Homero La odisea (14º) Y le respondió luego Nausícaa, la de - TopicsExpress



          

Homero La odisea (14º) Y le respondió luego Nausícaa, la de blancos brazos: «Forastero, no pareces hombre plebeyo ni insensato. El mismo Zeus Olímpico reparte la felicidad entre los hombres tanto a nobles como a plebeyos, según quiere a cada uno. Sin duda también a ti te ha concedido esto, y es preciso que lo soportes con firmeza hasta el fin. «Ahora que has llegado a nuestra ciudad y a nuestra tierra, no te verás privado de vestidos ni de ninguna otra cosa de las que son propias del desdichado suplicante que nos sale al encuentro. Te mostraré la ciudad y te diré los nombres de sus gentes. Los feacios poseen esta ciudad y esta tierra; yo soy la hija del magnánimo Alcínoo, en quien descansa el poder y la fuerza de los feacios.» Así dijo, y ordenó a las doncellas de lindas trenzas: «Deteneos, siervas. ¿A dónde húís por ver a este hombre? ¿Acaso creéis que es un enemigo? No existe viviente ni puede nacer hombre que llegue con ánimo hostil al país de los feacios, pues somos muy queridos de los dioses y habitamos lejos en el agitado ponto, los más apartados, y ningún otro mortal tiene trato con nosotros. «Peró éste ha llegado aquí como un desdichado después de andar errante, y ahora es preciso atenderle. Que todos los huéspedes y mendigos proceden de Zeus, y para ellos una dádiva pequeña es querida. ¡Vamos!, dadle de comer y de beber y lavadlo en el río donde haya un abrigo contra el viento. » Así dijo; ellas se detuvieron y se animaron unas a otras, hicieron sentar a Odiseo en lugar resguardado, según lo había ordenado Nausícaa, hija del magnánimo Alcínoo, le proporcionáron un manto y una túnica como vestido, le entregaron aceite húmedo en una ampolla de oro y lo apremiaban para que se bañara en las corrientes del río. Entonces, por fin, dijo el divino Odiseo a las siervas: «Siervas, deteneos ahí lejos mientras me quito de los hombros la salmuera y me unjo con aceite, pues ya hace tiempo que no hay grasa sobre mi cuerpo; que no me lavaré yo frente a vosotras, pues me avergüenzo de permanecer desnudo entre doncellas de lindas trenzas. » Así dijo y ellas se alejaron y se lo contaron a la muchacha. Cónque el divino Odiseo púsose a lavar su cuerpo en las aguas del río y a quitarse la salmuera que cubría sus anchas espaldas y sus hombros, y limpió de su cabeza la espuma de la mar infa igable. Después que se hubo lavado y ungido con aceite, se vistió las ropas que le proporcionara la no sometida doncella. Entonces le concedió, Atenea, la hija de Zeus, aparecer más apuesto y robusto e hizo caer de su cabeza espesa cabellera, se mejante a la flor del jacinto. Así como derrama oro sobre plata un diestro orfebre a quien Hefesto y Palas Atenea han enseñado toda clase de artes y termina graciosos trabajos, así Atenea vertió su gracia sobre la cabeza y hombros de Odiseo. Fuese entonces a sentar a lo lejos junto a la orilla del mar, resplandeciente de belleza y de gracia, y la muchacha lo contemplaba. Por fin dijo a las siervas de lindas trenzas: «Esuchadme, siervas de blancos brazos, mientras os hablo; no en contra de la voluntad de todos los dioses, los que poseen el Olimpo, tiene trato este hombre con los feacios semejantes a los dioses. Es verdad que antes me pareció desagradable, pero ahora es semejante a los dioses, los que poseen el amplio cielo. ¡Ojalá semejante varón fuera llamado esposo mío habitando aquí y le cumpliera permanecer con nosotros! Vamos, siervas, dad al huésped comida y bebida.» Así dijo; ellas la escucharon y al punto realizaron sus deseos: pusieron comida y bebida junto a Odiseo y verdad es que comía y bebía con voracidad el sufridor, el divino Odiseo, pues durante largo tiempo estuvo en ayuno de comida. De pronto Nausícaa, de blancos brazos, cambió de parecer. Después de haber plegado sus vestidos los colocó en el hermoso carro, unció las mulas de fuertes cascos y ascendió ella misma. Animó a Odiseo, le llamó por su nombre y le dirigió su palabra: «Forastero, levántate ahora para ir a la ciudad y para que yo te acompañe a casa de mi prudente padre, donde te aseguro que verás a los más excelentes de todos los feacios. Pero ahora