EL CORTE INGLÉS; UN POCO DE SU HISTORIA ....Dos varones y cinco - TopicsExpress



          

EL CORTE INGLÉS; UN POCO DE SU HISTORIA ....Dos varones y cinco mujeres después, Ramón Rodríguez Ordóñez —conocido entre sus vecinos como “el de Benitón”— observaba a su octavo hijo recién nacido en su casona de Llantrales, en la profunda parroquia de La Mata, Asturias. Era el dos de enero de 1882 y apenas había con qué alimentar más bocas en aquella paupérrima casa de agricultores. Tal vez por eso no fue un día de fiesta para los Rodríguez. Las cosechas no eran buenas, los jóvenes empezaban a huir a América y nadie de la familia tenía más conocimientos que los referidos a trabajar el campo. El futuro no era en absoluto prometedor para aquel chaval recién nacido, cuya madre decidió llamar César. César Rodríguez, futuro fundador y presidente de El Corte Inglés, la mayor firma comercial en la historia de España. O cómo pasar de una chabola en medio de Asturias a la fortuna más influyente de cuantas haya conocido el siglo XX español. César y Pepín —este último nacido el 12 de diciembre de 1891 en El Rellán, otra aldea de la parroquia asturiana de La Mata— compartieron infancia entre el comercio y el regateo. Iban de mercado en mercado por el centro de Asturias, vendiendo y comprando productos del campo para aliviar la carcomida economía de sus familias. Pepín recordaría en una entrevista concedida a La Nueva España en 1966 que «desde niño iba a caballo desde mi aldea hasta el mercado de Grado». Allí regateaban y se curtían. En casa de César terminarían montando una panadería mientras que en la casona de los Fernández se instaló un ultramarinos y un « chigre » (tasca). Entre tanto, en 1904, en una de las casas más pobres de la aldea, venía al mundo Ramón Areces, sobrino de César y su futuro sucesor al frente de El Corte Inglés. Todavía tendría que pasar mucho tiempo hasta entonces. De momento, el ahogo solo tenía una desembocadura para aquellos chavales: América. De las 20 casas de la aldea de Llantrales de principios del siglo XX, no había una sola que no tuviera al menos un hijo en América. César se fue con 14 años, en 1896, destino La Habana. Salió del puerto de Santander con los tambores del independentismo cubano de fondo. Cuando arribó a la ciudad se alojó en una pensión a cambio de limpiar y barrer. Duró un día. Al siguiente consiguió un empleo como repartidor de comida de una cantina del barrio de La Habana Vieja. Seis meses después aceptó la oferta de un gijonés para trabajar en una tienda de novedades llamada La Casa Blanca donde trabajó como « cañonero » o chico para todo: limpia, vende, barre, ordena… Dormía en la misma tienda. Una de aquellas noches de colchón en el suelo escuchó la explosión del Maine, el 15 de febrero de 1898. En 1900 sucede algo definitorio para El Corte Inglés: César entra a trabajar como dependiente en los almacenes El Encanto. Consigue un buen sueldo y, lo que a la postre será más importante, aprende prácticamente todo lo que años después se llevará a España y aplicará a El Corte Inglés. César permanecerá 28 años en El Encanto, durante los cuales ascenderá a velocidad meteórica hasta convertirse en socio industrial de la firma. Trabajador obstinado, casi obsesivo, y con una tremenda capacidad de sacrificio, César suplió su nula formación académica con unas enormes e innatas aptitudes para los negocios y la venta. Su fortuna avisa y comienza a tomar forma. La importancia de El Encanto en El Corte Inglés es tal que puede decirse que el mayor centro comercial de la historia de España nació como un calco de los almacenes cubanos y que su primer crecimiento se basó en lo que antes ya se había hecho en La Habana. Solo un ejemplo que tal vez sintetice todo lo demás: el eslogan para las rebajas de El Encanto a principios del siglo XX era « ya es primavera en El Encanto » . De las especulaciones y expertos « opinadores » sobre el modelo empresarial de El Corte Inglés destaca una idea que caló en la opinión pública: el éxito de la firma se basaba en el llamado modelo japonés, esto es, una