Día de Muertos en Pomuch. Campeche. Una aromática neblina se - TopicsExpress



          

Día de Muertos en Pomuch. Campeche. Una aromática neblina se asienta sobre las calles del poblado. Neblina que huele a anís, canela y levadura mezclada con los aromas de la leña y a hojas de pixoy tostado. Neblina que permite que los rayos del sol se marquen a través de las copas de los árboles haciendo que la tarde sea acompañada de un paisaje más dramático aun. Las ramas desvestidas de un árbol en especial destaca a la mirada; ramas tan desvestidas de su follaje como aquellos que habitan al pie de su tronco en el cementerio de Pomuch. Al pasar a través del arco del acceso al camposanto se puede no solo observar, sino también sentir en la piel la diferencia entre el exterior y el interior. No es cualquier cementerio, es uno muy especial en el que la muerte es vista de un modo diferente. No es el modo terrorífico de las culturas europeas, ni el modo sarcástico o hasta burlón con el que se presenta en el centro de México. No hay Catrinas aquí, solo respeto y sentimiento de amor y añoranza hacia aquellos que ya han partido a través de un acto milenario: La Limpieza de Huesos del Cementerio de Pomuch. Se logra notar la poca presencia de tumbas convencionales, ya que los estrechos callejones en el interior del cementerio reguardan verdaderos multifamiliares coloridos de osarios la mayoría al descubierto que al pasar junto a ellos nos permite ver cara a cara las cuencas vacías de lo que fueron los rostros de los que se fueron, asomando por debajo de las mantas bordadas a mano con coloridas flores y cruces. Conforme uno se adentra al fondo del cementerio se escuchan los cánticos y rezos de tres señoras los cuales obligan a acercarse para encontrar al pie de ellas a Don Venancio, el cual, vestido de blanco, sombrero y alpargatas como es la usanza, toma en su mano un fémur y lo repasa con una brocha para limpiar todo el polvo acumulado durante el año. Lentamente, sin prisas repasa cada uno de los limpios huesos ya hace tiempo descarnados y los acomoda sobre un nuevo manto bordado previamente acomodado en el interior de una caja de madera de cerca de 30 x 60 cm. Es fuerte - dicen aquellos que vienen de fuera por primera vez a observar con respeto este ritual tan especial. - No sabía que esperar, pero supera cualquier expectativa. Más allá de observarlo con una mirada de morbo se transmite mucho amor en este acto- comenta una persona más. Pero si bien el motivo central de la celebración es el cementerio, todo el pueblo de Pomuch se vuelca a recordar a sus difuntos. Al caer la tarde las portadas de las calles principales empiezan a abrirse preparando sus mesas en las que expenden todos los elementos que se utilizarán para los rituales en casa. Es así como muchas mesas muestran la carne fresca de cerdo, los pollos y las gallinas para preparar el manjar central de la festividad: Los Pibipollos. En una choza maya de barro y techo de palma, una señora muestra los dulces a base de coco que ella misma preparó; los cucuruchos con coquito, el coco melcochado y barritas de coco de diferentes tonalidades. Otros venden la majahua para amarrar los pibis, otros la hoja de plátano, el achiote, el incienso o copal, las flores, los silbatos de barro y muchas cosas más en un recorrido en que, al igual que las almas de los niños que llegarán más tarde esa noche del 31 de Octubre, es guiado por un sendero de velas que nos lleva como punto final a otro de los sectores más buscados de Pomuch: Sus panaderías. Es aquí donde se explica la mayor parte de esa neblina que inunda el pueblo. Los hornos de piedra que trabajan al máximo para brindar a las mesas y altares el tradicional pan batido, los pichones rellenos de jamón y queso, o los tutis que en estas fechas por ser especiales y de reunión en familia se tornan gigantescos. El resto de la aromática humareda es completado por la preparación del pib o hueco donde algunos que ya se adelantan depositan ya el Pibibollo que corona los altares que junto con todas las viandas y gustos de los difuntos, los pequeños el primer día y los grandes el segundo, para hacerlo sentir bienvenidos al mes en que sus almas estarán entre nosotros. Más temprano la Hacienda Blanca Flor nos permitió ser testigo de su preparación. Observando como estos platillos son exhumados después su reposo en el interior del inframundo de tierra roja y piedras ardientes. Y mientras los rezos en lengua maya de Don Felix desde su choza se quedan atrás terminamos de recorrer el mágico sendero, tan agradablemente hastiados de probar, oler y sentir disfrutando tanto como vivos que no queda duda que el esfuerzo también será apreciado por aquellos que ya no están, pero que en estos días tendrán permiso para estarlo. Erik Mendicuti
Posted on: Mon, 04 Nov 2013 17:10:22 +0000

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