Escucha… (Escúchame…) Mc 12.29 El primero de los Diez - TopicsExpress



          

Escucha… (Escúchame…) Mc 12.29 El primero de los Diez Mandamientos dice así: Escucha, Israel*, el Señor nuestro Dios es el único Señor, y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. Mc 12.29 * Como la palabra de Dios tiene un mensaje personal, en este lugar se debe colocar el nombre propio. Dios es amor y el amor desea comunicarse: lo hace a través de la palabra por medio de su Espíritu, de las Escrituras y de todos los hechos y circunstancias cotidianas de cada día a través de su Providencia. A través de su Espíritu la comunicación es constante en el corazón humano, pero muy pocos lo escuchan en forma consciente y voluntaria, no obstante cada acto virtuoso evidencia la acción inspiradora del Espíritu Santo, porque: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre (Sant 1.17). Porque es Dios el que produce el querer y el hacer, conforme a su designio de amor (Flp 2.13). Del Señor es la iniciativa, siempre nos está llamando. Un ejemplo lo tenemos en 1Samuel 3.10: El Señor llamó: ¡Samuel! ¡Samuel! El respondió: Habla porque tu servidor escucha. A través de estas palabras nos está llamando a cada uno; la rebeldía (pecado original de orgullo) hace que no podamos, ni queramos escucharlo. Necesitamos la ayuda de su gracia, que no la niega a nadie; por el contrario es el más interesado, pero hay que merecerla por amor. Amor con amor se paga y Dios no se deja vencer en el amor. Así como el maestro se esmera con el alumno que es aplicado y se preocupa por el estudio, de la misma manera Jesús, el Divino Maestro, se “ocupa” de los hijos que lo “escuchan” espiritualmente con docilidad, para cumplir su voluntad. El Divino Maestro permanentemente está detrás de cada uno de nosotros, deseando y anhelando que le abramos el “oído del corazón” para escuchar allí sus insinuaciones, pero de la mayoría de nosotros recibe indiferencia y desprecio. Las palabras que expresan estos sentimientos podrían ser: no me importa, no molestes, no quiero hacer lo que me propones, etc. No es necesario que lo pensemos, se produce de hecho, en forma implícita, cuando no “tratamos” (voluntad) de interpretar lo que Dios quiere de nosotros. ¿Por qué es necesario crecer en la confianza? Porque al crecer en la confianza, proporcionalmente vamos siendo dóciles a su Espíritu, a los designios que él tiene sobre nosotros. La escucha tiene dos motivaciones: conocer a Dios y su proyecto salvador-redentor y la obediencia para poder colaborar en ese proyecto. Claves de discernimiento: Si no escucho a Dios, ¿a quién escucho? (a mi mismo = orgullo = demonio) Si no escucho a Dios, ¿como puedo obedecerlo? Si no obedezco a Dios, ¿cómo puedo trabajar para él? Si no trabajo para Dios, ¿para quién trabajo? Para la persona con un corazón humilde es por demás sencillo escuchar a Dios, aunque todavía no pueda reconocerlo: es suficiente el escuchar su corazón, sus deseos, en el que se manifiestan a través de inspiraciones del Espíritu Santo: Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre (Sant 1.17). Porque es Dios el que produce el querer y el hacer, conforme a su designio de amor. Flp 2.13 Todo lo que pasa por el corazón luego lo hace por el intelecto a través del raciocinio, donde se expresa la voluntad, de tal manera que lo auténticamente nuestro es la libre opción de decir “no” a todo lo bueno que el Señor nos inspira en el corazón. Debemos tener bien en claro que el Señor nunca se revela directamente a la razón, sino al corazón. Al originarse las herejías entre los siglos III y IV, la Iglesia para defender la fe recurrió a la filosofía racionalista. De esta manera se cerró el espíritu a la manifestación pneumática, es decir a la manifestación del Espíritu Santo. Como consecuencia de ello los cristianos no conocen al Espíritu Santo. Conocer en el leguaje espiritual, no es un conocimiento intelectual, sino que el alcance de esta palabra involucra a toda la persona, es tener una experiencia íntima como la conyugal. Cuando el ángel le anunció a María la concepción de Jesús, estaba comprometida con José y al decir: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco* varón? (Lc 1.34), sería una incoherencia si no fuera que se refería a este conocimiento espiritual. * Traducción de la Biblia de Jerusalén. Otras traducciones dicen: no tengo relaciones. Testimonio del Padre José Nicolás Romero, Asesor Arquidiocesano de la Renovación Carismática Católica de la