estricta jerarquía, un trato paternalista con el empleado que permite la promoción interna y una implicación total y completa del trabajador con la empresa. Sin embargo, y puestos a definir, el modelo que mejor encaja en el nacimiento del centro comercial español por excelencia es el astur-cubano. Un modelo que explica —al menos en parte— que una familia de humildes campesinos del interior de Asturias sin formación académica desarrollase en menos de 50 años un ejemplo empresarial que siente las bases futuras del comercio en España. La severa jerarquía, directamente relacionada con la posibilidad de ascensos, es una de las bases de este modelo. El Corte Inglés, a lo largo de su historia, apenas ha contratado directivos. La mayoría de puestos de mando corresponden a empleados que han ido ascendiendo de categoría, un modelo que César Rodríguez no solo exportó de La Habana, sino que lo vivió en sus zapatos: entró con una escoba y salió con un fajo de billetes en cada mano y una sonrisa de oreja a oreja. La promoción interna siempre estuvo aliñada de paternalismo. «Ser como una familia», declaraba en 1981 Ramón Areces. «Cuidar a tus empleados, que se sientan en su casa», completaba Pepín Fernández. A día de hoy El Corte Inglés ofrece a sus trabajadores acceso a estudios superiores en la UNED a través del Centro de Estudios Universitarios Ramón Areces (CEURA). La empresa también presta ayudas de estudios para hijos de empleados destinadas tanto a formación profesional y bachillerato como a estudios universitarios. «Hemos crecido mucho porque hemos conseguido un equipo convencido de que la empresa es suya», afirmaba en 1982 el entonces presidente de El Corte Inglés, Ramón Areces. Con solo 24 años César Rodríguez ya tiene un puesto importante en El Encanto, un gran capital acumulado que va reinvirtiendo en las tiendas —en un modelo que trasladará a El Corte Inglés— y buenos contactos con la alta sociedad de La Habana. En 1906 alcanza el máximo nivel directivo de la que era ya una de las empresas comerciales más fuertes de Cuba. Solo entonces deja de dormir en El Encanto y se alquila un apartamento. Años después, en 1910, llega a La Habana su primo José Fernández Rodríguez, más conocido como Pepín Fernández y futuro fundador y presidente de Galerías Preciados. A diferencia de César, Pepín sí va a la escuela de niño (al menos todo lo que le permite el trabajo familiar) y ya de chaval muestra una clara vocación de escritor. «Desde muy niño, cuando asistía a la escuela municipal, ya leía por mi cuenta a los clásicos. Primero porque me apasionaba la literatura y después porque quería aprenderme todas las palabras, dominar el lenguaje», explicaría en una entrevista concedida en 1974 a la escritora Elvira Daudet. Los domingos, para su disgusto, tenía que cuidar las vacas de la familia. Años después, lejos de aquellas vacas que le robaban el día libre, Pepín negociaría la compra de varios edificios en el centro de Madrid para abrir el primer centro comercial de la historia de España. Pepín llegó a Cuba vía México y en la travesía perdió los 20 duros que llevaba —y que era todo lo que tenía— en una partida de cartas. Asegura que jamás volvió a echar una partida. Como su primo César, comenzó en El Encanto, que le daba alojamiento y comida a cambio de barrer y limpiar. Luego pasó a « cañonero » y a los dos años ya tenía un puesto en la oficina. En 1919 la situación de ambos primos ya era privilegiada. César consolidó su fortuna personal casándose con María Antonia, mujer de la alta sociedad cubana. Pepín, por su parte, revolucionaba el mundo de la publicidad con sus eslóganes para El Encanto además de con una manera rompedora de entender el comercio, una máxima copiada de los almacenes de la época de Estados Unidos y que posteriormente serán santo y seña de El Corte Inglés y Galerías Preciados: el cliente siempre tiene la razón. La preocupación y trato exquisito al cliente es una de las banderas más reconocibles del imperio Corte Inglés. Mientras Pepín es ascendido a gerente y César se codea con la jet-set habanera, Ramón