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Capitulo Primero "QORIHUASCA: La Cadena de Oro de los Incas" El rey Inca del Tahuantinsuyo, había convocado a lo más selecto y prestigioso de su imperio para las celebraciones y festividades que se realizaban una vez al año para agradecer al Dios Inti por las cosechas recogidas, los parabienes de los nacimientos y las bendiciones impartidas a los súbditos. El Inca era más que la máxima autoridad. Era considerado el descendiente directo y legitimo del dios sol sobre la tierra, y por eso su carácter sublime y divino le confería la autoridad para que todas las actividades comerciales, agrícolas, y religiosas sean suspendidas durante el tiempo que duren las fiestas. Además, de que por el carácter económico de reciprocidad de la minka y de producción comunal de la mita en que se basaba el imperio, el Inca estaba obligado a recibir y atender a todos los curacas de los cuatro suyos durante las festividades. Para estas actividades todos en la corte de los nobles y cortesanos se habían estado preparando. De todo los cuatro suyos se habían transportado las especias y suministros para cocinar los platos del banquete principal. Animales de dos y cuatro patas. Plumas para decorar. Hojas de plátanos de la selva para servir. Pescados y moluscos del gran río salado al pie de las montañas. Cuyes y vizcachas para ser asados con piedras calientes en hoyos bajo tierra. Kiwicha y quinua con leche de llama. Frutas de la selva y de la costa para hacer los postres más suculentos al paladar. Habas tostadas y cancha partida hervida con ají molido. Sopas con hierbas que se cultivan en los riachuelos de los cerros mas altos de los andes. Pescados de los ríos. Papas y camotes sancochados. Finas especerías desde la amazonia combinadas para satisfacer al sibarita cosmopolita de la capital del imperio. Todas estas exquisiteces culinarias servia no solo para demostrar la amplitud y grandeza del imperio, si no más bien para expresar el poder centralizado del emperador. Quien mas en todas las tierras, ríos, lagos y desiertos conocidos por los hombres, podría solicitar y ofrecer los mejores manjares a los dioses y los sirvientes mas abnegados. Quien podría con un solo chasquido de sus dedos convocar a los generales y sus guerreros mas fieros, ó exigir los sacrificios mas indecibles a sus Coyas. Quien podría invocar al Dios sol y a los Apus para que acompañen a los súbditos a las fiestas. Solo él. El Inca. La personificación divina hecha hombre, quien a través de negociaciones, temor, susto, músculo, inteligencia, pactos secretos y negociaciones descubiertas, había conseguido que los sumos sacerdotes y los curacas más representativos, lo hayan escogido para que los lidere y guié, en la conquista de nuevas pueblos y expansión de nuevas tierras. La gloria y la magnificencia del emperador estaban manifestadas en las ofrendas bienvenidas con agrado desde todos los rincones del imperio. Regalos y presentes eran exhibidos en la plaza central del Cuzco, para la admiración y beneplácito de todos los vecinos de la ciudad. Para este evento; los artesanos, los costureros y los orfebres se esmeraban en confeccionar lo requerido para las fiestas. Trajes y vestidos. Mantos y frazadas. Ofrendas y regalos. Joyas y orfebrería. Platos de metal y de cerámica habían sido fabricados profesamente y diligencialmente para la magna celebración. Algunos mates birlados con dibujos de la ocasión habían sido trasladados desde el tórrido y lluvioso norte. Vasijas explicitas de la cultura Moche, indicando las actividades diarias y nocturnas, servían para libar chicha de maíz. Mantos multicolores con diseños autóctonos de los Paracas, mostraban la ardua vida de los pescadores en la costa. Laminas de metal dorado con incrustaciones de piedras verdes ilustraban las agitadas labores agrícolas de la sierra. Finos hilos de lana de vicuña con colores naturales, habían servido para manufacturar binchas y