*IX SE CONTESTA A LA DIFICULTAD QUE SE NOS PODRÍA OPONER ACERCA - TopicsExpress



          

*IX SE CONTESTA A LA DIFICULTAD QUE SE NOS PODRÍA OPONER ACERCA DEL EMPEÑO CON QUE HEMOS DE BUSCAR EN TODO EL MAYOR GUSTO DE DIOS Pero tal vez la mayor dificultad os la figuráis en aquello de procurar en todo lo que no está mandado ni prohibido lo que sea más del agrado de Dios. Parece que este empeño ha de ocasionaros una continua solicitud y angustia; será preciso, diréis, que esté todo el día pensando y discurriendo que será del mayor agrado de Dios, y esta incesante fatiga y tarea de adivinar el gusto de Dios me traerá inquieta y desazonada, sin salir nunca de dudas e incertidumbres. Pero también en esto padeceréis un grosero engaño, porque no se pretende que en todas las cosas nos pongamos a estudiar lo que podrá ser más agradable a Dios, como por ejemplo, si uno se pusiese a considerar ¿qué será lo que más agrade al Señor, el que yo vaya ahora a oír una misa o un sermón, que rece el rosario o bien el oficio de difuntos, que esta mañana almuerce o ayune, que esta limosna la haga a los pobres o bien a la Iglesia? etc., etc. Me guardaría muy mucho de aconsejar semejantes investigaciones para hallar el mayor gusto de Dios; hablando en general, esto sería lo mismo que precipitar a las almas en un abismo de perpetua angustia y confusión:* para todo es menester sencillez y libertad de espíritu. La perfección requiere que hagamos aquello que claramente conocemos que es más grato a Dios, ya que según la doctrina de Santo Tomás, no estamos obligados a cumplir la voluntad divina sino cuando se nos manifiesta. (1.2.q.19. a 10 ad. 3.) y en esto no puede haber ni angustia ni confusión. Por ejemplo, tengo tiempo para oír misa todos los días; ahora bien, aunque en los de trabajo no se manda oírla, sin embargo veo claramente que al Señor agradará más el que la oiga en tales días que el que no la oiga. Está en mi mano el frecuentar los santos Sacramentos, como me lo aconseja mi confesor, aunque no me lo manda; al momento veo claramente que frecuentándolos agradaré a Dios más que no frecuentándolos. En un caso dado podría yo pretender que aquel que me hizo una injuria tomase la iniciativa para reconciliarnos; pero en tanto, por el bien de la santa caridad veo que es mejor que yo me adelante a saludarle. ¿Que ansiedad, que angustia o confusión producirá el procurar de este modo hacer lo que sea más del agrado de Dios? Ninguna. Para esto no se requiere más que un vivo amor de Dios, y todo está hecho. Un hijo que ama a su padre, ¿no hace cuanto puede por darle gusto? Una hija que ama mucho a su madre, ¿no hace lo mismo? ¿No hace lo mismo un criado que ama mucho a su amo? ¿Y acaso traen una vida de turbación y angustia el criado, el hijo y la hija? Nada de eso. Haciéndolo todo con amor y por amor, obran en todo con gusto, con alegría y libertad. Entre en vuestro corazón una centella de vivo amor de Dios, y luego veréis que en vez de angustiaros al buscar en todas las cosas el mayor gusto de Dios, hallaréis en ello suma paz, suma dulzura y satisfacción. Y más os digo: esta práctica del amor de Dios no necesita esfuerzo alguno; en proponiendo no disgustarle nunca, ni aun con el pecado venial, y observando su ley con exactitud, tanto en lo que es de mucha importancia como en lo leve y de poca monta, sin advertirlo os sentiréis inclinada a hacer, aun en las cosas más indiferentes, todo lo que veáis que es de su mayor gusto, todo lo que conozcáis que será más grato a su santísima voluntad. Y advertid además que el mismo divino amor os dará luz para conocer el gusto de Dios, aun en muchas cosas que para otros serían obscuras, pues el divino amor es fuego que enciende para que obremos con fervor y prontitud, y al mismo tiempo es luz que ilumina para que claramente veamos lo que conviene obrar. Pero nada valdrán estas razones y no os penetraréis de la verdad de cuanto os digo, si no lo ponéis por obra. Hace a este propósito la sentencia de San Francisco de Asis, tantum scit homo quantum operatur (Nat. Alex. T.9 a 7 de ex Phil); esto es, tanto sabemos cuanto obramos. Cuando hagáis lo que os digo comprenderéis que se puede hacer, que conviene hacerlo y que se hace fácilmente. Concluyamos con Santa Teresa: "el alma que de veras ama a Dios, halla particular gusto al descubrir lo que es de mayor perfección y del servicio del Señor, y con el contentamiento que siente en complacerle, sin trabajo lo ejecuta dando su divina Majestad valor y fuerzas a su flaqueza". * Téngase presente esta máxima de San Francisco de Sales: "no se acostumbra pesar la moneda pequeña; solo se pesan las mayores: el tráfico sería muy fastidioso y se perdería mucho tiempo si se hubiesen de pesar los cuartos, los reales y demás moneda pequeña; del mismo modo no se deben pesar todas las acciones pequeñas para averiguar si una vale más que la otra". Trad. del Amor de Dios. Del libro EL ALIENTO DEL ALMA DEVOTA del Venerable Padre José Frassinetti
Posted on: Thu, 27 Jun 2013 18:14:26 +0000

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