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¡Hola! Aquí vengo a relatar para ustedes los capítulos de mi versión Corazón de melón, dado que apenas lo juego y se me ocurrió que sería entretenido hacer una ficción con esto. ¡Disfrútenlo! ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ Capitulo dos: Descubrimiento de los clubs del instituto. ¡Es el momento de implicarse en uno de los clubs del instituto! También parece que Nathaniel y Castiel tienen que arreglar una diferencia... Segundo día de clases. Bèi Liàn se adentró a la escuela con un calmado andar. Hoy vestía con una polera negra y un pantalón simple del mismo color, pues ella no era de aquellas chicas amantes de la moda que se preocupaban por cómo lucían, sino todo lo contrario. La tranquilidad del momento duró hasta que pisó los pasillos del instituto Sweet Amoris, donde aquel detestable trío de chicas la recibieron de una forma no muy agradable. —Hey, ¡mira a quién tenemos aquí!— Exclamó una de ellas, quedando las tres frente a la recién ingresada. La peliazul no hacía más cosa que pensar a sus adentros y maldecir por la presencia de esas tipas, sobre todo esa rubia. Simplemente le costaba soportarlas, pero daba lo posible por no soltar una serie de insultos en contra de esa en específico. Se creía capaz de hacerlo, pero no tenía intenciones de rebajarse a su pobre nivel. Detrás de todos esos aires de superioridad ella imploraba lástima, y sus compañeras asco. —Es la novia del simpático de Ken, ¿no?— Cuestionó la asiática. —¿Qué? No, pero yo...— —Venga, no te apures, tampoco es que puedas aspirar a mucho más con la pinta que llevas. Li, Charlotte, tengo razón, ¿no?— Tan pronto como incitó a sus amigas a asentir las tres se echaron a reír de a carcajadas, lo cual dejó con la bronca encima a la victimaria de ridículos y falsos rumores. —No, no. No estamos...— —De hecho, ahora que has terminado de matricularte, ni se te ocurra volver a acercarte a Nathaniel.— Amenazó la rubia a su opuesta, lanzándole una mirada fulminante antes de irse junto a sus amigas. ¿Pero por qué no se va a la mierda? No le había hecho nada a ni una de ellas tres como para ser tratada así, y sus compañeras sólo le servían para lucirse no más, pero si no tuviera compañía y estuvieran las dos a solas en el baño de mujeres... Lo que le iba a esperar a esa pobre diabla. ¿Y cuál era su problema con Nathaniel? Fueron vagos pensamientos que pasaron por su mente mientras exploraba el amplio pasillo, y habiendo visto que ese trío de brujas se fueron ella optó por ir al patio para despejar su mente de los corajes acumulados. Tenía la esperanza de toparse con Castiel, pero he la ironía de lo sucedido en el pasillo, se encontró con el responsable de los chantajeos que esa rubia dijo muy cínica y burlonamente. Ken la saludó con la alegría de todos los días, pero ella lo observó por unos momentos en silencio total y con frialdad en su mirar. —¡Ken!— Lo llamó a regañadientes. Al quedar frente a frente se cruzó de brazos y no apartó la vista de él, frunciendo ésta vez el ceño. —¿Qué les has contado a esas chicas?— Cuestionó bajo la obligación de saber. —Me han hecho muchas preguntas, me he limitado a decir la verdad.— Explicó a su defensa, esperando que su amiga no se viese afectada por esto, mas terminó siendo lo opuesto. —¿Qué verdad? ¡Les has dicho que salimos juntos!— Refunfuñó molesta, señalando la dirección en que vio partir a aquel trío. —No del todo. Les he dicho que eres el amor de mi vida, y luego me han robado el dinero también.— Relató el castaño encogido de hombros, pero ante la conclusión de su amor platónico sobre lo que él contó a las chicas le dio falsas ideas sobre la razón por la cual ella dijo eso. —¿Por qué lo preguntas? ¿Quieres salir conmigo?— Motivado preguntó, denotándose un intenso rubor en sus mejillas. —¿Pero estás mal de la cabeza? ¡En la vida! ¡Y que no se te ocurra decirle a nadie más que salimos juntos!