cintas que servían para diferenciar a los sirvientes de los danzantes. Los bailarines y bailarinas habían estado practicando durante toda la temporada de lluvias sus danzas. A escondidas de los ojos extraños y detrás de los gruesos muros de los jardines del palacio del Inca, Cusqui, el director de las escenas danzarinas, había ideado intrincadas y elaboradas poses, pasos y vestimentas para lucir su futuro espectáculo. El maestro encargado de las ceremonias por el Inca mismo, comanda a los jóvenes principiantes a obedecer todas las acciones previas de la ceremonia. Repasa hasta la saciedad los pasos a seguir durante las danzas, los versos a recitar, los ofrecimientos a otorgar, las coordinaciones de cada uno de ellos, los tiempos y compases de cada participante. Busca cualquier imperfección a la vista para poder repararla. Los jóvenes y sus acompañantes además de los días de ayuno han estado practicando los ritos sagrados. No desean hacer quedar mal a su amauta Cusqui, el guía profesor de ellos. Sus acciones deben ser consideradas perfectas. O al menos lo mas cercano a la perfección inmaculada. Porque en caso contrario, Cusqui podría perder su trabajo dentro de la jerarquía Inca. Y la verdad que a el, no le apetecía demasiado ir a trabajar a cualquiera de las Minkas del Inca. Laborar en las Minkas equivalía a iniciar sus labores antes del amanecer cargando los arados hacia los campos, y regresar recién al terminar el día en la tarde. Definitivamente estaba mejor con sus funciones alrededor del palacio como maestro de ceremonias. La vida palaciega era de lejos mucho más cómoda y amena que romperse las espaldas como bestias de carga. Cusqui no estaba para sembrar, limpiar las acequias, levantar las cosechas o arriar las llamas. Por eso que debía ser muy perfeccionista con su trabajo. El sacerdote principal debía seguir considerándolo como imprescindible. Y para eso debía obligar a sus jóvenes aprendices a ser más que presentables para la ceremonia. Esto claro que se debía notar durante las fiestas su trabajo a fin de mantenerse cerca al inca. Cerca de la corte imperial. Cerca de los amautas y los ministros del imperio. A fin de que sus hijos puedan tener las oportunidades que el nunca tuvo, pero que se las ha ganado con su arte. El Kallpa Rikuq, pastor de los animales destinados de los sacrificios, indicara cual de las llamas tiene la mejor crianza para ser entregada a los dioses. Wirapiricuq, El Supremo Sacerdote debe efectuar el sacrificio de Willaq Uma, una llama completamente blanca, y Tarpuntay el sacerdote encargado de cortar, con el Tumi, un cuchillo ceremonial dorado, con el cual abrirá el pecho del animal y extirpará con las manos el corazón, el hígado, los pulmones y las vísceras para mediante el examen de dichos órganos poder profetizar o pronosticar el futuro del Inca y del imperio. Posteriormente todo el animal y sus restos serán completamente calcinados. La sangre de los animales sacrificados es mezclada con chuño de maíz, para preparar el Sankhu Sagrado, que es servido al Inca, a los nobles y a los invitados participantes en la ceremonia. Acabados los actos litúrgicos principiaran las festividades con danzas, música y harta chicha, como bebida principal. Las festividades comienzan en un espacio abierto y cuadrado adelante del templo del Korikancha. El Sapa Inca emplaza, con una voz elocuentemente y fuerte, las consagraciones del sol para el Inca. Después de esta iniciación la procesión se traslada con dignidad imperial. Sobre su tarima portátil, el Inca continúa en su trono de oro. El oro y el de plata son abundantemente usadas por los hombres y por las mujeres de la nobleza. Respectivamente representan su status de pertenecer a la alta jerarquía e exhortan el respeto mas profundo para su imperio. El ingreso del Inca a la explanada de la fortaleza esta siempre liderada por un numeroso grupo de ajllas que riegan flores y que son acompañadas por los Pichaq, solteros varones que