Arquidiócesis de Buenos Aires: Nos hemos convertido en ateos prácticos: apenas consideramos posible, y por consiguiente no lo esperamos, que el Espíritu Santo de Dios y de Cristo, en su más amplia acepción, esté presente y sea eficaz entre nosotros como en las primeras comunidades cristianas. La letra en negrita es transcripción de la pág. 10 del libro El Espíritu de Dios Irrumpe en la Iglesia (1995) Edit. Kyrios. Al guiarse por el criterio propio y no el de Cristo, a través de la docilidad al Espíritu Santo, el cristiano se guía por y con el orgullo. La doctrina cristiana se infestó de pelagianismo*: yo tengo que…, tenemos que…, para no ser condenados, para ser salvados, para ser santo. * Secta del hereje Pelagio (Siglo V): Aseguraba bastar con guardar todos los mandamientos, practicar las obras virtuosas, y de esta manera alcanzar la vida eterna, descartando la gracia santificante. ¿Qué debemos hacer para ser justificados por Dios?: cumplir los Diez Mandamientos y preceptos de la Iglesia. Si cumplo los Mandamientos y preceptos de la Iglesia seré condenado. ¿Cómo se entiende esto? San Agustín dijo: Ama y haz lo que quiera, porque había comprendido que la “única” justificación ante Dios es el amor. Pero no un amor cualquiera, sino el que implica un compromiso de vida. Según esta Palabra, lo único que nos justifica delante de Dios, es hacer «su» voluntad. ¿Cuál es la voluntad del Padre? Consiste en el amor, expresado a través de la obediencia. Los únicos que pueden lograrla son los que se dejan conducir por el Espíritu de Dios, (porque) son hijos de Dios (Rom 8.14). En esto consiste la santidad a la que estamos llamados. Por medio de la obediencia, el mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él. Rom 8.16-17 No son los que me dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre? Entonces yo le manifestaré: Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal. Mt 7.21- 23 La obediencia es la mayor alabanza que el hombre puede tributar a Dios, porque se reconoce a sí mismo como creatura y a Dios como Padre, y porque somete libremente su voluntad, a la voluntad de Dios, por y con amor, dejando de lado el hacer proyectos propios para asumir como tales a los suyos. Este proyecto que Dios tiene para cada uno, está profunda, misteriosa y providencialmente relacionado con el proyecto salvador-redentor de cada persona y de toda la creación. La obediencia es generada por la adhesión de nuestro espíritu al Espíritu Santo que acude a nuestro auxilio a través de la gracia, que es proporcional a la disponibilidad, generosidad y docilidad espiritual. De tal manera esto es así, que se convierten en los elementos de juicio para el discernimiento de lo que es obediencia. La evangelización de Jesús ocupó sus últimos tres años, es lo que llamamos vida pública. El Evangelio hace solamente siete menciones de su vida privada: visita de los pastores, circuncisión, visita de los magos, presentación en el Templo, el regreso a Nazaret, y su encuentro en el Templo con los Doctores de la Ley. Desde los doce años hasta los treinta en que comienza su vida pública, existe un vacío de información, es el período gestatorio, el más fructífero: El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos…. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres. Lc 2.51-52 La expresión “sujeto a ellos” se refiere a la obediencia como virtud, como dependencia espiritual. La plenitud de ella le hizo decir: Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar a cabo su obra (Jn 4.34). En la «comida» simboliza que la obediencia se convierte en una necesidad vital. Ella nos permite manifestar la fe, ejercitar la humildad y la caridad; alabar y glorificar a Dios; servirlo en tiempo y forma que él estime oportuno y conveniente y con disponibilidad. También es amar sin límites ni condiciones. ¿La obra de Dios, Jesús la concretó más en la vida pública que en la privada? La vida pública fue la consecuencia final de la privada, al igual que un nacimiento biológico, después de un período gestatorio. Mientras hacemos la voluntad de Dios en nosotros con y por amor, estamos trabajando para él, aunque pareciera que no hacemos nada. La unión de los corazones enamorados hace sentir como propios los deseos del amado, hasta adelantarse en el deseo de complacerlo. Esto vulgarmente se dice: le roba la voluntad. De la misma manera para con Dios, el discípulo no espera que su Maestro, Jesús, le diga que debe hacer, porque el amor le motiva a