— Contestó a regañadientes, resaltando con más recalco el enojo de la peliazul mientras destrozaba las ilusiones del contrario en pedazos. Ante lo último dicho por ella, él le dio la opción de esperarla por si fuera a cambiar de parecer, sintiendo un cántaro de lágrimas humedecer su rostro. No pudiendo seguir por más tiempo viendo tal escena, ella se fue del patio, dejando a su compañero a la espera. Mientras caminaba por el pasillo, se le ocurrió la vaga idea de pasar por alto la advertencia de esa rubia y entrar al despacho de los delegados, pero el salón estaba totalmente vacío, así que se fue. Volvió al patio para comprobar si en verdad aquel chiflado estaría esperando por ella, pero como imaginaba, no estaba. Más falso que la mierda no podía ser. Ahora que retomó su caminata por el pasillo principal sí se lo encontró. —Espero que no vuelvan a molestarte otra vez.— Comentaba él entre lágrimas, sonriente. Pese a no ser el mejor momento para volver a verlo, ella asintió ligeramente y se fue. Quería encontrar a Nathaniel, a nadie más. Quizá él podría contarle sobre esa detestable mujer, por qué se metía tanto con ella, y cuál era su problema con él precisamente. No supo por qué causa, pero visitó su salón, el cual desde luego, estaba vacío. Volvió a la sala de delegados, pero la encontró tal como antes. Ahora, la voz de Iris llamó su atención por un momento, y siendo una compañera del salón A se dispuso a escucharla. —Bèi Liàn, ¿estás bien? Me pareció oír que la hermana de Nathaniel y sus amigas, Charlotte y Li, te molestaron. Son así con todo el mundo, no lo tomes como algo personal, ¿vale?— Serena le comentó, denotándose en sus labiales una sonrisa. Después de intercambiar algunas palabras entre las dos, cada quien fue por su rumbo, pero al menos con esto ahora las interrogatorias para el delegado principal se vieron reducidas. De hecho empezaba a hacerse una idea del asunto, y con más razón iría a visitarlo. Si esto provocaba la rabia de la rubia, gustosa de hacerlo ella pasaría por alto su aviso. Por motivación fue que se encaminó hasta la sala de delegados, y ésta vez sí corrió la suerte de encontrarse al susodicho hermano de la líder del pequeño grupo que la venían fastidiando siempre que se la cruzaban. El rubio la saludó con interés en saber cómo seguía la nueva en este instituto, quería saber si lograba adaptarse al lugar o no, si algo la aquejaba. Y ahí le atinó. La joven tuvo mucho que contar, pero para ahorrarle todo su viaje sólo se limitó a relatar la parte más importante. —¿Brujas? ¿De quién estás hablando?— Incomprendido preguntó. —Siempre están las tres juntas, ¿sabes? Ámber, la rubia, también ha hablado de tí. En cualquier caso, son las tres idiotas.— Bufó entonces, haciendo un chistoso puchero a la vez que se cruzaba de brazos. Esto no generó la mejor reacción en el delegado, pero procuró darle a saber un poco de ella para ver si eso la ayudaría a llevarse mejor con su hermana. Quizá no era una persona de lo más agradable cuando está junto a sus amigas, pero aún así... tenía lo suyo. Bèi Liàn no tuvo más alternativa que dejar el despacho, dado que pareció meter la pata, en lugar de moderarse como tenía pensado hacer. Cuando llegó al patio vio a aquel pesado chico con pelo en forma de casco, diciendo una frase, la cual ni se molestó en escuchar y abandonó el lugar directamente, dejando que él hablase a la pared entre lágrimas. Ya había captado sus buenos deseos, no necesitaba repetirlo. Después de ver el pasillo vacío volvió una vez más al patio, y sorpresivamente se encontró con la mirada de Castiel, a quien saludó serena y con la zurda a medio alzar. —Bèi Liàn, ¿qué estás haciendo aquí?— Viéndola de brazos cruzados preguntó. —Estoy evitando a un grupo de tres chicas estúpidas.