Guía Digital del Patrimonio Cultural Introducción. El Plan - TopicsExpress



          

Guía Digital del Patrimonio Cultural Introducción. El Plan Especial de Protección, Reforma Interior y Catálogo del Conjunto Histórico Artístico de la ciudad de Écija (PEPRICCHA), redactado por los Arquitectos Fernando J. González Beviá, Desiderio Sanjuán Martínez y José Ignacio Salcedo Gómez y el Arqueólogo Sergio García-Dils, intenta dar solución a la desactivación que el Casco Histórico de Écija viene manifestando, especialmente en la última década, y a la consiguiente situación de un proceso de obsolescencia que su arquitectura padece. Plantea lo que en términos locales se ha denominado PROYECTO DE CIUDAD, que fundamentalmente consiste en la revitalización urbanística de su centro neurálgico, Casco Histórico, que en el caso de Écija afortunadamente aún coincide con el Centro Urbano. Un Proyecto de Ciudad que sea la expresión democrática de lo que la Ciudad debe ser y al que referir y disciplinar las actuaciones individuales. Un Proyecto de Ciudad entendido como herramienta vinculada a la intervención en la Ciudad y en consecuencia un instrumento pragmático y operativo para desarrollar aquellos aspectos más significativos de la Ciudad y para afrontar los problemas más graves. Un Proyecto de Ciudad que bajo el control social sea marco de referencia explícito para un proceso de concertación. En los últimos años, en las áreas centrales de nuestras ciudades se han desarrollado modelos de carácter especulativo totalmente faltos de respeto con el patrimonio heredado y huérfanos de cualquier alternativa de construcción de ciudad que no fuera la obtención de la máxima plusvalía especulativa, o bien, y como respuesta a lo anterior, la aparición de modelos conservacionistas, reconocedores de lo existente como única alternativa y que con buenas intenciones sociales coadyuvaron con el tiempo a lastrar igualmente el modelo y las formas de una ciudad. Hoy nuestros centros, aunque reconocedores de la importante herencia teórica y social dejadas por las formas y teorías de hacer conservacionistas, en lo que tienen de aparato analítico (morfológico y tipológico) e historicista, no pueden dejar de reconocer que, para nuestros días, esta apuesta es débil y carente de capacidad de poner en funcionamiento y recuperación los centros de nuestras ciudades. Es por ello que la tendencia actual del quehacer urbanístico tiende cada vez más a intervenir de forma decidida en nuestros cascos históricos y conjuntos monumentales en la opinión de que no se puede conservar sin intervenir, es decir, sin dotarlos de capacidad de futuro y de bienestar. El PEPRICCHA respeta y mantiene los valores universalmente reconocidos de los conjuntos históricos, a la vez que reconoce la intervención en el centro de una ciudad viva, en expansión y crecimiento. Asimismo, propone la recuperación o reutilización, con un uso más adecuado, de determinados inmuebles de gran interés, catalogándolos. La tardanza en reaccionar y tomar conciencia por el cuerpo social de la importancia de la conservación de los bienes culturales propios antes de su deterioro, genera la necesidad de contar con unas ideas claras que sirvan de base teórica a la intensificación de la intervención de las entidades públicas o privadas. Tales ideas deben difundirse entre los distintos estamentos sociales. Hay que reivindicar los centros históricos, a veces sepultados por los efectos del crecimiento del sector servicios, para la convivencia habitual de los ciudadanos. De este modo se implicará al ciudadano en su cultura propia y en la conservación de sus bienes patrimoniales. La conservación debe basarse en una nueva ética: no limitarse a los monumentos y fachadas, generando nuevas formas de especulación, sino abarcar en la protección a la ciudad existente entendida como una totalidad, un continuo urbano de edificios y ambientes exteriores. Pero no sólo hay que rehabilitar los espacios urbanos y las edificaciones. Las directrices de intervención han de afectar a la estructura socio-económica, tanto del individuo como del conjunto social de cada comunidad, en un abanico de posibilidades que vaya desde mejorar la habitabilidad de las viviendas hasta fomentar la industria y el empleo. Embellecer exteriores sin crear las condiciones de higiene adecuadas es una solución que en el futuro llevará al desalojo del edificio y su consiguiente degradación por abandono. Y si no se incrementa el nivel de vida de la población, ninguna medida pública de mejora urbana pasará de ser una mera actuación particular, sin repercusión generalizada. La reutilización de los espacios urbanos, para alcanzar el éxito, requiere una planificación anticipada y coordinada de los usos a implantar. La determinación de usos es fundamental también a la hora de reconstruir los edificios: la restauración debe ir acompañada de la restitución de los usos previos o de la implantación de usos nuevos adecuados. Una idea básica es que conservar hoy es menos oneroso que rehabilitar mañana. En la actualidad, los datos estadísticos permiten afirmar que la conservación genera más puestos de trabajo en la construcción, mantiene las industrias artesanales y fomenta el turismo, con el potencial económico como fenómeno de masas que supone y con los consiguientes problemas sobre los Conjuntos Históricos que su propia dinámica implica. Si la Carta de Ámsterdam de 1975 impulsa la concepción del monumento como bien cultural no aislado, sino incurso en su entorno, en un ambiente propio que ha de ser protegido en su conjunto, las actuales concepciones, más universales, hacen considerar que no son dos problemas diferentes la protección del patrimonio histórico y la protección de la naturaleza. Esta consideración es especialmente importante en los núcleos poblacionales como en el caso objeto de estudio. El desbordamiento, que supone una ruptura con el medio urbano preexistente, tanto por las tramas urbanas que supone como