EL JOVEN Y EL PUENTE Había una vez, en un tiempo muy lejano, un - TopicsExpress



          

EL JOVEN Y EL PUENTE Había una vez, en un tiempo muy lejano, un muchacho que vivía en un poblado a la orilla de un caudaloso y salvaje río. El joven era fuerte y emprendedor y, desde bien pequeñito, sólo tenía una idea en su cabeza: cruzar al otro lado del río. Estaba convencido de que allá, en la otra orilla, encontraría algo fascinante. Sin embargo, a la altura de aquel poblado, el río era mas bravo que en cualquier otro lugar de su cauce. Entre los ancianos que allí vivían corría la leyenda de que más abajo había un lugar en el que el río era más estrecho y manso pero tendría que andar durante varios días, con sus respectivas noches, para llegar y, una vez allí, podría cruzarlo apenas de un salto. El joven, sin embargo, estaba convencido de que no le haría falta caminar tanto para cruzar el río pues soñaba cada noche con un descomunal puente de piedra que unía las dos orillas. Y así fue, un día se levantó y, sin pensarlo dos veces, comenzó a construir un puente de piedra sobre aquellas aguas. Los días fueron pasando y el muchacho trabajaba sin cesar en su construcción. Por las noches se dedicaba a recoger piedras de los alrededores para al día siguiente encajarlas en su majestuoso puente. Pero a medida que pasó el tiempo, cada vez tenía que alejarse más del poblado para buscar piedras que le resultaran útiles para su cometido. Una noche en la que la luna apenas alumbraba, se alejó más que nadie lo había hecho jamás del poblado, tanto que se perdió. Caminó durante horas dando una vuelta tras otras hasta que, rendido, decidió echarse bajo la sombra de un roble a descansar. A la mañana siguiente, al despertar, no podía creer lo que veía… ¡estaba al otro lado del río!, desde donde contempló su preciado puente, a medio construir, y montones de piedras a su alrededor. Pero antes de reanudar su construcción decidió comprobar el camino por el que había llegado allí la noche anterior y cuál fue su sorpresa cuando dio con aquel mágico lugar donde las aguas del río podían cruzarse con tan solo un salto. Pudo comprobar que no estaba tan lejos del poblado. Por un instante sintió lo inútil de su trabajo, se preguntó para qué quería el puente ahora que conocía una manera tan sencilla para cruzar. Se sentó en la ribera del río con sus pies dentro del agua. Alzó la vista y observó su costosa construcción. Desde esa otra orilla, el puente no le parecía tan majestuoso sino un débil puente que tan sólo cruzaba la mitad del río. Miró a su alrededor, montones de firmes piedras le rodeaban. Miró al frente, medio puente sobre el río, su puente. Al fin, el joven se dispuso a acabar el río desde esa otra orilla. Desde entonces, en aquel poblado reciben a menudo visitas de otras gentes y, en cuanto a sus propios habitantes, unos cruzan al otro lado y emprenden lejanos viajes, otros descansan sobre el frondoso roble y otros, simplemente, observan el maravilloso río desde lo alto del puente. En ocasiones, como este muchacho, no empeñamos en crear un puente cuando hay maneras más fáciles de llegar hacia la otra persona. Pero una vez comenzado este proceso hay que seguir unos pasos. Para acabar la construcción del puente debe cruzar a la otra orilla pues para poder tener una comunicación plena con los demás es muy importante ser empáticos y ponernos en el lugar del otro, escuchar. De ahí que el puente sólo puede ser acabado desde ese otro lado del río.
Posted on: Tue, 17 Sep 2013 03:26:03 +0000

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