— Respondió sin más rodeos y como si esto fuera algo rutinario. —Hay muchas chicas imbéciles por aquí.— Comentó como para incitarle a la peliazul a definir mejor a aquel grupo de chicas de las cuales huía. Entonces ella habló, explicándole de paso parte de su situación. Rió divertido ante el modo en que ella las describía, en eso volvió a hablar. —¿Hablas de la hermana de Nathaniel y sus amigas? Es cierto que esas marisabidillas tienen un buen historial...— —Algún día encontraré la forma de vengarme.— Decidida y con un puño bien formado aseguró, llameando sus orbes celestes de rabia contenida. —Tengo curiosidad por ver eso.— Con una tenue pero sincera sonrisa comentó, cosa que motivó a la contraria a planear una estratégica forma de humillarlas y hacerlas caer rendidas a sus pies, pidiendo disculpas con súplicas y de a sollozos. Mientras se retiraba del patio ella alzó su diestra, el dedo pulgar específicamente en una clara señal de afirmación hacia el expectante. Era definitivo. Iba a hacerlo. Durante su caminata por el pasillo principal observó las distintas puertas indecisa. Ya se había recorrido todo el santo instituto que hasta memorizado se lo tenía, y justo cuando una última opción se le ocurrió una voz áspera la detuvo. —Bèi Liàn, ¡espera! Me gustaría que participaras en las actividades del instituto. En concreto, me gustaría que echaras una mano a uno de los clubes. Ahora, tanto el club de baloncesto como el de jardinería necesitan ayuda. Puedes elegir, ¿con cuál prefieres colaborar?— Explicó la directora con algunos papeles en manos, acomodándose los lentes. —Iré a echarle una mano al club de baloncesto.— Escogió ella, y era definitivo. —Perfecto, en ese caso, ve allí y pregunta cómo puedes ayudar.— Le indicó contenta de ver lo enérgica que la nueva alumna sonaba, y sin tiempo darle a completar la siguiente frase la mayor prosiguió. —Habla con tus compañeros, seguro que encontrarás a alguien que te lo enseñe.— Todo perfecto con la directora del instituto, pero ella no era dada a hablar con nadie, y menos para pedir ayuda. A éstas alturas, por alguna razón, sólo a una persona se la podía imaginar participando del club de baloncesto; Fue corriendo hacia el patio una vez más bajo la esperanza de ver a Castiel una vez más, sin embargo, terminó siendo Ken quien la recibiera. —Ken, ¿tú también tienes que ayudar en el club?— Interrogó desconcertada. —¡Sí! La directora me lo pidió. Estoy seguro de que has elegido el club de jardinería, como yo, ¿verdad?— Habiéndose renovado de lo anterior le respondió entuciasta. —En realidad, prefiero el baloncesto.— Respondió indiferente ante el comentario ajeno. —Vaya... Si lo hubiera sabido... ¿Crees que puedo cambiar de opción?— Una vez más, entre lagrimeos preguntó en un intento por permanecer al lado suyo. Ella no lo quería cerca bajo ningún medio, pero tampoco quería tratarlo como la poca cosa que él era a sus ojos, o bueno, en realidad la cantidad de veces que se lo ha encontrado en unas horas empezaban a colmarla de andar cruzándoselo. Más allá de eso, no tenía nada en su contra. Sólo deseaba privacidad, aún así le dio la opción de ir a preguntarle a la directora. —Voy a tratar de encontrarla para pedírselo. Me gustaría estar en el mismo club que tú.— Esperanzado de que ésta vez resulte fue a dar su intento. Bèi Liàn dio un pesado suspiro. No podía creer cuán lejos llegaba ese chabal queriendo conquistarla, o a lo sumo sorprenderla. Nada de eso podía lograr ni queriendo. Se cagaba en la vida por tener a un compañero tan pesado. Buscó algún rincón desocupado del patio y encontró en donde tomar asiento, así, aguardó por la llegada del pelirrojo desde la punta de uno de los dos asientos situados justo atrás de todo, cerca del verde pastizal. Para cuando volvió en sí pudo ver la silueta de un sujeto conocido frente a su persona, era seguramente el mismo al que ella esperaba, y en un parpadeo lo comprobó. —Castiel, tengo que ir al club de baloncesto, ¿sabes dónde está?