de los injustos ataques que ha recibido de parte de quienes – dentro o fuera de la Iglesia - se fijan en aspectos negativos que no provienen de la misma piedad , sino más bien son fruto de la ignorancia por la falta de una adecuada catequesis, de la que son más culpables no los fieles, sino los que teniendo el encargo de cuidar y alimentar doctrinalmente a los más sencillos y a los pequeños los hemos marginado en gran parte de nuestros planes pastorales. Debo aclarar que la genuina piedad católica llega en no pocos casos a ser tan digna que no está ausente de quienes han sido llevados por Dios a subida contemplación como lo prueba la vida de santos y doctores de la Iglesia (Sta. Teresa, S. Francisco de Asís, S. Alfonso, Sta. Gertrudis, Don Bosco, San Juan María Vianney, la Beata Sor María Romero, los Beatos Isidoro Bakanja Mártir del Escapulario y Ceferino Jiménez mártir del Rosario, etc.). Por eso repito, que esta piedad necesita ser protegida y cuidada con cariño por quienes tenemos esta obligación para preservarla de quedar reducida a sensiblería, manifestaciones meramente folclóricas, a acciones y actitudes extravagantes y hasta dañinas como sucede cuando se junta lo religioso con los vicios de los carnavales, orgias y embriagueces o cuando se aleja de la sana doctrina cayendo en el error. Pero dejando aparte todo esto que no representa la verdadera piedad católica, debe reconocerse con satisfacción la capacidad que tiene esta piedad para desafiar el que dirán y dar ejemplo de penitencia, de oración y de acción de gracias. Muchas veces son los que viven esta religiosidad sencilla quienes dan ejemplo heroicos de defensa de la fe y son de aquellos que no se avergüenzan de Cristo en los ambientes más adversos y violentos contra la Iglesia y su doctrina. III La Liturgia y la Piedad Católica Debo aclarar, hermanos y hermanas, que no se identifica la acción y oración litúrgicas con la piedad popular; sin embargo, no hay entre una y otra contradicción, sino más bien de alguna manera se complementan y acompañan en el crecimiento de los fieles. a) La Liturgia La liturgia es la oración más perfecta de la Iglesia y la celebración oficial del más puro amor a Dios realizada por el Pueblo de la Nueva Alianza, que ofrece al Padre, por los méritos infinitos de Jesucristo y en el fuego divino del Espíritu Santo, honor y gloria en unión de la Virgen y de todos los bienaventurados del cielo. La acción litúrgica es no solo manifestación de la presencia del Hijo de Dios, en el mundo sino que es también actividad de Cristo que pasa realmente entre nosotros hablándonos, haciendo el bien, consolando y sanando a los enfermos y destruyendo la acción del demonio en el mundo y en cada hombre y mujer de la tierra sobre todo por medio de los Sacramentos y de la oración. En la celebración litúrgica, además, hablamos al Padre celestial y El nos responde con su Santa Palabra haciendo que ya desde ahora en la tierra experimentemos por el Espíritu Santo la intima unión con El hasta vivir de su misma vida trinitaria, Vida que gozaremos en plenitud en la eternidad. Por otra parte es la liturgia, conveniente y dignamente celebrada, camino seguro para lograr unir espíritu y materia, contemplación y actividad, tiempo y eternidad. En fin la participación en la Liturgia de la Iglesia nos capacita para hacer de nuestra vida, uniéndola a la del Señor, una ofrenda agradable a la Santísima Trinidad. La Virgen, nuestra Señora, celebraba también ella en la liturgia por su dignidad de Madre de Dios, es también para nosotros modelo de oración y como nosotros adoradora de Dios y para dicha nuestra medianera maternal ante El. b) La Piedad Católica La piedad católica de la que he venido escribiéndoles, hermanos y hermana es atmósfera que nos asegura que espiritualmente estamos vivos en el pensamiento divino o que estamos aun a tiempo de revivir si hemos muerto por el pecado. La Piedad católica es signo vital si se alimenta con la instrucción de la Biblia y de la catequesis eclesial y la caridad. La Piedad del Pueblo Católico en su pequeñez y a pesar de sus posibles deficiencias es una señal externa de renovación de las promesas