De lo mejor que he leido: A mí el descenso de River me cambió - TopicsExpress



          

De lo mejor que he leido: A mí el descenso de River me cambió la vida. Y no tengo vergüenza en decírselo a aquellos que relativizan la gravedad de la situación. No lo comparo con nada, porque no tiene que ver con nada. No voy a entrar en el nefasto juego de equipararlo con una muerte de un pariente cercano, porque está más que claro que nadie se murió, o con una ruptura de pareja, porque tampoco nadie se separó. Todavía hoy, dos años después, me encierro en la pieza, enciendo la notebook y durante media hora, YouTube mediante, me ocupo de hacer sangrar una herida que nunca va a cicatrizar. De todo miro. Y lloro, siempre termino llorando, con la angustia de saber que una parte de mí, muy interna, se modificó para siempre. Tengo casi 30 años y desde chico me enorgullezco por ser de River, herencia de mi viejo y de mi hermano. Francescoli fue mi gran ídolo, pero también disfruté de Medina Bello, Salas, Ortega, Aimar, Saviola y Ramón, el exquisito goleador y el exitoso entrenador. Los aplaudí en las “buenas”, en esos años en que de tantos títulos que ganaba River ni los festejaba, en los que usaba los dedos de los pies para poder seguir contando campeonatos porque las manos no me alcanzaban, en los que me reía de mis amigos hinchas de Boca que habían ganado un solo campeonato en 15 años. Todos brillaron en los ’90, una década que me hizo feliz pero que, como al país, me terminó haciendo mierda. Y a ninguno de ellos vi bajar al barro cuando a River le tocó jugar en el Nacional B. Cada uno desde su lugar, el que fuera, hubiera aportado. No los discuto ni los bajo del pedestal, pero no estuvieron. En las “malas” yo vi a Almeyda vestido de técnico, inexperto pero corajudo, vi a Cavenaghi y al “Chori” Domínguez convertidos en hombres, muchas veces peleando más que jugando, pero tratando de sacar a River de un infierno deportivo en el que ellos no lo habían metido. Hasta me animo a reconocer a Passarella, gran contribuyente para llegar a ese escenario impensado, por no bajarse del barco y seguir dando la cara a su manera. Prepotente pero presente. Y en las “malas”, más que a nadie, lo vi a David Trezeguet, el hincha que dejó todo por cumplir su sueño de jugar en River, a los 34 años, después de una carrera europea sensacional, después de haber sido campeón del mundo y de Europa con Francia, después de ganar todo con la Juventus, de ser capo canioneri en la liga italiana, de ser, en síntesis, uno de los cinco mejores centrodelanteros del mundo. Nadie en sus cabales, con esa trayectoria, podía venir a jugar a River en la “B”, dejando hijos y mujer en Francia y con la posibilidad de fracasar en el intento, de que le dijeran “vino a robar” o “está roto”. Lo de Trezeguet fue tan genuino como su gesto en cada gol que hizo en River. Se golpeaba el pecho, sonreía, y con el dedo índice se lo dedicaba a todo el Monumental. Trezeguet llegó para el segundo semestre del 2012, el que más sufrí como hincha. A mí me cambió el humor su arribo, y creo que lo mismo le pasó a sus propios compañeros. Descomprimió el dramatismo semanal, le quitó presión al resto, metió 13 goles en una rueda y también sirvió para alejar las malas ondas que nos mandaban los hinchas del resto de los equipos, esos a los que River les ganó toda la vida, los que siempre lo miraron de abajo y se regocijaban por su desgraciada aventura en el ascenso. Entre otras cosas, David fue el que clavó en el ángulo una tremenda volea a Ferro; el que, mitad pifia mitad ingenio, le hizo un gol clave a Instituto; el que metió un cabezazo feroz cuando no teníamos manera de ganarles a los jujeños en el Monumental y, sobre todo, el que le hizo los dos goles a Almirante Brown ese 23 de junio en el que se consumó el ascenso y yo me desahogué llorando como un nene frente al televisor. Sin Trezeguet, no creo que River hubiera ascendido. Soy periodista desde hace ocho años, y por mi oficio tuve la suerte de cruzar o entrevistar a muchas personalidades que admiro y respeto: Maradona, Messi, Vilas, Nalbandian, Ginóbili, Menotti , Bilardo y varios más. Hasta me di el lujo de comer al lado de Federer en el US Open. Quizás por compromiso con mi trabajo, tal vez por timidez, o incluso porque no me interesaba, nunca me saqué una foto con ellos, ni les pedí un autógrafo. No me arrepiento. Hoy tengo ganas de saludarlo a Trezeguet, de darle un abrazo y agradecerle por todo lo que le dio a River en este año y medio. Quiero pedirle que se quede, que la siga peleando y que si no le cambia la decisión a Ramón Díaz, que queme sus últimos cartuchos en otro lado pero que nunca se vaya de River. Que sea técnico, asesor, manager, que trabaje en inferiores o que simplemente aliente como el hincha que es. Yo nunca me voy a olvidar de lo que hizo por River. Bernardo Martín Vázquez (DNI: 30.537.771)
Posted on: Wed, 26 Jun 2013 16:01:42 +0000

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