se encargaban de ahuyentar con escobas de paja a los malos espíritus que podrían cruzarse en el camino. El inca en todas sus actividades al aire libre, se muestra en los documentos de los cronistas, que siempre era acompañado por su kumillo, o jorobado enano que transportaba la achiwa, un paraguas o sombrilla hecha con plumas de colores. Conforman parte del acompañamiento principal, varias parejas de mujeres que representan a las ajllas. Ellas visten muy pulcramente ornamentados trajes hasta las rodillas y mostrando finas vasijas de la cerámica Inca. Bellas ñustas, ofrecen ricos manjares al Coricancha: culebras asadas, lagartos guisados, pumas y zorros al horno, mazorcas de maíz y papas sancochados, quinua en miel con tarwui. Lo resguardan varios soldados de la guardia personal del Inca, con sus vestiduras vistosas y llevando cada soldado su escudo de madera pintado y en la otra mano su chalana, un arma consistente de un palo de madera con una estrella de piedra. Se completa el vestido del soldado con ojotas y casco de cuero. El inca antes de proceder al Usno tiene que caminar por alfombras de flores y telares de acabado exquisito, que se extendían sobre el piso para que el Inca recorriera. El Inca para estas celebridades es transportado en andas, vistiendo su manto que hacía de capa, y su bastón de mando, el varayoc. Luego los sacerdotes y participantes dan inicio con sus canciones escritas para saludar al Inca y al Sol, y los músicos a ejecutar melodías para el Sol. El Inca porta su Unku orgullosamente en su pecho. En los antebrazos y las pantorrillas de las piernas lleva amarrados adornos de plumas de aves de colores de la selva, y en la cabeza la borla imperial atada a la mascapaycha, fabricada de oro, que se coloca en la frente. Durante los momentos de la ceremonia el Inca va celebrando con chicha, servida en dos aquillas de oro, uno para el Dios Inti y el otro vaso para el Inca, y algunas veces un vaso para el Inca y el otro para la pachamama o madre tierra, realizando menciones a los Apus o dioses de la tierra: el Ausangati, el Wanakauri, el Pachatusan, el Salkantay y el Saqsaywaman. La ceremonia del Sanku, el maíz tostado, es llevada a esta celebración para hacer participar a todos los sacerdotes habían guardado el Kasiy, ayuno. Las mamachas se esmeran para que los invitados refresquen con la chicha de maíz. Cuando el Inca llega con la corte, su hijo Auki, el sumo sacerdote Willaq Uma, el ministro Kallpa Rikuq, los cuatro Waminká, generales del ejército incaico, cuatro Jamautakuna, los amautas científicos, seis héroes, Auwpuru, cuatro sacerdotes militares, Chakuricuna, y dos guardianes de templos, los Kamani. Cuando el Sol ya está en el ocaso, el Inca dictamina el retroceso y el pueblo en general se suelta en una gran alegría que ha de durar varios días. Las fiestas del Inca simbolizan el unión eterna de la coalición entre el sol y sus hijos, los seres humanos. Es para los Indios más que una ceremonia litúrgica, es la mínima muestra del respeto para sus dioses con el agradecimiento simple y eterno por dejarlos vivir en opípara abundancia. Celebrada por el pueblo andino, su fervor solar asegura la continuidad y renovación de la vida; sus benéficos rayos propician las buenas cosechas y la salud, por tanto, de hombres y animales. Es una festividad como comunicación entre lo humano y la divinidad bienhechora. Una fiesta en las alturas montañosas de los Andes donde lo profano y lo sagrado se unen, se reconcilian. La gran danza inca era la way-yaya, que se bailaba en la plaza principal de Cuzco con asistencia del Inca, su familia y las momias de sus antepasados. Se formaban dos filas, una de mujeres y otra de hombres. Los hombres de confianza del Inca danzaban formando el circulo exterior sostenían una huasca, una gran soga. Mientras que las mujeres formaban otro circulo interior formado solamente por sus manos unidas. Estas danzas eran muy populares y eran acompañadas con la música