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Entre el luto y la reconstrucción, historias de solidaridad Empresarios que sintieron la necesidad de ayudar, taxistas que trasladaron gratis damnificados, hostels que alojaron a quienes no tenían donde pasar la noche, dueños que agilizaron trámites de alquileres, colegios que organizaron colectas para alumnos que habían perdido todo. Luego de la tragedia de Salta al 2100, fueron muchos los que extendieron una mano a quienes la estaban pasando mal Fernanda Blasco Mientras familiares y amigos hacen duelo por los que ya no están, mientras los evacuados intentan recuperar sus pertenencias y buscan un lugar alternativo en donde vivir, mientras la ciudad vuelve lentamente a levantarse tras la tragedia, comienzan a aparecer historias mínimas y no tan mínimas que dan cuenta de la solidaridad que despertó en los rosarinos lo sucedido la semana pasada en Salta al 2100. Fueron muchos los que extendieron una mano a los que se quedaron sin nada, los que aportaron desde sus empresas o profesiones para aliviar a los que la estaban pasando mal, los que sumaron sus fuerzas para favorecer el trabajo de búsqueda. Una de las historias más conmovedoras es la de Cristian, el responsable de una empresa que donó materiales y servicios para hacer apuntalamiento en la zona de desastre. Apenas se enteró de lo ocurrido se acercó al lugar. Su labor fue clave para evitar derrumbes y permitir que los rescatistas pudieran realizar sus tareas. Cuando el municipio local le pidió resumen de honorarios, no quiso cobrar un peso. El hombre contó que hace tiempo había estado grave y que lo habían salvado en el Heca. Planteó que esta era su manera de devolver a la ciudad lo que le había dado. En la misma línea se inscribe la historia de Nanci, de Nael Catering, una empresa familiar. “Ni bien escuchamos lo que pasó llamamos al municipio para ponernos a disposición y nos pidieron que la tarde de la tragedia lleváramos algo de comida y bebida al lugar. Agarramos lo que teníamos a mano, tortas, chocolates, té, mate cocido, lo que fuera, y nos fuimos para allá. Servimos a unas doscientas personas”, resumió a Rosario3. En estos días, mientras los evacuados vuelven a sus hogares para recuperar pertenencias, la volvieron a llamar, pero con la intención de contratarla. “No quisimos cobrar. Nos cuesta hasta pagar el alquiler, pero el Estado en su momento me dio trabajo, tengo que devolver algo de lo que me dieron”, evaluó. También en las primeras horas de la tragedia, Fabiola, dueña del hostel Pachamamma, de Maipú al 900, se solidarizó con las víctimas. Se ofreció a recibir gratis a quienes no tuvieran donde pasar la noche. “Apenas me enteré, no dudé. A todos nos pasan cosas y necesitamos ayuda para salir. Eso me lo enseñaron de chiquita”, aseguró. “Vino una pareja con una nena de cuatro años. Él era ingeniero, se los notaba muy nerviosos, no paraban de hablar de lo que habían vivido”, recuerda. “También vino otra pareja, eran de Reconquista, él abogado y ella médica, se quedaron dos noches, como no eran de Rosario no tenían familiares con los cuales quedarse”, precisó. Otros hostels también se sumaron a la movida. Otro empresario que vio cómo los familiares de víctimas y vecinos de la zona cero sacaban en bolsas sus pertenencias se conmovió e hizo una donación de valijas. Y fueron muchos los taxistas que se ofrecieron espontáneamente a llevar a la gente que tenía que desalojar sus casas y los acercaron sin cobrar un peso a hogares de familiares. De esto último fue testigo Laura, que vivía en Salta 2146 y cuya casa quedó arrasada. “Los taxistas que nos cruzaban por la calle con nuestros bolsos se ofrecían a llevarnos hasta donde fuéramos ¡Gracias!”, escribió en Facebook, en un mensaje que se replicó entre amigos y desconocidos. Detalló: “Han llamado infinidad de personas ofreciendo desde lugares para vivir, frazadas, muebles, hasta manos para pintar”. Mientras le realizaban una nota