responder al Amor. Es tener el pensamiento de Cristo (1Cor 2.16), los mismos sentimientos (Flp 2.5), un mismo corazón, identificarse hasta hacerse uno con él: Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Gal 2.20 El llamado de Dios se traduce en una respuesta en la que el don personal es puesto al servicio, y se concreta por medio de la permanente y constante generosidad, en la disponibilidad y docilidad espiritual. Esto expresado en pocas líneas parece sencillo, fácil, pero en realidad, la fe con el auxilio de la gracia es probada al máximo, por lo cual la Iglesia al canonizar a uno de sus hijos reconoce en ella su grado heroico. Desde la humano es imposible, es la gracia de Dios que al no ser rechazada o despreciada sino absorbida como tierra reseca, por la fertilidad (disponibilidad) de la tierra (alma), hace producir una cosecha abundante. El primer ejemplo de obediencia lo tenemos en Jesús cuando a la oposición de Adán al proyecto de Dios, Jesús, como segundo Adán, se contrapone con las palabras: Padre mío, si es posible que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Mt 26.39 El segundo lo tenemos en María, cuando dijo al ángel: Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho. Lc 1.38 Desde entonces y a partir de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo (santificador) fue derramado en el corazón de toda la Iglesia, no necesitamos dar el sí ganado por Jesús y manifestado en la Santísima Virgen. Desde Pentecostés, (nacimiento de la Iglesia) el Espíritu Santo se manifiesta en nuestro corazón y continúa en forma desapercibida su obra divina en cada uno de los hijos de Dios, cuando no nos oponemos a su voluntad, “entristeciéndolo” (Ef 4.30), “extinguiéndolo” (1Tes 5.19): El que sondea los corazones (Jesús) conoce el deseo del Espíritu Santo y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina. Rom 8.27 Consiste en dejarse guiar, impulsar, manejar, movidos por mociones, inspiraciones, insinuaciones, etc. que el Espíritu pone en el corazón de los que aman a Dios en justicia y verdad: Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Rom 8.14 Toda iniciativa parte de Dios, pues todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre (Sant 1.17). Porque es Dios el que produce el querer y el hacer, conforme a su designio de amor (Flp 2.13). Una de sus misiones, consiste en crear oportunidades para que hagamos opciones a través de pensamientos, sentimientos y actos virtuosos que motiven el crecimiento espiritual del amor. Ante las opciones negativas, el Espíritu Santo vuelve a comenzar su actividad siempre renovada en la eterna misión sanadora, liberadora y santificadora. Esto construye diariamente y minuto a minuto la santidad, el hombre nuevo, el castillo interior. En algunos se manifiesta en forma más evidente porque la generosidad y disponibilidad de su amor permite la aceptación y distribución de mayores gracias que los demás, en beneficio de toda la Iglesia. ¿Cómo se logra esto? Es el pequeño camino espiritual propuesto por Santa Teresita, que el Espíritu Santo desarrolla en cada uno de los hijos de Dios. Esto se puede comprobar a través del testimonio de santificación personal de cada uno. Al decir oren incesantemente (Lc 21.36), parece que Jesús estuviera pidiendo algo imposible porque no disponemos del tiempo. La oración no consiste únicamente en dedicar tiempo al Señor, sino fundamentalmente vivir en su presencia. Lo que está diciendo es que toda «nuestra vida» se tiene que convertir en oración, al ofrecerle todo lo que hagamos. Al pedir que oremos incesantemente, nos está proponiendo la contemplación, que consiste en ir descubriendo en todos los detalles de nuestra vida, la Providencia de Dios. Esta es una visión espiritual por la cual el Señor se manifiesta permanentemente. Nos está proponiendo la posibilidad de verlo y escucharlo, desde la limitación propia de la naturaleza humana. La persona de fe debe «contemplar» la acción de Dios en «todo» (en cada cosa) y en «toda» su vida. A través de esta disponibilidad en «escuchar y ver», el Señor irá mostrando su voluntad, a la que con el corazón y sentimiento de Cristo (: Ya no vivo, sino que Cristo vive en mí. Gal 2.20), por gracia del Espíritu Santo permitirá obedecerlo, logrando la felicidad eterna, ya aquí y desde ahora, y la plena realización como persona, según el designio de salvación, proyectado por Dios desde la eternidad: camino exclusivo de santificación personal. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Jn 15.4-6 El que permanece en mí…: Nuestros pensamientos, decisiones y acciones, si los hacemos con amor, por los méritos de Cristo, dan frutos proporcionalmente a ese amor. En realidad, todo lo que es bueno y perfecto desciende del Padre (Sant 1.17), para lo cual el Espíritu Santo obra en nuestro corazón. Únicamente por nuestra disponibilidad y docilidad hacia él, adquirimos méritos ante Dios. El que permanece en mí…: Muchos podrán decir: yo hago muchas obras buenas. Pérdida de tiempo, trabajos y sacrificios inútiles que debido a la ceguera espiritual por el orgullo, recién podrán verlo cuando estén ante la presencia de Dios. Entonces, ya será tarde par corregir el error. Jesús al decirnos: Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre para que el Padre sea glorificado en el Hijo (Jn 14.13), está expresando que nos utiliza como instrumentos privilegiados para glorificar al Padre. ¡Qué dignidad y responsabilidad!... Por este motivo cuando pretendemos hace algo por nuestra propia cuenta, estamos: 1- despreciando al amor de Dios, 2- robándole al Padre la gloria que deberíamos tributarle en nombre de Jesús, 3- atribuyéndonos esa gloria, por soberbia, 4- condenándonos nosotros mismos. La oración dispone al corazón para escuchar y dialogar con Dios Según el diccionario orar es: rogar, pedir, suplicar. Según la Palabra de Dios es presentar nuestro corazón a Dios, para escuchar lo que él nos quiere decir: Cada mañana, él despierta mi oído, para que yo escuche como un discípulo*. Is 50.4 *Persona que aprende bajo la dirección de un maestro = persona que escucha con deseo de aprender a amar siguiendo el ejemplo de Jesús y acompañado por él. Todos los días muy de madrugada Jesús se retiraba a lugares desiertos para orar (Lc 5.16), y en esos momentos el Padre le revelaba lo que debía decir: Yo no hablé por mi mismo, el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar. Jn 12.49 La iniciativa la tiene Dios que está esperando que lo escuchemos. Es nuestra respuesta, a su amor que desea entregarse. La oración es amor entregado a un corazón que se abre (Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa Ap 3.20), para escuchar al Amor. La oración es una más de las enseñanzas de la pedagogía divina. Jesús nos invita a que le pidamos con fe, más aún, con confianza: Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá: Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos ¡cuánto más el Padre dará cosas buenas a aquellos que se las pidan. Mt 7.7-11 Supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada para ofrecerle, y desde adentro él responde: No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos. Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. Lc 11.5-8 Uno de los desafíos que nos hace Jesús, consiste en sugerirnos que le pidamos un imposible, pero con fe, para demostrarnos que él está dispuesto a respondernos: Yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: Retírate de ahí y arrójate al mar, sin vacilar, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán. Mc 11.22-24 Para trasmitir un pensamiento que genere luz y vida, lo expresaré en un relato vivencial: Una mujer sale de compras con su hijo pequeño y al pasar frente a una juguetería, le pide que le compre un juguete, le tira de la ropa, se prende a sus piernas, llora, grita y patalea. Todos de alguna manera estamos reflejados con el niño, unos más que otros, pero esta es la forma en la que nos dirigimos a Dios. Lo que Jesús nos propone, siguiendo esta imagen del niño, es que le pidamos con su sencillez, confianza y amor. Jesús nos aconseja que no nos apoyemos en la razón, sino que nos retiremos en nuestro corazón, para iniciar un diálogo con el suyo: Cuando ores retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto. Cuando ores, no hables mucho como hacen los paganos. Mt 6.6-7 El modo de concretarlo, es disponiendo diariamente de un tiempo en los que luego de exponer todos los problemas, preocupaciones y sentimientos a Dios, nos quedamos en una actitud de escucha. Es una relación de amistad y como tal, es tan variable como lo es nuestro estado anímico. Además esta relación va incrementando su intimidad en forma constante. La praxis La forma de iniciar este camino, es comenzando el día con una oración de entrega. También hay una oración de consulta al Señor, para tomar cualquier decisión que involucre a hechos y circunstancias de personas. Esto es por dos motivos: no frustrar los proyectos de Dios sobre