En la noche durmió como un lirón, y al otro día, en la mañana, - TopicsExpress



          

En la noche durmió como un lirón, y al otro día, en la mañana, antes de salir hacia Santiago, fue a visitar a su compadre, el comerciante Jacobo de Lara, cuyo hijo, Jacobito, estaba en la conspiración. En el camino una mujer se le acerca y le entrega una nota de su amante, La Cigua, que le advertía del peligro que le acechaba. Pero creyendo que se trataba de una solicitud de dinero, se la metió en su bolsillo sin leerla. Mientras tanto, Mon y Jacobito, están en el negocio y observan la llegada del hombre que acechan para acribillarlo a balazos. Mon sabe que ese es su momento de ajustar cuentas y de entrar a la historia por la puerta grande, y no quiere, por nada del mundo, desaprovechar la oportunidad. Lilís llega a la puerta del negocio, saluda a su compadre, habla con él un rático, pero cuando se está despidiendo, Jacobito, el hijo de apenas 16 años, le abre fuego al presidente. El tiro le roza la nuca y le vuela una oreja. Lilís, terriblemente impactado, sólo tiende a cubrirse el rostro con el brazo lisiado, y con el otro jala por el arma. No sabe por dónde le tiran ni cuántos ni quiénes son, pero el instinto de conservación lo lleva a luchar por la vida, él que en todos esos días había desafiado, tal vez incrédulo, la misma muerte. Pero ahí aparece Mon, el muchacho que había visto la noche anterior, y viniendo desde la puerta del negocio le dispara cinco tiros sin fallar ni uno. Sacudido por el impacto mortal de las balas alcanza a ver al muchacho que le dispara y lo reconoce, y dicen, que le dijo: "Muchacho del carajo no me mate". Pero el tirano está a un segundo, sólo a un segundo, de la muerte. Al instante sus piernas no resistieron más y se desplomó, no sin antes llevarse de dos tiros a un mendigo de 88 años que se le había acercado para pedirle limosna. En ese momento, todos los presentes allí, supieron que el hombre que había decidido la muerte de muchos hombres, estaba muertecito, muertecito. Una mujer que pasaba por casualidad por allí al saber que el presidente tirano estaba, como un cerdo, tirado en el suelo muerto, le dijo a su acompañante: "Caramba y no decían que el negro estaba untao", a lo que su compañera respondió: "No sé si estaba o no untao, lo que si sé es que está muerto, muertecito". —
Posted on: Mon, 24 Jun 2013 17:41:25 +0000

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