De la Palabra de Dios… “¿Quién es mi prójimo?” buen - TopicsExpress



          

De la Palabra de Dios… “¿Quién es mi prójimo?” buen samaritano El domingo se centró en el tema maravilloso de nuestra responsabilidad respecto de los demás. Todo empieza con la primera lectura, tomada de Dt 30, 9-14. La propuesta de Dios para su pueblo es concreta: obtendrán incluso prosperidad, madurez y un cierto enriquecimiento personal y humano en la medida en que escuchen la voz de Dios. De hecho todo depende de esa escucha y de esa práctica. Lo más bonito es que Dios dice con claridad que no tienen que hacer ningún esfuerzo para alcanzar el conocimiento de lo que Él pide. Que los deseos de Dios no está allá arriba en las nubes, ni al otro lado de los océanos, ni en el fondo del abismo. Sabemos que Dios no se fio ni siquiera de la palabra escrita, para que nadie dijera: “no sé leer”. Dios escribió su ley en nuestros corazones. Por eso hoy dice: “La palabra está muy cerca de ti, practícala”. Hay dos posibilidades de salmo. Les ofrezco el 18, con la respuesta reiterada y tranquilizadora: “Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón”. Reflexionemos ahora el Evangelio, Lc 10, 25-37. Un doctor de la ley se acerca a Jesús para ponerlo a prueba. Le consulta sobre la salvación. Jesús le pregunta sobre el mandamiento fundamental, el del amor. Aquel doctor lo conocía perfectamente. Jesús dice: “Haz esto y vivirás”. Pero el hombre, que no viene a aprender sino a hostigar, hace una nueva pregunta poco inteligente, pero perversa “¿Quién es mi prójimo?”. La respuesta de Jesús no se hace esperar: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó…”. Y le plantea su maravillosa parábola del Buen Samaritano. No pretendo repetirla. Supone un herido, dos cumplidores de la ley de la pureza ritual, sacerdote levita respectivamente, que prefieren no tocar la sangre para no perder la santidad recibida en el templo y un despreciable samaritano, que ni a hebreo llega. Este se compadece, cura, lava, venda y carga al herido a la posada y paga los gastos que genere. Lo que me resulta muy sorprendente es la pregunta de Jesús: “¿quién te parece que actuó como prójimo del que había caído en manos de los bandidos?” ¿Que por qué me sorprende? El Señor no responde sobre quién es mi prójimo sino, por el contrario, sobre con quién me he portado yo como prójimo. Es fácil ver a los demás como mi prójimo. Pero si entro en mi casa y cierro la puerta, incluso apago el teléfono, me aisló totalmente de mis prójimos. En adelante, si viven o mueren, si pasan hambre o se sacian, si llora o están alegres, si están solos y necesitan compañía, nada de eso me interesará porque ellos están allá y yo acá. Pero Jesús una vez más invierte los valores, precisamente para que sus discípulos, actuemos correctamente. Que yo vea a los demás como mi prójimo es lo normal. Pero los cristianos debemos buscar ser prójimo de ellos. Así, la nueva propuesta de Jesús es: salir de mí, preguntar, indagar, observar, atender, meter las manos en el fango si es necesario para rescatar a mi hermano incapacitado para vivir su propia vida. Mi deber fundamental es por los demás. Una vez más está, mi vida, la viviré bien sin un gasto al servicio de los demás, exactamente como Cristo. No estoy en el mundo para ser feliz yo, sino para que mi felicidad sea la de los otros. Que sean felices, estén serenos, que no tengan hambre, que sus heridas sean curadas, su soledad solucionada, su tristeza compadecida. Por eso la segunda lectura era tan lógica. Es Col 1, 15-20, y hace parte del himno cristológico de la carta. Parece que San Pablo encontró ciertos himnos en alguna comunidad y, corrigiéndolos un poco, los transmitió conservándolos para nosotros. Este himno es de una comunidad creyente en Cristo y que comprendía perfectamente las responsabilidades que nos vienen de ser discípulos suyos. Cristo, imagen de Dios invisible, es el primogénito de toda criatura y nos llama a vivir intensamente unidos a su obra. Si somos cristianos, y lo somos, lo nuestro es asumir con toda responsabilidad lo que falta la cruz de Cristo, precisamente porque él quiso reconciliar consigo todas las cosas. A ver si hacemos y vivimos a conciencia nuestra fe. A ver si pretendemos saltar, sin apenas ver, al pobre que está allí tirado. Aprendamos a ver, observemos, tomemos conciencia de lo que sucede en torno nuestro. Porque el mundo necesita ser redimido y nosotros somos los portadores del Evangelio y de la cruz del Señor. Que el Señor nos dé la fuerza y la gracia para salir de nosotros mismos y empezar a corregirnos de nuestros errores más intensos y dañinos. Tenemos en nuestra mano la conversión del mundo. Si el mundo se convierte será porque nosotros dimos un testimonio, alcanzando ese grado de profunda convicción cristiana. Dios le bendiga. P. Álvaro
Posted on: Mon, 15 Jul 2013 22:04:52 +0000

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