los demás, convirtiéndose en un obstáculo y fundamentalmente para trabajar a su servicio, según su Divina Providencia. Servir o servirse del Señor La diferencia consiste en consultarlo para hacer su voluntad Todos somos únicos e irrepetibles y como tales, Dios tiene un diálogo inédito con cada uno, que puede ir cambiando con el crecimiento espiritual. Si una persona desea ponerse al servicio de Dios, necesita tener un diálogo permanente para conocer su voluntad sobre hechos y circunstancias que lo requieran. Cuando uno tiene este deseo y se lo expone a Dios, El se lo revelará eligiendo entre las infinitas posibilidades, la que mejor se adapta a la realidad psicológica de la persona. De esta manera se hace un Dios cercano, que favorece e invita a la intimidad. Algunos ejemplos: manifestación directa al corazón, dándole a la persona una certeza indubitable, locuciones (escucha palabras interiormente), visiones (palabras o hechos) circunstancias (hechos providenciales en tiempo y forma), etc. La duda de que la respuesta sea el resultado de nuestra interpretación y no de la Providencia de Dios, que se manifiesta por nuestra disponibilidad en su escucha y obediencia, es una tentación del Adversario envidioso. No olvidemos que amor con amor se paga y Dios no se deja ganar en el amor. Te hago una pegunta, ¿para quién deseas trabajar, para Dios o para ti mismo? Y la respondo con otras dos, si trabajas para Dios ¿quién es el más interesado? Si, El es el más interesado ¿puede dejar de responder cuando ello puede beneficiar o perjudicar la salud espiritual de un hijo? Cuesta bastante renunciar al enganche que se produce con los proyectos propios, que uno va generando, creyendo de buena fe que son de Dios y haciéndole decir cosas que El no dice. Con el tiempo, con el crecimiento en la confianza en el Señor, se llega a hacer la renuncia con naturalidad. Lo fundamental, es que seamos honestos con nosotros mismos para que lo podamos ser con el Señor. No debemos permitirnos ninguna ligereza o debilidad de conciencia para tolerar errores propios. No es cuestión de hacer juicios propios o ajenos, solamente dejarnos conducir con un corazón generoso, dispuesto a amar como, cuando y donde el Señor disponga. Si bien el camino espiritual (de santificación) es único e irrepetible, el Señor quiere que participes de la Gracia con la que me prodigó, a través de mi testimonio, para que vos también te enriquezcas. Por mis heridas emocionales, tenía una gran inseguridad para tomar cualquier tipo de decisiones, ante esta situación, al trabajar para el Señor me inspiró consultarlo permanentemente ante cada una de ellas. Esto originó un camino de docilidad al Espíritu. Pregunto, ¿Quiénes son los que tienen seguridad en sus decisiones?: los que se apoyan en el ego, o en el Señor. El camino que me inspiró es consultarlo en “todo” y constantemente. Esto no me exime de responsabilidad en la toma de decisiones, por el contrario: el celo puesto en ellas para no perjudicar su proyecto providencial, para no ser un obstáculo al trabajar para el adversario, y también para adherirme con todo el corazón aunque mi criterio y la lógica me digan lo contrario. Como el Señor está vivo, desea relacionarse como tal, es decir, compartir nuestros actos y decisiones a través de la fe. Nuestra fe debe ser viva, por lo cual debe tener reflejo y respuestas como todo ser vivo, al igual que el corazón. Lo que el Señor dijo ayer, tal vez no lo mantenga hoy, porque lo hizo en un contexto distinto. Sabemos que Dios no cambia, pero también que nosotros lo hacemos constantemente, por lo cual Dios se adapta a cada uno de ellos. En las cosas que requiere mirada de eternidad, como las vocaciones o mandatos, El mantiene su voluntad una vez y para siempre, pero en lo cotidiano puede suceder que tengamos que preguntarle todos los días si se mantiene sobre distintos asuntos puntuales. Estos podrían tener cambios para nosotros inexplicables por lo contradictorios en si mismos, pero no según su Divina Providencia. Cuando el Señor confirma algo, no es un CHEQUE EN BLANCO, sino que está limitado como una cirugía en el corazón. Tomarlo como tal, de hecho es un acto de orgullo aunque no seamos conscientes de ello. Si permitimos el reinado de Cristo en nosotros, todas nuestras decisiones deben estar subordinadas, no a su voluntad, sino a sus mínimos deseos, los cuales hacemos nuestros.
Posted on: Tue, 29 Oct 2013 10:01:44 +0000

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