del Bautismo y una sincera suplica a la misericordia de Dios y una actitud humilde que recuerda la del publicano, es una manera de exorcizar la acción maligna. Se reconoce la piedad de la Iglesia sobre todo a través del respeto y veneración a Jesús Sacramentado, por la contemplación de la Pasión de Jesucristo, de la devoción amorosa y permanente a la Madre Santísima de Cristo y nuestra Madre, en el recurso los santos, en el interés de lograr las indulgencias a favor de nuestros difuntos, en el uso del agua bendita y en el aprecio a los sacramentales. La piedad popular es una ayuda que la Iglesia asistida por el Espíritu Santo ofrece principalmente a los pequeños y sencillos de corazón que habiendo sido bautizados necesitan ser fortalecidos contra los ataques del demonio y de los enemigos de su fe. La piedad popular pues, nos prepara de manera provechosa para la liturgia y nos da oraciones y actitudes adecuadas para prolongarla (la liturgia) en la vida diaria. Es también en casos extremos una chispa de fe, esperanza y caridad. Y bien viene aquí el dicho de Jesús de que no vino a apagar la mecha humeante ni a romper totalmente la caña resquebrajada”. No despreciemos hermanos y hermanas, lo que Dios valora, ni censuremos a quienes viven de la piedad popular. Cuidemos mucho de no escandalizar con actitudes de pretendida sabiduría humana a los pequeños del Señor, sino más bien tratemos de darles asideros que aunque a nosotros nos parezcan de poco valor para la salvación pueden ser - y lo son de hecho para muchos - ocasiones para que se demuestre que Dios puede dar vida a partir de una sencilla fe, porque El no solo es Poderoso sino también rico en Piedad y en misericordia. Recordemos que la regla suprema de la ley es la caridad que nos impide humillar o marginar a los enfermos que Cristo vino a sanar y a los pecadores a quienes el Redentor quiere perdonar. IV Pastoral de la Piedad Católica Conscientes de que la piedad popular debe ser manifestación de lo que el catolicismo tiene de más profundo, de más normativo, de más edificante, de más santamente consolador y recordando que “la piedad es útil para todo ya que está llena de promesas para esta vida y la futura” ( 1 Tm. 4, 8), tenemos que reconocer, sin embargo, que por ser precisamente algo valioso y santo la piedad popular ha sido golpeada duramente hasta necesitar urgentemente una atención y un cuidado especial en nuestra pastoral. a) Catequesis, oración y penitencia Este cuidado se refiere sobre todo al interés con el que debemos enseñar y explicar el catecismo católico en los hogares y en los colegios, en las instituciones de la Iglesia y en las Parroquias y Capellanías. De importancia fundamental es enseñar a orar diariamente sobre todo en familia. Es este un momento para recomendar vivamente el rezo del Santo Rosario, la consagración de las familias a los Sagrados Corazones de Jesús y María Santísima, y la lectura de la Palabra de Dios en todos las casas. Vigilemos para que las oraciones sean rectas en doctrina y hasta donde sea posible se inspiren en la oración litúrgica y bíblica, rechazando todo aquello que contenga ideas supersticiosas o sentimientos opuestos a la caridad con intención de hacer daño al prójimo. Que en nuestras visitas misioneras a los hogares invitemos fraternalmente a la asistencia a las actividades y celebraciones de la Iglesia no solo con motivo de aniversarios de difuntos, de acción de gracias por cumplimiento de quince años o por otro motivo familiar, sino también en las misas del día domingo y de las solemnidades del Señor –como Navidad y Pascua- y de la Virgen Santísima –como su Inmaculada Concepción y su Asunción. Recomendemos que las promesas que se hagan y las penitencias estén revestidas de caridad, ya que el amor es lo que hace valiosa ante Dios la mortificación y que no sean dañinas para el bienestar económico de la persona o de su familia, ni sean perjudiciales a la salud mental o física. Y siempre es preferible que la penitencia lleve a cooperar con la gracia de Dios para superar vicios y apegos pecaminosos. Una piedad así está lejos de toda superstición. De todo desvío religioso y de todo