por las tipologías edificatorias dispersas que introduce, tiene otra vertiente interior, en el propio tejido urbano tradicional, donde las actuaciones de sustitución edificatoria han iniciado un proceso de alteración de las relaciones de los espacios y de la calle con el caserío. La normativa urbanística al uso, al plantearse la protección de los Conjuntos de interés, suele limitarse a medidas destinadas a evitar ese, que hemos denominado, desbordamiento interior, dando reglas para las actuaciones edificatorias y algunas veces para intervenciones en espacios públicos. Sin embargo, a pesar de las consecuencias evidentes del desbordamiento exterior en el entorno inmediato, se da la paradoja de que se olvidan las medidas correctoras necesarias. Evidentemente un Plan Especial de Protección no puede alcanzar en su ámbito territorial a toda la Ciudad, pero debe extenderse a aquellas zonas que dan coherencia y efectividad a sus determinaciones. Todas estas consideraciones están también en relación con la necesaria inclusión en el planeamiento de la mayoría de nuestros centros históricos de medidas de renovación y no simplemente de actuaciones de conservación. Si un casco histórico está vivo es porque ha podido renovarse a lo largo del tiempo. Y ese mismo proceso histórico es parte del legado que nos ha llegado. Congelarlo en una época no es una medida acertada en la mayoría de los casos, pues rara vez puede convertirse una ciudad en museo de sí misma. Por el contrario, dosificar medidas, cuidadosas con lo que debe conservarse, para permitir la evolución en los tiempos presentes es la mejor garantía de éxito. Se desprende en este Plan Especial una intención de cirugía urbana unida a una revitalización de edificios, que unidas al conglomerado de viviendas tradicionales existentes en dicha área no son otra concepción que la de aquel memorable CIAM que se refería a la extensión de la vivienda a la ciudad complementándola con cuatro modalidades básicas: HABITAR, CIRCULAR, TRABAJAR Y DISTRAERSE. El reto de los Conjuntos Históricos estriba en obtener el equilibrio al que se refiere el concepto de CIUDAD SOSTENIBLE; no se trata tanto de conservar sino de renovar y obtener de una trama antigua una trama nueva capaz de producir lo que consume, de reponer lo que se destruye y de limpiar lo que ensucia. Respecto al Patrimonio Histórico se propone en lugar de un planeamiento básicamente defensivo, por la alternativa de una auténtica recuperación del patrimonio heredado. La mera protección ya no sirve; es necesario avanzar un paso más y desarrollar una nueva propuesta en términos positivos para conseguir una auténtica revitalización del centro de Écija. El futuro de la Ciudad histórica pasa, ineludiblemente, por la renovación de sus funciones urbanas como única garantía para que sigan siendo espacios vivos. Ello hace que no se trate únicamente de llevar a cabo actuaciones de carácter conservacionista -aspecto esencial en cualquier caso- sino que han de ponerse en relación con políticas de vivienda, políticas culturales, políticas de fomento económico o políticas sociales para conservar su diversidad social. Por demás, el valor histórico y cultural de Écija es uno de sus principales atractivos, tanto para sus habitantes, como para el sector económico. La protección y conservación del Casco no es, pues, un objetivo meramente estético o culturalista. Debe ser una política activa fundamental para hacer de Écija una ciudad marcada por la calidad de vida en un medio urbano de excepcional valor, y para fomentar el desarrollo de un modelo turístico de calidad. Afortunadamente los valores del patrimonio son hoy reconocidos por la sociedad en general; pueden considerarse superadas etapas en las que se les puso en alto riesgo de destrucción y de sometimiento a intereses particulares. No obstante es necesario ensanchar el concepto de ciudad histórica, atribuyéndole también aprecio cultural a otros espacios, edificios y usos menos antiguos que reflejen otros valores culturales. La política de protección y conservación del patrimonio ha de ser, sobre todo, una política activa. El futuro de la ciudad histórica pasa, ineludiblemente, por el mantenimiento o la renovación de sus funciones urbanas (residenciales, comerciales...) como única garantía para seguir siendo espacios vivos. Ello hace que no se trate únicamente de llevar a cabo actuaciones de carácter cautelar sino que han de ponerse en relación con políticas de vivienda, con medidas para paliar la despoblación del centro; tanto por el fomento de la rehabilitación del patrimonio como por la creación de atractivos para la población joven, a partir de nuevas tipologías de vivienda e incentivos al alquiler; políticas de fomento económico, para conseguir que se sostengan sectores y actividades que dotan de funciones al espacio urbano; políticas sociales, que permitan conservar la diversidad social; o minoración de las agresiones medioambientales, potenciando el transporte público y posibilitando una mayor movilidad. La conservación de la memoria de los lugares históricos no es el archivo de lo existente, sino la invención del presente, y en este sentido si la actividad tradicional del centro urbano es el comercio, los servicios personales, actividades de dirección y sobre todo, la residencial, la conservación de la función tradicional debe hacerse con los estándares que demanda la sociedad que es hoy destinataria de los mismos, con las limitaciones y atractivos de la conservación del patrimonio edificado. Por último, y asociada directamente al carácter de Écija como ciudad histórica, ha de concederse especial importancia a la función cultural de la Ciudad. La puesta en valor del patrimonio histórico y los recursos culturales de nuestra Ciudad, ofrece una oportunidad para potenciarla a todos los niveles: comarcal, provincial, andaluz, nacional e internacional.
Posted on: Sat, 28 Sep 2013 02:44:41 +0000

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