Henrietta Lacks murió de cáncer cervical en 1951, pero sus - TopicsExpress



          

Henrietta Lacks murió de cáncer cervical en 1951, pero sus células enfermas fueron las primeras que pudieron cultivarse en laboratorio y sirvieron para salvar vidas en otros campos de la medicina. Las farmacéuticas ganaron millones, pero su familia siguió pobre. Hoy reclaman parte de los beneficios. Texto: Raúl Mendoza. Un día de febrero de 1951, Henrietta Lacks llegó al hospital John Hopkins de Baltimore, uno de los pocos que tenían un pabellón para personas negras en Estados Unidos, buscando atenderse por un intenso dolor en el vientre y un sangrado vaginal. El ginecólogo que la revisó detectó un tumor de gran tamaño. Lo más probable era que se tratara de un cáncer cervical, pero para confirmarlo le tomó una muestra de tejido. En efecto, se trataba de un tipo agresivo de cáncer que hizo metástasis en poco tiempo y le causó la muerte ocho meses después, cuando apenas tenía 31 años. Si la vida de Henrietta había sido difícil y similar a la de miles de afroamericanos pobres, segregados racialmente en su país, el legado que dejó tras su muerte en cambio fue extraordinario. Los tejidos que le habían extraído en varias de esas visitas al hospital fueron estudiados por el investigador George Gey, y este descubrió un hecho inusual hasta entonces en la historia de la medicina: sus células cancerígenas sobrevivían en los cultivos de laboratorio. No morían fuera del cuerpo humano como sí ocurría con todas las células cancerígenas estudiadas antes. Las células de Henrietta eran de una virulencia extrema. Fueron puestas en platos de prueba que contenían nutrientes para estimular su crecimiento y etiquetadas como HeLa, por el nombre y el apellido de la donante. En el libro La vida inmortal de Henrietta Lacks (2010), de Rebecca Skloot, se cuenta que días después del cultivo el doctor Gey comprobó que las células se multiplicaban sin cesar. Y 24 horas después de la primera reacción debió repartir el contenido de cada recipiente en dos para que tuviesen espacio donde seguir creciendo. Eso llevó al segundo descubrimiento: las células se duplicaban sin parar y no morían. Eran inmortales. La explicación es la siguiente: cualquier célula humana solo puede dividirse hasta el llamado “límite de Hayflick”, unas 50 veces, y después mueren. Las células HeLa en cambio, si encuentran un entorno adecuado, se dividen sin límite y sin perder su carga de ADN. Son tan invasivas que una sola célula puede contaminar otros cultivos de laboratorio. Con ellas se abrieron las puertas a una nueva era en la investigación biomédica. El doctor Gey las envió a laboratorios de todo el mundo y a cualquier colega que se lo solicitara. Gratis. En la actualidad casi no hay laboratorio que no tenga estas células. Con el tiempo ayudaron en la investigación médica y salvaron vidas. Fueron usadas para desarrollar la primera vacuna contra la polio, realizar estudios sobre el cáncer, los efectos de la radiación, la fertilización in vitro, la clonación y más recientemente el sida. Incluso han sido enviadas al espacio para hacer pruebas en un ambiente ingrávido. La trágica historia de Henrietta Lacks tiene visos de una reivindicación por el legado que dejó a la humanidad, pero hay un aspecto polémico: nunca le pidieron autorización para utilizar sus tejidos. Con el tiempo sus células fueron comercializadas por laboratorios de todo el planeta, se volvió un negocio de millones y hoy existen 17 mil patentes relacionadas con esta línea celular, pero su familia jamás vio un centavo. Según cuenta Rebecca Skloot en su libro, para el 2009 “se habían publicado más de 60.000 artículos científicos sobre los estudios con HeLa". La familia Lacks sigue siendo pobre y no tiene ni seguro médico. El reclamo Allá por el 2000, la señora Deborah Lacks Pullum, hija de Henrietta, tuvo acceso a uno de los ambientes del hospital John Hopkins. Allí, en un laboratorio, abrieron un equipo congelador y le mostraron miles de recipientes que contenían células provenientes del tejido canceroso cervical de su madre. "No