Estaba muy buena. Le preguntó si tenía facebook. Sentía curiosidad por ella, le dijo, ¿lo aceptaría? A ella pareció gustarle aquello, sacó su móvil, abrió su muro y se lo mostró, sonriente. Él tomó el móvil y echó un vistazo. Había corazones, un caballo trotando por una playa al atardecer, una frase (que no se molestó en leer) de Albert Espinosa. Se miraron y sonrieron. Aquel huevo quería sal, pensó él, pero si era idiota, no sería una relación muy larga. Ella tomó el teléfono y dijo que iba a pedirle “amistad”. Para evitarlo, él la besó. Fue un beso osado, que pensó que ella ya esperaba. Mientras lo hacía, ella no supo dónde poner el móvil, pero finalmente lo dejó en la mesa para poder entregarse y aplicarse a aquel beso que la estaba poniendo cachonda. Él observó que su mano estaba libre, la tomó y se la llevó a la entrepierna. Estoy empalmado como un burro, le susurró, y aquello la excitó mucho más. Se lo agarró bien. Tengo familia en casa, dijo él, adónde podríamos ir. Ella le comentó que a la suya tampoco podían, su hijo estaría estudiando para el examen de selectividad. Guardaron silencio mientras se besaban (y ella le ofrecía el cuello), temiendo que tuvieran que quedarse allí sentados. Conozco un lugar, es una pensión, dijo él (aquello a lo peor sonaba un poco feo, así que añadió), no he estado nunca, pero, cuando mis amigos vienen con su familia a pasar unos días en la ciudad, se quedan ahí. Dicen que el sitio está perfecto. ¿Vamos? Vamos. Ok. Venga. Sí.
Posted on: Wed, 24 Jul 2013 11:57:04 +0000
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