Glaciar Laguna toro, Santa Cruz, Argentina 2006 “Y… todavía - TopicsExpress



          

Glaciar Laguna toro, Santa Cruz, Argentina 2006 “Y… todavía les queda un par” nos contestó el flaco cuando le preguntamos si faltaba mucho. Porque ya daba como para tener una idea del final, pero ¿Un par? ¿Un par de qué, un par de medias?...Al menos nos sirvió para entretenernos unos cuantos minutos más. Hacía como cinco o seis horas que estábamos caminando en fila india por los paisajes más diversos que se puedan imaginar. De las rocas áridas y rojizas pasábamos a un bosque fresco y húmedo y de ahí a una especie de pradera flotante que cedía con cada pisada como si debajo del pasto no hubiese más que treinta o cuarenta centímetros de tierra flotando sobre el agua que no nos alcanzaba a mojar. La tierra subía y bajaba al son de la temperatura y ya era inútil guardar la ropa en la mochila porque a solo veinte metros de esa corriente de aire fresco que daba la impresión de congelarte la nuca, cuando las lomas nos hacían reparo, el sol, que hasta parecía cercano, te doraba la piel de la nariz y era necesario ponerse en cueros para soportar la temperatura, es por eso que las fotos parecen un collage con vestimentas para las diferentes estaciones. Todo es tan exótico y cambiante en el sur del sur que, a veces, cuando uno voltea la mirada desde lo alto de algún pico y, todo completamente azul, ve que no hay horizonte entre el lago y el cielo, le da fuerte la impresión de estar viviendo un sueño. Se podría decir que finalmente llegamos. Al pie de una inmensa quebrada se había levantado un campamento con gente de diferentes países del mundo, detalle que se adivinaba por la forma y la calidad de sus carpas. Nosotros armamos las nuestras al reparo de los vientos y seguimos adelante atraídos por el lago. Según nos explicaron y tal como confirmaban nuestros ojos, en el período de glaciación los hielos habían avanzado destrozando las rocas de los suelos y, al replegarse nuevamente, se había formado esta gigantesca y maravillosa pileta, por demás natural, repleta de agua pura de deshielo, proveniente de un glaciar que aún se derrite, justo en la punta de la montaña de en frente. Una imagen tan virgen e imponente como cualquier otra imagen que puedan ver aquellos ojos que visiten el sur, la máxima expresión de la pureza dentro de América Latina. A lo lejos, algunas aves desconocidas refrescaban sus pies y reflejaban sus cuerpos en el agua clara. Las piedras que componían el suelo parecían haber sido diseñadas para hacer sapitos sobre el agua. Un poco jugando y otro poco caminando, rodeamos el gran lago y llegamos al pie de la montaña sobre la que estaba el glaciar. Las circunstancias no nos permitieron reparar en la relación espacio- tiempo. Casi sin pensar, atraídos por la relativa cercanía de los hielos, fuimos sorteando con esmero las inmensas distancias de la montaña rocosa. Trepamos y trepamos y trepamos aferrando pies y manos en los huecos y las grietas hasta llegar, luego de un rato, a una especie de descanso a mitad de la montaña. Se hace imposible calcular las distancias, o a quinientos metros, o a mil o a mil quinientos, la empinada pendiente hecha de rocas apiladas daba lugar como a un llano, completamente de piedra, en donde se encontraba otro lago, mucho más pequeño y más alto. Hasta ahí nos acompañó el fede, pero nosotros queríamos más. Rodeamos este lago y comenzamos a trepar la segunda mitad de la montaña que nos separaba del sueño del glaciar en nuestras manos. Repetimos las acciones aunque con el cuerpo más caliente y los ojos encantados. Una finísima llovizna, apenas perceptible, humedecía, poco a poco, nuestras ropas. Trepamos y trepamos y trepamos hasta alcanzar, en lo alto de la cima, ese sueño tan ansiado. Una gruesa capa hielo bañaba gran parte de la cima de la montaña, copito de crema coronando un helado de chocolate, nieve compactada en el tiempo del ñaupa y preservada en las alturas por el frío polar, agua sólida, oro blanco y a veces azul transparente como el cristal. Corrimos como niños de acá para allá tratando de no dejar una sola perspectiva sin apreciar. Fuimos intimidados por las profundas y oscuras grietas que se abrían entre las rocas y los hielos, le tiramos piedras y hasta degustamos el sabor de tanta frialdad. Fuimos, prácticamente, niños desde que salimos, a media mañana, después de desayunar. Y como a todo niño, se nos pasó de largo algún que otro pequeño detalle: caía la noche. Serían cerca de las 9:30 o 10 de la tarde, porque allá, en el sur, los días son eternos. Habíamos caminado no menos de 11 hs sin parar, sin probar bocado, estábamos mojados y no teníamos camino seguro para bajar. Salvo el Kiki, el resto nos negamos a ponernos a pensar. - Vamos a quedarnos acá y a empezar a gritar. - Jajjajajjajajajjajajajajajajaj.