del huayno. Al ritmo de tambores, pututos y flautas; todos y cada uno de los participantes se enfrascaban en un baile altamente placentero a los sentidos. Posteriormente el Inca ordenó que la huasca sea engrosada y alargada por una mas grande, la racuhuasca. A esta soga gruesa se le colgó sonajas de semillas de habas para poder mantener el ritmo de los tambores. Fue tanta la presión de la gente por querer participar en estas danzas que la racuhuasca tampoco pudo aguantar la tirantez del momento. Por lo que el Inca ordeno manufacturar una soga más larga y más segura, y comando posteriormente, que esta soga fuera reforzada en su interior, y que se le agregara sonajas de oro en forma de semillas, ya que seria utilizada por los danzantes con las bailarinas y los danzantes con los bailarines durante las festividades del Incanato. El Inca y su grupo más cercano se preparaban para anunciar que las fiestas por sus cincuenta cumpleaños de vida sean apoteósicas y magníficas. Los chasquis ya se preparaban para ser enviados a los rincones de los cuatro suyos del imperio para repartir las invitaciones. Los cocineros reales se reunían para elaborar el menú principal de tan magno evento. No podía faltar la pachamanca con sus alpacas asadas por piedras enterradas y cubiertas por mantas hasta que el calor cocinara las carnes. Así como las papas asadas, las yucas sancochadas y los berros mas frondosos posibles con yuyos y algas traídos desde el océano. Los sacerdotes se disponían a seleccionar a las llamas que serian sacrificadas. Las acompañantes de la Coya y del Inca buscaban los mejores trajes, los atuendos reales debían presentar de la mejor manera a la pareja. Se mando limpiar y pulir los brazaletes, las cadenas, las pecheras, la corona del Inca, el cetro varayoc, las lanzas y los escudos. Todo estaba marchando bajo bien bajo la atenta mirada del sacerdote mayor cuando irrumpió dentro de la sala principal un personaje perturbado y agobiado por sus responsabilidades. Era Vico, el responsable de la racuhuasca, la soga que sostenían los danzantes en sus manos formando así un cinturón de seguridad alrededor del Inca y su comitiva. Se mostraba alterado y sumamente preocupado. Apenas entro al recinto se desplomo sobre sus rodillas. No sabia si llorar, calmarse, gemir o morirse ahí mismo. Su vida se encontraba en sus propios dilemas de dudas e incertidumbres. La confianza que le habían depositado los sumos sacerdotes era simple de mantener, debía cuidar que solo los más leales y honorables podían sostener la racuhuasca, y además debía cuidar que la racuhuasca debía ser bien mantenida. Sin embargo, las penas se alborotaban dentro de su cerebro, y se denotaban sus manos temblorosas, sus ojos saltones, sus sienes empapadas de sudor, sus piernas mojadas y su corazón que se le salía de su pecho. Algo demasiado oprimido en su pesar no lo dejaba actuar de una forma normal. Intento levantarse para caer nuevamente. Intento decir algo solo para balbucear. El Inca sin mostrar ningún signo de problemas, le pregunto muy seguro de si mismo: -Vico, Detente en tus lamentaciones ¿Porqué vienes tan intranquilo? Sacando fuerzas de su mas intimo ser, soltó su lamento con una voz chillona y lloriqueando a la vez. -Vengo mi querido Inca, con el corazón en ascuas solicitando que perdones a tu más humilde siervo, porque te he fallado. Quiero suplicarte clemencia ante todos, y asegurarte que cualquier castigo que me impongas lo cumpliré mil veces por haberte defraudado. -Y se puede saber que acto tan vil has cometido que debería aplicarte un castigo tan insospechado que lo multiplicarías por mil. -Te he decepcionado por culpa de otros. Pero yo aceptare toda la responsabilidad. -Ahora me estas haciendo crecer mi incertidumbre. Dime ya tu afrenta ¿A que te refieres? -Se trata de la racuhuasca. -¿Qué tiene la racuhuasca? -Esta completamente hecha una hilacha sobre hilachas. Las manos de todos los participantes al momento de los bailes