Areces, sobrino de César, sale del puerto gijonés de El Musel rumbo a la isla. Areces será el sucesor de César Rodríguez al frente de El Corte Inglés y segundo presidente. Nació el 15 de septiembre de 1904, quinto hijo de Carlos Areces, que fue marido de dos hermanas de César. Con la primera tuvo diez hijos y ocho con la segunda. Ramón fue el quinto de estos ocho. Areces se crió en una chabola. Como una competición por nacer más pobre que el anterior, la infancia de Areces fue aún más miserable que la de César y Pepín. Más que irse, el futuro presidente de El Corte Inglés huyó a La Habana, pantalones raídos y zapatos sin suela. Partió en 1920, con 16 años. «Asturias estaba entonces más cerca de América que de Madrid», declararía posteriormente Areces. «El puerto de Pajares era infranqueable, como una barrera psicológica». En la capital cubana empieza como los demás, de « cañonero » en El Encanto, después chico de los recados y finalmente llegará a dependiente en la sección de caballero. Pero a diferencia de su tío y de Pepín, eso es lo más arriba que Ramón escalará en la isla. Poco tiempo después regresará a España. De Areces se ha discutido mucho sobre su formación académica. Durante años se dijo que tenía estudios universitarios, cursados en Estados Unidos y Canadá, donde pasó unos meses. Se llegó a contar que logró doctorarse. En realidad no hay nada de eso. ¿Tiene usted estudios universitarios?, le preguntó un periodista del diario Pueblo. «No. Hice estudios preuniversitarios en el Canadá», respondió. César Rodríguez abandonó El Encanto en 1929. Todo apunta a que su salida se debió a una excesiva acumulación de capital, es decir, era demasiado rico: tenía en ese momento 1,4 millones de dólares de la época y los dueños de la empresa temían que se hiciera con el control absoluto de la cadena. No le importó mucho. César se benefició aquel año del crack del 29 adquiriendo inmuebles y haciendo inversiones, lo que disparó su riqueza. En pocos meses pasa de comerciante adinerado a millonario con carné: se hace socio capitalista del Banco del Comercio y del Banco Hispano Americano, fundado por emigrantes asturianos y vascos en Cuba, y se convierte en un miembro destacado de la adinerada oligarquía cubana. En 1933, al término de la dictadura de Machado, César Rodríguez acumulaba una fortuna de más de cuatro millones de dólares. Sin tanta presencia social Pepín también engorda sus cuentas corrientes y libera su afán literario publicando columnas de opinión en algunos periódicos cubanos. En 1930 abandona también El Encanto y, además, la isla, a diferencia de César, que permanecerá hasta la revolución castrista. En España los círculos empresariales de 1931 se alteran con el regreso. Algo bulle en el ambiente. El recién llegado Pepín, bolsillos llenos y tiempo libre, tiene un proyecto en mente. Durante los siguientes tres años negará una vez tras otra que vaya a emprender nada. No era cierto y en 1934, con un plan mucho más ambicioso de lo que aparentaba, Pepín Fernández adquirió en la calle Preciados de Madrid una pequeña tienda llamada Sederías Carretas, el germen, el origen primero, de Galerías Preciados, el primer centro comercial de España. Pepín inauguró Sederías Carretas el ocho de octubre de 1934. 21 años más tarde la empresa pasará a llamarse Galerías Preciados. El capital social era de 400.000 pesetas (2400 euros) y participaban con el mismo porcentaje (46%) Pepín y su primo César, futuro fundador de El Corte Inglés. La empresa nació con 12 empleados y 300 metros cuadrados de superficie. En 1946 se romperá la sociedad de los dos primos de manera abrupta y comenzará una encarnizada rivalidad entre Galerías Preciados y El Corte Inglés. Mientras esto ocurre Ramón Areces regresa de Cuba. Y lo hace sin nada. Se considera, en la época, uno de los tantos emigrantes que vuelven fracasados porque lo hizo sin traje de seda, habano en la boca y barriga alimentada. A su vuelta trabaja un tiempo en Grado hasta que solicita «asilo» laboral en la recién estrenada Sedería Carretas. Lo ve bien César, su tío, pero —curiosidad