“Femme” Fatale Su risa era cantarina, su voz angelical, sus - TopicsExpress



          

“Femme” Fatale Su risa era cantarina, su voz angelical, sus labios del rojo más intenso y de una voluptuosidad apenas imaginable, pero sin lugar a dudas nada podía rivalizar con sus ojos. Estos eran ligeramente almendrados, del color del más verde prado; cuando te miraban sentías un placer inmediato y un cúmulo de sensaciones agradables te embargaban y tu mente se vaciaba de todo pensamiento. Eran hermosos en apariencia, pero bajo la superficie residía el horror más puro. Muy pocos lograban atisbar siquiera una pizca de esa maldad que subyacía, y si llegaban a hacerlo, el descubrimiento del futuro que les deparaba los hería como un cuchillo afilado. En ese instante, se les revelaba que no eran más que insignificantes moscas y que muy pronto serían parte de un festín. Pero primero, su nueva dueña y señora los ataría con su resistente red y con una sonrisa atolondrada en la cara la servirían hasta que decidiera que ya no eran útiles más que como alimento. Y allí, sentado en un banco a la luz de una farola estaba el señor P. Sus ojos estaban muy abiertos, desenfocados, y sus manos entrelazadas y quietas; daba la impresión de ser un cadáver al que el rigor mortis empezaba a afectar. Pero tras esa aparente quietud su cerebro recogía un millar de imágenes caóticas, espeluznantes y pavorosamente cercanas. Tenía la certeza de que eran recuerdos, tan reales como la gravilla que había bajo sus pies. Cuando el bombardeo de secuencias hubo cesado, pasó metódicamente a ordenarlos. Tras quince minutos, logró formar una historia global de lo que habían sido sus dos últimas semanas. Todo había comenzado con aquel fatídico encuentro. Era una mañana como cualquier otra, acababa de salir del trabajo y se dirigía tal y como la rutina dictaba a la cafetería de enfrente de las oficinas en las que estaba empleado. Su obesa barriga se balanceaba al compás de sus pasos y el calor hacía que sus manos, ya de por sí sudorosas, aumentaran sus secreciones. Y entonces, la vio, se aproximaba hacía él con gráciles andares y una larga y sedosa cabellera negra ondeaba enmarcando su bella cara. Y sintió cómo su pulso aumentaba, cómo le recorría el deseo de poseerla allí mismo, por sólo oírla pronunciar su nombre haría lo que fuera. Lo siguiente que sabía es que se había encontrado esa misma tarde con un maletín lleno de billetes que le había entregado diligentemente a Ella. En otra ocasión, se había despertado en su cama con una extraña sensación en el cuerpo, como si la noche anterior alguien se hubiese dedicado a hacerle cortes en la espalda. Eso, unido a la pesadilla de una horda de arañas cubriéndole por completo, no ayudó a mejorar su malestar. A partir de ese día los sueños se repitieron y la sensación de muerte inminente se hizo cada vez más patente. Deliraba, o quizás no, puede que simplemente empezara a ver con mayor claridad la terrorífica realidad. En su último recuerdo, Ella se desnudaba, dejando que contemplara su perfecto cuerpo; pero él, en vez de deleitarse, sentía la imperiosa necesidad de huir, de evadir el contacto con su mirada. Pero no podía, estaba atrapado, cadenas invisibles lo mantenían paralizado. Después de una velada de delirante y repugnante desenfreno, Ella descuidó su fachada humana, permitiéndole ver durante un fugaz instante su verdadera naturaleza. Durante una centésima de segundo la imagen de la guapa mujer dejó paso a la de una especie de araña gigantesca, terrible, de infames ojos verdes. En aquella ocasión todavía pensaba que podía ser cosa de su imaginación. Volvió en sí, y casi le sorprendió verse allí sentado. El viento le trajo los gritos susurrados de su última víctima, él había estado presente mientras ese pobre infeliz se encontraba con algo peor que la muerte, y ahora, iba a convertirse en su reemplazo. Quiso alejarse, pensó en suicidarse; pero era plenamente consciente de que su destino estaba sellado, se encontraba en sus manos, le pertenecía por completo, sus redes eran inquebrantables. Aquella vil criatura le había ofrecido un placer de otro mundo pero el precio pagado era demasiado elevado. Debería de haberlo pensado antes, aunque bien mirado, Ella nunca le había dado tal opción. Sabía que su tiempo se terminaba, podía sentir su presencia cada vez más cerca, su aroma a podredumbre inundaba sus fosas nasales y una risa fría y despiadada se coló por sus orejas, lejana pero demasiado próxima. Lo estaba llamando, lo quería a él; a Ella nunca le gustaba esperar, y él no quería hacerla enfadar. Su voz sonó imperiosa pero dulce, su aroma era el de las más selectas flores. —Señor P…. Todo rastro de repulsión y miedo se esfumó, y acudió a Ella con el anhelo y la pasión de un fiel amante.
Posted on: Fri, 02 Aug 2013 23:14:54 +0000

Trending Topics



Recently Viewed Topics




© 2015