la jalan y la aprietan, y hacen que las hebras de lana de vicuña se vayan desprendiendo, por lo que solo quedan el alma de la cadena de hierro, las sonajas de oro y algunos vestigios de lana. -Vico, no quiero tus llantos, ni tus lamentaciones. Por lo que he podido apreciar tu única culpa es la de no haber podido mantener la racuhuasca en buen estado. Por que no la cubres de nuevo con tejido de lana y asunto solucionado. -Es que esa alternativa ya la hemos aplicado. No una ni dos, sino varias veces. Y siempre acabamos con el mismo resultado. La lana de vicuña es muy frágil. No deseo que su fiesta sea un fracaso por que no he podido darle un cuidado a la racuhuasca. Le imploro que me quite la vida antes de hacerle quedar mal a usted. -Vico, levántate, te repito que no deseo ni tu desesperación ni tus remordimientos banales. Quiero que me des soluciones. -No se que hacer mi señor. -Pero estoy muy seguro que algo habrás pensado para venir a verme. -Si, en realidad se me ha ocurrido algo, pero es muy arrogante de mi parte. -Habla y presenta tu sugerencia. Vico se calmo un poco. Tomo una bocanada de aire bien profunda dándose valor para poder explicar su osado plan a su Inca. Vico sabia que la única persona en todo el Tahuantinsuyo que podía tomar la decisión y asumir el costo de tal empresa, era el Inca. El, dentro de todas sus atribuciones y poderes podría mandar acopiar todo el material necesario y podría ordenar a todos los orfebres del reino que se pongan a trabajar para conseguir el objetivo. Que podría importar si Vico tendría que hacer un poco de teatro y exponer su sufrimiento, si al final se podría resaltar la posición de su Inca, del reino, y de paso a él mismo también. Se armo de valor y pausadamente expreso su idea. Una idea loca. Pero que importa. La mayoría de las veces los locos se han aprovechado de los demás y han conquistado el mundo. Vico dijo, -Que pasaría si la cadena de lana la intercambiamos por una cadena de oro. Seria un artículo para toda la vida. Le colgaríamos las sonajas a cierta distancia, y le pondríamos las argollas que usted utiliza en los extremos para que se cierre y abra para que usted y su cortejo pasen. No seria una cadena con eslabones muy grandes, solo lo necesario para que los danzantes de seguridad puedan cargarlo sin dejar de cuidar su recinto de baile. Ni tampoco seria demasiado angosto para que no deje de demostrar su soberanía y poder. El Inca lo observo y se quedo pensando en la idea. Por algunos momentos recordó las conquistas de su padre y de su abuelo, comparándolas con las míseras ampliaciones que él había realizado. Recordó la alegría y jolgorio de su pueblo cuando el bailaba en el medio de ellos. Recordó de la cantidad de oro que su primo Huatay, el sacerdote del templo del sol estaba guardando para ofrecer en sacrificio al mar interior en nombre del Dios Inti, y que podría arrebatarlo para su único y legitimo poder ante todos sus súbditos. Mas pensaba en la idea de una cadena de oro que circunde la plaza central del Cuzco mientras que el bailaba, y la idea mas le gustaba. Todos esperaban su respuesta. El reaccionó dando una mirada hacia el cielo buscando una guía. Y mientras los otros esperaban su divina respuesta, el ya había maquinado la solución para darle un pergamino mas a su nombre como Inca. Simplemente respondió, -Podría ser. Vico respiró aliviado. Temeroso de que lo destierren por ofrecer una idea tan alocada, y miedoso de que el Inca haga caso a su pedido de castigo, espero tranquilo poder hilvanar sus ideas. Observo alrededor a los presentes, y vió que la mayoría estaba de acuerdo con el Inca. Así que tomo un nuevo respiro y respondió de una manera mas pausada al Inca, -Le explico mi señor, la cadena hecha con material de oro seria mucho más presentable que la de lana. Y como es del color de nuestro Dios Inti, seria un símbolo más fuerte de unión entre todos nosotros con usted y nuestros Dioses. -Ya veo. -Aja. El único problema