Capítulo 3: TU PECADO Es delirante la manera en la que muerdes - TopicsExpress



          

Capítulo 3: TU PECADO Es delirante la manera en la que muerdes tus labios, es como si degustaras nuevamente el sabor que te han dejado mis besos, es como si el néctar de tu boca se hubiese impregnado por siempre en tu boca y desde ese momento no la dejaras de disfrutar. -Tengo miedo- me susurraste al oído. Pase mi mano lentamente detrás de tu nuca, mientras que mi brazo rodeo tu cintura, acercándote más a mí, hasta el grado de sentir en mi hombro tu frente y respiración. -¿a qué le temes mi niña?- te pregunte muy sutil a tu oído. Guardaste silencio y respiraste profundamente… -A ti- respondiste con los labios temblorosos y con el corazón acelerado, con tus manos aferradas a mi espalda. Respire del aroma de tu cabello, mientras que mi ser se llenaba de cada átomo que destilaba el perfume de tu piel, y entonces te dije: -Tienes tanta razón al tener miedo de mí, pues mujer mía, debes de saber que soy yo las sombras que envuelven tu luz celestial, soy yo la perversión que mancilla tu inocencia, soy tu pecado que cierra las puertas del cielo y que llena de tristeza tu alma- Lentamente te separe de mí, después al observarte me di cuenta que tenías tu cabeza agachada, con sutileza coloque mi dedo índice en tu suave barbilla, después lentamente la levante. Se encontraron nuestras miradas… Y fue como si nunca se hubiesen visto, se admiraron una a la otra. Me acerque a tu boca y entonces mis labios se plasmaron en ella. Tus labios y los míos empezaron a seguir un baile, el cual era incitado por la música que provocaba nuestro respirar. Nuestros ojos cerrados… Delirio… Y entonces… finalice nuestro hermoso beso con una atrevida mordida en tu labio inferior. Tu garganta emitió un leve gemido de placer. Tus manos se posaron en mi pecho. -prométeme que este pecado a cada segundo me sabrá a gloria- me hablaste aun con los ojos cerrados, dejando tus labios un poco entre abiertos. Me acerque a tu oído y pronuncie: -que cada acción que mi cuerpo realice en el tuyo sea para ti como probar lo divino, que cada suspiro mío lo lleve al paraíso, que cada beso plasmado en tu boca te trasporte hasta el último cielo- Sin luz… En sombras… La cama lista para nuestros cuerpos… Y yo, con tantas ganas de ti… Mi boca comenzó a besar tus labios, mientras que mis manos se deslizaban por tu cintura, era como si aquella gota de agua solitaria recorriera lentamente el pétalo de la rosa. Se aceleró la respiración… Lentamente comencé a recorrer tu cuello con mis labios, era fantástico saborear el néctar que producía su cuello. Al llegar cerca de tu hombro abrí lentamente mi boca haciendo que mi aliento caliente bañase cada poro de tu piel y en un instante mis dientes se postraron en tu tez morena moviéndose de un lado para otro, provocándote una sensación única, estallaste en jadeantes sonidos provocados por tu garganta, mientras que tu mano se dirigió a mi cabello y se aferró más a él, apretando con fuerza. Tu cuerpo se erizo… Tu pierna rodeo mis piernas, atrayéndome más a ti, dejándote sentir más cerca mi cuerpo, y entonces cerca de tu pelvis sentiste la erección que empezaba a crecer entre mis piernas, haciéndote subir cada vez mas de calor. Mi mano se dirigió lentamente a uno de tus pechos y mis dedos rozaron con su textura tus pezones erguidos. Gemiste… Mordiste tu labio… Cerraste los ojos… Respiraste profundamente… Exhalaste como si envidiosa mente evitaras dejar el aire que se combinó con mi olor… Mi boca comenzó a bajar, mientras la punta de mi lengua se volvía pluma de escribiente romántico, haciendo de cada letra única, especial y maravillosa, lista para hacer suspirar a cualquier corazón que la leyera. Suave… Sutil… Ligero… Disfrutando cada parte de ti… Apreciando cada parte de ti… Haciéndote sentir mujer… como nunca te hicieron sentir en tan poco tiempo… Hasta que llegue a tu otro pecho. Sentirlo fue… Algo caliente que contagio mi lengua, una parte de ti, tan dulce, tan dura, tan tuya que al palparlo lo incite a moverse de un lado para otro, mientras que mis labios apretaban lo más que podían de ti, sentí tu exquisitez y me deleite con tu fragancia, tu olor era como el perfume que destila la diosa afrodita, ese perfume que embelese tus pensamientos, transportándolos casi al edén. Su sabor era un manjar del cielo, el fruto más dulce y prohibido, aquel alimento que llena cada uno de los sentidos, único, especial y en ese instante era mío. Enloquecedor… Arrebatador… Te deje sentir como disfrutaba de ti, como me gozaba el hecho de tenerte tan cerca, de saber que eras