— Algo apenada preguntó, viéndolo. —Tal vez.— Contestó él, girando sus orbes color jade hacia un costado. —Enséñame dónde está, por favor.— Pidió desorientada, intentando lograr algo con la formalidad de ahora. —¿Y que ganó yo indicándote dónde está?— Inquirió con arrogancia. La situación empezaba a desesperarla, pero no quería romper la tranquilidad del ambiente, así que se planteó la pregunta realizada por él e intentó pensar como su opuesto, a ver qué respuesta sería la más favorable. —Nada. Puedes hacer eso al menos, ¿no?— Costó darle una respuesta, pero al menos pudo contraatacar. Ésta vez lo que él dijera dependería de si es o no un maricón. —Sí, y yo no puedo hacerlo.— Respondió con sarcasmo. —¿Y por qué buscas el club entonces?— Interrogó de paso, entonces ella le explicó lo que la directora le indicó. —Ah, sí... El método de la directora para que los novatos se integren. Seguro que, si lo hubieras querido, te habrías podido escaquear.— Luego de un leve suspiro fue que comentó. Típico de la vieja meter a los novatos donde ni les han pedido, llenándoles la cabeza, y por lo visto, Bèi Liàn era uno más entre los mencionados. Una vez más ella volvió a pedir su ayuda. Tampoco deseaba perder el tiempo hablando con él, quien únicamente aspiraba a malhumorarla. —Oye, vuelve más tarde, ahora tengo algo que hacer, pero luego te lo enseño.— Ofreció el pelirrojo después de tantas vueltas, retirándose sin más. Esto formó una tenue sonrisa en la peliazul, quien al ver que se podía tratar un poco con él, asintió a su indicación y fue a merodear por el pasillo principal. Pero oh sorpresa, las tres chicas se aparecieron, sin embargo pareció ser que ha pasado desapercibida por ellas, o simplemente la ignoraron. Bèi Liàn suspiró aliviada, porque la verdad no deseaba saber nada más de ellas, sobre todo de Ámber. Fue al salón A para ver si se la encontraba a Iris e intercambiaban algunas palabras, le daba curiosidad saber a qué club se apuntará ella. Nada. Una vez más merodeó por el pasillo y fue directo al patio, a ver si allí se lo encontraba y le hacía cumplir lo que con anterioridad dijo que llevaría a cabo después de todo lo que ella anduvo haciendo por insistir, mantener la plática y no echarse para atrás ante su comportamiento. Sorpresivamente, vio a Castiel por el amplio pasillo, pero la verdadera sorpresa surgió cuando su silueta se acercaba hacia ella. Habiendo quedado frente a su objetivo, él llevó su diestra a un costado y recargó el peso de su cuerpo sobre una pierna, apoyándose en ésta mientras sonreía levemente. —He estado a punto de irme. Venga, sígueme, ya verás, está aquí al lado, en el gimnasio, a la izquierda. Lo habrías encontrada sola si te hubieras esforzado un poco.— Hizo un pequeño ademán con su otra mano para que la novata le siguiera luego de lo antes dicho. Lo dijo con tanta tranquilidad que no sonó como una reprimenta, así que ella accedió a seguirlo. Ahora que llegaron al club de baloncesto los claros orbes celestes de la joven adquirieron un brillo particular. Toda la cancha tan limpia, sin mencionar lo grande que ésta era, y por si fuera poco daba lugar a una agradable vista si uno se asomaba por la derecha. Nadie más que ellos dos habitaban el lugar, así que Castiel actuó con mayor naturalidad al hablar, preguntándole si al menos sabía lo que debía hacer ahora que llegaron al deseado destino. Tardía le negó. —Genial, no ayudan mucho los de administración. Te mandan a un club sin darte más información...— Bufó con algo de molestia, viendo cómo la nueva observaba todo a su alrededor. —Lo sé, los chicos siempre se están quejando porque faltan la mitad de las pelotas. Solo tienes que buscarlas, no debería ser muy complicado. Faltan 5, creo.