es la cantidad de oro. -¿Por qué? -Porque es bastante. Usted es la única persona que tiene el poder para autorizar la manufactura de tal artefacto de culto. Nadie mas tiene la autoridad para poder hacerla realidad. -¿Y de cuanta cantidad estamos hablando? Vico empezó a jugar con la egolatría del Inca. Había atinado en sus pretensiones y solo faltaba darle el punto final para conseguir la cadena de oro. Vico conocía la rivalidad del Inca con su primo Huayta, el sacerdote principal del templo, quien en su mutua juventud cortejaban a la Coya del Inca. Así que debía escoger sus palabras muy delicadamente para cumplir su meta. Bajo la mirada al piso y colocando sus manos en su pecho, dijo, -Todo el oro en el templo de Coricancha multiplicado diez veces. -¿Tanto así? Los representantes y los sacerdotes del templo soltaron un murmullo angustiado y un gemir intercalado con comentarios a baja voz. Pero no quisieron expresarse de manera abierta, por que ya se habían dado cuenta de que el Inca ya había tomado su decisión. Y conociendo la arbitrariedad del Inca, prefirieron callar para que el sumo sacerdote dialogue con el. Vico se percato de la incomoda situación de los sacerdotes y prefirió no prestarles atención. El debía tratar solamente y únicamente con el Inca. El resto no importaba. Vico replico golpeando al ego del soberano, -Si mi señor, como mínimo. A menos que hagamos la cadena más corta. Pero usted comprenderá que el tamaño de la Huacaypata es gigantesca El Inca había seguido astutamente el juego de Vico. Parecía que se habían puesto de acuerdo en este teatro rudimentario de la corte. Donde siempre se consiguen las cosas de acuerdo a diálogos serviles y actitudes cómplices. El Inca conocía sus poderes y sus limitaciones, para poder conseguir tal cantidad de oro debía ser autoritario y negociante con los curacas de otras ciudades. Pero una simple solicitud del Inca, iba a demostrar quien realmente estaba a su favor. Y quien no. Así que el Inca soltó el tema a discusión para verificar la lealtad hacia el diciendo, -No. El tamaño debe seguir siendo igual. Cuando mis súbditos se acercan, el espacio se hace mas reducido. Si achicamos la cadena, todo se convierte más confuso y no podríamos controlarlos. La cadena debe seguir siendo de la misma longitud. -O también, podríamos hacer los eslabones de la cadena mas reducida. -No, tampoco. Los danzantes ya se han acostumbrado al peso y al tamaño. Estaríamos manifestando a los demás que el imperio no puede solventar una cadena de oro con el tamaño y grosor que se ha acostumbrado. -Entonces tenemos una tercera alternativa. -¿Cuál seria? -Podríamos mezclar el oro con otros materiales minerales, para poder aumentar el volumen. En eso participa la Coya, esposa del Inca. Quien se mantuvo silenciosa al lado izquierdo del Inca durante todo el acto. Ella conocía de la cantidad de oro almacenada en el templo mayor, y a través de múltiples informadores se había enterado que el sacerdote principal deseaba erigir un sol hecho de oro que iba a eclipsar las ornamentas del templo de la luna, que estaba bajo su dominio. Por lo que en un acto de demostración de sujeción ante su esposo, dio tres pasos al frente y girando hacia el Inca dijó. - No, esposo mío. No puedo permitir que te rebajes al usar menos oro o acortar la cadena. El jefe supremo respondió con una mirada de asombro hacia su cónyuge. Sin querer queriendo, Vico había despertado las ansias de demostración de poder de los soberanos. Sus planes estaban dando resultado, y solamente un error involuntario de soberbia ó un extremo exceso de confianza iban a perjudicar que no pueda conseguir su cadena de oro. Tanto el Inca como su sirviente esperaron con detenimiento y paciencia lo que la Coya iba a decir. Pero, el Inca no pudo resistir la tensión y pregunto en el tono más cauto y tranquilo posible, - ¿Qué sugieres entonces, esposa mía? Ella se percato inmediatamente que la situación de la cadena de oro iba