Imaginate que vivís en el campo y estás tomando tereré frente a - TopicsExpress



          

Imaginate que vivís en el campo y estás tomando tereré frente a tu casita. Imaginate que tu hijo ve llegar a dos tipos empujando una moto. Extraños, pero en apuros porque se les descompuso el vehículo. Eso fue lo que al menos dicen al llegar junto a vos que te levantas para saber que se les ofrece. Imaginate que los ves sediento y le pedís a tu hijo que traiga agua para darles de beber. Imaginate que bajas la cabeza, esparcís con un pie un poco arena desprendida del suelo de la tierra reseca. Imaginate que surge un silencio entre vos y los desconocidos y miras al horizonte con el ceño fruncido, dudándo si preguntárle o no de dónde vienen y adónde van. Imaginate que al volver la mirada hacia eso dos tipos, uno de ellos realiza un movimiento con uno de sus brazos, como queriendo sacar algo del interior de su campera, clavándote la mirada. Y saca un arma, la desenfunda. Imaginate que le miras a los ojos y al querer decir lo que sería lo último que digas te la descarga a balazos. Todo, en fracción de segundos. Imaginate que tu hijo que venía con el jarrita de agua también recibe unos cuantos proyectiles. Imaginate que intenta cubrirse mientras vos sentís un peso que te empuja al piso. Un peso distinto a la gravedad conocida. Imaginate que mientras caes ves cómo uno de ellos sube a la moto y patea para emprender una rápida fuga. Imaginate que tumbado en el suelo y con la sangre esparcida en la tierra, balbuceas y querés decir muchas cosas, todo en una misma vez, en el último suspiro que notas que se va para siempre. Imaginate todo eso y mucho más. Y solo así, tal vez, podrás tener una idea -sin que este relato tenga el rigor científico de lo acontecido- de lo que le pasó a Inocencio Sanabria, en el Núcleo 4 de la comunidad de Arroyito (Concepción), la tarde del martes 17 de setiembre último. Inocencio ha pasado a engrosar una oscura lista de dirigentes campesinos cuyas vidas han sido cegadas por las balas asesinas de matones pagados, al parecer, por agroganaderos de la zona. Era vecino de Benjamín “Toto” Lezcano, histórico dirigente rural y secretario general de la Coordinadora Campesina Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, quien murió acribillado -el 19 de febrero pasado- de forma casi calcada: dos tipos que se bajan de una moto y pam!. La sospecha de que estos “asesinatos selectivos" estén vinculados al modelo de agronegocio que impera en el país no es descabellada, pese a que desde los conglomerados mediáticos intenten vincularlos al llamado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). Lo cierto es que ambos, tanto Lezcano como Sanabria, se oponían fervientemente a la fumigación con agrotóxicos, que demanda la semilla de Monsanto, y lideraban la defensa en sus comunidades del cultivo cooperativo y de auto-consumo frente al avance imparable de la soja. El reciente crimen, otra vez a un dirigente campesino, ocurre en pleno desarrollo de las fuerzas conjuntas, militares y policías, que se han desplegado en la zona Norte del país con el argumento de combatir al EPP. El primero de los cuatro crímenes, al menos de los que se tiene noticia tras la masacre que derivó en la destitución de Fernando Lugo, tuvo como víctima a Sixto Pérez, dirigente de la Organización Campesina Norte Pyahu, en el distrito Puentesinho. Le siguió el de Vidal Vega, integrante de la Comisión Vecinal Naranjaty que ocupó las tierras de Marina Cué. Ambos el año pasado. Y, hace un poco más de un mes, se sumó también la ejecución de Lorenzo Areco, secretario de la Organización Campesina Regional de Concepción (OCRC), quien últimamente, estaba comisionado en la Dirección de Catastro de la Intendencia de Yvy Yaú, Concepción. Tenía a su cargo el censo y padrón estadístico de las fincas rurales en la zona de cara a la implementación de una eventual reforma agraria. Todo esto permite ensayar que en el Norte la tierra duele, sangra y llora. Y duele con un dolor de antes, uno conocido por quienes lo padecen de generación en generación y en diferentes latitudes del Paraguay. En San Pedro y Concepción han sido enviados los mismos que hace casi cuarenta años tuvieron a su cargo materializar el despojo y exterminio en comunidades cuyos habitantes resolvieron conducirse de forma autónoma, sin los dictados del mercado y lejos de la verticalidad impuesta por el régimen. Mientras que los sobrevivientes del latrocinio en Colonia Jejuí siguen reclamando la devolución de sus tierras usurpadas en 1975 por esbirros del tirano, los campesinos hoy sufren el mismo acecho de antes, pero por partida doble: al tormento y tortura que llevan los militares, se suman los sicarios contratados por los sojeros. Este modelo, que cuenta con la complacencia de los gobernantes de todos los turnos, sigue regando la tierra de sangre de muchos dirigentes que se resisten a abandonar su forma de vida.
Posted on: Mon, 23 Sep 2013 05:36:07 +0000

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