EPIDEMIAS EN BUENOS AIRES. LA FIEBRE AMARILLA. (I) Una vez terminadas las luchas internas y organizado nuestro país políticamente en 1853, comenzó a afluir una cada vez mayor cantidad de inmigrantes, la que dadas las condiciones que presentaba nuestro territorio (escasa población y muy mal distribuída, con enormes distancias entre los pobres centros urbanos y pésimos caminos) en su gran mayoría se radicó en la ciudad de Buenos Aires que por entonces era capital de la provincia homónima aunque en ella también residían las autoridades nacionales. La ciudad no se extendió mucho, pero sí la gente, sobre todo los recién llegados, se apiñaron en los barrios del sur de la ciudad, agravando los problemas de higiene urbana que Buenos Aires sufría de antes: un Riachuelo al cual se vertían los desechos orgánicos de los mataderos y saladeros instalados adrede en sus orillas; basura sin destino cierto que muchas veces era utilizada para rellenar problemas del pavimento y especialmente la mala calidad del agua, que provenía de los escasos aljibes en los que se recogía el agua de lluvia (era un lujo que pocos tenían porque eran caros y además su contenido se agotaba. Como nota de color: en algunos colocaban tortuguitas de agua como medio de limpiar el ámbito de insectos), de los pozos (contaminados por la cercanía de los pozos ciegos, y de la que proveían los aguateros, cara y muy insegura, porque pocos de ellos la extraían de los lugares del río designados por las autoridades. Todos estos factores (y otros externos) hicieron que la ciudad fuera muy vulnerable a las epidemias, de la cual la más recordada es la de fiebre amarilla de 1871, porque fué la que produjo más víctimas, pero la que estuvo precedida por otras que la fueron anunciando. En 1856: fiebre amarilla; en 1858: cólera; en 1860 y 1864: disentería; en 1865: sarampión; 1867 y 1868: cólera; en 1869: fiebre tifoidea; y en 1870-71: fiebre amarilla.
Posted on: Fri, 22 Nov 2013 18:26:12 +0000
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