Calufa Fallas, pescador y cazador Manifestaba con orgullo que - TopicsExpress



          

Calufa Fallas, pescador y cazador Manifestaba con orgullo que sus escritos los realizaba como todo un aficionado; mientras la pesca y la caza – dos de sus grandes entretenimientos – lo hacía profesionalmente. Había mucha humildad en Calufa. Estas dos profesiones le permitían acudir a la montaña, a los ríos, acompañado de amigos del barrio y de otros lugares, incluso, amigos capitalinos a quienes invitaba con gran entusiasmo. Recordamos a, Cazuca, Frijolillo, Gole, José “Chepe” Molina, Meli Montoya, Bolívar Leandro, Tililo Bravo, Palanca Carvajal, Pedro Solano, Chepillo Fallas, Chino González, Vichí Soto, Sapito Solano, éste, el adinerado del grupo quien se apuntaba con buena comida para prepararla allá en el río. Esto de los sobrenombres, tomemos en cuenta que estamos hablando de alajuelenses, donde el nombre de pila bautismal no es tan importante para identificar a un ciudadano en este pueblo. Su vestimenta de pescador, un visible traje fatiga, tipo militar, acompañado de fuertes botas negras. Organizaba la marcha, casi siempre a las diez u once de la noche, los sábados, desde el negocio de don Reinaldo Bravo Molina, conocido mejor como “Nayo”, una pulpería-cantina, establecida en una casona de adobes, paredes bien gruesas, detrás de la Iglesia La Agonía, a unos “cien pasos” de la casona de Calufa. El río Ciruelas, a un kilómetro, hacia el sur de Nayo, por entre cafetales, callecillas, trillos, para llegar a puntos muy conocidos del río, poza de don José, poza la Paila y poza Tres Saltos. O poza Azul, en el mismo río pero en el sector de El Brasil, hacia el Este (Finca de los Solanos). Esto, un natural escenario diseñado por las manos de Dios para que Calufa y compañeros de lucha y diversión, se dieran todos los gustos a su alcance. Su felicidad se hacía más grande, cuando traía docenas de “barbudos” o pescados incrustados en cañas de bambú para que su tía Mina los preparara, especialista en hacer delicias de estos inofensivos animalitos, bien tostaditos, para toda la familia y vecindario. También se ubicaba a la salida de la misa en la ermita La Agonía, a repartir el botín obtenido en las aguas del Río Ciruelas o El Brasil, a las señoras. Todo lo hacía Calufa con gran devoción. Se encerraba en su biblioteca dos ó tres días para los escritos, con la indicación de que nadie lo molestara; así con devoción tomaba el río, la pesca, su ideología, la diversión para disfrutar de las riquezas y maravillas de nuestro planeta. Aguas sin contaminantes, la presencia de ardillas, aves de todas clases, lagartijas, iguanas, cangrejos, higuerillas, cañas bambú, bajo enormes sombras producidas por frondosos higuerones, nances, guabas, guapinoles, guanacastes y otros, lugar exquisito para el descanso y la pesca de miles de barbudos; animalitos que no veían con simpatía la presencia de estos personajes cargados de cuerdas, anzuelos, carnadas – generalmente lombrices de tierra – y más implementos de pesca. Menos, cuando Fallas realizaba competencias o concursos entre los pescadores, premiando con un café bien calientito, allí sentados en las piedras, al primero en capturar uno de ellos. Practicaba en las montañas el “tiro al blanco”. Un día, allá por el Río Brasil, indicó a Pedro Solano sostener la placa metálica donde se señalaba el punto central del tiro. Con sus manos en alto, a varios metros de él, junto a un higuerón, alzaba un latón redondo, siguiendo las instrucciones del tirador. Fallas le iba indicando la posición correcta… “más arriba, hacia abajo, a un lado”; mientras le gritaba el punto justo del objetivo, disparó tres veces el “máuser”, casi dando en la cabeza del ingenuo Pedro, quien salió como loco del susto, en franca carrera sin ningún rumbo y gritando un montón de palabrotas contra Fallas, hasta aparecer debajo del puente del río muy enojado y nervioso, tembloroso, por tal imprudencia que casi lo mata. Parece que nunca más volvió a colocar la placa para practicar el tiro y no quedó muy a gusto con la broma tan salvaje. Como cazador, un día le robó a la montaña una “chancha de monte”, pequeña. Así la llevó al patio grande de su mansión natural, su casona de patio grande, junto a los otros animales y convivencia con el ser humano. Sintió gran afinidad, amor, por “Marraqueta”, inseparable amiga. Así la bautizó. Fue su mascota por mucho tiempo. Fallas no tanto, pero los demás miembros de la familia, empezaron a sentir molestia con el animal, por su aliento pestilente y dañino en cosas de la casa. Sacaba la ropa de la palangana, bien lavadita por las manos de doña Tiva, quien tenía listo el tendedero en el patio para secar todas las piezas; hasta que un día, Marraqueta mordió a una de las visitas, a un niño. Llegó el final de la chanchita, este accidente motivó a todos, incluso, Calufa con el dolor en el alma, obsequiar a otras manos vecinas a tan inquieta mascota…” Más detalles de esta recopilación de “testimonios orales” captados en los vecinos de El Llano, Alajuela, en la Revista Comunicación, editada por la Escuela de Ciencias del Lenguaje del Instituto Tecnológico Costa Rica (TEC, Cartago), edición especial dedicada al escritor en sus cien años del natalicio, o en mi blog: adobe49.wordpress
Posted on: Tue, 01 Oct 2013 15:24:31 +0000

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