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Imprimir Enviar PDF BLOGUEROS EH / MODA Viernes 24 de Febrero de 2012 - 11:05pm Praismar Para la temporada decembrina la cita obligada en Barranquilla no fue ir al Metropolitano a ver al Junior en las finales del futbol colombiano, ni mucho menos asistir al circo Los Hermanos Gasca, que por cierto duraron despidiéndose de la ciudad más de tres meses con los anuncios por radio que decían con voz nasal: “¡última semanaaa!”. El sitio que siempre estuvo más lleno que estación de Transmilenio en hora pico fue el novedoso supermercado gringo de nombre Price Smart. Mi mamá lo pronuncia Prixmar, mi cuñada (y el 99% de los barranquilleros) Praismar, y mi sobrino bilingüe Camilo casi se fractura la lengua para decir Prais Esmart. Llámelo como lo quiera llamar, este ingenioso esquema de ventas tuvo (o tiene, no se) locos a los habitantes de Barranquilla y sus aledaños. El éxito consiste en ofrecer productos, algunos de marcas reconocidas y otras propias, en grandes cantidades a precios relativamente bajos. Como los barranquilleros somos los más espantajopos a nivel nacional y tenemos que estar donde está la novedad, allá corrieron todos para aprovisionarse de las diferentes viandas y productos como si el mundo se fuera a acabar en el 2012 como lo preveían los Maya. Aprovechando mi corta estadía en la ciudad yo no fui la excepción, y también caí en la trampa de la curiosidad sirviéndoles de acompañante a mi esposa y mi cuñada. Después de dar vueltas durante diez minutos buscando un estacionamiento disponible nos tocó hacer una larga fila para ingresar. Lo primero que advertí fue que para poder entrar debes tener un pasaporte que te acredite como miembro o ser acompañante de alguien que posea dicho documento. Es decir que para hacerte meritorio de pisar tierras PriceSmarteñas debes bajarte del bus con la no despreciable suma de $65.000 para tener tu pasaporte con visa por un año. Mi cuñada, ciudadana PriceSmarteña, mostró su pasaporte en la embajada y mi conyugue y yo entramos como invitados a la tierra prometida. El sitio no es la gran vaina, una gran bodega con estantes llenos de productos hasta el techo y pare de contar. Mientras mis ilustres acompañantes saciaban su sed de mirar y comparar precios divisé una ruta de degustaciones que de inmediato me dispuse a recorrer de manera prolija. En ella bebí whiskey barato, uvas pasas, galletas con chocolate, sopa de pollo enlatada, ensalada en bolsa, jugo de tomate, salchichas alemanas y crispeta recién sacada del microondas. Todo ofrecido y servido tras la descripción exhaustiva de una linda impulsadora y la invitación a la respectiva compra que jamás realicé. Con el buche lleno y no teniendo nada más que ver, me dispuse a la búsqueda de mi par de camaradas quienes seguían extasiadas al ver los precios. –Mira gordo, un set de 8 paquetes de galletas a sólo $25.000- me dijo emocionada mí inocente esposa. A mi realmente nada de eso me sorprendió ni logró moverme la aguja porque pienso que este tipo de negocios solo motivan a la cultura norteamericana del consumismo, el despilfarro y hasta de botar comida. Para sustentar mi tesis pongo de ejemplo las galletas que a mi esposa le encantaron. Dichas galletas solo hacen parte de mi canasta familiar cada tres meses o más y por cuestión de reducción de gastos sólo compramos un paquete que cuesta $5.000 en cualquier otro supermercado. De comprar el set que ofrece PriceSmart es cierto que cada paquete saldría en $3.125 ($25.000 entre 8 unidades) pero puedo asegurar que a la vuelta de menos de quince días no quedará ni uno de ellos en la alacena. Primero por gula y segundo porque, si se fijan bien, muchos de los productos tienen una corta fecha de expiración. Entonces, ¿cuál es el ahorro? Esta economía de escala la veo provechosa para familias numerosas y que además tengan una férrea disciplina de consumir sólo lo necesario sabiendo que tienes la despensa llena. Pero la cruda realidad es otra. La mayoría hace mercado para tres meses y en treinta días no queda ni el rastro. Gracias a PriceSmart, de ahora en adelante Barranquilla realmente se parecerá a Miami, porque con la forma como se están alimentando sus habitantes cada día que pase habrá más gente obesa, tal cual como la ciudad del sol. Dentro de un año el eslogan del supermercado será PriceSmart: Patrocinador oficial de los gorditos en la Costa. Dando por finalizada nuestra pequeña excursión a tierras extranjeras noté que todos los clientes llevaban en su compra varias cajitas de color amarillo. Quise indagar sobre el contenido de la misma y detuve a una señora que corría despavorida con varias de ellas en la mano. –Señora, hágame el favor, ¿qué son y para qué sirven esas cajitas?- Le pregunté de forma cortés y ella casi sin detenerse y siguiendo su marcha me contestó apresuradamente –No lo sé, pero están baratísimas-. Definitivamente seguiré adquiriendo mis productos en la tienda del cachaco de la esquina. Compro solo lo necesario, tienen servicio a domicilio gratis sin importar el monto de la compra y lo más importante: me fían.
Posted on: Fri, 15 Nov 2013 21:30:49 +0000

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