— Finalizó con una indicación, haciendo una ligera mueca. —Vale. Voy a hacer eso, entonces.— Asintió seguidamente, viéndolo irse. Por lo visto no tuvo tiempo ni de darle las gracias, pero con la basta información que él le proporcionó le serviría para formarse un nuevo objetivo en la cabeza e iniciar la búsqueda de los cinco balones restantes. Ahora que sabía la ubicación exacta del club de baloncesto no tendría ningún problema en explorarse todo el instituto con tal de cumplir su parte, así que fue al patio. Allí se encontró devuelta a Castiel. —Entonces, ¿qué haces?— Preguntó él. —Todavía estoy buscando los balones, ¿has visto alguno?— Inquirió ella para ver si él sabría responderle a algo tan simple como eso. —No, y no lo busco.— Le negó ahorrándole a la peliazul cualquier otra pavada que se le ocurriese decir, luego se fue. Justo en el momento que partió pudo divisar un balón situado bajo la pata de una de esas alargadas sillas de madera, más adelante vio otro entre los arbustos y por último uno en el árbol. Se cagaba en la ostia por el tercero, pero debía recogerlos de todas formas. Caminó, se agachó como dos veces y trepó aquel gran árbol que era literalmente el centro de atención en el patio, después de las personas que lo resaltan a la hora del recreo. Con tres balones a su favor ahora le quedaban otros sitios por recorrer, empezando por el club de jardinería, pero decidió ir allá únicamente porque la curiosidad le urgía. Vio su entorno una vez llegó, y ni por casualidad había un mísero balón, así que volvió al patio, viendo que el pelirrojo aguardaba por ella de brazos cruzados y su típica cara de orto que pone sólo para darse aires de rudeza y superioridad. —Entonces, ¿has encontrado esos balones?— Cuestionó. —No todos todavía.— Negó ella de brazos cruzados. —Te tomas tu tiempo...— Murmuró como última respuesta para luego marcharse. Lo mismo hizo ella. Se dirigió al pasillo y casualmente sucedió la misma escena de hace un instante: Castiel se encontraba de brazos cruzados merodeando por el pasillo, al verla preguntó nuevamente por los balones y la misma respuesta recibió. Ahora que él se fue, la peliazul pudo visualizar otro balón al costado de la puerta que conducía hacia la sala de los delegados, y yendo hacia ella tomó el cuarto balón entre sus manos. Ya que tenía la puerta frente a sus narices por qué no abrirla, eso hizo, perdiéndose su delgada figura a la brevedad de los ojos ajenos. No, ni por casualidad habría un balón aquí tampoco. Una vez más se fue, quedando en medio del pasillo. ¡Finalmente! Nathaniel fue visto caminar por los pasillos, y sin dudar llamó por su nombre para preguntarle por el último balón para poder ella completar lo que se le fue asignado en el club de baloncesto. —No, ¿por qué? Tienes que encontrar las pelotas del club, ¿verdad?— Como si le hubieran comunicado por telepatía lo que Bèi Liàn venía haciendo inquirió sonriente, viéndola. —Sí, pero me está costando encontrarlos. Qué rollo.— Se quejó entre bufidos. —No te quejes tanto, piensa que podría haber sido mucho peor si te hubiera tocado limpiar los vestuarios o encerar el parqué...— Le alentó a ser un poco más optimista con ejemplos por los que él ha tenido que pasar, lo cual hizo que una gota resbalara por la sien de la muchacha y siguiera de largo, no sin antes disculparse por las molestias. En dirección al salón A fue donde visualizó el último balón, dando un aliviado suspiro. Menos mal, el último ha sido encontrado. Lo recogió y tuvo pensado en ir directo al club de baloncesto, o el patio como mínimo para ver en dónde se encontraría a Castiel para mostrarle su logro. —¡Sé dónde está el club de baloncesto!— Exclamó la voz de Ken, llamando así la atención de Bèi Liàn, pero demasiado tarde fue, pues ya alguien más le robó su pequeño laburo como guía. —Está bien, sé dónde es.