mía, y de nadie más en ese momento. Tu mano se apretó tan suave, prensando mi cabello mientras que tu otra mano subió hacia tu boca y en un momento mágico tu dedo índice fue mordido tan sensual por ti, provocándote una emoción más. -me encantas- Expresaste entre jadeantes palabras. Una de mis manos comenzó a fluir desde tu cintura, pasando por tu glúteo, acariciando detrás de tu pierna lentamente, provocando un cosquilleo único, entonces mi brazo encontró su limitación así que volví a subir pero ahora eran mis uñas las que se empezaron a estremecer tu piel, como pequeñas navajitas que raspaban a diestra y siniestra tu ser, haciéndola erizar una y otra vez, creando pequeñas contracciones en tus piernas, incitándolas a doblarse y tus fuerzas las mantenían erguidas. En tres puntos diferentes estaba yo en ti, y en cada uno de ellos te hacía sentir como nunca lo habías sentido antes, tanto que te dabas cuenta que si pudiera con cada poro de mi piel acariciarte al mismo tiempo… lo haría. -tómame por favor… hazme tuya… te necesito…- me hablaste entre gimoteos, tan desesperada. Cambie la posición de las manos y también la de mi boca, he hice lo mismo pero al lado contrario. Se desato una explosión de placer en tu vientre. Fue en ese momento cuando destilo el aroma más bello de ti, ese aroma tan único, como el que exhalan las flores cuando por primera vez abren sus pétalos y dejan que su botón impregne el aire con la maravillosa fragancia que tan celosamente habían guardado para hacer de su primer momento mágico. Te movías de aun lado para otro, como haciendo un bachateo tan sensual y suculento… Tu cuerpo comenzó a sudar… Te extasiabas… Gemías… -tómame… por favor… hazme tuya… te necesito- volviste a decir con más desesperación. Mordías tu labio… Tu respiración se agitaba… Tu pulso se aceleró… Tu corazón latía con una fuerza estruendosa… Volviste a suplicar… Tu voz suplicante se volvió muy melosa, tan dulce que saciaba mis sentidos, haciendo que deseara escucharte más, quería volverte a escuchar dicha petición que ansiosa clamaba por tener mi cuerpo dentro de ti. Volverme tu pecado… Me volví tu pecado… Y entonces nuestras mentes regresaron a ese momento en el que el destino nos puso frente a frente… Fue en ese momento cuando nuestras miradas se encontraron, a pesar de que sentías que tu mundo estaba bien, mi mirada cambio tu forma de pensar, pues aunque creías que el pecar era un delito, mis pupilas te demostraron todo lo contrario, tal vez pecadoras, tal vez llenas de yerros, pero tan cálidas como jamás habías sentido y en un instante se volvieron tan necesarias para ti, como aquella agua fría que sacia tu sed, que aniquila por siempre el ávido deseo de ser llenado. Fue esta mirada tan profunda la que te ponía nerviosa, la que te incitaba con algún instinto a morderte los labios, dejando esa sensación de hínchate en ellos y entonces un día despertaste con un objetivo en mente y era morderme los labios. Me volví tu pecado, ese pecado que fue más palpable cuando me dejaste acariciar con mis palabras tu bella alma, estas palabras que hicieron eco en la habitación donde dormías, tanto eco que sentías que iba a despertar con quien tu dormías, fueron estas frases las que se arraigaron en tus sueños, las que abrazaron tu cuerpo, las que acobijaron tu ser que estaba tembloroso debido al frio que había en ti. Me volví tu pecado cuando mis labios buscaron a los tuyos y entonces plasme en tu boca un beso prohibido dejando en ti, el sabor de mí, el exhalar que te hizo delirar, ese olor de mi suspirar, ese saborcillo que adorno tu sentido del gusto, que embriago sin piedad a tu corazón, estos besos que tatuaron tus labios, tu alma y corazón, estos labios que se volvieron tu pecado. Este pecado tan mío que lo hiciste… tan tuyo. Este pecado que te invito a entregarte por completa a mí, a entregarte sin pudor, sin aquella timidez, sin restricciones, pues te diste cuenta que era la única manera para que pudiera enseñarte lo que nadie en este mundo te enseñaría. Solo así te abriste a conocer las mil formas en las que tu cuerpo se puede tocar y acariciar, solo así te diste cuenta de la infinidad de cosas que pueden sentir tus labios, lo que puede hacer una boquita traviesa, lo que pueden hacer unas manos, unos dedos, hasta la textura de ellos, solo así descubriste la infinidad de sentimientos que puede haber en ti, el desborde de la pasión. Te diste cuenta que para sentir todo esto solo faltaba algo, que te dieras cuenta que yo debo de ser… Tú pecado… Tu amante secreto.
Posted on: Mon, 11 Nov 2013 21:06:43 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015