El Observatorio está en la recta final para completar el sueño de sus diseñadores Buscan completar las esculturas de ilustres científicos: Galileo Galilei, Newton, Kepler, Laplace, Arago y Bessel El proyecto germinó hace cuatro años, casi por casualidad. Lo cierto es que hoy se está concretando, en breve finalizará, y ocupará un capítulo central en la historia del patrimonio cultural y arquitectónico de la Ciudad: por iniciativa de un alumno de la carrera de Astronomía y de una profesora de Historia del Arte sin vinculación alguna con el emblemático complejo académico-científico del Bosque, 130 años después de su creación se completará el diseño original del Observatorio platense. Una cruzada que vio la luz en 2009 y que se llevó adelante a pulmón, con pasión y con mucha paciencia y fuerza de voluntad, como describen sus protagonistas. Es que tras la creación oficial del Observatorio, el 22 de noviembre de 1883, el director de las obras, el ingeniero Francisco Beuf, pidió un presupuesto al escultor francés Henry Alluard para instalar a los lados de las puertas sur y norte las seis esculturas de científicos notables que contemplaba el diseño inicial. Durante la construcción se tuvieron en cuenta los nichos para emplazarlas y hasta se colocaron las placas con los nombres de cada uno. Pero, hasta hace unos días, esos nichos u hornacinas permanecieron vacíos. Hoy puede disfrutarse de las figuras de François Arago y Wilhelm Bessel. En tres meses, de las cuatro restantes. Las de Johannes Kepler, Isaac Newton, Galileo Galilei y Pierre-Simon Laplace. ¿Por qué la obra quedó inconclusa durante más de un siglo? Comienza a explicarlo Nicolás Salerno, el estudiante que por estos días está cumpliendo el sueño de completar la fisonomía del edificio tal como se la pensó 130 años atrás. “En el 2009 yo era guía de visitas, y estábamos recorriendo el Observatorio con un grupo de alumnos que trajo Angeles (Muñoz Ojeda, profesora de Historia del Arte y museóloga)”, recuerda y comenta que “cuando tuve que contarles porqué las hornacinas estaban vacías, les hablé de las leyendas que a través del tiempo circularon de boca en boca, como que las esculturas venían en un barco desde Francia que naufragó, que fueron robadas, y otras. Minutos después, durante una pausa en la visita al telescopio, ella me dijo: ‘Es factible hacer esa obra’. Y enseguida le pregunté: ‘¿Qué hace falta?’”. La pasión y convicción por concretar la iniciativa fueron acompañadas por importantes cuotas de paciencia y perseverancia Angeles toma la posta del relato. “No pude sacarme de la cabeza el hecho de que estuviese todo, los huecos, las placas, y que faltaran las esculturas. En ese instante pasó a ser mi gran problema”, dice sonriendo la docente, quien cree que aquel día fue de paseo educativo con los alumnos de la Media N° 15 de City Bell. “Es que vengo con tantos colegios que ya ni me acuerdo”, acota al pasar. Así, de casualidad, Nicolás y Angeles se encontraron y se unieron por un mismo objetivo, como el de dotar al Observatorio de aquellas esculturas. “Lo primero que hicimos fue iniciar un trabajo de investigación en el Museo de la facultad, y descubrimos que el proyecto había sido archivado por falta de presupuesto en 1909, es decir que en ese momento se cumplían exactamente cien años de su cancelación, tras lo cual nunca más se reactivó”, apunta Nicolás Salerno. A partir de allí, el alumno de Astronomía y la profesora de arte comenzaron a intercambiar información, datos, y hasta pidieron presupuestos a Francia e Italia para saber cuánto costarían las esculturas como estuvieron pensadas a fines del siglo XIX, o sea, en mármol. “Cada una costaba 60 mil euros. Preguntamos también en bronce... Bajaban a 50 mil”, dice Salerno y ríe. Era hora de buscar a un buen artista nacional. “En dos meses teníamos el proyecto completo, que incluía todas las vías de solución, como los posibles escultores, costos, materiales, plazos, todo”, remarca Angeles Muñoz Ojeda. “El consejo