El prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el - TopicsExpress



          

El prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Ángelo Amato, destacó el domingo, 13 de octubre, que la Iglesia no busca culpables con la beatificación de 522 mártires del siglo XX que murieron en España en los años 30, y sin mención alguna a las víctimas del bando republicano durante la guerra civil. En su homilía, el cardenal Ángelo Amato (curioso nombre y apellido), prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, ha defendido que la Iglesia es casa del perdón y que, con este gesto, quiere glorificar a estos testigos heroicos del Evangelio. ¿Cómo casa de perdón? Y ¿glorificar a estos testigos heroicos? ¿sólo a estos? ¿y las víctimas del bando republicano durante la guerra civil y los cuarenta años de post guerra? Porque en la zona donde triunfó la sublevación la persecución ideológica, de manera implacable e inmisericorde, se inició en 1936, continuó, en la medida en que iban conquistando terreno en zona republicana, durante los tres años que duraron las hostilidades, y no finalizó hasta la muerte del dictador en 1975. Por no alargar en exceso este escrito, citare algunos ejemplos sangrantes: el alevoso fusilamiento de FEDERICO GARCÍA LORCA, el 18 de julio de 1936 (un mes después de la sublevación militar), el también alevoso fusilamiento, el 5 de agosto de 1939 (4 meses después de la rendición incondicional del ejercito de la República), de 13 muchachas, casi unas niñas, que se conocieron como “LAS TRECE ROSAS ROJAS”; la mayor tenía 29 años (BLANCA BRISAC VÁZQUEZ) y la más joven 18 años (VIRTUDES GONZÁLEZ GARCÍA); y, por último, las ejecuciones del 27 de septiembre de 1975 en Madrid, Barcelona y Burgos. También da fe de lo ocurrido en la zona sublevada este recorte de prensa del Ideal de Granada del 11 de agosto de 193 Hay cálculos que aseguran que en las cunetas de las carreteras españolas hay más de 130.000 españoles en fosas comunes sin identificar. A esto hay que añadir los más de 440.000 españoles, combatientes o paisanos, que tuvieron que optar por el duro exilio para huir de la cárcel, del pelotón de fusilamiento o de los campos de prisioneros. En el periodo oscuro de la hostilidad anticatólica de los años 30, vuestra noble nación fue envuelta en la niebla diabólica de una ideología que anuló a millares de ciudadanos pacíficos, incendiando iglesias y símbolos religiosos, cerrando conventos, escuelas católicas y destruyendo parte del patrimonio”, ha añadido Monseñor Amato Exactamente se hubiera podido escribir desde el bando republicano: niebla diabólica de una ideología nacional católica que anuló a millares de ciudadanos pacíficos, incautando y clausurando casas del pueblo, sedes de sindicatos obreros y símbolos representativos de las clases trabajadoras; cerrando escuelas laicas, y destruyendo parte del patrimonio conseguido a lo largo de muchos años de desigual lucha en pos de los derechos laborales y con las humildes aportaciones de las cuotas de los militantes. La cuestión es prácticamente simétrica en donde triunfó la rebelión, qué casualidad. Y también, que casualidad, el periódico El País, publica, hoy, domingo 3 de noviembre del año en curso, día en que estoy tratando de finalizar este escrito, una noticia que viene a corroborar lo que he expuesto un poco más arriba; noticia que no me resisto a glosar aquí: En sucesivas madrugadas, entre julio y octubre de 1936, distintos hombres con el mismo uniforme, falangistas, fueron a buscarles a sus casas. Sus familias presenciaron el secuestro sabiendo que no les volverían a ver. Que los harían desaparecer. Pero un equipo de arqueólogos y antropólogos dirigido por el forense Francisco Etxeberria los encontró 70 años más tarde, casi una vida después, en cuatro fosas en un radio de 25 kilómetros en Aranda de Duero (Burgos). El fundador de la ARMH, Emilio Silva, recordó que 37 años después de la muerte de Franco, las familias de 113.000 desaparecidos aún no tienen un lugar donde llevar flores a sus muertos, abandonados en centenares de fosas sin abrir porque el Gobierno ha eliminado todas las partidas para hacerlo. El cardenal