histórica— Pepín se niega. Solo años más tarde el fundador de Galerías Preciados le confesaría a César, a través de una carta, por qué rechazó a su sobrino y futuro presidente de El Corte Inglés. «Mi decisión obedeció a la negativa de algunos empleados. Me explicaron diferentes cosas sucedidas con motivo de la huelga de El Encanto. Puntualizaron hechos y actitudes que juzgaron muy severamente. Ya supondrás cuánto tenía que preocuparme la idea de introducir en el negocio un posible elemento de discordia». Nacía con esta negativa una rivalidad, una malsana relación entre Pepín y Areces que no hará más que crecer, a pesar de guardar las formas en innumerables y públicas ocasiones cuando ambos ya eran dos gigantes del comercio en España. Sederías Carretas echó a andar con un inesperado éxito. La primera clienta que entró dejó en caja 25 pesetas y 50 céntimos y en su primer día la tienda facturó 3000 pesetas (18 euros). Pero más que los resultados económicos —que también—, Sederías Carretas supuso una revolución, un cambio profundo y radical en el comercio en España. Como un cubo de agua fría que cae sobre alguien dormido, Pepín Fernández, apoyado económicamente por su primo César, despertó de manera brusca la forma de entender las ventas en Madrid y en España poniendo todo tan patas arriba, y ya nunca el comercio español volvió a ser el mismo. El Corte Inglés adoptaría, tras su aparición pocos años después, estas mismas técnicas. «El comercio español —explicaría Pepín Fernández en una entrevista a La Nueva España en 1966— tenía en aquella época un sistema rutinario en el que el mostrador era una barrera entre el cliente y el comprador. Había que transformar ese sistema. Lo primero que hice fue sustituir los mostradores por mesas, de modo que el público tuviese la mercancía a su alcance». Sería solo una de las innovaciones y no la más radical. Pepín y César institucionalizaron también el precio fijo, hasta ese momento en Madrid y el resto del país se seguía regateando en los comercios. «Cuando decidimos hacer eso en 1934 —contará Pepín en una entrevista a ABC en 1968— los llamados expertos afirmaron que era un error, que en Madrid no podía prosperar algo así. La mentalidad y costumbres de entonces se limitaban al comercio pequeño y al regateo». Otros giros asombrosos fueron la creación de campañas de rebajas, el trato al cliente (que pasa a ser anónimo en lugar de familiar aunque exquisito en vez de informal), la profesionalización de la compra (ya no son los fabricantes los que ofrecen la mercancía, sino los compradores quienes van a buscarla), el crecimiento de secciones y género a ofrecer todo bajo un mismo techo, el afán de crecimiento, el recurso de la publicidad ingeniosa, la posibilidad de que el cliente se desenvuelva con libertad por la tienda sin que tenga que comprar… La concepción, en fin, del comercio a gran escala. La concepción del centro comercial moderno. Todo esto había nacido a mediados del siglo XIX en Francia. El Bon Marché de París, que abrió sus puertas en 1852, se considera el primer centro comercial del mundo y a principios de siglo XX llegó la explosión de este tipo de superficies. Lo curioso es que antes que ningún otro país europeo, sería Estados Unidos quien importase la idea francesa. Siguiendo fielmente la premisa de «si algo funciona, para qué lo vas a tocar», calcaron sin reparo el modelo Bon Manché parisino y abrieron durante la segunda mitad del siglo XIX Stewart en Nueva York, Wanamaker en Filadelfia y Marshall Field en Chicago. De todos ellos aprendería y tomaría ideas tanto Galerías Preciados como El Corte Inglés. La irrupción de este tipo de tiendas impulsaría en España, como en el resto de países europeos, el consumismo, algo desconocido hasta entonces. Si se tiene que buscar un «responsable» de que en España haya consumismo, entonces y sin ninguna duda hay que poner sobre la mesa el nombre de El Corte Inglés y el de la desaparecida Galerías Preciados. Ellos despertaron la demanda con sus campañas, su escaparatismo hasta entonces desconocido, sus rebajas inalcanzables