Damaco, por su parte, no estaba desprevenido, y tenia quien le - TopicsExpress



          

Damaco, por su parte, no estaba desprevenido, y tenia quien le participaba y le daba cuenta de lo que ocurria entre los bandidos. De esta suerte, conspirando unos y espiando otros á los conspiradores, pasaban los dias en la fortaleza escogida por Damaco para guarida de su partida. El antiguo desertor hacía tiempo que habria abandonado aquella vida, que le era repulsiva; pero temia con razon la suerte que le esperaba miéntras viviese el Idumeo y su nombre permaneciera inscrito en la memoria de sus jefes y en los registros de los condenados á muerte por un delito que jamás se perdonaba por el severo código militar herodiano. Bandido forzado, no manchó nunca, segun dejamos dicho, sus manos de sangre, ni extremó sus hazañas más allá de las exigencias de su propio sostenimiento y el de sus amigos y partidarios. Despues de permanecer oculto durante muchas lunas, fué hecho prisionero; y tomándole por espía, á no ser por la compasion de la hija de su antecesor en el mando, habria sido inmolado ante tan inmmerecida é infundada sospecha. La noche anterior al dia en que Damaco debia ser quemado, la jóven intercedió con tal empeño en favor del soldado, que no sólo se le perdonó la vida, sino que se le permirió formar parte de la tribu, y acabó por contraer matrimonio con su protectora. Las caricias de su esposa, las dulzuras de su nuevo estado, los encantos del hogar, fueron para Damaco incentivos poderosos hácia el bien; y por último, el ser padre de un niño encantador le hizo pensar millares d veces en los goces que por su ligereza habia perdido, y que no podia disfrutar de lleno, separado del trato de los hombres y hallándose por su oficio siempre fuera de la ley. Martirio grande era para el antiguo servidor del Idumeo ver cruzar, oculto entre las breñas y los jarales, á sus antiguos compañeros, y no poderles gritar: _¡Aquí, aquí teneis á un compañero, un amigo á quien perseguis sin motivo y en quien podíais depositar vuestra confianza! Su esposa amaba á Damaco cada dia más, y el jefe de la tribu le queria casi tanto como á su hija. Por esto ántes de morir le hizo acercar á su lecho de hojas secas extendidas sobre una tarima, y abrazándole con efusion, le confió el mando de la partida, haciendo que toda ellla le prestase ante su presencia juramento de sumision y fidelidad. Damaco vivia en la fortaleza con su mujer y su hijo; salia lo ménos posible, y á su ejemplo otros se casaron tambien; siendo cosa extraña ver á aquellos seres despreciados y perseguidos como animales dañinos entregados al cultivo de los campos y al cuidado de sus ganados. Nadie que hubiera sorprendido á los Ismaelitas que capitaneaba Damaco, habria sospechado que fuesen bandidos, gente de mal vivir. La mujer era por ellos considerada y tenida en mucho. No confiaban á sus madres ni á sus esposas el cuidado exclusivo de su existencia. No las dedicaban á los trabajos del campo, y sólo durante sus excursiones les confiaban la custodia de los efectos que constituian su ajuar. Así es que unas y otras les seguian gustosas á todas partes, y contribuian á moderar sus instintos y á suavizar las asperezas de su condicion altiva y salvaje. Dispuestos á derramar su sangre por salvar á sus esposas y á sus hijos, les evitaban en cuanto podian toda contrariedad y todo disgusto. Eran, pues, los Ismaelitas mandados por Damaco excepcion entre los suyos; sin que fuesen, por otra parte, los bandidos de la Palestina en aquella época tan crueles, tan desalmados como nos los presentan los historiadores, olvidando que las injusticias del Idumeo habian dado y daban de continuo un gran contingente á las montañas.
Posted on: Sun, 01 Sep 2013 04:04:25 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015