EL MAGNIFICAT DEL ANTIGUO TESTAMENTO Presentación El Salmo - TopicsExpress



          

EL MAGNIFICAT DEL ANTIGUO TESTAMENTO Presentación El Salmo 33 es un canto de acción de gracias. Son muchos los beneficios que el salmista ha recibido del Señor y se ve en la necesidad de agradecérselos. En tantos momentos, especialmente en las pruebas de la vida, ha visto la mano bondadosa de Dios, su fidelidad, su solicitud, que ahora quiere expresar en un canto estupendo toda su gratitud al Dios providente de Israel. Las pruebas que Dios permite no superan nunca las fuerzas del justo, de modo que las fuerzas del mal no parecen romper el equilibrio de la fidelidad. El salmista tiene experiencia de esta protección y solicitud de Dios y por eso le agradece su bondad y al mismo tiempo comunica a los demás su vivencia, exhortándolos a la fidelidad y a la confianza, invitándoles incluso a que ellos mismos tengan esa experiencia de la providencia y de la cercanía de Dios. Por esto este salmo tiene igualmente un cariz sapiencial y exhortativo. Como muchos salmos de tipo sapiencial, el salmo 33 tiene en su original hebreo forma acróstica o alfabética. La estructura del salmo (dividido en dos partes en la Liturgia de las Horas) la podemos fijar así: a) Introducción: el salmista se exhorta a sí mismo y a los demás a agradecer y bendecir al Señor: vv. 2-4. b) Motivación: la bondad y la condescendencia de Dios: vv. 5-8. c) Invitación a la confianza en Dios: vv. 9-21. d) Conclusión: resumen de la enseñanza de todo el salmo. Introducción Alabanza y agradecimiento sinceros: el salmista alaba incesantemente, en todo tiempo, al Señor; su alabanza está siempre en sus labios. En Dios tiene puesta su gloria: su orgullo y su felicidad es Yahvé, su todo. Este inicio nos recuerda el comienzo del Magníficat de María: también la Virgen se sentía dichosa y feliz viendo las maravillas del Señor. Salmo: Bendigo al Señor en todo momento... mi alma se gloría en el Señor... Magníficat: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador... El autor invita a los humildes a que le escuchen y se alegren, y también ellos se sumen a su alabanza: Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre: él se siente insuficiente para aclamar y agradecer al Señor, y por esto recurre a sus fieles para que le acompañen en su alabanza. La vida interior intensa, la experiencia de Dios se traslucen siempre, se irradian espontáneamente, se comunican. Es como la lámpara que arde e ilumina. Motivación: bondad y condescendencia de Dios El salmista invocó al Señor, y Dios se inclinó hacia él, le escuchó, y respondiéndole le libró de todas sus ansias, de todos sus males y angustias. Yo consulté al Señor y me respondió. Su confianza en Yahvé se vio correspondida. Dios no desatiende jamás las súplicas de aquellos que le invocan. Por esto de nuevo el autor exhorta: Contempladlo y quedaréis radiantes: mirar a Dios es mirar la luz y por tanto, reflejarla (como Moisés y Esteban). Quien camina en la luz se halla iluminado, irradia él mismo luz, luz de alegría, de confianza, de seguridad. La frente de los justos no tiene de qué avergonzarse, puede ir siempre alta. El ángel del Señor acampa en torno a los fieles: manera poética de expresar la protección divina y su providencia. Donde los otros caen, tropiezan o se encallan, el justo lo supera sin dificultad. Aquello que es insoportable e inexplicable para los demás, resulta ligero y suave para él: porque el ángel del Señor está con él, lo defiende y ayuda. Lo dirá también Jesús: Mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt 11,30). Invitación a la confianza en Dios El conocido versículo: Gustad y ved qué bueno es el Señor es una enseñanza en que pretende el salmista que tengamos una experiencia de Dios se diría incluso física, material, de tan conocida, de tan probada. Dicen los entendidos que esta expresión hebrea derivaría de una más antigua de la literatura ugarítica que rezaría así: Comed y bebed qué bueno es el Señor, el Dios de nuestra fe, que debería ser algo tan conocido, tan cercano, tan experimentado como el comer o el beber. Feliz mil veces el hombre que a este Dios se acoge, que tiene en él puesta su entera confianza, que acude siempre a él, cuyo primer pensamiento es Dios y su primera invocación, el nombre del Señor. Nada falta a aquellos que le temen, los que le buscan no carecen de nada. Dios vela por ellos y se preocupa de su vida y de sus cosas (Mt 6,25-34). De nuevo el paralelo con el Magníficat. Salmo: nada les falta a los que le temen, los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada. Magníficat: A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Sigue la exhortación: Venid, hijos, escuchadme; el salmista agradecido se hace ahora sapiencial: enseña a sus hijos, y les enseña el temor de Dios, el camino de la vida, el recto sendero para caminar con confianza en presencia del Señor. LENGUA/GUARDARLA: En su enseñanza hace una pregunta, la más existencial para un hombre: ¿Hay alguien que ame la vida? y él mismo la responde mostrando el camino: Guarda tu lengua del mal, apártate del mal, obra el bien, busca la paz: instrucción sabia, fruto de la experiencia. El salmista sabe bien que la lengua es con frecuencia motivo de conflicto, de crítica, de falsedad, cosas que originan luego sinsabores o enemistades, odios y abismos entre las personas. Luego da el otro gran principio: apartarse del mal, resumen de toda buena conducta, evitar el mal, rehuir el pecado, mantenerse limpio de las faltas que más tarde pesan y oprimen, no cometer el mal, no sembrar tristeza, no fomentar intrigas o injusticias. Y, el aspecto positivo: hacer el bien, caminar por un sendero de bondad como Cristo que pasó por este mundo haciendo el bien (Hch 10,38), donde se encuentra la paz y la alegría, la amistad y el buen nombre, la auténtica vida. Nos dice también el salmista: busca la paz y corre tras ella: porque sin paz no se puede vivir; sin paz en el corazón, en la vida, el corazón sangra y se ve envuelto en sombras y en temores. La paz del corazón rige la auténtica vida. Por esto se nos exhorta a buscarla y a no cejar hasta encontrarla, esa paz que luego se comunica, se regala espontáneamente y por esto es tan preciosa. Los ojos de Dios están puestos en los justos, Dios se complace en ellos. Sus oídos están siempre atentos a las peticiones y a las súplicas de sus fieles. Cuando uno clama a Dios, lo escucha y lo atiende, le libra de sus angustias, porque el Señor está cerca de los atribulados, de los abatidos y perseguidos, y él les devuelve la vida y la esperanza. El salmista insiste en la confianza, en la idea de la pronta intervención de Dios. El justo está bajo las alas protectoras del Señor y nada le puede afectar. Conclusión La lección dada por el autor del salmo con su fina intuición del corazón y de la vida, la cierra ahora con un resumen de la misma. La maldad conduce al malvado a la perdición. El mal sólo puede crear el mal, la violencia, la violencia, y no pueden tener otra recompensa que el mal. Otro sabio del Antiguo Testamento ha escrito: El que cava una fosa caerá en ella, el que deshace una pared es mordido por el áspid (Eccl 10,8). Y para terminar, en un tono optimista, el autor engloba en el último versículo la actuación de Dios respecto al justo: Dios lo salva y lo redime liberándolo de todo peligro; quien se acoge a él no será jamás confundido: la fidelidad del Señor es eterna, su bondad sobre los justos no conoce el crepúsculo.
Posted on: Sun, 27 Oct 2013 10:12:00 +0000

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