Hoy hace 1 año de mi accidente de tráfico. Hoy hace 1 año que - TopicsExpress



          

Hoy hace 1 año de mi accidente de tráfico. Hoy hace 1 año que perdí la visión de mi ojo izquierdo. Hoy hace 1 año que mi vida pegó un nuevo giro. Lo que escribo ahora aquí es mi forma particular de pasar página, contando mi historia, mi experiencia y sensaciones. Aunque sé que hay gente que lo ha pasado peor que yo, cada uno sufre su duelo personal como el más importante y doloroso de su vida, y esto no puede privar mi necesidad de expresarme. Soy consciente de que no fue para tanto en su totalidad, pero cada minúscula pieza que forma esta historia, me ha dolido y marcado seguramente para toda mi vida. *** *** *** Hoy es 25 de agosto; hoy cumplo un año de mi nueva vida. Y no es capricho mío, mucha gente me lo dijo después del accidente. Yo no soy consciente –aunque sí que me he concienciado- de lo que ocurrió en realidad. No recuerdo nada, solo que todo había cambiado al despertarme. "Sin miedo sientes que la suerte está contigo..." Iba escuchando un disco de Rosana mientras conducía, y me prometí no llegar a mi destino antes de acabar el disco. Cumplí la promesa, pero tardé 15 días en volver. Después de unos días actuando por la costa de Granada llegaban unos días de descanso que quería pasar en Madrid con mi novia. Pensaba salir por la mañana temprano, pero quise despedirme del mar... en soledad. Cuando voy por carretera y paso por Granada, me aferro al cristal de la ventanilla diciendo: "me gustaría parar, aunque solo fueran 5 minutos, para pasear por el centro de esa ciudad". Como ésta vez viajaba solo y no tenía prisa, lo hice. Me tomé un té, pasee toda la tarde, visité desde fuera mi antigua facultad y hasta llené el depósito del coche. Y para no tener que cenar en casa, tomé algo antes de salir de nuevo. Me quedaba menos de un tercio del viaje, y no tenía ninguna prisa...ninguna. Fue el inicio de una nueva vida en la que la paciencia se ha vuelto una de las principales herramientas para seguir adelante. Antes de tomar la carretera secundaria para llegar a mi pueblo, pare a orinar entre los olivos. Recuerdo haber pasado miedo por la oscuridad del lugar, así es que me monté de nuevo en el coche para poner la música y evadirme un poco de la sensación de verme solo en la noche en una carretera apenas transitada. Desde ese momento, lo único que recuerdo y que he logrado encajar como piezas de puzle en mi memoria es ver un cartel que indicaba entre 10 y 5 kilómetros para llegar a mi pueblo. Después tengo la sensación de haber intentado controlar el coche cuya parte trasera se cimbreaba y empezaba a moverse de un lado a otro, cada vez con más fuerza. Esa sensación solo dura menos de un segundo. Además, recuerdo ver un cielo, casi anocheciendo, pero con una mezcla de azul y rojo intenso. Quizás el cuerpo empezó a segregar más adrenalina que nunca. Y nada más... Pasados 45 minutos, me desperté en mi coche. Estrenaba pantalones y camisa, y ahora estaban pegados a mi cuerpo por la sangre. La música aún sonaba: "Sin miedo sientes que la suerte está contigo...". Entendí que había estado sonando la misma canción durante los 45 minutos que estuve inconsciente, porque cuando miré la radio, el CD estaba fuera, y salpicado de sangre... como todo lo demás. El cuerpo es inteligente: para evitar el dolor, te priva de tu conciencia. No recuerdo haber sentido ningún dolor. De hecho, no recuerdo ningún accidente de tráfico. Alguien a mi lado me hablaba. Era una conversación ya empezada. La puerta del acompañante estaba abierta, y fuera, arrodillado y apoyado en el asiento, estaba un chico que se paró en el lugar del accidente. Al parecer vio una nube de polvo a un lado de la carretera y paró para ver qué sucedía. A veces me imagino despertándome solo después del accidente, en