"El pietismo del islam primitivo( ... ), escribe H. Holma, merece, - TopicsExpress



          

"El pietismo del islam primitivo( ... ), escribe H. Holma, merece, ciertamente, ser estudiado y examinado más a fondo, sobre todo después de que Max Weber y Sombart demostraran con toda evidencia la importancia de la concepción pietista en los orígenes y en la evolución del capitalismo". Esta reflexión del escritor finlandés está tanto mejor fundada por cuanto el pietismo de judíos y protestantes estaba, por su parte, animado por intenciones extrañas al capitalismo. No por ello dejó de tener como efecto el nacimiento de una economía en la que dominó la acumulación de capital (en detrimento del consumo, la norma de la Edad Media). De cualquier forma, Mahoma no hubiera podido hacerlo mejor si, deliberadamente, hubiera querido cambiar en eficaz instrumento de conquista la agitación dilapidadora y ruinosa de los árabes de su tiempo. La acción del puritanismo musulmán es comparable a la del director de una fábrica en la que se hubiera establecido el desorden. Repara sagazmente en la instalación los fallos que dejaban perder energía y reducían el rendimiento. Mahoma opone el din, la fe, la disciplina sumisa, a la muruwa, el ideal de "virilidad" individual y gloriosa de las tribus preislámicas (Richelieu, combatiendo las tradiciones del honor feudal, el duelo, iba claramente en este mismo sentido). Prohíbe la venganza de la sangre en el interior de la comunidad musulmana, pero la admite, como el infiel. Condena la matanza de niños, beber vino y el don de rivalidad. Sustituye este don de pura gloria por la limosna socialmente útil. "Devuelve a tu prójimo lo que le es debido, dice el Corán (XVII, 2S-29), lo mismo que al pobre y al viajero, y no derroches como un pródigo. Pues, en verdad, los pródigos son hermanos del demonio". La extrema generosidad, la mayor virtud de las tribus, se convierte de repente en motivo de aversión y el orgullo individual queda maldito. El guerrero dilapidador, intratable, fiero, amante y amado por las doncellas, el héroe de la poesía de las tribus, cede el lugar al soldado creyente, formal observador de la disciplina y de los ritos. La costumbre de la oración en común no deja de afirmar hacia afuera este cambio. Se la ha comparado, justamente, con el ejercicio militar, que unifica y mecaniza los corazones. El contraste del Corán (y del hadith) con el mundo imaginativo de la poesía simboliza esta negación. Hasta después de la irresistible ola de conquistas del ejército creyente no vuelve a retomarse la tradición poética. Una vez que el islam triunfó, dejó de estar sometido a la misma severidad; la dilapidación generosa, de la que permanecía la nostalgia, no fue obstaculizada más a partir del momento en que el imperio afirmó su dominación. La alternancia de la austeridad, que acumula, y de la prodigalidad, que disipa, es el ritmo ordinario del uso de la energía. La austeridad relativa junto con la ausencia de disipación permiten el crecimiento del sistema de fuerzas que son los seres vivientes d las sociedades: Pero, al menos por un tiempo, el crecimiento tiene sus límites y es preciso disipar el excedente que no puede ser acumulado. Lo que sitúa al islam aparte en estos movimientos es la apertura que hizo desde el principio hacia un crecimiento aparentemente ilimitado del poder. No se trataba, en absoluto, de una mera intención o de un proyecto a seguir, sino que era la misma suerte la que lo llevaba a cabo todo, una suerte que estaba, por otra parte, provocada por un mínimo de necesidad. Es relativamente fácil agrupar a la gente en razón del entusiasmo que se le inspire. Pero es preciso darle algo que hacer. Agrupar, exaltar es siempre abrir paso a una fuerza aún no aplicada. Esta fuerza no puede seguir el impulso y desarrollarse más que si se la emplea desde el momento en que se dispone de ella. El islam tuvo, desde el principio, la posibilidad de oponerse violentamente al mundo en el que nació. La enseñanza de Mahoma se opone a la tribu, de cuyas tradiciones renegaba. La tribu amenazó con excluirlo, lo que equivalía a la muerte. Mahoma tuvo que romper el lazo tribal, y como una existencia sin este lazo no era entonces concebible, instituyó entre sus adeptos y él un lazo de otra naturaleza. Este fue el sentido de la Héjira, con la que da comienzo, de iure, la era musulmana. La huida de Mahoma de La Meca a Medina consagró la ruptura de los lazos de la sangre y el nacimiento de una nueva comunidad fundada sobre una fraternidad de elección, abierta a quien adoptara sus formas religiosas. El cristianismo comienza con el nacimiento individual de un dios redentor. El islam, con la venida al mundo de una comunidad, de un Estado de un género nuevo, que no tenía por fundamento ni la sangre ni el territorio. El islam difiere del cristianismo y del budismo en que llegó a ser, desde la Héjira, no una enseñanza difundida en el marco de una sociedad ya formada (comunidad de sangre o territorial), sin la institución de una sociedad fundada sobre una nueva enseñanza. — Georges Bataille, La parte maldita (1949).
Posted on: Wed, 26 Jun 2013 22:10:06 +0000

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