De puño y letra. El escritor uruguayo Mario Benedetti, el cantor - TopicsExpress



          

De puño y letra. El escritor uruguayo Mario Benedetti, el cantor argentino Jorge Cafrune y cientos de artistas fueron amenazados y tuvieron que irse de Argentina por las amenazas de muerte de la Triple A. En 1984 desde Montevideo, Horacio Salvador Paino consigue a la Editorial Platense para escribir sus memorias, que serán impresas en Sao Paulo, Brasil. El libro, al que accedió EL ECO, cuenta cómo durante el gobierno de Perón, a partir de 1973, ingresó a trabajar en el Ministerio de Bienestar Social argentino, convocado por el mismísimo López Rega y cómo organiza la patota de asesinos que en ocho grupos, cada uno liderado por un jefe y cuatro hombres que conseguían información sobre jóvenes de izquierdas en las universidades, los secuestraban y los ejecutaban, enterrando sus cuerpos en los bosques de Ezeiza. Se calcula que bajo la supervisión de Paino, unos dos mil jóvenes fueron asesinados por la patota. Paino dice que abandonó la Triple A en 1976, pero en su libro señala que realizó alguna otra tarea hasta 1978, cuando ya la Triple A era manejada por el temible Aníbal Gordon, que continuó y amplió la matanza de dirigentes y militantes de izquierda. El caso de Víctor Fue uno de los tantos crímenes de los que participó este personaje que tuvimos en Carmelo durante unos cuatro años. Cuenta en su libro sobre el secuestro de este estudiante de Facultad de Derecho. “Víctor fue desnudado y amarrado a la mesa de mármol, cubierta con una capa de goma pluma mojada. Uno de los terminales de la picana se conectó a la mesa y con el otro fueron tocando sabiamente testículos, glande, encías y pecho, hasta que el “terrorista” (N. de R.: con comillas en el original) se desmoronó y comenzó a decir lo que queríamos: el nombre de sus compañeros panfletistas….’. A las 6 de la tarde vino la orden de arriba (López Rega): los cuatro tenían que ser ejecutados”. “Se les quitaron los relojes, documentos, anillos y todo aquello que alguna vez pudiese contribuir a su identificación, y todos estos objetos y papeles fueron arrojadas a la caldera del Ministerio de Bienestar Social para ser destruidos por el fuego”. “A las 22 horas, los cuatro fueron inyectados con una elevada dosis de Ampliactil y colocados cada uno en una bolsa de plástico con cierre relámpago. Luego los cargaron en la Kombi”. “Un Rambler abría la marcha, tomamos el camino de Ezeiza por donde ya había ido con anticipación un grupo provistos de palas y bolsas de cal”. “Atravesamos Buenos Aires sin problemas y arribamos a una zona cercana a las piletas a la derecha del puente 12. Una señal de linterna indicó la parada. Los cuatro cuerpos fueron depositados en el suelo y cada uno de los componentes del grupo extrajo su arma provista de silenciador. Alguien pronunció una oración fúnebre y los terroristas fueron acribillados a tiros. Se recogieron las vainas servidas y los cuerpos se arrojaron en la fosa cavada. Con ellos se tiraron cuatro bolsas de cal, unos bidones de agua y una damajuana de ácido muriático, completaron la obra. El grupo de paleros cubrió la tumba con tierra extraída y el sobrante se desparramó. La organización había cumplido las órdenes recibidas y en pocas horas cada uno estaría en la rutina de su quehacer diario. El jefe de grupo subió a mi oficina y preparó el informe para López Rega”. (Textual, extracto del libro Historia de la Triple A, Horacio Salvador Paino)
Posted on: Sat, 07 Sep 2013 07:03:27 +0000

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