completa oscuridad, sin saber dónde estoy, ni porqué estoy así, atrapado en el coche. Pero aquél hombre había estado todo ese rato hablándome, y seguía haciéndolo: "¿Estás bien? Tranquilo, que ya hemos llamado a urgencias. ¿Cómo te llamas? ¿Qué te ha pasado? ¿A dónde ibas?" Mientras contestaba a todas esas preguntas, incrédulo, hacía un recorrido visual a todo lo que tenía enfrente: mi ropa empapada en sangre, los cristales rotos, mi móvil en las manos de aquel hombre... y un piloto encendido: "¡El contacto! ¡El coche aún tiene el contacto dado!", dije asustado, quizás influenciado por esas explosiones que vemos en las películas. El chico estiró el brazo hasta la llave, la giró y la sacó. Después paró una chica en el lugar del accidente. Con una manta que llevaba ella en el coche, que me arropó, porque empecé a temblar mucho y a sentir frío. Me tranquilizó al decirme que era enfermera, me examinó muy por encima y me dijo que no me pasaba nada… que quizás el ojo tenía alguna herida… o quizás era la ceja rota que había cubierto el ojo de sangre… Podría contar cada detalle de todo lo que me ocurrió esa noche, porque se me quedó grabado en mis sentidos (olor, sonido, tacto…) Pero todo lo recuerdo muy oscuro: mi ojo derecho estaba casi cerrado por la sangre y con el izquierdo… con el izquierdo no veía. Llegó la guardia civil y la ambulancia. Mientras me ayudaban a salir del coche, me preguntaron si había bebido, si había tomado drogas, dónde tenía la documentación, a quién debían avisar… Yo, con forzosa amabilidad, contestaba a todo lo que me decían, pero solo quería que me dejaran tranquilo. Me tumbaron en el suelo sobre una camilla, y me metieron en la ambulancia para ir al hospital de mi pueblo que era el más cercano. Mientras me trasladaban, el enfermero de la ambulancia me dio conversación. Resultó conocer a la familia de mi novia, porque todos los veranos los pasaban en su pueblo. Hablando y hablando, y aguantando el sueño, llegamos al hospital. Todos estaban más asustados que yo, o al menos eso me parecía. Quizás todos eran más conscientes de lo que había pasado, porque podían verlo desde fuera. Yo solo tenía ganas de terminar el viaje, aparcar mi coche en mi calle y acostarme en mi cama, pero no iba a poder ser. Suturas, pinchazos, vías, preguntas, tubos, informes, radiografías, resonancias… Mucho personal médico rondándome. Me quitaron los pantalones empapados en sangre y oí caer monedas al suelo que salían de los bolsillos. Una enfermera me dijo que la disculpara, pero que la camisa la tenía que cortar con tijeras. Le dije que la había estrenado ese día… Otra enfermera se agobiaba al intentar suturar la herida de la ceja que no paraba de soltar sangre. Yo le tranquilizaba: "tranquila, si no me duele." Tuvo que ayudarle su compañera: "Mira, es así", decía mientras pegaba un fuerte tirón del hilo. Luego, un enfermero que conocía del pueblo desvirgó mi uretra poniéndome por primera vez en mi vida una puta sonda. Qué cabrón, jeje… Una enfermera que me llevaba a otra sala me advirtió que si no le facilitaba un teléfono de algún familiar, iban a terminar enterándose porque la Guardia Civil se personaría en mi casa. Pero yo no sabía el número de nadie. Al poco, empecé a oír a mi familia. Era todo curioso: el drama en estos casos se vive de fuera adentro, y no al revés. Todos eran conscientes de cosas que yo no percibía, o quizás desde fuera entra el pánico ante la impotencia de no poder hacer nada. Yo estaba tranquilo: todos sabían lo que se hacían y yo solo tenía que facilitarles el trabajo. Pero mi familia estaba en una situación más incómoda incluso que la mía. Oí a mi madre llorar, e intentar calmarse cuando me vio para que yo no la viera mal. Les hablé a todos e intenté tranquilizarlos, pero claro, quizás mi aspecto no tranquilizaba