- me imaginaba tipo cuatro de la mañana, en una cuevita, congelado y afónico de tanto gritar. No perdimos tiempo y empezamos a bajar. Juan Pedro y yo éramos los guías y descendíamos, cada uno por su lado, abriendo camino a buena velocidad. El Kiki, paralizado por el miedo, nos seguía por detrás. Cada vez que un camino se cortaba y se hacía imposible avanzar, nos juntábamos, seguíamos por donde era posible y nos volvíamos a separar. Hasta que, después de haberle confiado toda la luz que me quedaba, mi improvisado camino, definitivamente, terminó; o mejor dicho, continuaba en el abismo. Lo miré a Juan Pedro que estaba a mi misma altura, tras unas rocas al costado y, aun recuerdo el tono con absoluta claridad, con una gran sonrisa contestó: - Esto es todo precipicio, Tatito. Listo, el Kiki lloraba, bah, no a carcajadas pero tenía los ojos vidriosos y empezaba a pucherear. Por donde antes bajaba un hilito de agua ahora ya parecía un canal, no quedaba nada de luz ni otra opción que volver a trepar. Por estos lados se dice que si un peludo se atranca en su cueva, tenés que meterle el dedo en el culo para poderlo sacar… Bueno, el Kiki ni así reaccionaba, estaba abrazado a una gran roca, paralizado por el miedo, y había que ir empujándolo para que pueda avanzar. Menos mal que las rocas eran como resinosas y no nos dejaban patinar porque aun estaríamos los tres, uno arriba del otro, untados en algún lugar. Cuando retornamos a la cima, gracias al valiente de Juan Pedro que siempre conservó con humor las esperanzas, encontramos un camino de piedras gastadas por donde bajaban las aguas. Con el cuerpo levemente inclinado hacia atrás y los pies cruzados para no resbalar, bajamos casi al trote. Llegamos con alegría al lago de la mitad, lo rodeamos a toda velocidad, y bajamos lo que quedaba con envidiable habilidad. La alegría de sentirnos cerca y a salvo nos quitaba, además del cansancio, el frío y hasta la oscuridad. Cuando por fin pisamos tierra firme e íbamos rumbo al campamento, nos encontramos con los más prudentes de nuestros compañeros. Nos estaban odiando por lo que le habíamos hecho pasar. Quisieron retarnos con bastantes razones pero toda la discusión se resumió a esto: - Pelotudos, por qué… - A mí no me rompas las pelotas que soy grande y responsable de lo que hago- sentenció Juan. Tomamos una sopa hirviendo a la luz del fogón y allí escuchamos la historia donde el Fede le confió su vida a la suerte: “Ya casi no veía nada y estaba tirado panza arriba sobre una roca, con los brazos extendidos a los costados, trabado, tratando de soportar. Una hilera de agua helada me corría por la espalda y no sabía si más abajo había cornisa o abismo. Dije: “me muero, me muero, me muero” y me solté. Caí parado sobre otra roca… y acá me tenés. Extendí la ropa en unas raíces y me fui a la carpa en bolas a ver si podía dormir. Las horas pasaban y la columbra vertebral daba la impresión que se me fuera a partir. Afuera silbaba un viento que sólo puede correr en Santa Cruz. Cuando estaba por morirme lo llamé al fede para que se cagué de frío conmigo. - Fede, tengo frrrrrrrío. En plena madrugada tuve el valor de asomarme en busca de mis ropas. Pipi dormía afuera de la carpa, ni siquiera estaba adentro de su bolsa de plumas. Mis ropas, miren si será seco el viento del lugar, ya estaban listas para usar. Lo dejé al fede temblando y, ahora sí, me dediqué a descansar. Nunca más pasé tanto frío como en ese lugar.
Posted on: Fri, 05 Jul 2013 20:45:02 +0000

Trending Topics



is a 9 month old, 33 pound female red nose
To my Husband, my Happiness, my Friend, and my Everything, I
I violated rule one in nursing.... ... I learned many years ago
If you are looking for developing the quality websites with
Tu eres el NOVIO de mi hija?.. Si pero antes de que diga cualquier

Recently Viewed Topics




© 2015