para el resto y sus eslóganes. Dispararon el consumo de manera irreversible haciendo con ello que la calidad de lo ofrecido mejorara como nunca antes lo había hecho. Su influencia fue tal, su entrada en la cacharrería tan de elefante, que lograron hasta cambiar las leyes del comercio, consiguiendo que el gobierno autorizase a finales de los años 60 abrir los mediodías y que se liberalizasen gran parte de las exportaciones. Fueron ellos, también, quienes introdujeron en España el tallaje antropométrico, esto es, el fin de las prendas a medida a cambio de determinar seis tallas universales para toda la población a partir de un gran estudio. También la forma de trabajar fue novedosa. Las direcciones tanto de Galerías Preciados como de El Corte Inglés fomentarían la competitividad entre sus empleados a fin de mejorar el nivel, inaugurando el sistema de comisiones. También darán participación en el negocio a los trabajadores, prohibirán las propinas, garantizarán por primera vez la devolución del dinero si el cliente no queda satisfecho y cuidarán hasta el extremo la marca corporativa. En los 60 fue la tarjeta de compra, la omnipresente « tarjeta de El Corte Inglés » , que a finales de los años 80 llegó a tener más usuarios que ninguna otra tarjeta de crédito en España. En los 90 encabezaron el comercio electrónico, del que son líderes actualmente en España, Desde la inauguración de Sederías Carretas en 1934 Pepín ya tenía entre ceja y ceja ampliar el negocio de manera descomunal. En cuanto pudo se hizo con un edificio de la calle Preciados, lo que cambiará el urbanismo de la zona. Con la recién inaugurada Gran Vía, el eje Sol-Callao se convertirá en el punto comercial más importante de España. El problema fue que Pepín tardó más de lo que deseaba en hacerse con su primer edificio debido principalmente a una pequeña sastrería en los bajos del mismo que se resistía a ser traspasada. El nombre de esta sastrería era El Corte Inglés. Hay cinco versiones de cómo nació el centro comercial. La de dominio público, la adoptada por la mayoría de medios de comunicación, es una que solía contar el propio Ramón Areces. El recién regresado empresario asturiano paseaba por la calle Preciados cuando vio un « se traspasa » en la sastrería. Entró y, según el propio Areces, cerró la compra en un cuarto de hora. Otras versiones hablan de préstamos de su tío César, de inversiones de Areces, de negociaciones hábiles y rápidas… Cuartas pone las cosas en su sitio: en 1935, un año después de la inauguración de Sederías Carretas, Pepín comienza las negociaciones para adquirir el edificio de la calle Preciados en cuyo solar edificará el primer Galerías Preciados. En los bajos de este edificio estaba la sastrería El Corte Inglés que, ante los ojos de Pepín, se convierte rápidamente en la mejor forma de resarcirse por la negativa a que Areces trabajase en su sedería. Como deferencia a su primo César, decide poner al frente de esta sastrería a Ramón, a condición de que, en cuanto adquiera el edificio, sea traspasada. El 23 de diciembre de 1935 se registra ante notario la escritura de compraventa de la sastrería El Corte Inglés a favor de César Rodríguez, quien asume la presidencia y es representado en Madrid (ya que seguía en Cuba) por su primo Pepín Fernández. En febrero del año siguiente el propio Pepín, cumpliendo la promesa a su primo, pone al frente del negocio a Ramón Areces. Nace el Corte Inglés. Y lo hace gracias a un gesto de buena voluntad del futuro presidente de Galerías Preciados. Un gesto paradójico que alumbraba ajeno a su mayor rival empresarial y comercial, un monstruo que engendraría y que, como un hijo maldito, devoraría su liderazgo solo 30 años más tarde. Dicen que Pepín nunca dejó de arrepentirse. El Corte Inglés arrancó con siete empleados (cinco dependientes y dos botones) a los que Areces prometió un futuro de ensueño nada más llegar. «Vamos a tener la mejor casa de Madrid», les dijo a sus trabajadores el primer día. Ellos, cuentan, se miraron con extrañeza. Lo cierto es que ni César ni Pepín confiaban en las