Historia de la palmera cocotera. Érase una vez una palmera - TopicsExpress



          

Historia de la palmera cocotera. Érase una vez una palmera cocotero que creció en la tierra de los orishas: tenía las hojas gruesas, fuertes y más verdes que las de los demás árboles. Estaba radiante bajo el rocío de la mañana y por la noche, bajo la pálida luz de la luna, despedía luminosidad. Las demás plantas y árboles la miraban envidiosos de su belleza. Pasó el tiempo y se llenó de cientos de cocos. Su peso era una carga pero los frutos una bendición observándose arrogantemente, la palmera cocotera se negaba a hacer ebbó (una ofrenda) en agradecimiento por su riqueza. -Debes de devolver parte de tu prosperidad a la tierra-susurraban los demás árboles- si no quieres que te lance un rayo y reclame lo que es suyo. Pero la palmera cocotera no quería ni oír hablar de ello. -Soy grandiosa, la madre de toda bondad en el bosque -Decía, auto engañándose-. Mis hijos, los cocos, disfrutaban de buena salud. ¿Por qué habría de hacer ebbó si ya he sido bendecida con belleza y abundantes frutos? Todos vosotros debéis hacer ebbó para pareceros más a mí -les decía.Fue pasando el tiempo y a medida que sus hijos maduraban, su orgullo se iba convirtiendo en vanidad. Y ocurrió que cuando más contenta estaba la palmera consigo misma, se levantó un viento huracanado. Fuertes ráfagas soplaban por el bosque y uno de sus muchos hijos se cayó a tierra. Los árboles se quedaron quietos asombrados, asombrados ante lo que había ocurrido y por un momento incluso la palmera cocotera sintió miedo. Pero engañándose a sí misma, dijo en voz alta mirando hacia los bosques. -No os preocupéis, no es una mala señal. Amigos míos, mi hijo ha madurado; es la semilla perfecta nacida de mi perfección. Con el tiempo, mi hijo crecerá hasta hacerse muy alto y hermoso y se erguirá alado de su madre. Las bendiciones otorgadas al bosque se doblarán. Centrada de nuevo en sí misma y en sus cocos, reunió sus hojas para proteger el fruto caído de los elementos, para resguardarlo durante su crecimiento. Mientras se abanicaba y abanicaba su semilla, el poderoso orisha babaluaiye vino atravesando el bosque con elegguá a su lado. Con bondad, el padre de la tierra saludó al árbol porque sus hijos los cocos, le daban la leche que tanto le gustaba. Cerrando los ojos, Babaluaiye hizo foribale a ella y al orisha que llevaba, pero no se dio cuenta de que ella no le devolvió el saludo. Su gesto de bondad no fue reconocido. -Padre -susurró elegguá, incrédulo- . Eres un irisha y sin embargo, ¿estás reconociendo un árbol? -Este árbol es la madre de nuestro Obí caído y es él, Elegguá, quien provee de la leche de coco que tanto me gusta. Merece todos nuestros respetos por ser la madre de uno e nuestros espíritus. -ella merece tanto respeto como tú, padre -dijo Elegguá interrumpiéndole-. Sin embargo, el árbol no te ha devuelto el saludo. Está ignorando tu bondadoso gesto y tu bendición. ¿No sabías que se ha vuelto orgulloso y vanidoso, que es tan vil que no nos ofrece ebó a ninguno de nosotros en gratitud por las bendiciones recibidas? Es una criatura egoísta y absorbida en sí misma, padre.Babaluaiye se dio cuenta de que Elegguá decía la verdad y observó el árbol, perdido en su sueño, que sólo se tenía en cuenta a sí mismo. El no había sido saludado y la palmera ni siquiera se había dado cuenta del saludo recibido. Enfadado, Babaluaiye levantó su mano, señaló con un dedo al árbol y dijo: -Sólo el coco conoce el g u s a n o que está en su interior. Y continuó caminando en silencio. Elegguá se quedó atrás, dubitativo. Observó el árbol un momento. Inesperadamente, uno de los cocos cayó al suelo. La palmera se sentía feliz hasta que se dio cuenta: ¡No está maduro! Eleggué oyósu respiración entrecortada y se rió; entonces sopló sobre el árbol. Cayó otro coco sin madurar y después otro y otro.... Muchos cocos llovieron sobre la tierra. El poderoso árbol tembló de irá y de miedo, lo que sólo hizo que un mayor número de sus hijos se soltaran de él.La ira se convirtió en horror cuando observó que la tierra que tenía debajo parecía hervir; estaba viva, algo se movía entre sus raíces: De la tierra hirviente comenzaron a salir g- u- s- a- n- o- s, sintiendo que tenían una nueva fuente de alimento sobre sus guaridas y el horror se convirtió en dolor cuando los g-u-s-a-n-o-s, además de comerse a sus hijos, penetraron profundamente en su corteza. Habían venido con tanta rapidez que el orgulloso árbol, antes muy hermoso, quedó asolado por la enfermedad y cayó muerto sobre la tierra. Por la vanidad de la palmera, todos sufrieron el castigo de babaluiye, un cáncer terrible que surgió del suelo y atacó a toda la familia de los cocoteros. Elegguá se sintió complacido.
Posted on: Wed, 28 Aug 2013 23:56:15 +0000

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