ha subrayado que los mártires no fueron caídos de la Guerra Civil, sino víctimas de una radical persecución religiosa, que se proponía el exterminio programado de la Iglesia, y estos mártires no eran provocadores sino personas pacíficas”. Si a estos religiosos los consideraba mártires y no provocadores ¿qué consideraba Monseñor Amato que eran los que fueron objeto de una persecución ideológica por el otro bando? También fueron víctimas de su propia causa; fueron víctimas por defenderla. Fueron víctimas por luchar por una causa que defendía derechos legítimos, basados en la fuerza de la razón, contra privilegios ancestrales que como base legal, generalmente, tenían la razón de la fuerza. Con todos mis respetos, ¿qué considera Monseñor Amato? ¿Le parece que fueron provocadores o mártires? ¿Y no considera, Monseñor, que estos mártires también fueron víctimas de una radical persecución que se proponía el exterminio del oponente político? Para Monseñor Amato, el acto, es una fiesta de la celebración, del perdón dado y recibido, y ha remarcado que esta celebración quiere gritar fuertemente al mundo que la Humanidad necesita paz, y nada puede justificar la guerra, el odio fratricida y la muerte del prójimo. Es difícil creer en lo del perdón cuando se invoca a los 75 años de finalizado el conflicto, después de la dura represión franquista, que llenó de luto los hogares de las familias españolas que defendieron la legalidad democrática emanada del advenimiento de la República, dejando una enorme lista de viudas y huérfanos. Naturalmente que nada ni nadie puede justificar la guerra, el odio fratricida y la muerte del prójimo… Ni mucho menos amparándose en la imposición de una religión o en una sublevación militar; sublevación seguida de una larga guerra y una interminable post guerra, apoyada por lo más rancio de la aristocracia monárquica, por los grandes latifundistas de la época, por el gran capital y por las altas instancias de la Iglesia Católica. Bastará con echar una mirada a las fotos que adjunto y recordar la Carta Colectiva del Episcopado Español al mundo entero con motivo de la guerra de España. En uno de sus párrafos dice así: “Cierto que miles de hijos suyos (de la Iglesia Católica), obedeciendo los dictados de su conciencia y de su patriotismo, y bajo su responsabilidad personal, (el subrayado es mío), alzaron en armas para salvar los principios de religión y justicia cristiana (¿la justicia de la Inquisición?, ¿la del mantenimiento de los privilegios de dudosísima licitud en contra de los derechos ciudadanos más elementales?, pregunto) que secularmente habían informado la vida de la Nación”. Amato ha indicado que los mártires se opusieron al furor del mal, como un muro se opone a la violencia monstruosa de un tsunami, y que la Iglesia invita también a los perseguidores a no temer la conversión, a no tener miedo del bien y a rechazar el mal. ¿Quiénes son los mártires? ¿Los seminaristas que se ven en la foto inferior izquierda empuñando un fusil? ¿Los obispos y cardenales que saludan al estilo del Imperio romano, forma en la que saludaban Musolini y Hitler, imitados por todos los fascistas de Europa? ¡AH! “Pero todo fue bajo su responsabilidad personal”. La Iglesia Católica distingue de manera maniquea entre perseguidores y perseguidos. Con toda probabilidad aquí también hay simetría, ya que en los dos bandos hubo perseguidores y perseguidos. Pero al margen de lo acontecido en los campos de batalla, justificado, si se quiere, por el fragor de la misma, hay unas circunstancias muy distintas: En la zona donde triunfó de inmediato la rebelión filo fascista, los vencedores, que se “alzaron en armas para salvar los principios de religión y justicia cristiana”; que pretendían hacernos creer que representaban un nuevo orden, un nuevo sistema de relación política, más humano, que mejoraba al derribado, que eliminaba la lucha de clases (¿eliminando políticamente a las clases más desfavorecidas de la sociedad?), que eliminaría las urnas e instauraría una democracia orgánica y que restauraría en España la grandeza perdida, inician oficialmente una brutal represión, eliminando, mediante la fuerza y