posibilidades de Areces y sin embargo —o precisamente por ello— Ramón hará crecer la « tiendina » de una forma espectacular, nunca antes vista en España, gracias a una obstinación en el trabajo y una perseverancia increíbles. Y gracias también —hay que decirlo— al dinero de su tío, fundador y propietario de la tienda. La sastrería El Corte Inglés dio sus primeros pasos durante la guerra civil y creció gracias a los soldados y oficiales rusos hospedados en un hotel cercano y que nunca tenían suficientes abrigos. Al finalizar la guerra la sastrería y la sedería estaban en plena forma. Con stock y material de sobra se dirigían a una colisión de intereses que Pepín no sospechaba, César no veía y a Areces no le preocupaba. En junio de 1940 El Corte Inglés fue finalmente traspasado después de meses de papeleo (un retraso que molestó y mucho a Pepín) para que este pudiese demoler el edificio y comenzar su primer Galerías Preciados. La mudanza no fue muy lejana: la acera de enfrente. Areces piensa entonces en cambiarle el nombre a El Corte Inglés y llega a hacer una suerte de encuesta en busca de un nuevo bautismo (que, sin duda, hubiera cambiado la historia de este país). «Además —explicaría Areces en una entrevista— en la radio cobraban los anuncios por palabra y a nosotros nos salía mal con tres». Ese mismo año la sastrería se convierte en Sociedad Limitada con un capital de un millón de pesetas (6000 euros) y Pepín comienza a rumiar su malestar. «Una cosa es El Corte Inglés primitivo —escribe Pepín en octubre de 1940 en una carta dirigida a su primo César— de un reducido volumen económico, y otra muy distinta es el negocio actual, de extraordinaria magnitud, lo que te obliga, César, a tomar las medidas que juzgues convenientes e incluso a modificar cualquier idea que hayas basado en la realidad anterior». César responde, apaciguando. «Déjame ver si tenemos la suerte de que en esa casa puedan hacer su porvenir una cantidad grande de personas». Y vaya si lo hará. Durante los tres años que durarán las obras de Galerías Preciados la sastrería crecerá sin freno. Cuando el tres de abril de 1943 se inaugura el sueño de Pepín, el primer centro comercial de España, Areces ya tiene claro, en la acera de enfrente, que quiere hacer lo mismo. Su tío César le financiará el desafío —en un gesto que dinamitará para siempre su relación con Pepín— y solo tres años más tarde, el uno de febrero de 1946, César escribe a su primo para contarle que han adquirido el edificio entero. La « tiendina » se convierte en una réplica a Galerías Preciados situada justo enfrente. En una inmejorable metáfora, los boxeadores se miran cara a cara, con Madrid como ring. Suena la campana. Los golpes serán cartas. La respuesta de Pepín al anuncio de César de la adquisición del edificio se demora dos meses: «Fácilmente te explicarás por qué no he contestado antes a tu carta. Me produjo tal efecto que durante muchos días no he podido pensar en otra cosa. Cuando me dieron la noticia yo dije no puede ser verdad». Y sigue, con la tinta destilando enfado. «La operación ha quedado definida como la bomba atómica contra nosotros. Se trata por lo visto de poner frente a nuestro negocio una poderosa competencia que llegue incluso a aniquilarnos comercialmente. Tengo un inmenso disgusto del que todavía no he logrado reponerme». Pepín también le recuerda a su primo cómo nació El Corte Inglés: «Toda la base del negocio de El Corte Inglés es exclusiva obra mía», dice. César responde ofreciéndole participar en El Corte Inglés, pero Pepín lo rechaza furibundo. César pasa al ataque en otra misiva. «Una vez más reitero mi reconocimiento acerca de los servicios, esfuerzos y labores que has hecho por el negocio, pero a fuerza de tanto repetirlo haces que pierdan gran parte de su virtud». Pepín no rebaja el tono en su segunda carta. «Aprovecharse de desinterés, de lealtad, de fidelidad, de devoción y cariño verdadero hacia ti (…) y ahora soporto esta traición e indelicadeza». César replica. «¿Qué hay de doloso y desconsiderado hacia ti en que compre una casa contigua a