periodística, Gabriela, una mujer que perdió a su padre y sufrió heridas junto a su marido e hijo, recibió un llamado de una desconocida que le comentaba que le dejaba una bolsa con juguetes de su hijo, que tenía la misma edad que el suyo. “Se enteró de lo que pasó y quiso venir a traerle todos sus juguetes”, resumió. En Facebook, Gabriela luego agradeció “a cada amiga, amigo, familia, vecinos, compañeros de trabajo, mamás del colegio, conocidos , desconocidos, iglesias, amigos de mi papá y mi mamá, viejos clientes de ellos, y todos los que conocían a nuestra familia de una u otra manera y siguen estando a nuestro lado , apoyándonos y ayudándonos!!”. Elisa es contadora y vive a metros de donde ocurrió la explosión. “Desde el primer momento todo el mundo me ofreció ayuda. Al llegar a mi casa, había gente que me acompañaba a buscar mis cosas, incluso gente que me quería ayudar a bajar los bolsos, que nos ofrecían bebida y comida, que querían saber cómo estábamos”, recordó sobre la terrible vuelta a su hogar, cuando pudo recuperar apenas parte de lo suyo. A ella, como le sucedió a la mayoría, la sorprendió la gran solidaridad que despertó lo sucedido. “Soy de El Trébol pero estudié y vivo y trabajo acá. Amigos y compañeros de trabajo, igual que gente que hacía mucho que no veía, me ofrecieron lugar para dormir, para guardar mis cosas. Incluso a través de conocidos pudimos encontrar otro departamento donde mudarnos y nos dieron la llave enseguida”, lejos de los procesos habituales en los alquileres, destacó. El mensaje que José Luis, bombero voluntario de la localidad de Máximo Paz, escribió en Facebook hizo que a muchos se les llenaran los ojos de lágrimas. Recordó, entre otras cosas, el caso de un chico de 9 años que con sus ahorros compró chocolates para repartir entre los rescatistas. También lo emocionó la cantidad de dibujos con frases de aliento que alumnos de primaria les habían hecho a los rescatistas y les habían acercado al lugar de trabajo. Los bares de la zona estuvieron abiertos, ofrecieron sus baños pero también armaron viandas para quienes trabajaron sin descanso. Uno de los empresarios solidarios fue Miguel, dueño de Anajuana, pizzería ubicada en Oroño y Jujuy que sufrió los embates de la onda expansiva. Lejos de detenerse a lamentar sus pérdidas materiales, dio alimento a muchos durante los últimos días. Los bomberos aseguran que cuando salían a comprar bebidas, medicamentos o alguna otra cosa en la zona, al verlos con sus trajes, no les querían cobrar. Fueron numerosas las escuelas que reaccionaron tras detectar en su comunidad educativa víctimas de la tragedia. Un colegio del bulevar ofreció a una familia damnificada abonarle el alquiler de su nueva vivienda. En otra institución educativa ubicada a pocas cuadras, a donde tres chicos llegaron el día después de la explosión sin sus mochilas (no tenían nada más que la ropa puesta), comenzaron una colecta de dinero, ropa y zapatos. También se repitieron los pedidos de ayudas a través de redes sociales. Algunos hacían pedidos más “tradicionales”, como donaciones de dinero, ropa, zapatos, muebles. Pero los amigos de Indiana, una chica que “perdió absolutamente todo” en la tragedia, fueron innovadores. Lanzaron una rifa. “Con la compra de un numerito de $10 participan de un sorteo de tres obras nuestras. La recaudación será destinada a Indi y su familia, para que puedan arrancar de nuevo una vida bien pulenta...”, resumieron. Se adhirió tanta gente a comprar números como a donar premios. “Se sumaron muchísimos premios más: un cuaderno bordado a mano, más fotos de otros fotógrafos, una remera y hasta un perfume. Estamos muy muy muy agradecidos por el inmenso sentimiento de solidaridad de todos”, escribieron los organizadores de la movida. rosario3/noticias/noticias.aspx?idNot=134386&Entre-el-luto-y-la-reconstrucci%C3%B3n%2C-historias-de-solidaridad
Posted on: Fri, 16 Aug 2013 10:53:13 +0000

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