CUANDO LO QUE DIOS HACE NO TIENE SENTIDO. Chuck Frye era un - TopicsExpress



          

CUANDO LO QUE DIOS HACE NO TIENE SENTIDO. Chuck Frye era un joven muy inteligente de diecisiete años, poseía altas dotes intelectuales y un nivel sumamente alto de motivación. Después de graduarse de secundaria con los grados más altos de su clase, entró a la universidad, donde continuó sobresaliendo en sus estudios. Cuando obtuvo su licenciatura en ciencias, solicitó su ingreso a varias facultades de medicina. La competencia para que alguien fuera aceptado en una facultad de medicina era muy grande en ese tiempo, y lo sigue siendo hoy. En ese entonces, yo era profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad del Sur de California, donde cada año recibían 6.000 solicitudes, y solamente 106 alumnos eran aceptados. Eso era algo típico de los programas autorizados de estudios médicos en esa área. A pesar de que las probabilidades eran muy pocas, Chuck fue aceptado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Arizona, y comenzó sus estudios en el mes de septiembre. Durante el primer trimestre, Chuck pensó mucho en el llamamiento que Dios estaba haciéndole. Empezó a tener el convencimiento de que debía renunciar a dedicarse a ejercer la medicina de alta tecnología en un ambiente lucrativo, con el fin de prestar sus servicios en el extranjero. Finalmente, ése llegó a ser su plan para el futuro. Sin embargo, hacia el final de su primer año de entrenamiento, Chuck comenzó a sentirse enfermo. Empezó a sentir una fatiga muy extraña y persistente. Hizo una cita para un examen médico en mayo, y muy pronto le habían diagnosticado que padecía de leucemia aguda. En el mes de noviembre, Chuck Frye había muerto. ¿Cómo podría tener sentido para los afligidos padres de Chuck, entonces, y cómo podría tenerlo para nosotros ahora, una obra de Dios tan incomprensible como ésa? Este joven amaba a Jesucristo con todo su corazón, y solamente buscó hacer Su voluntad. ¿Por qué se lo llevó cuando estaba en la flor de la vida, a pesar de las muchas oraciones angustiosas de miembros de su familia consagrados a Dios y de fieles amigos? Muy claramente, el Señor les dijo: “No”, a todos. Pero, ¿por qué?. Miles de jóvenes doctores completan su educación cada año y entran a la profesión médica, algunos de ellos por razones no muy dignas de admiración. Sólo una minoría muy pequeña piensa en dedicar toda su vida a ejercer su profesión ayudando a los que no tienen ni donde caerse muertos. Pero ésta era una excepción maravillosa. Si se le hubiera permitido vivir, Chuck hubiera podido atender a miles de personas pobres y necesitadas, que de otra manera, sufrirían y morirían irremediablemente. No sólo él habría podido atender a sus necesidades físicas, sino que su mayor deseo era compartir el mensaje del evangelio con aquellos que jamás habían oído esta historia, la más maravillosa de todas. Así que, sencillamente, su muerte no tenía sentido. Imagínese, junto conmigo, a la enorme cantidad de personas gravemente enfermas, a las que el doctor Charlie Frye hubiera podido ayudar durante su vida: algunas con cáncer; otras con tuberculosis o con trastornos congénitos; y algunas, que aún serían niños demasiado pequeños para ni siquiera poder comprender su dolor. ¿Por qué habría de negarles la Divina Providencia sus dedicados servicios de médico? . Existe otra dimensión de la historia de Frye, que completa el cuadro. En el mes de marzo, de su primer año en la facultad de medicina, Chuck se había comprometido para casarse. Su novia se llamaba Karen Ernst, y era también una creyente consagrada a Jesucristo. Seis semanas después de su compromiso, ella se enteró de la enfermedad mortal que Chuck padecía, pero decidió seguir adelante con los planes para la boda. Ambos se convirtieron en marido y mujer, menos de dos horas antes de su trágica muerte. Luego, Karen se matriculó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Arizona, y después de graduarse se dedicó a trabajar como doctora misionera en Swaziland, África del Sur. La doctora Frye sirvió allí hasta 1992, en un hospital sostenido por una iglesia. Estoy seguro de que ella se pregunta, en medio de tanto sufrimiento, por qué no le fue permitido a su brillante y joven esposo que cumpliera su misión como su colega en la profesión médica. Y, verdaderamente, yo me hago esa pregunta también. Los grandes teólogos del mundo pueden pensar en el dilema que nos plantea la muerte de Chuck Frye por los próximos cincuenta años, pero no es probable que lleguen a presentar una explicación satisfactoria. El propósito de Dios, en cuanto a la muerte de este joven, es un misterio, y permanecerá siéndolo. ¿Por qué, después de mucha oración, se le permitió a Chuck que entrará a la facultad de medicina si no iba a poder vivir hasta completar su educación? ¿De dónde vino el llamamiento, aceptado por él, a ir como médico al campo misionero?¿Por qué le fue dado tanto talento a un joven que no podría utilizarlo? Y, ¿por qué fue acortada la vida de un estudiante tan maduro y prometedor, cuando muchos adictos a las drogas, borrachos y hombres malvados viven largas vidas siendo una carga para la sociedad? Estas inquietantes preguntas son mucho más fáciles de hacer que de contestar. Y… hay muchas otras.
Posted on: Sun, 01 Dec 2013 03:57:30 +0000

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