mucho… Qué jodida es la sangre, leche… Ya estaba todo controlado, excepto el ojo que no tenía buen aspecto. Tuvieron que enviarme a Jaén para ser operado de urgencia. Joder, a 5 minutos de mi pueblo, y tuve que rehacer el mismo camino de vuelta, pasando por la misma puta carretera donde quizás aún estaba mi coche destrozado en la cuneta. Por el camino era otro enfermero el que me acompañaba. "Tengo mucho sueño, ¿puedo dormir o es malo?", le pregunté. Me dijo que durmiera tranquilo y que si necesitaba algo, que no dudara en pedírselo. Cuando estábamos llegando a Jaén me dijo: "No te asustes, pero vas a oír la sirena. No pasa nada malo, pero a veces la ponemos para librarnos del resto de coches y no tener que estar parándonos en los semáforos". El enfermero tuvo un gesto de complicidad conmigo que me hizo gracia y quitó gravedad al asunto. La sirena no era por mí, sino por ellos. Pero claro está, no era así. Eran las 4 de la mañana. En el hospital, el especialista, muy joven y cariñoso, habló conmigo agachado y al oído: "Mira, no te voy a mentir. Tu ojo no pinta bien, está muy dañado, pero vamos a hacer lo que podamos." "¿Puede que lo pierda?", le dije. El doctor se resistía a decírmelo, pero le dije que yo prefería ponerme en lo peor, así todo lo demás serían buenas noticias. La respuesta era sí. Mi ojo estaba vacío de humor vítreo, encharcado de sangre, hundido, rasgado. Al rato, el doctor se acercó de nuevo a hablar conmigo. El quirófano estaba ocupado por otro paciente con el que acabarían a las 6 o 7 de la mañana. Como terminarían cansados de esa operación, pensaron que sería mejor esperar a las 8 para el cambio de turno, y así ser atendido por doctores descansados y al 100% de rendimiento. Después de eso quizás pasaron 15 minutos cuando volvió a acercarse a hablar conmigo: "Tengo dos noticias, una buena y otra mala." Siempre elijo la mala primero, para que la buena después alivie un poco. "La mala es que el señor que estábamos operando acaba de fallecer." Es curioso, en ese momento me di cuenta de que el ser humano oculta profundamente su instinto animal. Mi "yo" sociabilizado contestó: "Joder, la vida es una puta mierda." Pero mi "yo" animal pensó: "¿Y no podrían arrancarle un ojo para mí?" Lo mejor de todo es que no lo pensé de broma, fue instintivo. El doctor me dijo la buena noticia: estaban preparando el quirófano para mi operación. Después de mi primera sonda… la primera operación de mi vida. Jamás habría pensado que habría sido de ojo… Todo el mundo se puso a trabajar. Cuando me quise dar cuenta, me estaban pasando a una superficie dura y fría. Un médico me pidió firmar un papel y otro médico un segundo papel. Era el consentimiento de la operación y después el de la anestesia. Como no veía, me colocaron el bolígrafo en la mano y ésta a su vez sobre la zona del papel donde debía firmar. Fue gracioso, la verdad. Una mujer me puso una máscara y me dijo que respirase. Yo me dije: "Verás, ahora me dirá que cuente, y cuando llegue a 100 me empezaré a asustar…" Creo que no llegué ni a pensar eso que he escrito; fue súbito. De los 15 días que estuve en el hospital, aguanté unos 7 u 8 sin mirarme al espejo. No quería verme las heridas de la cara, no sabía qué aspecto tenía mi ojo. Incluso cubrí el espejo del baño para no verme. El doctor, respondiendo a mi petición de ponerme en lo peor, me advirtió que, pese a la complicada operación, aún podía perder el globo ocular. Durante mi hospitalización ocurrieron muchas cosas y se dieron muchas circunstancias paralelas al accidente. Los primeros días de hospitalización, que fue cuando más gente fue a verme, estaba completamente desorientado, apenas veía, no me adaptaba a la visión monocular y estaba aún sedado. Esto hizo que apenas recuerde a toda la gente que pasó por mi habitación. La visita que más me