Cómo Dios reputa por hecha contra sí la PERSECUCIÓN que se hace - TopicsExpress



          

Cómo Dios reputa por hecha contra sí la PERSECUCIÓN que se hace á la santa Iglesia ó á sus Ministros, y que esta culpa es mas grave que otra Cualquiera. DIOS PADRE DICE A SANTA CATALINA DE SIENA: Sí me preguntas por que te he mostrado que la culpa de los que persiguen la santa Iglesia es mayor que todas las otras que hayan cometido, y también por que no obstante sus defectos no querría yo que se disminuyese la reverencia que se les debe tener, te responderé que la reverencia y respeto que se les tiene, no es á ellos, sino á mí, en virtud de la sangre que yo les he dado á administrar, pues si esto no fuese, tanta reverencia les tendríais como á los demás seglares, y no mas: mas por el ministerio que ejercen estáis obligados á tributarles reverencia, y tenéis que venir necesariamente á ellos, no á ellos por ellos, sino por la virtud que les he dado, si queréis recibir los Sacramentos de la Iglesia, porque pudiéndolos recibir y no recibiéndolos, viviréis y moriréis en estado de eterna condenación. Y así la reverencia es á mí y á esta gloriosa Sangre de mi Hijo, que es una cosa misma conmigo por la unión de la naturaleza divina con la humana, y no á ellos; y así como la reverencia es á mí, así la irreverencia con que se les trata es también á mí, y ya te he dicho que no debéis respetarlos á ellos por ser ellos, sino por la autoridad que les he dado, y así no deben ser ofendidos, porque ofendiéndolos me ofenden á mí y no á ellos, y ya lo he prohibido expresamente, diciendo que mis ungidos no deben ser tocados por vuestras manos, y así ninguno puede excusarse diciendo: yo no hago injuria, ni soy rebelde á la santa Iglesia, sino á los defectos de los malos pastores. Este tal miente sobre su cabeza, y como cegado por el amor propio no ve, pues aunque vea bien, hace que no ve para apaciguar el estímulo de su conciencia, pues vería, y sin duda lo advierte, que persigue la Sangre de Jesucristo, y no á ellos. A mí es la injuria, así como á mí era el respeto, y así contra mí es también todo daño, escarnios, afrentas, oprobios y vituperios que á ellos les hacen, porque vuelvo, y volveré á decir: No quiero que en mis ungidos pongáis vuestras manos. Yo los he de castigar, y no vosotros. Mas los perversos demuestran la irreverencia que tienen á la Sangre de mi Hijo, y que aprecian en poco el tesoro que les he dado para salud y vida de sus almas. ¿Qué mas podíais recibir que á mí todo Dios y todo hombre, que me he dado á vosotros en manjar? Mas porque estos mismos Ministros no me tributaban la reverencia que se me debe, por eso se disminuyó para ellos el acostumbrado respeto, persiguiéndolos, por ver en ellos muchos pecados y defectos. Si verdaderamente les hubieran tenido esta reverencia por mí, no se hubieran levantado contra ellos por sus defectos, porque no se disminuye la virtud de este Sacramento por ninguna culpa, y por eso no se debe disminuir la reverencia; y cuando se disminuye, me ofenden. Esta culpa es mas grave que todas las otras por muchas razones; pero diré las tres principales. La primera es, porque lo que se hace contra mis Ministros, lo reputo hecho contra mí: la segunda, porque quebrantan el precepto, pues ya he mandado que no pongan en ellos sus manos, por lo cual desprecian la virtud de la sangre que recibieron en el santo Bautismo, desobedeciendo y haciendo lo que está prohibido, y son rebeldes á esta sangre porque no le han reverenciado, antes bien le han perseguido. Son como miembros podridos cortados del cuerpo místico de la santa Iglesia, por lo que mientras estuvieren obstinados en esta rebelión é irreverencia, si mueren en ella, se condenan. Es verdad que llegando á la última hora, humillándose y conociendo su culpa, queriéndose reconciliar con