exceso, extravagancia o pecado que la contamine y la destruya. b) Caridad y Misión La Piedad popular no solo es útil para vencer el pecado mediante al recurso constante de la oración de petición, sino que tiene virtud para conducir a los fieles a una vida cristiana extraordinaria, es decir a una subida contemplación y hasta a la unión con el Señor en el puro amor. De esta manera se hará realidad el ejercicio de la caridad hacia el prójimo y será posible para el discípulo de Cristo vivir el espíritu de las Bienaventuranzas y en consecuencia, cumplir el mandato misionero que nos dio el Señor: Vayan al mundo entero anunciando el Evangelio. Trabajen pues, hermanos y hermanas, para que la Misión de la Iglesia en nuestra Diócesis sea una realidad gozosa. No olvidemos que en el mundo entero se conoce el catolicismo y se sabe que vive por los signos sencillos y humildes de la piedad popular. Basta pensar en el rezo del Rosario, en el Escapulario del Carmen, en la meditación del camino de la cruz (Vía Crucis), en la dedicación de los primeros viernes de cada mes al Sagrado Corazón de Jesús y de los primeros sábados al Corazón Inmaculado de María, en el culto amoroso a Jesús Sacramentado, la piedad con los difuntos, las imágenes, etc. Me atrevería a decir que en la piedad popular bien practicada y acorde con la doctrina de la Iglesia se manifiesta uno de los más grandes valores de la espiritualidad cristiana que es la infancia espiritual (la humildad y la sencillez del corazón) que es fuerza y valor para enfrentar la “sabiduría” del mundo y autentica caridad ya que el amor verdadero no está exento de cierta locura y escándalo para el mundo en sus expresiones de amor y amor tan grande que desafía al que dirán. Esto debe de lograrse en la vida familiar y en la Iglesia en general. Ocasiones tenemos y muy buenas para lograrlo en nuestra Diócesis. Pensemos en el Adviento buscando la unión con el Señor y con la presencia en este Sagrado tiempo de la Virgen Inmaculada con su novena, sus altares, sus cantos, la gritería, pensemos en Navidad con sus “nacimientos” y villancicos y pastorelas con la presencia de la Virgen y San José. (Sagrada Familia). Pensemos en Cuaresma con sus Vía Crucis y el recuerdo de la Dolorosa. Pensemos en Pascua de Resurrección y en las alegres fiestas del mes de Mayo en honor a la Reina del Cielo. Pensemos también en nuestra Gritería de penitencia que prepara a la Solemnidad de la Asunción de la Virgen. Pensemos en las fiestas patronales y en las peregrinaciones a los Santuarios en honor del Señor y de la Virgen. Pensemos en nuestros jueves Eucarísticos y en las visitas a Jesús Sacramentado. Pensemos en las celebraciones familiares como son los nacimientos, y las alegrías que acompaña a las celebraciones de los sacramentos, así como también en el acompañamiento que debe dárseles en situaciones de duelo o de especiales problemas en el hogar. Pensemos en fin en tantas devociones que enriquecen la vida diaria del católico nicaragüense. Conclusión Para terminar esta carta deseo para todos ustedes sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos de León y Chinandega especiales bendiciones de Dios nuestro Señor y que a todos nos sea concedida la gracia de vivir con alegría nuestra fe católica celebrándola dignamente en la liturgia y manifestándola valientemente con una piedad sin hipocresía. Quisiera que todos, hermanos y hermanas, pudiéramos entrar en esta corriente de espiritualidad que sabe celebrar y vivir la liturgia y que, con la mayor naturalidad, ora, hace penitencia y se goza en el Señor prodigiosamente. Que Nuestra Señora, la siempre Virgen María, cuya presencia es tan importante y significativa en la liturgia de la Iglesia Católica y en el corazón de los verdaderos discípulos de Jesucristo nos acerque cada vez más a su Divino Hijo. Que el manto maternal de María Santísima sea defensa para todos y garantía de la consecución de la paz en esta Navidad y en el próximo año que será dedicado a la familia. + Mons. César Bosco María Vivas Robelo Obispo de León y Chinandega
Posted on: Fri, 22 Nov 2013 02:00:37 +0000

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