puedo creer que esto alguna vez fue parte de mi madre", dijo entonces la mujer, fallecida el 2009. Desde ese hospital esas células se han repartido por todo el mundo durante los últimos sesenta años. Henrietta Lacks tuvo cinco hijos: Laurence, Elsie, David, Deborah y Joseph. Ellos se enteraron del uso que le dieron a las células recién en 1976. Actualmente solo los hijos hombres están vivos y han planteado reclamos sobre los beneficios que instituciones y laboratorios farmacéuticos obtuvieron con las células HeLa. En un principio sus quejas fueron dirigidas al hospital John Hopkins y al doctor George Gey, ya fallecido, pero se determinó que la institución y el investigador no actuaron movidos por el lucro. Hasta el año pasado la familia Lacks intentaba llegar a acuerdos con algunas empresas que obtuvieron ganancias con productos vinculados a HeLa, pero si no lo logran podrían plantear juicios este año. En su contra juega el hecho de que en 1951 no existían protocolos para el uso de los tejidos extraídos a un paciente y no se requería de su consentimiento para usarlos en investigaciones. Además las empresas hoy se muestran renuentes a llegar a acuerdos con los Lacks, porque hacerlo sentaría un precedente legal para futuros reclamos por casos similares. El libro de la periodista Rebecca Skloot La vida inmortal de Henrietta Lacks rescató el recuerdo de esta mujer afroamericana pero sobre todo puso sobre el tapete el tema del control, o los derechos legales, que los pacientes o sus familiares deben tener sobre sus tejidos corporales. El debate sigue abierto. Por el momento, en este y otros casos similares, los jueces han estado del lado de los investigadores porque lo contrario puede significar detener la investigación biomédica. El libro de Skloot no solo rescató del olvido a Henrietta, sino que ha conseguido crear la Fundación Henrietta Lacks con el propósito de ayudar a sus hijos, nietos y bisnietos. A través de la página web de la fundación, la periodista recauda fondos para ayudarlos en salud y educación. Por ejemplo, está pagando una deuda de 250 mil dólares que tiene David Lacks por una operación al corazón, en la que le practicaron cuatro by pass. También da becas educativas y paga tratamientos médicos a sus nietos. Además, ayuda a personas que hicieron parte de estudios médicos sin ser adecuadamente informadas. Un legado La familia Lacks, por su parte, también se ha organizado y hoy tiene una página web propia en la que informan de la historia de Henrietta, de los eventos en los que participan con sus testimonios y la forma en que pueden ayudarlos con donativos. El tercer hijo de Henrietta, David Lacks, se ha convertido en un activista por el derecho de las personas a ser informadas en los experimentos médicos y constantemente da charlas sobre el aspecto más familiar de Henrietta y la importancia que tuvo en la historia de la ciencia médica. David habla en sus presentaciones de la juventud de su madre en los campos de tabaco de Virginia, donde nació, y la vida que llevaron posteriormente en Maryland. Fueron muy pobres. Y cuando Henrietta enfermó, la situación para él y sus hermanos se agravó. Crecieron con los abuelos y sin acceso a servicios de salud y educación. Ninguno acabó la secundaria. Hoy, después de que el 2010 el libro sobre Henrietta alcanzara récord de ventas, todos los Lacks se han reunido nuevamente y participan de los homenajes y reconocimientos que muchas instituciones le dan al legado de su pariente. "Una de las cosas más valiosas es la inmensa respuesta emocional que ha recibido la familia. Siguen con problemas financieros, pero espero que eso también puede solucionarse", dijo hace poco en un entrevista Rebecca Skloot, la biógrafa de Henrietta. Hasta el año pasado la cadena televisiva HBO tenía en cartera una teleserie basada en la vida de esta mujer, producida por Oprah Winfrey. Sería un nuevo homenaje a una persona que contribuyó con sus células inmortales a cambiar la historia de la medicina.
Posted on: Sun, 14 Jul 2013 01:06:15 +0000

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