— Le anticipó serena. —Vaya, llego tarde entonces, lo siento...— Se disculpó encogiéndose un poco de hombros. No había nada por lo que él debía disculparse, y fue algo que se lo dio a saber, de paso le preguntó por el resto de los balones del club de baloncesto, pero ningún resultado. Estúpida pregunta para hacer teniendo ya los cinco balones consigo, pensó mientras se dirigía hacia el gimnasio. Su objetivo fue cumplido y se lo dio a saber al pelirrojo. —¿A qué esperas? Ve a guardarlas en el gimnasio y habrás terminado.— Le ordenó éste con algo de molestia, pues se le hacía ridículo que le dijera eso, siendo que podía ver los cinco balones desde el ángulo más predecible posible. —Ah, vale. ¡Voy!— Afirmó y corrió a guardarlos. —¡Una cosa bien hecha!— Exclamó después de tanto esfuerzo en buscarlos, dejándolos. Estaba cansada. Ahora que terminó con todo lo suyo he la ironía de que alguien viene y pide ayuda. Se quedó silenciada por unos momentos, y su amarga mirada hablaba mucho por ella, pero tratándose de Nathaniel fue algo que llamó su atención. No se lo esperaba. —¿Qué tipo de favor?— Preguntó curiosa, viéndolo. —Vaya, pues tengo una justificación de ausencia que Castel debe firmar. Pero, la verdad, cuanto menos lo vea, mucho mejor. ¿Te importaría llevarle el documento para que lo firme y traérmelo de vuelta?— Fue entonces cuando le explicó el asunto, preguntando si podría echarle una mano en esto, a lo cual ella asintió. —Cuento contigo pues, gracias de nuevo.— Sereno agradeció, pero dejó con una duda a Bèi Liàn. —Pero un momento, ¿por qué tiene que firmar él su justificante de ausencia? ¿No tienen que hacerlo sus padres más bien?— No era que lo defendiera, sólo quería saber. —Normalmente sí, pero Castiel se ha emancipado, como sus padres viajan mucho por temas de trabajo, tiene que valerse por sí mismo en el día a día. También en todo aquello que concierne al instituto.— Explicó el rubio, dándole a saber un poco sobre el chico con el que trataría. —Oh, ya veo. No lo sabía.— Murmuró en respuesta. Con objetivos en mente se dirigió al patio, sitio donde probablemente vería rondar al buscado alumno, pero en lugar de eso se encontró con Ken. —Ken, ¿estás haciendo algo ahora?— Cuestionó. —Nada especial, ¿necesitas ayuda?— Inquirió el castaño, sonriente. —A lo mejor, ¿cómo lo sabes?— Preguntó por curiosidad, viéndolo. El chico se sonrojó tras haber atinado sin siquiera saberlo, y como nunca se hacía de rodeos para chantajear se ofreció a ayudarla tan franco como pudiera ser. Tal vez ahora sí podría. Cuando ella le contó su actividad por cumplir él asintió enérgico, estirando ambos brazos y extendiendo sus manos cual chico de confianza, pero algo en él le decía a ella que no debería entregarle el justificante de ausencia. Correría un alto riesgo si no iba en su compañía, pero al mismo tiempo estaba cansada. Iba a entregárselo, pero de sólo recordar lo duro que es tratar con Castiel hizo que se retractara y guardase el justificante consigo. No quería poner en riesgo a Ken. —Mmm... No, déjalo, voy a encargarme yo.— Murmuró sin más explicaciones dar. Cuando volvió al club de baloncesto pareció ver a alguien, pero éste se fue, y lo mismo hizo ella al poco tiempo. Al llegar al patio ésta vez encontró al objetivo, al cual lo tenía en la mira, y éste no tardó en percatarse que era observado, así que volteó hacia la colegiala. —De parte de Nathaniel, tienes que firmar este justificante de ausencia, por favor.— Explicó, acto seguido pidió. —¿Y qué más? Puedes llevar eso a Nath, no tengo intención de firmarlo.— Declinó al instante y se fue. Por lo visto le iba a resultar difícil convencerlo de que accediera a hacerlo, y fue algo que confirmó cuando lo vio irse, volviendo ella al pasillo principal. Buscaba entre pensamientos el modo de lograr su objetivo, pero una voz la sacó de las nubes, viendo que se trataba de Ámber y sus amiguitas pidiendo paso con esos aires de presumida que no se bancaba ni en casa. —No tienes más que apartarte "princesa", yo no pienso moverme.