mediante la acusación de “auxilio a la rebelión” (¿?), todo tipo de oposición, con el fin de asegurarse políticamente el terreno conquistado. Además, ha dicho España es una tierra bendecida por la sangre de los mártires, y ha recordado que la Iglesia ha beatificado en 14 ceremonias a más de 1.000 católicos víctimas de la persecución religiosa de los años 30. En definitiva, efectivamente Monseñor, España es una tierra, pero no bendecida, más bien parece que maldecida, asolada, regada por la sangre de los mártires de ambos bandos, derramada por culpa de la codicia y el egoísmo de unos pocos que no tuvieron empacho en engañar a gentes sencillas del pueblo llano para que “per amore o per forza” (como lo diría Vd. Monseñor), se levantaran en armas contra un régimen, que no contra un gobierno, que no les convenía a sus intereses más espúreos o ilegítimos. De los españoles de un bando nos han hablado sin cesar durante 77 años (desde el inicio de la rebelión militar el 18 de julio de 1936 hasta hoy día en 2013, como bien nos muestra la reciente “fiesta” de la beatificación. Pero de los españoles del otro bando se ha hablado o escrito muy poco en comparación. La Iglesia española incluso enumeró una lista de obispos “asesinados”; pero nunca ha tenido presente en estos 77 años a los miles de asesinados impunemente durante la represión. Nunca, que se sepa, habló en defensa de humildes ciudadanos, concejales de pueblo, alcaldes, diputados, médicos, abogados, periodistas, hombres y mujeres de la cultura, etc., etc. que cayeron vilmente asesinados, víctimas del odio, el rencor y la venganza, puesto que no representaban ningún peligro porque ya habían cesado las hostilidades. Ya se habían rendido. Incluso no levantaron la voz en defensa de los curas vascos que permanecieron leales a su gobierno y que fueron ejecutados por prestar “auxilio a la rebelión”. La represión no fue más que un acto de venganza ejecutado indiscriminadamente, sin ninguna garantía procesal para los reos a los que se les negó el más elemental de los derechos civiles: el derecho a un juicio justo. Y se quejaban de que la Ley Para la Recuperación de la Memoria Histórica podría reabrir antiguas heridas. ¿Y qué creen que hace la Iglesia con la “beatificación de más de 1000 católicos en 14 ceremonias de beatificación víctimas de la persecución religiosa” mientras las víctimas del otro bando y sus familiares permanecen postergados en el mayor de los olvidos por parte de la Iglesia y del gobierno de España? Todos eran españoles, y muchos de ellos católicos. Críticas a la celebración La beatificación, la más grande de la historia de la Iglesia en España, ha indignado a muchos vecinos, a colectivos y entidades, a algunos partidos políticos y hasta a católicos de base, no porque estén en contra de que se rinda homenaje a figuras eclesiásticas que fueron asesinadas durante la Guerra Civil, sino porque lo consideran un agravio respecto a las víctimas republicanas, muchas de ellas todavía en paradero desconocido. Pero no solo eso. Quienes se oponen al acto coinciden al esgrimir dos quejas más que apuntan directamente a la jerarquía eclesiástica. Por un lado, la Iglesia, y en concreto el episcopado español, no estarán legitimados moralmente para llevar a cabo actos como este hasta que no pidan perdón a la sociedad por haber colaborado con un régimen dictatorial y por los años de represión, expresa Josep Termes, portavoz de Església Plural, colectivo católico crítico con la institución y con las beatificaciones. Por otro lado, también indigna que la Conferencia Episcopal -organizadora del acto- ha sido principalmente uno de los actores del bloqueo de la recuperación de la memoria histórica, indica Teresa Fortuny, representante de la Coordinadora por la Laicidad y la Dignidad de Tarragona, plataforma creada con el objetivo concreto de tratar de evitar la celebración de las beatificaciones en la ciudad. Ante el papel de la Iglesia, Fortuny añade: Deberían aprovechar y pedir ellos perdón a las víctimas que ahora están beatificando, porque murieron por su culpa.
Posted on: Tue, 05 Nov 2013 13:08:59 +0000

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