a ser aceptada por la corte y por los danzantes sin problemas, siempre y cuando su esposo decida que debía mantenerse fuerte y decidido sobre la idea. Así que en su ansia de figurar como parte de la decisión en la opinión colectiva del reino, no se amilano ni se inmuto al ofrecer todas sus pertenencias. - Yo estoy dispuesta a ofrendar todas mis pertenencias de oro para la cadena. Esa cadena se ha convertido en más que solo un artefacto de baile. Sino en un nexo del pueblo con su emperador. No podemos quitarle esa dicha a los súbditos. - Te entiendo. Pero, aun así me hagas entrega de todo tu oro, no podría alcanzar a la cantidad que dice Vico, de diez veces el oro que tenemos en el templo Coricancha. - Si, lo se. Pero además de lo que tú me has dado como tu esposa. También cuento con el oro que hay en mi familia. Tanto nos has dado anteriormente, que ahora es el momento de poder retribuirte. El oro es un material hermoso pero no sirve para trabajar en el campo, se dobla con facilidad. Solo tiene un valor para hacer ofrendas en el templo. En cambio, una cadena de oro, la Qorihuasca, seria el mejor ejemplo de tu labor como emperador del Tahuantinsuyo. El Inca la vió con ojos incrédulos, - ¿Así lo crees tú? - Si. Firmemente lo creo y lo manifiesto. Nadie como tu se lo merece. Nuestra familia ha engrandecido el imperio hasta límites que nosotros solamente soñábamos. Ahora nuestro ejército y nuestros administradores están presente desde las selvas más agrestes hasta las costas más lejanas, y desde los cerros más altos hasta los desiertos más estériles. El imperio ha crecido en población y en comercio. Se vive una paz como nunca antes. Vico respondió en una voz muy sumisa, - Eso es cierto. - Y esta Qorihuasca, seria más que solo una cadena de oro para bailar. Seria el mejor ejemplo a los pueblos vecinos de tu poder. De tu magnificencia. De tu estirpe. - Muy bien entonces. Escuchen todos los aquí presentes. Ustedes que son mi familia mas directa y mis mas leales súbditos. Busquen a los mejores orfebres y denle todo el oro de mi palacio y de mi esposa para poder hacer realidad la Qorihuasca. Vayan y pidan al sacerdote mayor que entregue todo el oro ahí depositado. Y si en caso hiciera falta, aquí y ahora le ordeno a mis generales que cedan todo el oro que poseen para poder terminar esta cadena de oro y poder hacerla presente durante mis fiestas. Todos bajaron la cabeza. Dieron su aprobación ante su emperador, el Inca, el hijo del sol. El representante del Dios Inti ante los hombres de la tierra. Y harían entrega de todo su oro para fundir los eslabones de oro para formar la cadena. Nadie sabía si alcanzaría la cantidad que había en la ciudad del Cuzco para terminar la cadena. Seria suficiente. No se sabía con certeza. Los generales no atesoraban tanto oro. Alguna que otra placa con la imagen del Dios Inti, pero nada más. Pero la orden ya había sido impartida. La palabra del Inca era más que sagrada. El no obedecer era una muerte segura, y la desgracia de los familiares. Así que todos los miembros de la corte solamente se inclinaron y acordaron hacer entrega de todo su material de oro. Vico soltó un respiro de alivio y una lagrima mojo una sonrisa escondida en sus manos. "Y hecho esto...mandó el Inca soberano, que viniesen allí los plateros y orfebres especializados que en las ciudades había...los mandó que hiciesen una cadena de oro macizo y vaciadizo, que fuese del tamaño de la Huacaypata, la plaza principal del Cuzco, tanto en largo y proporción para que mas de cien ajllas y cien Coyas puedan cargarlo en forma circular al ritmo de la música festiva. Este trabajo orfebril se tardó de hacer varios días y muchas lunas, en cuyos meses hubo grandes sacrificios y ayunos en todo el imperio. Así nació la Qorihuasca, la cadena de oro que el Inca y sus súbditos irían a utilizar para danzar en las fiestas”
Posted on: Sat, 20 Jul 2013 13:58:02 +0000

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