DORTMUND. LA ESPADA DE TYRAEL Y LOS GUARDIANES DEL SOL. CAPITULO - TopicsExpress



          

DORTMUND. LA ESPADA DE TYRAEL Y LOS GUARDIANES DEL SOL. CAPITULO 1 Sangre, dolor, torturas... muerte. Todo aquello me rodeaba desde que estaba allí, desde que me convertí en la esposa de Diablo. Me llamaban Lilith, pero mi verdadero nombre es Susanne, o al menos lo era cuando quedaba algo de humanidad en mi ser, sin embargo aún sentía que me quedaba algo de ella, no deseaba vivir en aquel lugar, no era mi sitio. Solo existía un motivo por el que estaba allí, sentada en aquel frio trono elaborado con huesos y calaveras de siervos torturados por Diablo, mi hijo Eric. Diablo lo utilizó como objeto de intercambio para obligarme a ayudarle en su reinado sobre el infierno y ayudarle a controlar aquel lugar. Además, él tenía otros planes para mí de los que no sabía nada hasta hace poco. Quería un heredero, un hijo demoníaco engendrado en un vientre humano para camuflarse entre los hombres y facilitar así su dominio en La Tierra, pero yo no estaba dispuesta a dárselo. Yo no sería el puente entre el Infierno y la Tierra. Yo, no sería la que comenzaría la destrucción de la raza humana trayendo a un demonio a la vida, concibiendo al príncipe de las sombras, el hijo del mal más poderoso que jamás haya existido. No sabía cómo evitarlo, pero debía hacerlo a toda costa. Cada día intentaba despistar a Diablo con mis palabras y alargar más la llegada del fatídico momento, sin embargo, todos los días me hacia la misma pregunta, pero ya comenzaba a quedarme sin respuesta. - Mujer, ¿cuándo me darás el heredero que tanto ansío? – me dijo Diablo acariciándome el rostro cariñosamente - No es algo que pueda decidir yo Diablo, debe venir por si solo – dije con la cara agachada, evitando que Diablo descubriese que no deseaba ese hijo – la naturaleza es caprichosa… - Aquí, la naturaleza se arrodilla ante mis garras… pero de que me sirve eso si tu no actúas como la esposa que eres, y cuantas veces he de decirte que no me llames Diablo – dijo ya desesperado. - Los antiguos te llaman con muchos nombres, no sé cuál es el correcto – conteste intentado desviar la conversación del heredero - ¿Y por qué no me llamas esposo? – dijo secante No sabía cómo contestar a esa pregunta sin dar a entender que no le reconocía como tal por que no lo amaba. No dejaba de mirar al suelo, para que Diablo no pudiese ver la mentira en mis ojos. Por suerte, cuando se acercó a mi para levantar mi rostro, uno de los mas fieles guardias de Diablo entró en la cámara a toda prisa y muy alterado, lo que me dio tiempo para pensar una respuesta a la pregunta. - Señor, tenemos problemas – dijo muy preocupado y sin dejar de mirar a Diablo - ¿Qué ocurre Maltranis? – preguntó aún sentado en su trono - Ha llegado un mensajero desde Crimóleon, trae malas noticias – dijo arrodillado - ¿Y que noticias son esas? Decidme - Mi señor, el mensajero se niega a hablar con nadie que no seáis vos. Reitera en la importancia del asunto y que solo vos podéis conocer la información que os trae. Lo hemos llevado a uno de los aposentos de invitados, espera vuestra visita - Si tan importante es, no le hagamos esperar más. Diablo salió a toda prisa de la cámara, una habitación oscura sin más luz que la que daba una gran hoguera en el centro. El suelo era de piedra, al igual que las paredes. El techo, formado por una gran cúpula. No había objetos decorativos, exceptuado espadas de enemigos caídos junto a sus calaveras colgados de la pared, como un trofeo cualquiera. Vivíamos en una especie de castillo, pues el tiempo en el infierno no era el mismo que en la superficie. Allí abajo aún nos encontrábamos sumidos en la Edad Media, el tiempo de la guerra. Maltranis alzó la vista hacía mi, se levantó y cerró la puerta de la cámara. Se dirigió hacia mi trono, con su mano rodeando el puño de su espada para que no se balancease con el movimiento al andar. Era un hombre apuesto, de pelo negro y ojos color miel. Se arrodilló ante mi, yo me levanté de aquel trono y bajé los tres escalones que me separaban del suelo, cubiertos por una alfombra de terciopelo negro. - Alzaos Maltranis, no hay nadie en esta habitación, estamos solos, no es necesario este teatro – le dije con mi mano sobre su cabeza - ¿Cómo os encontráis mi reina? – me preguntó con cara de preocupación - No se que hacer Maltranis, el rey quiere un heredero... - ¿Estáis dispuesta a dárselo? – preguntó más preocupado aún Agaché mi rostro mirando hacia otro lado, dándole a entender a Maltranis mi negativa al heredero. - En ese caso, haré todo cuanto esté en mi mano para que ese heredero no se conciba. Tenéis mi palabra mi reina – dijo mientras colocaba su mano sobre su pecho - No es tu palabra lo que me preocupa Maltranis, si Diablo se entera de esto te... - No se enterará, nadie en todo el infierno lo sabe. Y si eso ocurre yo mismo me encargare para que se lo lleve a la tumba. Tras decir esto, Maltranis agarró mis hombros suavemente mientras sus labios chocaban con los míos, dando lugar a uno de sus besos más dulces. - Temo por tu vida Maltranis, si alguien descubre nuestra infidelidad al rey, será él mismo quien te corte la cabeza y te cuelgue en estas paredes, y es algo que no podría soportar. – dije mirándole a sus brillantes ojos - Dormid tranquila, el rey confía en mí mas que en cualquiera de sus guardias. Jamás pensara algo parecido. Ahora debo ir con él, no os preocupéis por nada, todo saldrá bien. Se despidió de mí, besando el anillo de mi mano derecha, tal y como especifica el protocolo. Maltranis era un buen hombre a pesar de sus crímenes en La Tierra, allí servía a uno de los reyes más poderosos, por eso Diablo le escogió como su mano derecha, lleva siendo así desde hace siglos. Volví a sentarme en mi trono, pero no aguanté así mucho tiempo. Una gran curiosidad por saber que problemas se presentaban en el reino invadía mis pensamientos. Decidida, fui a esperar a Diablo en los pasillos de las cámaras de invitados, donde se alojaba el forastero. Fuese cual fuese el problema, quería saberlo.
Posted on: Thu, 25 Jul 2013 10:22:12 +0000

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