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Cuando un amigo se va… (Para la familia Chávez Bustos) Escrito por Prisciliano Gutiérrez Lunes, 12 de Agosto de 2013 07:33 FAMILIA POLÍTICA “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”. Jorge Manrique. Cada ser humano ve a los demás desde la perspectiva de su propia historia. Yo no puedo mirar en mi cristal retrospectivo, a un Firo aislado, solitario, individualizado… siempre lo concibo en el ámbito de su familia: unida, amigable, apreciada por todos los que gozamos el privilegio de su cercanía. Adalberto: Profesor normalista de origen, histórico líder estudiantil, Abogado de profesión, político por convicción y bohemio por vocación. Nunca la importancia de un cargo desdibujó en él la imagen de una simpática rana universitaria. Lo contacté por teléfono horas después del lamentable suceso. Lo escuché consternado, con la tristeza fraternal comiéndole las entrañas. Solamente pude darle una palabra de aliento y un abrazo en la distancia… Mi circunstancia me ubicaba muy lejos de Hidalgo. Octaviano: mi querido “Vánchez”, Abogado especialmente dotado para la docencia y para la impartición de justicia. Juez y Maestro reconocido por generaciones. Cercano a los símbolos vivientes: Jesús Ángeles Contreras y Alejandro Straffón Arteaga. Deportista en su aún cercana juventud. Es hombre bueno, sano y bien intencionado. Veía a su hermano menor, con la ternura y la complacencia con que se mira a un ser que despierta amorosas sensaciones de orgullo y satisfacción. Perder al “hermanito” menor, al “medio hermano”, por razones de estatura, fue un golpe terrible, del cual tardará mucho tiempo en reponerse. Las cosas nunca volverán a ser las mismas. Dámaso: el mayor, el caballero. Cercano a las ocho décadas, sigue manifestando un espíritu jovial, sano de cuerpo y alma. Colaboró conmigo en las lejanas épocas de Director de Escuela. Por él conocí a al patriarca de la familia, Don Octaviano Chávez Guzmán, a quien el inmortal Nicandro Castillo llamaba cariñosamente “El Panza Verde”. ¡Cómo recuerdo la histórica cabalgata entre Juárez Veracruz y Xochiatipan!, durante una campaña de Beto: Canciones salpicadas con aguardiente y versos que nacían del alma y corazón de la Huasteca. A las hermanas: Cata, Belinda y Lupita les profeso similar afecto, aunque la vida no me ha dado oportunidad de tratarlas, con la cercanía que a los varones. Glafiro fue un personaje popular, siempre tuvo luz propia, a pesar de la poderosa estrella de su hermano Adalberto. Miembro distinguido de los “vagos” del Jardín Colón, buen futbolista y activo dirigente juvenil. Siendo un adolescente, se integró al Partido Revolucionario Institucional y a los organismos electorales. Sin ser abogado, se convirtió en un experto en esa rama del Derecho. Muchas elecciones pasaron por sus manos; nombres y más nombres fueron palomeados por él para ocupar cargos de elección popular. La vida quiso que entre ellos jamás estuviera el suyo. Dentro de la enorme y variada gama de sus cargos en los tres órdenes de gobierno, me tocó encontrarlo como Subdelegado de Tiendas y Farmacias, cuando tuve oportunidad de ser Delegado del ISSSTE en la entidad, al término de mi gestión en la LXI Legislatura al Congreso de la Unión. Nuestra relación fue plena de cordialidad, respeto y colaboración institucional. Después se invirtieron los papeles. Como Subsecretario de Desarrollo Político de alguna manera fue mi jefe, al coordinar, un grupo, que desempeñaba una modesta comisión por designación del hoy Secretario de Gobernación Federal, Licenciado Miguel Ángel Osorio Chong. Mientras duró, recibí de mi amigo todas las atenciones y su buena disposición para escuchar y tomar las decisiones que se consideraran pertinentes. Pocos personajes han sobrevivido tanto tiempo en la política y/o en la administración pública, como Glafiro Chávez. Sin duda no fue por graciosa concesión del sistema sino por su disciplina, eficacia y lealtad institucional a toda prueba. Muy cercano a la figura del Señor Gobernador José Francisco Olvera Ruiz, desde la campaña, “sonaba para todo”, en el Ejecutivo y en el Legislativo (en el Judicial no, porque cometió el error de no ser abogado). La temprana muerte de su hijo fue, sin duda, un golpe demoledor: durante un tiempo perdió las ganas de vivir. Renovó su autoestima y sus motivos vitales, cuando, en justicia, JFOR lo nombró Secretario de la Contraloría. El mortal percance sucedió en momentos de éxito. Tuvo la fortuna de morir a tiempo: fue un triunfador. Ignoraba yo aún el deceso de mi amigo, cuando tuve entre mis manos el libro “Ética de Urgencia” de Fernando Savater; captó mi atención el párrafo que aquí, transcribo a manera de epílogo: “Y, como bien sabéis, la vida humana no es reversible, sigue una dirección y no podemos volver atrás. La nuestra es una vida irrepetible y frágil, única para cada uno de nosotros, protagonizada por seres vulnerables que a cada minuto están en peligro de muerte. Amenazados no sólo por la muerte física, sino también por otras muertes: la muerte social, la muerte sentimental, la muerte de la salud, todo lo que se aleja y nos deja abandonados, todo lo que nos hiere y nos deja tristes, solitarios, frustrados… Entendemos el dolor y la fragilidad ajena porque todos somos vulnerables. Son los dioses inmortales los que tendrían problemas para comprendernos, ése es el sentido de la leyenda de la encarnación de Cristo: un dios que se quiere volver humano para entender qué sienten los mortales”.
Posted on: Mon, 12 Aug 2013 20:57:36 +0000

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