cuidate de obrar así ya que no me pareces insensato: mientras vayamos por los campos y las labores de los hombres, marcha presto con las sirvientas tras las mulas y el carro y yo seré guía. Pero cuando subamos a la ciudad... a ésta la rodea una elevada muralla; hay un hermoso puerto a ambos lados de la ciudad y es estrecha la entrada, y las curvadas naves son arrastradas por el camino, pues todos ellos tienen refugios para sus naves. También tienen en torno al hermoso templo de Poseidón el ágora construida con piedras gigantescas que hunden sus raíces en la tierra. Aquí se ocupan los hombres de los aparejos de sus negras naves, cables y velas, y aquí afilan sus remos. Pues los feacios no se ocupan de arco y carcaj, sino de mástiles y remos, y de proporcionadas naves con las que recorren orgullosos el canoso mar. De éstos quiero evitar el amargo comentario, no sea que alguno murmure por detrás, pues muchos son los soberbios en el pueblo, y quizá alguno, el más vil, diga al salirnos al encuentro: "¿Quién es este hermoso y apuesto forastero que sigue a Nausícaa?, ¿dónde lo encontró? Quizá llegue a ser su esposo, o quizá es algún navegante al que, errante en su nave, le dio hospitalidad, de los hombres que viven lejos, ya que nadie vive cerca de aquí. O quizá un dios le ha bajado del cielo tras invocarlo y lo va a tener con ella para siempre. Mejor si ha encontrado por ahí un esposo de fuera, pues desdeña a los demás feacios en el pueblo, aunque son muchos y nobles los que la pretenden." Así dirán, y para mí estas palabras serán odiosas. Pero yo también me indignaría con otra que hiciera cosas semejantes contra la voluntad de su padre y de su madre y se uniera con hombres antes que celebre público matrimonio. «Conque, forastero, haz caso de mi palabra para que consigas pronto de mi padre escolta y regreso. «Encontrarás un espléndido bosque de Atenea junto al camino, de álamos negros; allí mana una fuente y alrededor hay un prado; allí está el cercado de mi padre y la florida viña, tan cerca de la ciudad que se oye al gritar. Espera un poco allí sentado para que nosotras alcancemos la ciudad y lleguemos a casa de mi padre, y cuando supongas que hemos llegado al palacio, disponte entonces a marchar a la ciudad de los feacios y pregunta por la casa de mi padre, el magnánimo Alcínoo. Es fácilmente reconocible y hasta un niño pequeño te puede conducir, pues no es nada semejante a las casas de los demás feacios: tal es el palacio del héroe Alcínoo! Y una vez que te cobijen la casa y el patio, cruza rápidamente el mégaron para llegar hasta mi madre; ella está sentada en el hogar a la luz del fuego, hilando copos purpúreos una maravilla para ver apoyada en la columna. Y sus esclavas se sientan detrás de ella. Allí también está el trono de mi padre apoyado contra la columna, en el que se sienta a beber su vino como un dios inmortal. Pásalo de largo y arrójate a abrazar con tus manos las rodillas de mi madre, a fin de que consigas pronto el día del regreso, para tu felicidad, aunque seas de lejana tierra. Pues si ella te guarda sentimientos amigos en su corazón, podrás cumplir el deseo de ver a los tuyos, tu bien construida casa y tu tie rra patria.» Hablando así golpeó con su brillante látigo a las mulas y éstas abandonaron veloces las corrientes del río: trotaban muy bien y cruzaban bien las patas. Y ella llevaba las riendas para que pudieran seguirle a pie las sirvientas y Odiseo; así es que manejaba el látigo con tiento. Y se sumergió Helios y al punto llegaron al famoso bosquecillo sagrado de Atenea, donde se sentó el divino Odiseo: Y se puso a invocar a la hija del gran Zeus: «Escúchame, hija de Zeus, portador de égida, Atritona, escúchame en este momento, ya que antes no me escuchaste cuando sufrí naufragio, cuando me golpeó el famoso, el que sacude la tierra. Concédeme llegar a la tierra de los feacios como amigo y digno de lástima.» Así dijo suplicando y le escuchó Palas Atenea. Pero no le salió al encuentro, pues respetaba al hermano de su padre que mantenía su cólera violenta contra Odiseo, semejante a un dios, hasta que llegara a su patria.
Posted on: Wed, 26 Jun 2013 08:12:48 +0000

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