En un paso fronterizo para entrar en el país de los recuerdos… -Alto, ¿puede saberse adónde va? -Quería visitar el país. -¿Tiene salvoconducto? -¿Acepta uno falso? -Si es bueno, sí. -Échele un vistazo, me ha costado bastante. -Se nota que es de buena calidad, lo ha hecho un experto falsificador, no hay duda. -Lo sé, me ha costado cuatro meses de salario. -Pues le sirve para estar cuatro días en el recuerdo. -No es mucho. -¿Viene por trabajo, o por placer? -Por placer, supongo. Quiero encontrar a una chica que he olvidado. -¿Es guapa? -No recuerdo. Espero que sí. -Bueno, en cualquier caso puede aprovechar para visitar a los amigos de la infancia. -Eran todos unos idiotas. Mi infancia fue un infierno. -Todos solemos decir lo mismo, pero no es cierto. Se era tan feliz de niño... Todo era un juego. No como ahora, que me paso el día entero en la garita, vigilando que no entre alguien ilícitamente para recordar. -¿Vienen muchos? -Demasiados. Con las excusas más ridículas. “Déjeme pasar un momento, que me dejé algo en el recuerdo”. “Sólo voy a entrar a saludar, enseguida regreso”. Claro, claro. ¿Es que me ven cara de tonto? -Por supuesto que no, tiene usted una vista de lince. -No sea adulador, que ya le he dicho que puede entrar. -Ah, disculpe. Es la costumbre. -Cuatro días, ni uno más. No vaya a alegar después que se le olvidó, que la policía secreta carece de sentido del humor.
Posted on: Thu, 05 Dec 2013 01:52:43 +0000