académico lo aprobó en diciembre del 2009, pero no debatió cómo llevarlo a cabo”, acota Nicolás. Entraron, entonces, en un impasse. Pero la pasión y convicción por concretar la iniciativa fueron acompañadas por importantes cuotas de paciencia y perseverancia. Así, iniciaron una campaña que incluyó -entre otras cosas- la confección de remeras con la inscripción “Proyecto Beuf”, tal el nombre de la iniciativa en homenaje al director de la obra del Observatorio. Hasta que en el 2012, esta cruzada hecha ad-honorem y a pulmón recibió un espaldarazo clave. “En noviembre del año pasado, el decano Adrián Brunini nos dijo que nos ocupáramos de todo, que contábamos con el aval de la facultad para concretar la idea. Logramos que, mediante un convenio, el Observatorio y la Universidad compartieran los gastos de materiales y mano de obra del escultor, quien empezó a trabajar en febrero pasado”, cuentan Nicolás y Angeles, y explican porqué el artista plástico elegido fue Xavier Fontenla. “En el Museo del Observatorio tienen guardadas como un tesoro las cartas y bocetos que intercambiaron Francisco Beuf, el director de la obra edilicia, y el escultor francés Henry Alluard, a quien se le había encargado originalmente el diseño y ejecución de las esculturas a fines de siglo XIX”, resalta Angeles, y expresa que “el artista debía reproducir aquellos diseños, respetar los originales sin tomarse ninguna licencia, y lo cierto es que quedan muy pocos escultores figurativos (que realizan figuras humanas realistas) y con la calidad de Xavier”. Fontenla comenta que tuvo que “investigar mucho sobre las técnicas antiguas” y que primero realizó “reproducciones de los bocetos en escala para ver cómo se adaptarían a las bovedillas, lo cual me posibilitó hacer luego el modelado en arcilla”. ¿Qué material utilizó para las obras finales? “Uno que conocí en Italia, cuando estudié allá, que se usa para reproducir la obra de Miguel Angel. Surge de mezclar una proporción de resinas y polvo de mármol en cantidades tales que terminan otorgándole a la pieza el aspecto del mármol auténtico”, dice Xavier, y acota que “después se le aplica lo que se llama pátina del tiempo, para darle un tono de época”. “Es que la intención fue lograr que no desentonaran las esculturas con el color del edificio”, añade Nicolás Salerno. En noviembre se completará el proyecto con la colocación de las cuatro esculturas en el lado norte del complejo El 20 de junio, una vez colocadas las esculturas de Arago y Bessel a ambos lados de la puerta sur del edificio, la que mira a la cancha de Gimnasia y que originalmente era la entrada principal, se realizó un sencillo acto. Al día siguiente se inauguraba el flamante Planetario y el hecho pasó un tanto desapercibido. Salerno comenta que “si bien por la documentación de la época allí tenían que ir las figuras de Arago y Le Verrier, se desconoce la causa por la cual se cambió por Bessel. De modo que Xavier esculpió el torso y la pose de Le Verrier pero con el rostro de Bessel, para lo cual tuvimos que hacer una exhaustiva búsqueda icnográfica, al igual que para definir la vestimenta, el calzado y otros detalles de la época, pues no todas las fotos de los bocetos originales son muy claras”, describió el estudiante. En noviembre se completará el proyecto con la colocación de las cuatro esculturas en el lado norte del complejo. Quizás se elija como fecha el 22, día en que se cumplirán exactamente 130 años de la creación del Observatorio. Consultados sobre si tomaron conciencia de la magnitud del trabajo que están realizando, Nicolás Salerno, Angeles Muñoz Ojeda y Xavier Fontenla responden con una suerte de “ni”. El alumno de la facultad prefiere decir que “concluir la obra del Observatorio de acuerdo a su diseño original es un pequeño aporte para cerrar una historia de 130 años, y para la comunidad. A mi esta casa me ha contenido, me permitió estudiar en forma gratuita, esto es como una devolución”.
Posted on: Wed, 14 Aug 2013 12:43:16 +0000