su cabeza, aunque actualmente no puedan, alcanzan misericordia; pero no deben esperar á aquella hora, porque no es cosa segura que la conseguirán. La tercera causa por la cual esta culpa es mas grave que otras, es porque es pecado cometido con malicia y deliberación, y conocen que no lo pueden hacer con buena conciencia, y que pecan si lo hacen, y es ofensa con cierta soberbia sin deleite corporal, antes bien alma y cuerpo se consumen. El alma se consume, porque se priva de la gracia, y muchas veces los roe interiormente el gusano de la conciencia: los bienes temporales se emplean en servicio del demonio, y mueren los cuerpos como animales. Y así este pecado es directamente contra mí, y se comete sin apariencia de utilidad o deleite alguno, y sí con malicia y humo de soberbia, la cual tiene principio en el amor propio sensual, y del perverso temor que tuvo Pilato, que decretó la muerte de Cristo mi Unigénito Hijo por temor de perder el dominio temporal: así lo han hecho, y lo hacen estos. Todos los otros pecados se cometen o por ignorancia y falta de conocimiento, o por simplicidad, o por malicia, esto es, conociendo el hombre el mal que hace: mas por el desordenado deleite y placer que tiene en el mismo pecado, ó por alguna utilidad que en él hallase, ofende; y ofendiendo hace daño, y ofende su alma, y á mí, y á su prójimo. A mí me ofenden porque no tributan gloria y alabanza á mi nombre; y al prójimo porque no le aman: mas él no me hace daño á mí actualmente porque me haga directamente la ofensa, sino que á sí se ofende; la cual ofensa me desagrada, porque es en su daño. Esta ofensa se hace sin medio solo á mí directamente; pero los otros pecados tienen alguna apariencia y color, y se cometen por medio de alguno; pues como te dije, todo pecado se comete y toda virtud se ejercita mediante el prójimo; y el pecado se comete con la privación de mí y del prójimo, y la virtud con el amor de la caridad; y así ofendiendo al prójimo, me ofenden por medio de él: mas porque entre mis criaturas he elegido á estos por mis Ministros, los cuales son mis ungidos y administradores del Cuerpo y Sangre de mi Unigénito Hijo, que se convierte en carne vuestra unida con mi naturaleza Divina, por eso cuando consagran están representando la persona de Cristo mi Hijo. Y así mira como esta ofensa se hace á este Verbo y haciéndose á él, se hace á mí, porque somos una misma cosa. Estos desdichados persiguen la Sangre, y se privan del tesoro del fruto de la Sangre; por lo cual esta ofensa me es mas grave que á mis Ministros; porque así como no reputo aquella honra como de mis Ministros, sino mía, así esta persecución la tengo como hecha contra mí, esto es, contra esta gloriosa Sangre de mi Hijo, con quien soy una misma cosa. Por lo cual, si todos los pecados que han cometido se pusiesen de una parte, y este solo por otra, aquellos los reputo por leves en comparación de este, como te lo manifesté para que tuvieses motivo de dolerte de mi ofensa, y de la condenación de estos infelices, para que con el dolor y amargura tuya y de los otros mis siervos se disipasen tan grandes tinieblas por mi bondad y misericordia, cuantas sobrevinieren á estos miembros podridos, cortados del cuerpo místico de la santa Iglesia. Pero apenas encuentro quien se duela de la persecución que se hace á esta preciosa Sangre, pero hallo sí quien continuamente me dispara las saetas del amor desordenado y temor servil de la propia reputación: y como ciegos, reputan por honor lo que es vituperio, y por afrenta lo que es honor, á saber, humillarse á su cabeza. Con estos defectos persiguen la sangre de mi Hijo. salutarishostia.wordpress/2009/11/06/sobre-la-dignidad-de-los-sacerdotes-y-la-excelencia-de-la-eucaristia/
Posted on: Thu, 15 Aug 2013 22:14:44 +0000

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