El perro - Antonio Quintana: Una tarde, sentados a la mesa de un - TopicsExpress



          

El perro - Antonio Quintana: Una tarde, sentados a la mesa de un café, Los contertulios miraban hacia calle con la melancolía del aburrimiento. Alguno inició un suspiro que desembocó en bostezo. Entonces pasó el perro. Se carece de antecedentes sobre su tamaño, su pelaje, su color. Era, dicen, un perro callejero chileno. vulgar hasta la abstracción. Los contertulios lo observaron. El perro se acercó a la muralla cercana, levantó una pata trasera, meó. Trotó en redondo, se detuvo, husmeó hacia el norte, giró, husmeó hacía el sur. Finalmente, con una decisión repentina y varonil, emprendió un rápido trote y se perdió a la vuelta de la esquina, los contertulios suspiraron. Uno, considerado el filósofo del grupo, aclaró la garganta. Los demás lo miraron. -lo que es el perro, ah- declaró. Hubo un largo silencio en el que cada uno pensó (probablemente) en la vida sin historia del perro, en la infinita libertad del perro callejero, en la eterna disponibilidad del perro, en su absoluta disposición existencial a asumir en todo momento su situación. Pensaron en lo que es el perro. Todos muy serios, hasta que Neruda se puso a reír como malo de la cabeza, los demás se rieron también, cada vez más, y siguieron riéndose durante los veinte años siguientes. Bastaba aludir en cualquier forma al perro para desatar entre ellos las más violentas carcajadas. Durante los años del exilo del poeta llegaban a París, a Roma o a Moscú cablegramas en tos que sólo se tenía: "Lo que es el perro" Desde Cuernavaca, Pekín o Praga llegaba otro cablegrama en respuesta: "Lo que es el perro". Aquella era una secta secreta en la que cada conjurado entendía la conjura a su manera. En todo caso, muriéndose de risa. Al relatar esta historia por primera vez no dije quién fue el autor de aquella frase de tan vastas consecuencias, que actuaba como fulminante de una explosión de hilaridad, mezclada con... ¿Nostalgia, emoción, pasmo? ¿Era acaso la revelación repentina de un misterio inefable o qué? Ahora lo digo, fue Antonio Quintana. El fotógrafo Antonio Quintana, a quien sus amigos consideraban filosofo. Un prestigio especial rodeaba a este hombre de cejas gruesas y pequeña estatura que apenas hablaba y que se expresaba más que con palabras, con imágenes. Su pensamiento filosófico no está contenido en gruesos ni en flacos volúmenes. Sus palabras sagaces, prudentes y escasas solo sobreviven en la memoria de quienes las escucharon. Antonio Quintana dejó en imágenes una manera de mirar la realidad. Sus fotografías tienen el poder de transmitir de manera directa e instantánea, como fotografías que son, hechos, rostros, escenas y paisajes que trascienden, de manera difícil de explicar la simple visión. Detrás del lente hay un artista, que descubre armonías de formas y de luces y el encuadre revelador, la sección más esencial de la realidad que enfrenta. Y está también el hombre que reflexiona. Y entonces, de una manera misteriosa, lo que es, en apariencia, un trozo del mundo que nos rodea, una "simple" fotografía, nos habla de algo que está debajo, de un alma colectiva, de un pueblo y su historia. Lo extraordinario es que en esta concepción de la fotografía no estuvo solo. Formó a muchos discípulos y coincidió en esta manera nueva de tratar la imagen con una generación brillante de fotógrafos chilenos entre los cuates están Roberto Montandón, Domingo Ulloa, Ignacio Hochhäusler, Mario Guitlard, Baltazar Robles, Sergio Larraín, y otros más. En 1960, fecha del aniversario de 150 años de la independencia (designada oficialmente con una palabra rugosa como un saurio; "sesquicentenario") se inauguró en la Casa Central de la Universidad de Chile exposición fotográfica "Rostro de Chile". Obra colectiva, que reunió, muy de acuerdo con el espíritu de Antonio Quintana trabajos de 32 fotógrafos y que significó para muchos, por ejemplo para el autor dé estas líneas, un nuevo descubrimiento del país donde nacimos. A despecho de Nicanor Parra descubrimos entonces que éramos un país y no sólo un paisaje. Mirando los rostros de aquellos cinco campesinos con ojotas, Inmóviles, envueltos en sus ponchos, orgullosos y dignos en la fotografía de Antonio Quintana titulada "Domingo en Alhué" supimos más del alma campesina del Chile central que si hubiéramos leído un voluminoso tratado el tema. y en las manos de un trabajador pampino entendimos mejor que en cualquier informe lo que era el trabajo duro y la explotación. y tantas otras fotografías suyas inolvidables: la del obrero ferroviario tomado desde la espalda, a quien le falta una pierna contemplando los rieles del tren; la de la casita misera de barrio donde una mata de cardenales en una lata alegra un balcón; la de los niños de campo, que van por el camino llevando ollas negras bien tapadas, tal vez el almuerzo de sus padres. y la presencia casi siempre ignorada de nuestros aborígenes, bellos rostros de mujeres Aymaras y Mapuches. Hay una densidad que me atrevo a decir literaria, ¡hasta novelesca! en las fotografías de Quintana y en la de algunos otros compañeros de generación y oficio. Veíamos por primera vez, así nos parecía, los rostros de los mineros, de los pescadores, de los carrilanos de Incahuasi, de los mmanaguas. Se ha sostenido alguna vez la tesis de que recién hacia la mitad del siglo pasado Chile vino a avanzar en el proceso del descubrimiento de su identidad profunda, nunca terminado, acaso la maduración de una conciencia nacional que tendía a completar el proceso de la independencia política alcanzada, es un decir, en el siglo . Puede ser, que lo diluciden los historiadores. Pero aquellas fotografías como la poesía de Gabriela Mistral, Huidobro, Neruda, De Rokha, como los cuentos de Francisco Coloane, las novelas de Sepulveda Leyton, Nicomedes Guzman, Reinaldo Lombey, Fernando Alegría, Guillermo Atias, Volodia Telteiboim y pare de contar por ahora, nos dieron una nueva conciencia como habitantes y ciudadanos de un país bellísimo, con sus paisajes de Toconao, el Valle de la Luna, la Plaza Baquedano de Santiago, los caminos del Valle Central y la Antártica con un pueblo mestizo y tieso de mechas, aporreado y entrañable, un país llamado Chile. Enseñarnos lo que somos es la herencia del fotógrafo filósofo Antonio Quintana
Posted on: Tue, 02 Jul 2013 14:38:14 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015