la mía? Lo comparas con la bomba atómica con la premeditada intención de aniquilarte comercialmente. ¡Por Dios Pepín, hasta dónde te ha llevado la obcecación!». Y en su intención de tranquilizar a su primo, convierte un sarcasmo en una profecía literal. «Te crees que hay todo un programa de esfuerzos a gran escala (…) pero como ves, estamos muy lejos de formar una poderosa organización para hacerte la competencia y hasta llegar a arruinarte (…) Todo esto es tan absurdo que solo puede tomarse como una broma». Las cartas seguirán varios meses, tocando todas las fibras que corresponden a cualquier discusión que se precie entre hermanos. «Resulto una víctima —dice Pepín—. Sin verdadera necesidad de tu parte, porque mientras yo tengo hijos cuyo futuro debo preocuparme, tú, en cambio, no solo no los tienes, sino que además posees una fortuna». César no lo acepta. «Dices que dada mi situación económica no debería hacer esto o aquello; en definitiva, no hacer nada. ¿No te parece a ti que debido precisamente a esta situación tiene uno la obligación de laborar en beneficio de aquellos que aún no lo han logrado? ¿No es exactamente la función del capital la de crear fuentes de trabajo y riqueza en beneficio de aquellos que aún no lo han logrado? ¿En beneficio de la sociedad toda?». El intercambio de golpes-carta terminaría ese mismo año, con la desvinculación de César por completo de Galerías Preciados y la de Pepín de El Corte Inglés. La relación entre ambos primos nunca cicatrizará, aunque, con los años y la perspectiva, volverán a hablar y a mostrarse afecto. Algo que, ni mucho menos, ocurrirá entre Pepín y Ramón Areces. En 1952 El Corte Inglés se transforma en Sociedad Anónima, cogiendo al vuelo la nueva legislación mercantil lanzada por el régimen. El crecimiento es lento pero con de una seguridad pasmosa, intimidante. El ejercicio correspondiente a 1951 se cerró con un activo de 14,9 millones de pesetas (89.500 euros) y un capital de 10 millones de pesetas (60.000 euros). Se definía el segundo gran almacén moderno de España. Los números, irrisorios comparados con los actuales, nunca dejarán de engordar. El Corte Inglés, según datos de la propia empresa, facturó en 2011 (último ejercicio público) 15.778 millones de euros. Su influencia económica, además, va mucho más allá de sus beneficios. La empresa da empleo a unas 99.000 personas, el 93% de ellas con contrato fijo, lo que sitúa al grupo como el primer empleador privado de España. La onda expansiva no termina ahí: según explica la propia compañía, durante el año 2011, el impacto total de la actividad de El Corte Inglés en la economía española fue de unos 17.170 millones de euros, sumando tres factores: su propia aportación a la Renta Nacional, las inversiones directas que realizan y las compras a los proveedores. Con este baremo la empresa asegura haber inyectado en la economía española más de 93.000 millones de euros desde que comenzó la crisis en 2007. Con su recién estrenada condición de Sociedad Anónima en 1953, se incorpora a la empresa un chaval llamado Isidoro Álvarez, quien 36 años más tarde accederá a la presidencia y creará un poderoso grupo empresarial alrededor de El Corte Inglés. Isidoro tenía 18 años cuando comenzó a trabajar. Acababa de llegar a Madrid para estudiar Ciencias Económicas en la Universidad Central. César, su tío abuelo, le pagaría la carrera. Isidoro nació en Borondes, otra aldea de Grado en abril de 1935. Su origen también es campesino y humilde y cuando aterriza en Madrid se instala en una pensión de la calle Mayor con otros parientes de César Rodríguez: José Antonio García Miranda, que llegará a ser consejero de El Corte Inglés y de Hipercor y su hermano Valentín, directivo de El Corte Inglés de Valencia. Isidoro iba todas las tardes a Preciados a echar una mano y ganarse algún dinero. Así empezó a vincularse a la organización hasta lograr que Ramón Areces se fijara en él como la persona llamada a sucederle. «Yo empecé desde abajo», llegó a declarar el actual presidente de El Corte Inglés. Y no miente. Empezó en la tienda y en