— Contestó desafiante en un gesto de rebeldía hacia la contraria. —Estoy alucinando. ¿Quién te crees que eres? ¡Vuelve a tu papel de sirviente para los clubes!— Ordenó la apodada princesa, dándole un fuerte empujón que casi la hacía caer al suelo, luego siguió de largo junto con sus amigas. Definitivamente un día de éstos iba a ponerla en su lugar, no importaba si era hermana de Nathaniel o qué, pero de los tratos recibidos por ella no se salvaba. Quizo deleitarse de lo sucedido con visitar el despacho de los delegados, pero no encontró a quien le encargó tal favor, sin embargo, cuando cerró la puerta y volvió al pasillo pudo oír la voz del rubio a unos pocos metros de distancia. Fue entonces cuando volteó a verlo. —Has ido a verlo, ¿no?— Preguntó sereno. —Sí, y no quiere firmar tu papel.— Respondió firme y directa. —Es muy cabezón, tú insiste un poco, ya verás cómo termina firmándolo.— Aconsejó entonces. —Vale, ahora vuelvo...— Murmuró en respuesta antes de irse al patio, mas no encontró a nadie. Exploró distintas partes del lugar por un rato, todo el instituto pareciera estar vacío de alumnos, hasta que a la tercera vez de coincidir con el pasillo principal sus ojos se cruzaron con los del pelirrojo. —¿Quieres algo más?— Preguntó sereno. —Sí, el justificante de ausencia...— Insistió con timidéz, tal como Nathaniel le pidió con la ligera esperanza de lograr lo que se proponía, aunque dentro suyo dudaba que esto diera un resultado más que para peor. —¿Y ahora qué?— Alzó la voz, comenzando a molestarse. Bèi Liàn se vio intimidada por la reacción ajena, por lo cual se encogió de hombros. Hizo bien en no mandar a su compañero a que él firmara el contrato. El silencio duró por unos largos segundos, y dando un suspiro desvió la mirada hacia un costado. —Insiste, ya sabes...— Murmuró entonces. —¡Sigo diciendo que no! Además, si de verdad tiene agalllas, ¡que venga él a pedírmelo en lugar de mandar a una chica!— Siendo que la situación comenzaba a tocarle sus morales exclamó mosqueado, expresando bronca hacia aquel delegado que tanto insistía en que firmase esa justificación de ausencia. Ahora sí podría visitar a Nathaniel, pensó ella tras ver su brusca reacción y sentir sus pesadas pisadas alejándose del lugar. Dio un profundo suspiro y siguió de largo, directo a la sala de delegados. Suponía que allí lo vería, o eso esperaba. Tal como imaginó: Nada, pero las cosas cambiaron ni bien salió del lugar. El joven delegado rondaba por los pasillos como si buscara algo, y casualmente coincidió con ella, entonces preguntó por el favor que le había pedido con anterioridad. —Bueno, ha dicho que si te atreves, no tienes más que ir directamente a preguntarle.— Explicó la peliazul calmadamente, aunque con un deje de pena tras su segundo fracaso. —Bueno, puedes decirle que un hombre debe asumir las consecuencias de sus actos. Sólo tiene que firmar.— Intentó buscarle otra posibilidad a la colegiala para que Castiel llevase a cabo su deber, pero por su expresión y el modo en que posaba su mano sobre la frente podía decirse que ya comenzaba a irritarse por la persistencia del pelirrojo. —Entendido, voy...— Asintió y se marchó sin más. Sabiendo dónde encontrar al chico rebelde fácil coincidió con él, quien por lo visto parecía estar esperando por saber si su mensaje fue transmitido o no de brazos cruzados, entonces cuando vio a la peliazul aproximarse le preguntó. Ella asintió, pero se vio interrumpida. —¿Y ahora qué? Madre, ¡qué pesada eres!— Refunfuñó sabiendo lo que iba a decir muy probablemente, formando con su zurda un puño de irritación comprimida. —Ha dicho que si de verdad eres un tío debes asumir tus responsabilidades y firmar, así que...