marcó y más miedo me daba fue la de mi pareja. No quiero entrar en cómo se enteró y lo mal que lo pasó hasta que llegó de Madrid a Jaén, porque forma parte de su intimidad y sus emociones. Agradezco de verdad a los que estuvieron con ella aquella madrugada, consolándola y aliviando su incertidumbre. Solo quiero decir que desde ese momento, Nerea ha sido gran parte de mi "sustento vital y anímico" para seguir adelante. Recuerdo a mi familia más por las sensaciones cuando me agarraban de los pies para saludarme y cuando me hablaba. Recuerdo muchas voces de gente visitándome, agradezco a todas las personas que se preocuparon por mí, a los que me sorprendieron con su visita, a los que quisieron verme pero no pudieron, a los que preguntaron por mí. Gracias de verdad. Ojalá podamos vernos ahora de nuevo para tomarnos una copa juntos o para reírnos de otras cosas en lugar de recordar aquella situación. Como decía al principio, soy consciente de que esto apenas tiene valor o importancia en comparación con otra mucha gente que ha sufrido mucho más que yo, pero como también he dicho, cada uno en su duelo personal, coloca su dolor en el nivel máximo, sin compararlo con nadie. Y yo, particularmente, desde aquel accidente, he salido perdiendo en seguridad en mi mismo, en autoestima. Muy por encima de los escasos impedimentos físicos que me ocasione la visión monocular, están los impedimentos psicológicos que me recuerdan a cada momento: "¡ostras, que no veo"!, que me hacen sentir torpe solo porque me cueste ahora más hacer ciertas cosas que se que son imperceptibles a el resto de la gente, pero que a mí me hunden. Cuando llega la noche, llega la oscuridad, y en la oscuridad no percibo mi problema, pero cuando me despierto cada mañana vuelvo a caer en la cuenta de mi situación, porque lo he olvidado por completo y tengo que volver a pasar el duelo de asimilarlo. Para salir a flote, al apoyo de la gente que me quiere, he tenido que sumarle mi tesón… y mi humor. Sin humor no habría podido salir adelante y me afectarían mucho más cosas cotidianas como que no pueda coger un vaso que alguien me ofrezca en la mano, que no puedo coger una moneda lanzada al aire, o una pelota, o un palo, meter la llave en la cerradura a la primera… Pero son cosas que voy mejorando cada día. Lo que más me cuesta superar es mi apertura a los demás. Al percibir luz por el ojo dañado, siento una continua distracción que hace que esté más atento a cómo ver que a lo que veo. Es como si una medusa estuviese aferrada a mi cara tapándome el ojo, como si mi cara estuviese derretida por un lado, deforme; y creo que mi aspecto desde fuera es así, aunque apenas se note. Gracias a los que me impiden colocarme en una actitud de víctima, gracias a los que me dejan desahogarme, gracias a los que me ayudan, gracias a los que me lo ponen difícil para que me supere, gracias a los que han confiado en mí para ofrecerme trabajo, incluso a los que se han atrevido a subir al coche conmigo. Esto último ha sido importantísimo para mi; pese a sentirme seguro en el coche, me siento sin derecho a conducirlo, sin derecho a sentirme conductor. Pero la gente ha seguido confiando en mí, incluso me dejan sus vehículos. Gracias. Desde hace un año nada ha sido igual, pero si aparto el sufrimiento y mis proyectos momentáneamente rotos, descubro que han pasado más cosas buenas que malas: "Sin miedo, lo malo se nos va volviendo bueno…" decía la canción de Rosana que escuchaba hace un año (y que no he vuelto a escuchar). He tenido que perder la visión de un ojo para poder ver con más claridad la vida. Ya lo decía Antoine de Saint-Exupéry en su "Principito": «Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.» Raúl (25/08/13)
Posted on: Sat, 24 Aug 2013 23:43:41 +0000

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