el almacén, donde descargaba la mercancía. En poco tiempo estaba en la sección zapatos a media jornada. En 1957 se licenció y de ahí, la catapulta: ese año asumió su primer cargo directivo en la empresa y dos años después pasó a ser accionista. En 1959, con 24 años, ya era consejero. Las décadas de los 60 y los 70 tenían reservada la explosión de El Corte Inglés. La bajada de Fidel Castro de Sierra Maestra devuelve a César Rodríguez a España y el empresario asturiano dirige el crecimiento de la firma basándose en la autofinanciación. Hasta 1990 la empresa no se someterá a una auditoría externa ni hará públicas las memorias de cada ejercicio. Galerías Preciados comienza a verse incapaz de seguir el ritmo, mucho menos tras la muerte de César, en 1966. Como un acicate, como un revulsivo, el fallecimiento por culpa de un cáncer del padre de los mayores grandes almacenes de España los impulsará definitivamente. Cuentan que las inversiones se dispararon desde ese momento, liberadas del celo y la prudencia de César, empresario de la vieja escuela. Desde su muerte hasta 1975 El Corte Inglés, con Ramón Areces al frente, crecerá más que en los 22 años anteriores, gracias a un nuevo modelo de desarrollo que incluye la creación de filiales, la ampliación de instalaciones de apoyo y naves industriales propias. Comienza a emerger el imperio. Un imperio que ya sería inalcanzable para Pepín y su Galerías Preciados. En 1966 El Corte Inglés abre su segundo edificio, en la madrileña calle Goya; en 1968, el tercero en Sevilla; en 1969, Bilbao y de nuevo Madrid (calle Raimundo Fernández Villaverde); 1971, turno para Valencia; 1973, Murcia; 1974, Barcelona y otro en Madrid (calle Princesa) y 1975, Vigo. De este modo, los 10.000 metros cuadrados de la firma en 1960 se convirtieron en 334.000 en 1975. Lo mismo sucedió con la plantilla: entre 1960 y 1965 el número de trabajadores creció un 164% y entre 1965-70, un 330%. El capital también se disparó, en concreto un 738,9% entre 1968 y 1973, pasando de 245 millones de pesetas (1,5 millones de euros) a 2055 millones de pesetas (12,3 millones de euros). «Hemos ido creciendo como se dice sin prisa pero también sin pausa, al ritmo de lo que hemos generado, administrando bien nuestras pesetas, vigilando mucho nuestras inversiones», explicaba Areces en 1983 en Actualidad Económica. El Corte Inglés se convertirá, en 1989, en la tercera empresa de España y el primer grupo privado en volumen de negocio. La desenfrenada carrera por crecer amagó con tropezar en 1973, cuando, en pleno apogeo de la empresa, Ramón Areces sufre una hemiplejia. Aunque se mantendrá hasta 1989 al frente de la firma, desde este momento será Isidoro Álvarez quien asuma el mando real. Eso sí, la última palabra la seguirá teniendo Areces. Nadie daba un paso si no tenía detrás la el asentimiento silencioso del «viejo». Areces muere finalmente el 30 de julio de 1989. Al día siguiente Isidoro es nombrado presidente. Isidoro pasa por ser una persona discreta y que no habla jamás de su vida, algo que parece ir en los genes. Dicen que es un hombre volcado en la empresa, que no conoce descanso y que no entiende de vacaciones. Cuenta la leyenda que suele celebrar las reuniones de directivos en pleno agosto, para que nadie se relaje. Y que en esos encuentros al que llega demasiado moreno lo miran mal. Son rumores, pero circulan por la empresa. Los 80, con Álvarez al frente, supusieron la definitiva condena a muerte de Galerías Preciados, que comienza a bailar de un grupo a otro, de banco en banco, hasta terminar en Rumasa. Mientras tanto El Corte Inglés abre casi dos centros por año y la llegada de la crisis de la segunda mitad de los 80 parece motivarles aún más. Se crean filiales que, a día de hoy, siguen existiendo y aumentando: Hipercor, Supercor, Opencor, Viajes El Corte Inglés, Sfera, Informática El Corte Inglés, Óptica 2000, Bricor… Extractado al 98% del libro de del periodista Javier Cuartas "Biografía de El Corte Inglés"
Posted on: Wed, 17 Jul 2013 00:14:49 +0000

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