— Bueno, no había necesidad de continuar, conque ahí decidió callar y dejar a la expectativa la respuesta ajena, aunque por su reacción ya venía venir una negativa más, o lo que sería peor, una confrontación entre Castiel y Nathaniel por una estúpida firma. —No firmo nada, ¿te enteras? Además, seguro que lo hace para que me expulsen del instituto.— Contestó muy a la defensiva, valiéndole si trataba con un varón o una mujer. Firma de aquí para allá, ya lo tenía por los suelos, y Bèi Liàn sabía eso con sólo vérselo. No era que ella estuviera de lado de ninguno de los dos, sólo que, al igual que él, también se estaba hartando de la situación, por lo cual insistió, forzando ésta vez al contrario a firmar el justificante de ausencia. —Bueno, ya vale de rollos. Firmas esto, y si no estás contento lo hablas con él.— Armándose de valor insistió, llevando la contra al pelirrojo por la paz del instituto. —Eres igual de pesada que él.— Refunfuñó molesto. Al recibir el papel lo firmó sin más, devolviéndoselo a la brevedad. —Toma el papel, está firmado. ¿Contenta? Lárgate.— Finalizó sin intención de darle tiempo a decir una palabra más, en verdad la quería fuera de su vista. Se tornaba pesada. Ella no podía hacer nada más al respecto, aunque admitía a sus adentros sentirse culpable por todo este rollo, pero al menos ya tenía el papel firmado por la persona asignada. Ahora podría volver tranquilamente a entregárselo a Nathaniel. Con el papel en manos se dirigió hacia la sala de delegados, corriendo la suerte de no encontrarse con aquel molesto trío de chicas ni con el pesado de Ken, así que sin nada que la interrumpiera pudo encontrarse con el rubio en la sala de delegados. —¿Lo has conseguido ésta vez?— Preguntó expectante. —Sí, al final he conseguido que lo firme. Aquí tienes.— Afirmó, entregándole el justificante firmado. —¿En serio? Perfecto, ¡me dejas impresionado! Y me quitas un peso de encima. Gracias.— Exclamó contento, pudiendo denotarse el gran alivio en su faz, de hecho hasta su humor había mejorado desde que recibió la buena noticia por parte ajena. Completada su misión podría volver a casa, pensó ella, soltando un suspiro de cansancio. Estaba a punto de irse, pero pareció oír conocidas voces provenir del final del pasillo. Eran Castiel y Nathaniel en una discusión, lo cual la motivó a apresurar sus pasos, preocupada. —Asume las consecuencias de tus actos, pedazo de...— —Sí, te voy a enseñar las consecuencias que tiene ir tocándome las narices... ¡te vas a enterar!— Nathaniel fue chocado contra las puertas bruscamente a manos de Castiel, quien con la furia de un león lo azotó, resonando el metal de las puertas por todo el pasillo. Bèi Liàn presenciaba la escena con preocupación e indecisión. Ya había molestado bastante al pelirrojo, y a su parecer él no había hecho nada malo más allá de no firmar su justificante. Hasta tenía intención de volverse su amiga o conocerlo mejor, pese a la cantidad de veces que lo molestó en una clase. Por otro lado, se llevaba bien con Nathaniel, y conocerlo día a día también implicaban cosas buenas, así como misterios. Sus orbes azules giraban de un costado a otro, viendo a ambos por breves instantes mientras se presionaba por tomar una decisión antes de que todo empeorase. Dada la situación sólo podía defender a uno de los dos. —¡Castiel, para! Sólo te va a servir para buscarte más problemas.— Gritó porque se detuviera, ordenó porque lo dejase. Vio que la ignoró olímpicamente, así que intentó interponerse entre los dos, pero Castiel la empujó, haciéndola a un lado del asunto, diciéndole que no se entrometiera. Ella, tras ver el error de haberlo defendido, se vio obligada a abandonar el lugar y dejar que saldaran cuentas entre sí, aunque quizá pudo haber hecho algo más...
Posted on: Sun, 21 Jul 2013 17:05:57 +0000

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